Brasil/ Jean Wyllys, activista gay y diputado: militancia por todos los medios [Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Dic 8 15:16:43 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

8 de diciembre 2016

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Brasil

Con Jean Wyllys, activista gay y diputado del PSOL (Partido Socialismo e
Liberdade)

Militancia por todos los medios

Rosario Lázaro Igoa, desde Brasil

Incorrecta, La Diaria, Montevideo, 2-12-2016

http://ladiaria.com.uy/

Recordado por el escupitajo a Jair Bolsonaro en la votación del juicio
político contra Dilma Rousseff, Jean Wyllys es el primer diputado brasileño
abiertamente homosexual. Nacido en el interior del Estado de Bahía, es
diputado por el PSOL, partido de izquierda, además de ganador de la edición
2005 de Big Brother Brasil, activo periodista y profesor universitario.

––¿Cómo es ser declaradamente gay, de origen pobre y diputado en el Congreso
brasileño actual?

-Por esa combinación de identidades yo soy una excepción en el Congreso, una
institución que es contradictoria, pues representa y no representa a la
sociedad brasileña. Por una parte, el Congreso está formado por hombres,
blancos, heterosexuales, cisgéneros y ricos, una distorsión en un país con
mayoría de mujeres, negros, pueblos indígenas no representados y alrededor
de 10% de homosexuales. Se trata de la elite, de la fuerza del dinero. Al
mismo tiempo, es representativo, porque sus miembros tienen prejuicios
compartidos con la mayoría de la sociedad. Mi origen y orientación sexual no
coinciden con los del resto de los diputados, y además soy el primer
diputado gay que lucha por los derechos de la población LGBT en la historia
de Brasil. En lo práctico, es una relación tensa, hay diputados con los que
ni siquiera tengo un vínculo.

––¿Cuáles fueron los factores determinantes de tu formación política? ¿Cómo
llegás a ser diputado? ¿Se relaciona con la Era Lula?

-Totalmente. Nací en el barrio Baixa da Candeia, una periferia pobre de
Alagoinhas, en el estado de Bahía. El Nordeste es la región más pobre de
Brasil, con un índice de desarrollo humano muy bajo y un alto índice de
analfabetismo.

Mi infancia fue en la extrema pobreza; éramos una familia numerosa, con
madre lavandera y padre pintor de autos. Lo que promovió la movilidad urbana
en mi caso fue la educación. Iba a la escuela aunque tuviera hambre. Además,
había una comunidad eclesial de base que funcionó hasta finales de los 80.
Mi madre, católica, me mandó a catequesis y entré al movimiento pastoral de
la Iglesia Católica, donde empieza mi politización. Era el aparato del PT
para alcanzar la clase más pobre de la sociedad, además de los sindicatos y
la universidad para la clase media intelectualizada. El PT contó con esos
tres instrumentos de capilaridad. En la elección de 1989 hice campaña por
Lula, cuando llegó a una inédita segunda vuelta.

––Entonces la influencia de la Era Lula no sería tan directa en un
comienzo...

-Cuando Lula llega al poder, mi vida individual ya había cambiado, pero ahí
empieza a mejorar la vida de mi familia. Por ejemplo, mi hermana mayor puede
entrar a la universidad recién cuando el PT sube al poder. Cada vez que
volvía a Alagoinhas a votar veía que ya nadie pasaba hambre. El Nordeste
cambió. Las personas pasaron a tener tres comidas diarias, las casas
cambiaron, empezó a haber saneamiento. Soy fruto de la Era Lula, tal vez no
directamente, pero sí mi familia, el estado de Bahía. Es triste cómo Lula
ahora es tratado como un ladrón por medio de una cobertura periodística
tendenciosa.

––¿Cómo es tu relación con la religión? ¿Dirías que hay diferencias entre el
embate evangélico actual y lo ocurrido en tu infancia y adolescencia?

-Pienso que creer es un derecho. Por una tradición familiar, entré a
catequesis muy temprano. Era una iglesia que motivaba mi pensamiento
crítico, que propiciaba la tolerancia al credo del otro y que no despreciaba
el conocimiento que traía de la escuela. Había libertad de elección. En mi
comunidad, al mismo tiempo, había mucho candomblé y vestigios de quilombos.
Mi madre me dejaba ir al candomblé, porque además en el terreiro había
comida y todos comíamos juntos. El candomblé era festivo, alegre. Las mães
de santo se llevaban muy bien con mi madre, incluso iban a la iglesia. El
sincretismo del Nordeste fue importante para esa tolerancia.

––¿Cuándo te alejás de la Iglesia?

-El motivo del alejamiento fue mi sexualidad. Ese era el único punto que la
Iglesia Católica no abordaba, sino que silenciaba. Había muchos chiquilines
como yo, que ya expresaban deseo y afecto, y el cura no decía nada. O cuando
decía, era negativo. Cuando tenía 14 años, me acerqué al obispo Jaime, que
había hecho un comentario negativo en la misa. Le pregunté por qué después
de la Campaña de la Fraternidad de 1988 despreciaba a los homosexuales. Me
quedó mirando y dijo que esa pregunta demostraba que estaba perdiendo la fe.

––¿Cómo se explica el enorme peso de la religión en la política brasileña
hoy en día?

-El neopentecostalismo que viene de Estados Unidos tiene carácter
fundamentalista y desconsidera cambios clave en la sociedad. En Brasil se
hizo fuerte en un contexto de Estado ausente. En ciertas comunidades, el
único brazo del Estado que llegaba era la policía. Las iglesias se tornaron
lugar de reunión y referencia en la conducta moral de las personas. Yo creo
que la iglesia de la que formé parte era más abierta, más crítica. Pongamos
un ejemplo. Mi padre era alcohólico y se nos hubiera dicho que el alcohol
era una enfermedad. La respuesta evangélica hubiera sido que mi padre era
alcohólico porque tenía al diablo adentro, que tenía que ir a la iglesia,
hacerse un exorcismo, ir siempre y pasar a donar el 10% de su salario. Eso
alivia una culpa personal.

Al mismo tiempo, el catolicismo vivió la renovación carismática, se alejó de
las cuestiones políticas y se enfocó en las espirituales. Ese fenómeno le
sacó mucho espacio a la Teología de la Liberación.

––¿Y qué ocurre con la política?

-Las iglesias evangélicas pasan a establecer una nueva relación con la
política. La politización se dio verticalmente, pues no despertó la
conciencia política de los fieles, sino que los pastores entraron en los
partidos políticos. Se dieron cuenta de que era un corral electoral perfecto
y muchos oportunistas se convirtieron. Las iglesias pasaron así a ser puntos
de lavado de dinero, transformándose en empresas con mucho poder y luego
partidos políticos. El PRB (Partido Republicano Brasilero) y PSC (Partido
Social Cristiano) son partidos organizados a partir de iglesias.

––Si tuvieras que mencionar las principales amenazas a los derechos de los
brasileños, ¿pondrías a la radicalización religiosa en primer lugar?

-Sí, creo que es el principal problema porque demoniza al otro: a los
homosexuales, a las mujeres luchando por sus derechos reproductivos. Somos
tratados como una amenaza a una familia que en la práctica casi no existe.
El discurso evangélico habla en nombre de esa familia, en la que los gays
serían una amenaza porque dios hizo al hombre y a la mujer para casarse. Y
el proceso de fascismo en la sociedad avanza.

––Las últimas elecciones municipales fueron oscuras para la democracia
brasileña y en ciudades como Río de Janeiro el nuevo alcalde Marcelo
Crivella tiene una agenda deliberadamente religiosa. ¿Qué faltó para que un
candidato como Marcelo Freixo (PSOL) ganara?

-La periferia y la clase media con poca instrucción tuvieron miedo de un
candidato como Freixo, que defiende una agenda política que ellos no
entienden. Se trata de un nuevo tipo de embate. Mucha gente no votó a Freixo
porque pensaban que iba a legalizar el aborto, crear “privilegios” para los
gays –las iglesias evangélicas fundamentalistas dicen que es un “privilegio”
que los gays tengan los mismos derechos civiles que los heterosexuales- o
legalizar la marihuana. Son temas que no dependen del municipio, sino del
Congreso nacional, pero fueron usados de forma tergiversada y deshonesta
durante la campaña. Esa relación política-religión es nueva.

––¿Cómo te parece que se genera la sensación que una parte de la población
brasileña siente de que la izquierda es despreciable?

-En Brasil hay una concentración de todos los medios, incluyendo internet,
en siete familias que odian al PT desde siempre, pues es una amenaza al
oligopolio. Tanto es así que, en 1989, la Globo manipuló el debate para que
ganara Collor e incluso armó el secuestro de un empresario en supuestas
manos de petistas. La plutocracia siempre creyó que Lula sería un fracaso,
pero fue al revés, y no sólo para los pobres, sino principalmente para los
más ricos. Pero las elites nutrieron odio y envidia de Lula. Pongo un
ejemplo de ese odio, que no es de ahora. Una vez, cuando tenía 13 años, hice
un concurso de menor aprendiz para un banco estatal. Otro de los aspirantes
era Robson, hijo de una familia media alta para la que mi madre lavaba. Yo
pasé y él no. Su madre le dijo a mi madre: “Quien debería haber pasado era
mi hijo, no ese maricón hijo de un mendigo”. El mensalão fue el primer
embate, un movimiento moralista para asociar la corrupción únicamente al PT.
El cuerpo social, que sólo lee Facebook y Twitter, vive en esa realidad
envenenada.

––¿Hay formas de ir contra la marea conservadora? ¿Cuál es la discusión a la
interna del PSOL frente a la corrupción del PT?

-El PSOL nace del PT luego del mensalão. Esta discusión no es un tema muy
fácil a la interna del partido. En mi caso, aunque nunca me afilié al PT, no
soy antipetista, sino que combato este movimiento porque creo que es
negativo para la izquierda en general.

Pero hay gente del PSOL que odia al PT por razones de origen, de la ruptura
de 2005. La nueva generación admite “El discurso evangélico habla en nombre
de esa familia, en la que los gays serían una amenaza porque dios hizo al
hombre y a la mujer para casarse. Y el proceso de fascismo en la sociedad
avanza”, los errores del PT, incluso errores estratégicos, como creer que
era posible conciliar las clases, ilusión que terminó en la jugada del
juicio político orquestada por el PMDB contra Dilma. El legado del PT no
debe ser dejado de lado. Esta nueva generación pretende crear un nuevo
frente con todos los partidos de izquierda y tener participación en las
próximas elecciones.

La dictadura que estamos viviendo es diferente a la de 1964, que era
vertical. Hoy la situación es atroz, porque el autoritarismo es demandado
por la población. El discurso es manipulado porque estos grupos de poder
cuentan con los medios, con las iglesias y pretenden transformar a la
intelectualidad en el enemigo por medio del odio.

––Gilson Iannini, en un artículo de la revista Cult, escribió que tu
escupitajo contra Bolsonaro fue el único gesto que interrumpió la farsa de
la votación del juicio político. ¿Hay algo fuera de la farsa en Brasilia?

-En realidad, el sistema político brasileño siempre se blindó a la
participación popular y a la exigencia de transparencia. Estamos hablando de
personas privilegiadas, que generan mecanismos de perpetuación de esos
privilegios, todo sustentado por los medios de comunicación. Hoy tenemos la
revolución de los medios digitales, que cambia la cultura política.

Quien antes no tenía voz, pasa a tenerla por medio de internet y configura
la escena pública. Las personas han empezado a intervenir, para bien o para
mal, contra el blindaje. Yo fui elegido sin dinero, a través de los medios
digitales. Las elecciones municipales muestran estas dos vertientes, pues
también pasan a ganar ricos que nunca habían entrado en la política, como
João Doria, hoy alcalde de San Pablo. Es un momento complejo, en que tenemos
un Jean Wyllys y un João Doria propiciados por esta nueva configuración y la
comunicación social. Empoderamos minorías y en simultáneo tenemos un
recrudecimiento del coronelismo político.

––¿Vas a seguir haciendo política?

-No sé. Respondo por 145.000 votos que no puedo desilusionar, pero estoy
cansado de las calumnias.

No es fácil ser pionero en la defensa de la población LGBT. Soy el único que
coloca eso en el Congreso. Si lo pensara desde el punto de vista personal,
lo dejaría. Es un costo enorme, hasta mi familia ha sido amenazada.
Precisamos que surjan nuevas personas competentes. En las elecciones
municipales de San Pablo ganó como concejal Fernando Holiday, del Movimento
Brasil Livre. Es un muchacho negro y gay, pero un horror en términos
políticos: está contra las cuotas raciales y las reivindicaciones del
movimiento LGBT. Si en 2018 Marcelo Freixo va por el Senado, yo quedaría
para diputado, pues dividimos votos.

O tal vez vuelva a tener mi vida normal, quién sabe.

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