Siria/ cuando caiga Alepo [David Hearst]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Dic 10 13:51:42 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

10 de diciembre 2016

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Siria

Cuando caiga Alepo

La caída de Alepo no significará el final de la guerra, sino solo el
comienzo de un nuevo capítulo. La forma en que reaccionen los rebeldes será
decisiva para la posibilidad de ver a Siria renacer de sus cenizas.

David Hearst *

Middle East Eye. 8-12-2016

http://www.middleeasteye.net/fr/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Bien sea por costumbre o por tradición, la transición presidencial en los
Estados Unidos es el momento ideal para tratar los asuntos no terminados. La
entrega de las llaves de una administración a la que le sucede ofrece
oportunidades tentadoras de crear nuevos hechos sobre el terreno en Medio
Oriente.

Israel explotó la transición entre George Bush y Barack Obama para lanzar la
endurecida operación “Plomo” contra Gaza, que se detuvo dos días antes de la
investidura de Obama ,el 20 de enero de 2009. Rusia se sirve ahora de la
transición entre Obama y Trump para hacer lo mismo en Alepo.

Los dos campos de la guerra civil siria comprenden la importancia de este
momento. Los rebeldes dependían de forma insensata de las garantías de
Hillary Clinton y aguantaban hasta su llegada al poder. No tenían plan B en
caso de derrota de Clinton.

Por el contrario, los rusos comprenden que deberán haber acabado con el este
de Alepo en el momento en que Donald Trump sea investido. Cuando la ciudad
vieja haya caído, la misión estará casi realizada.

Vladimir Putin no piensa simplemente en que acaba de recuperar Alepo. Piensa
también que ha triunfado en la confrontación con los Estados Unidos. Esto se
ve claramente en el discurso pronunciado por Serguei Lavrov la semana pasada
en Roma. En él estima que la administración entrante ha acabado por entender
el mensaje según el cual los “terroristas” -cualquiera que sea el nombre que
Rusia les atribuya- representan una mayor amenaza para la seguridad nacional
americana que Assad.

Emplea un argumento que poca gente negaría hoy: de Afganistán a Libia, los
Estados Unidos se han servido de los yihadistas salafistas como palancas
para los cambios de regímenes, pero solo para ver esas armas volverse contra
ellos. Rusia, ha proseguido Lavrov, no está casada con Assad. Pero sí lo
está con el Estado sirio.

Miedo a la victoria

Las actuaciones de Rusia cuentan una historia diferente de la de las
palabras de Lavrov. Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos,
algo más de 10.000 personas en Siria han resultado muertas por ataques
aéreos rusos entre el 30 de septiembre de 2015 y el 30 de octubre de este
año; de ellas 2861 miembros de la organización Estado Islámico (EI), 3079
combatientes de facciones rebeldes e islámicas, 2565 hombres de más de 18
años, 1013 niños de menos de 18 años y 584 mujeres.

Basándose solo en estas cifras -y hay otras-, está claro que Rusia ha
llevado a cabo una guerra total contra una población no protegida en las
zonas controladas por los rebeldes. Una guerra realizada contra una
población, sus hospitales y mercados, similar a la que realizó en Grozny
hace 16 años. Sus actuaciones difieren poco de las del ejército sirio. Como
todas las potencias coloniales, la Federación de Rusia se ha arrogado la
decisión de decidir qué personas debían vivir y cuales debían morir. Y si se
encuentran en zonas controladas por la rebelión, mueren todas juntas.

Pero no es eso lo que inquieta a Lavrov. En privado, Lavrov, como Pirro
antes que él, teme pensar en a qué se parece la victoria. ¿Qué significará
realmente la “Siria habitada”, expresión que he empleado antes, cuando se
haya declarado la victoria? ¿Una masa de escombros, una sucesión de ciudades
en ruinas, cuyos ciudadanos serán totalmente dependientes de la ayuda
durante los años que vienen?

Para sostener las zonas que sus bombardeos han destruido, Rusia deberá
comenzar a poner en pie hospitales y a desplegar médicos sobre el terreno,
lo que ha comenzado ya a hacer en el Este de Alepo. Estos últimos
necesitarán a su vez una protección, tropas rusas sobre el terreno que se
convertirán entonces en objetivo de ataques rebeldes. El poder aéreo ruso no
es de ninguna utilidad en una guerrilla urbana.

Hay que pensar en el tiempo durante el cual los talibanes han sobrevivido a
la potencia de los Estados Unidos y de las fuerzas aéreas aliadas. En
efecto, con la caída de Alepo, la situación cambiará de nuevo, como ocurrió
cuando Rusia entró en guerra. Las fuerzas rebeldes no protegerán ya las
zonas contra el asalto de las milicias pro-Assad. Organizarán más bien
clásicos ataques relámpago de guerrilla contra zonas bajo control
gubernamental. Assad no es capaz de proporcionar la protección física de la
que tienen necesidad las zonas conquistadas.

El Estado ficticio sirio

La infraestructura política de Siria está aún más destrozada que su
infraestructura física. Tras cinco años de criminal guerra civil, el Estado
sirio es una ficción en la que las milicias sectarias y extranjeras son
libres para vagabundear. La función principal del Banco Central, por no
citar más que un ejemplo, es gestionar la cartera de Rami Makhlouf. No
existe un Estado que dirija la lealtad y la confianza de cada denominación
siria.

En la analogía con Stalingrado -que los comentaristas de la derecha
nacionalista rusa gustan tanto emplear- las ruinas de Alepo no son
probablemente el símbolo del resurgir de un nuevo Estado sirio. Esas ruinas
se transformarán más probablemente en campo de batalla de la resistencia a
los invasores extranjeros militarmente superiores, entre los que Rusia llega
en primer lugar, Irán en segundo y Hezbolá en tercero. Los rusos no son los
liberadores de Alepo, son el VI ejército de Friedrich Paulus, y si
permanecen en aquellos parajes, encontrarán el mismo destino.

Dos escenarios se perfilan tras la caída de Alepo. El primero es que la
oposición siria bajo todas sus formas, ya sean el ESL o los islamistas, se
desintegrará y desaparecerá. Assad será dejado en el poder mientras que las
discusiones sobre una transición se proseguirán indefinidamente. No habrá
elecciones que incluyan a los refugiados de fuera de Siria por la misma
razón que justifica que ninguna elección palestina incluye a la diáspora
palestina que vive en los campos. La preservación del régimen será la clave
de todos los cálculos de los apoyos extranjeros de Assad, que han pagado un
pesado tributo manteniéndole en el poder.

Por esta razón, cuando Alepo caiga, Putin y Lavrov harán horas
suplementarias para declarar que la misión está cumplida, como Bush en Irak,
y poner oficialmente un final a la guerra. Eso no son más que deseos
piadosos. Federica Mogherini, responsable de la política exterior de la UE
ha tenido razón al advertir a Lavrov en Roma, la semana pasada, que la caída
de Alepo no significaría el final de la guerra. El grado de destrucción y
los desplazamientos humanos causados por esta guerra civil no harán más que
alimentar más aún la resistencia. No se trata de una réplica de Hama, teatro
de una insurrección de los Hermanos Musulmanes en 1982, que fue contenida
cuando la ciudad fue destruida por el padre de Assad, Hafez.

¿Sacarán los rebeldes las lecciones?

La caída de Alepo no hará sino acentuar la crisis de dirección sunita.
Tendrá lugar una reacción. La gran pregunta estratégica es saber si ésta
será irracional, yihadista y destructiva o si los rebeldes serán capaces de
elaborar una respuesta racional.

Y vamos al segundo escenario. ¿Sacarán los rebeldes las lecciones de su
enorme fracaso estratégico y militar? Estas lecciones son numerosas. Han
creído en las diferentes garantías de los Estados Unidos, Arabia Saudita,
Turquía, Qatar, que les afirmaban que estaban a punto de obtener las armas
de combate necesarias para librar esta guerra. Nunca llegaron.

Michel Kilo, disidente sirio cristiano en el exilio que los rusos han
intentado por todos los medios reclutar, ha acusado violentamente a Arabia
saudita de “cometer un crimen contra el pueblo sirio”. “Nuestros hermanos de
Arabia saudita no son capaces de establecer un plan, ni de dirigir una
respuesta contra la campaña que se realiza en contra de las sociedades
árabes e islámicas, ha declarado. Viven simplemente porque tienen dinero;
viven en el desierto. Pero mañana, verán”. “Juro por la vida de mis propios
hijos que no dejaremos el Golfo intacto y que le demoleremos piedra por
piedra, ha añadido Kilo. Vosotros destruís el mejor país del mundo islámico
y del mundo árabe; un país que lleva el nombre de Siria”.

La lección que hay que sacar de esto es que la oposición siria no puede
contar con nadie. Pero para ser autosuficiente, tiene necesidad de unidad.
La rama política de la oposición siria, compuesta de diplomáticos que
desertaron del régimen y de universitarios de la diáspora, no ha podido,
sencillamente, hacer frente a la tarea que tenía por delante. Estaban
desgarrados por cismas. Eran débiles, estaban equivocados a propósito de la
ayuda que recibirían por parte de los Estados Unidos, han estado
sobrepasados y superados en potencia de fuego.

La rebelión siria debe reencontrar su rostro multiconfesional. La guerra
comenzó bajo la forma de un levantamiento civil no armado contra una
dictadura dirigida por una familia. Aunque estén olvidados hoy, los rostros
de esta revolución eran George Sabra, cristiano ortodoxo griego y primer
presidente del Consejo Nacional Sirio, Burhan Ghaliun, presidente sunita del
Consejo Nacional de Transición y Fadwa Soliman, actriz de ascendencia
alauita.

Los rostros de los y las combatientes son hoy yihadistas, sectarios o, según
los términos de Kilo, “no democráticos”. El rostro original de esta
revolución debe ser recuperado si una Siria unida está llamada a renacer un
día de las cenizas de Alepo.

* David Hearst es redactor jefe de Middle East Eye. Ha sido editorialista
jefe de la rúbrica “Exterior” del diario The Guardian, donde precedentemente
ocupó los puestos de redactor asociado para la rúbrica “Extranjero”,
redactor para la rúbrica “Europa”, jefe de oficina en Moscú y corresponsal
europeo e irlandés. Antes de unirse a The Guardian, David Hearst era
corresponsal en la rúbrica “Educación” en el diario The Scotsman. Las
opiniones expresadas en este artículo solo comprometen a su autor y no
reflejan necesariamente la política editorial de Middle East Eye.

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