EEUU/ Trump, Goldman Sachs y Karma Chameleon [Andy Robinson]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 16 21:43:14 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

16 de diciembre 2016

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Estados Unidos

Trump, Goldman Sachs y Karma Chameleon

El nombramiento de Gary Cohn para presidir el Consejo Nacional de asesores
económicos vaticina una política keynesianista militar en la Casa Blanca

Andy Robinson *

ctxt, contexto y acción, 14-12-2016

http://ctxt.es/es/

Tras el nombramiento de Gary Cohn, el veterano financiero del todopoderoso
banco Goldman Sachs, para presidir el Consejo Nacional de asesores
económicos en la Casa Blanca, no solo se comprueban las cualidades
gatopardianas del faux populismo de Donald Trump, que se describieron aquí.
Se demuestran también las cualidades reptiles de Goldman, tal y como se
explicaba en el suplemento Dinero de La Vanguardia.

Cuando el periodista gonzo de Rolling Stone Matt Taibbi calificó a Goldman
Sachs como un calamar gigante vampiro con su tentáculo global extendido por
todo el planeta chupando la sangre, se le olvidó mencionar la piel del
camaleón que cambia de color conforme va cambiando el entorno político y
económico. Goldman se adapta a cualquier gobierno que le abra la puerta
giratoria desde Washington a Nueva York. Hasta el de Trump. Solo el músico
Boy George, en la canción Karma Chamaleon, lograría describir la capacidad
de Goldman Sachs para  demostrar que los presidentes de EE.UU --desde Ronald
Reagan, George Bush (ambos), Bill Clinton y Barack Obama-- son sus amantes y
no sus rivales.

En la campaña electoral Goldman financiaba a Hillary Clinton, cuyo
compromiso con la disciplina fiscal y la globalización tan imprescindible
para una responsable gestión macroeconómica, según los expertos de este
grupo de banca de inversión y valores, uno de los más grandes del mundo,
estaba comprobado frente a la retórica proteccionista y los planes de elevar
el déficit de Donald Trump. Hillary había entrado dentro de la barriga del
gran calamar camaleón, dejándose digerir en todo tipo de jugos estomacales,
para dar una serie de  conferencias (cobró más de medio millón de dólares)
cuyo contenido fue filtrado por Wikileaks y puede leerse en el libro Hillary
Clinton: The Goldman Sachs Speeches.

Quedaba muy clara en esas conferencias la preferencia del presidente de
Goldman, Lloyd Blankfein, por los Clinton. Blankfein, al igual que Bill
Clinton, es un incondicional de Davos y de la globalización filantrópica y
lucrativa de monopolios transnacionales que Trump supuestamente rechaza.
Dicho sea de paso, no sé si la decisión del Foro Económico Mundial de
rechazar mi solicitud de acreditación para Davos el mes próximo tiene que
ver, pero Blankfein me dijo hace tres años en Davos cuando traté de
preguntarle si los fondos buitre de Goldman comprarían más viviendas
públicas en Madrid: "No venimos a Davos para hacer esto (o sea, hablar con
periodistas como yo)". Blankfein se llevaba de maravilla con Hillary y
odiaba la retórica proteccionista de Donald Trump que sacó partido de eso
tachando a Clinton de la candidata de los odiados banqueros de Wall Street.

Pero el calamar-camaleón no tardó en cambiar de color tras las elecciones
presidenciales. Gary Cohn será el aliado goldmanista en la Casa Blanca del
nuevo secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que pasó también 17 años en
Goldman antes de sumarse al mundo hiperespeculativo de los hedge funds.
Ambos irán adoptando los elementos más apetecibles del ecléctico programa
electoral de Trump como los recortes de impuestos por más de 1.000 millones
de dólares que sumarían cientos de millones de dólares a la deuda publica.
Mientras, irán suavizando los instintos antiglobalización del delirante
inmobiliario.

La megadeuda que se vaya generando en EE.UU. será una mala noticia para los
operadores del mercado de bonos del tesoro en el rascacielos de Goldman en
Jersey City. Pero, ¡hey! el camaleón tiene mil colores. Por ejemplo, sus
operadores del mercado de divisas y los brókeres de la Bolsa en sus
respectivos departamentos de Goldman Sachs. Los índices Dow y S&P han batido
récords en Nueva York desde el anuncio del plan de Trump de recortar
impuestos –sobre todo para las rentas más altas y los beneficios
empresariales--, de invertir en infraestructura y aumentar el gasto militar.
Además, el dólar acaba de alcanzar su cotización más alta desde 2002.

En los noventa Robert Rubin, expresidente de Goldman, explicó al joven Bill
Clinton que para satisfacer a los mercados la estrategia tendría que ser la
reducción del déficit para permitir bajadas de tipos de interés. “¿Quieres
decir que mi programa económico depende de una jodida panda de operadores en
bonos?”, se lamentó Clinton en 1993. Rubin explicaba que la disciplina
fiscal y la expansión monetaria serían la policy mix para la nueva era de
globalización. Funcionaría para que Clinton fuese reelegido, pero a finales
de los noventa la enorme burbuja que el dinero barato inflaba en Silicon
Valley pronto llegaría a su gran pinchazo.

Ahora Mnuchin y Cohen defienden justo lo contrario: la política fiscal
sumará cientos de millones de dólares a la deuda publica y probablemente
abrirá el camino a una serie de subidas de tipos de interés. El instituto
Capital Economics calcula que el déficit subirá del 3,5% al 5% del PIB. Es
la policy mix de políticas fiscales muy expansivas, y una política monetaria
más restrictiva de lo que se pensaba. Ya veremos qué dice Janet Yellen.

Y si  Rubin, al igual que Blankfein, era el defensor de la globalización
modelo Davos, Mnuchin y Cohen, al menos en su discurso público, tendrán que
hacer concesiones a una nueva era de nacionalismo económico que horrorizaría
a los Goldman Sachs de los noventa. No es por nada, quizás, que Mnuchin en
su faceta como productor en Hollywood haya producido una película, dirigida
por el actor de izquierdas Warren Beatty, titulada Rules don’t apply (Las
reglas no importan).

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¿Hasta qué punto será  Trump una ruptura con el mundo del Goldman Sachs
anterior, cuya piel sintonizaba con los Alpes nevados de Davos? Para buscar
una respuesta, hablé con Sherle Schwenninger, que lidera la mesa redonda del
World Policy Institute en Washington en la que participan varios asesores de
Trump.

“Creo que veremos una suerte de  keynesianismo militar”, explica. “El
Congreso, tanto los republicanos como los demócratas no van a aceptar
grandes inversiones en infraestructura financiadas por la emisión de deuda
así que quedan los recortes de impuestos y el aumento del gasto en defensa”.
Según las dimensiones pactadas del programa de infraestructura, la economía
crecerá entre el 3% y el 5%, sostiene.

Trump quiere oponerse con vigor a lo que considera el mercantilismo de China
y Alemania, sigue Schwenninger. “No puede ser que Alemania mantenga un
superávit por cuenta corriente del 8%”, dice. Wilbur Ross, el nuevo
secretario de Comercio, y Peter Navarro, uno de los asesores económicos de
la campaña, han roto con el consenso económico dominante en Washington al
resaltar que los déficits comerciales registrados por EE.UU. han sido un
freno para el crecimiento.

Trump no firmará el acuerdo transpacífico, pero Schwenninger cree poco
probable que desmantele acuerdos existentes como el Tratado de Libre
Comercio con México y Canadá o que aplique aranceles a las exportaciones de
China. “No lo va a poder hacer, intentará satisfacer el voto anti tratados
de libre comercio mediante la repatriación de inversiones.”, dice.

Pero el superdólar no ayudará al nacionalismo económico de Trump. Y, por
mucho que se renegocien los acuerdos comerciales y se mejore la
"competitividad fiscal" de las empresas estadounidenses en el extranjero,
será muy difícil reducir el déficit comercial si el dólar no se deprecia.
Las expectativas de crecimiento, bajadas de impuestos corporativos y subidas
de tipos  de interés están ejerciendo cada vez más presiones alcistas sobre
el dólar. Mucho dinero se dirige hacia los mercados de Nueva York. (Por
cierto, ojo con lo que pueda ocurrir en las emergentes como Brasil si salen
los flujos de dinero caliente para regresar a Wall Street).

Hay quienes creen que Trump tratará de negociar un gran acuerdo para bajar
el billete verde al igual que se hizo con Japón con el acuerdo Plaza de
1987. Pero “el resto del mundo, Europa, China, está en muy malas
condiciones, mucho peor que EE.UU. A Trump le gustó el Acuerdo Plaza pero no
creo que pueda hacer nada ahora", afirma Schwenninger. En cualquier caso,
aunque la sobrevaloración de la tasa de cambio fuerte machaca al sector
manufacturero y a la white working class que Trump supuestamente iba a
salvar, Goldman y Wall Street siempre se ven beneficiados por el dólar
fuerte.

* Licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y
Sociología y en Periodismo por El País UAM. Fue corresponsal de ‘La
Vanguardia’ en Nueva York y hoy ejerce como enviado especial para este
periódico. Libros editados en castellano: Un reportero en la montaña mágica.
Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo (Editorial Ariel, 2013);
Off the Road. Miedo, asco y esperanza en América (Editorial Ariel, 2016).

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