Países Árabes/ sexto aniversario de las revueltas árabes [Gilbert Achcar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Dic 19 13:26:34 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

19 de diciembre 2016

Boletín Informativo

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Países Árabes



VIº aniversario del comienzo de las revueltas árabes



Gilbert Achcar



Yadaliyya, 17-12-2016

http://www.jadaliyya.com/



Traducción de Viento Sur *

http://www.vientosur.info/





Hace seis años, el 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi se inmoló en la
ciudad tunecina de Sidi Bouzid. Bouazizi no sabía que con esta forma extrema
de protesta no solo se incendiaría a sí mismo o su ciudad, ni siquiera tan
solo su provincia o su patria tunecina, sino toda la región árabe. En
efecto, su acto de protesta inspiró a millones de personas –“desde el océano
hasta el golfo”, como decía el lema en el apogeo del nacionalismo árabe– a
manifestarse contra sus regímenes y el status quo. La tragedia es que esta
ola de protestas no haya dado lugar a la prometida renovación por la llamada
“primavera árabe”, sino que lo que ha seguido han sido las mismas
calamidades de siempre, agravadas hasta un grado espeluznante en algunos
casos. Por tanto, es preciso insistir en dos cuestiones cruciales con
respecto a la triste situación en que conmemoramos el 6º aniversario de las
revueltas árabes.



La primera cuestión se refiere al punto de vista que se ha propagado, de
forma bastante comprensible, en la región árabe, según el cual la lección de
los últimos seis años es que el viejo orden, pese a sus enormes problemas,
era mejor que la revuelta contra el mismo, ya que esta última no ha logrado
otra cosa que crear un desastre todavía mayor. Lo cierto es que, si
aplicáramos esta misma lógica a cualquiera de las grandes revoluciones
históricas, evaluándolas apenas pocos años después de su comienzo, las
condenaríamos a todas.



Así, si enjuiciáramos la revolución francesa desde el punto de vista de la
situación en que se encontraba seis años después de su comienzo en 1789,
tendríamos un terrible estado de cosas en Francia, con una guerra civil que
supuso la muerte violenta de cientos de miles de personas y un régimen
revolucionario que ejecutó a decenas de miles en pleno reinado del terror.
Francia tuvo que pasar después por una etapa imperial, seguida de la
restauración de la monarquía que había sido derribada por la revolución. El
régimen republicano no se estabilizó hasta casi un siglo después del
comienzo de la revolución. Pese a todo, el aniversario de la revolución
francesa, que se conmemora el 14 de julio de cada año, constituye la mayor
celebración anual de la Francia contemporánea, y la población francesa
recuerda su revolución como un hecho histórico glorioso, que la mayoría de
sus historiadores defienden al unísono contra quienes la denigran tratando
de calificarla de catástrofe.



Del mismo modo, la revolución inglesa comenzó en 1642 con una guerra civil
que duró una década, hasta 1651, y causó la muerte de cientos de miles de
personas en una población de no más de cinco millones, sin contar las
víctimas en Escocia e Irlanda. O pensemos en China: seis años después del
comienzo de la revolución en 1911 alcanzó un estado de desintegración
extrema, con vastas regiones dominadas por señores de la guerra. Por
consiguiente, no procede juzgar una revolución antes de que complete su
trayectoria histórica.



Lo que en 2011 se puso en marcha en la región árabe fue, de hecho, un
proceso revolucionario de gran alcance del que se podía predecir desde el
mismo comienzo que se prolongaría durante muchos años, o incluso varias
décadas, y no alcanzaría un nuevo periodo de estabilidad sostenida hasta que
surgiera una dirección progresista capaz de sacar a los países árabes de la
crisis insuperable en que se han sumido después de décadas de putrefacción
bajo el despotismo y la corrupción.



Esto nos lleva a la segunda cuestión que es preciso destacar en este
aniversario del comienzo de las revueltas. Decir que el antiguo régimen
árabe es mejor que la revuelta contra el mismo es como decir que la
acumulación de pus en un forúnculo es mejor que hacer una incisión y dejar
salir la pus. Las tragedias a que estamos asistiendo ahora no son el
producto del levantamiento, sino el resultado de décadas de acumulación de
podredumbre en el meollo del antiguo régimen.



La “primavera árabe” provocó la explosión de esta acumulación, que se habría
producido de todos modos, antes o después. La verdad es que cuanto más se
retrasara la explosión, tanta más podredumbre iría acumulándose. En efecto,
si hay alguna cosa que lamentar de la explosión árabe, no es que ocurriera,
sino que tardara tanto en suceder, tanto que el antiguo orden árabe
consiguió en gran medida dislocar las sociedades árabes con ayuda del
tribalismo, el sectarismo y el amiguismo, por no hablar de la tiranía, el
terrorismo de Estado y el contraterrorismo menor provocado por la violencia
gubernamental.



Nadie debe guardar luto por el antiguo orden, como si hubiera sido un sueño
y no una pesadilla. Nadie debe tener nostalgia del pasado, como si hubiera
sido capaz de proseguir para siempre. La lección que es preciso extraer de
la experiencia histórica reciente por parte de quienes sufren o han sufrido
durante las décadas que duró el orden árabe, es decir, la gran mayoría de
los habitantes de los países árabes, es más bien la urgente necesidad de una
alternativa progresista emancipadora al pasado putrefacto, que comenzó a
tambalearse hace seis años y no dejará de hundirse por muchos intentos que
hagan los gobernantes para apuntalarlo. El año 2016 es testigo de esta
verdad: no solo ha conocido la tragedia de Alepo, sino que comenzó con un
levantamiento local en Túnez y concluye con movilizaciones sociales masivas
en Marruecos y Sudán.



El peligro que acecha a la revuelta árabe no es la continuación de la
revolución, cuyo fin, en efecto, sería mucho más peligroso que su
perseverancia, sino la persistencia de la falta de fuerzas progresistas
organizadas, capaces de afrontar el enorme reto histórico que tiene ante sí.
Somos como un pueblo que comenzó a salir del país de la esclavitud y ahora
se enfrenta al peligro de perderse en el desierto y sufrir el ataque de las
fieras mientras busca la tierra prometida. Para guiarnos hacia esta meta
necesitamos un “Moisés moderno”: no un heroico líder individual, sino un
proyecto colectivo emancipador y democráticamente pluralista que muestre la
imagen de la nueva sociedad a que aspiramos.



* Este artículo se ha traducido a partir de la versión inglesa realizada por
el propio autor del original escrito en árabe y publicado en Al-Quds
al-Arabi.

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