China/ el despliegue internacional del nuevo imperialismo chino [Pierre Rousset]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Feb 16 00:12:06 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

16 de febrero 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

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China

El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino

Pierre Rousset

Europe solidaire

http://www.europe-solidaire/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino ha sido muy rápido
estos últimos años en todas las vertientes: económica, diplomática, militar,
influencia regional o global… Es cierto que en muchos terrenos partía de un
nivel muy bajo y que dicho despliegue es bastante desigual. El camino hacia
la consolidación de su posición en el mundo sigue estando sembrado de
escollos, desde la respuesta de Washington hasta las fragilidades internas y
el riesgo de crisis de liderazgo. La condición de superpotencia única de EE
UU no está en tela de juicio, pero sobre el terreno, la iniciativa la tiene
a menudo Pekín, no en vano ha pasado a ser la segunda potencia mundial. No
es poca cosa.

Ruptura con el pasado

Como en muchos otros ámbitos, la política exterior del Partido Comunista
Chino (PCC) marca una ruptura radical con el pasado: el régimen hace gala
ahora de una ambición planetaria de gran potencia y de un expansionismo
declarado, en contraste con la postura “estratégica” ante todo defensiva de
la época maoísta. Tras la proclamación de la República Popular en octubre de
1949, la dirección maoísta quería consagrarse a la consolidación del nuevo
régimen y a la reconstrucción de un país devastado por la guerra. No le
resultó fácil, pues tuvo que intervenir en defensa propia en la guerra de
Corea (1950-1953), donde forzó al ejército de EE UU a retirarse más allá del
paralelo 38º. Con el fin de “contener y rechazar” la revolución china,
Washington estableció un “cordón de seguridad” más vasto incluso que el de
la frontera oriental de Europa. Este dispositivo sigue existiendo hoy en
gran parte, con las bases estadounidenses existentes en Corea del Sur, Japón
(Okinawa), Filipinas (donde goza de un “derecho de visita permanente” en los
puertos del archipiélago), la VII flota en el mar de China…

El régimen del Kuomingtang en Taiwán era entonces miembro del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas como único representante de toda China. EE
UU tomó el relevo de Francia en Vietnam, apoyó el golpe de Estado de Suharto
en Indonesia y el baño de sangre anticomunista que siguió (1965). Favoreció
la contrainsurgencia en Malasia y después en Filipinas y Tailandia. Pekín
respondió ayudando a Vietnam en la guerra contra la ocupación francesa,
prestando un apoyo comedido a las guerrillas maoístas en la región
(Tailandia, Malasia), y sobre todo lanzando una vasta operación de
“desaislamiento diplomático”, encabezada por Zhu Enlai como figura de proa.
La República Popular participará en la conferencia de Bandung, en Indonesia
(1955), que impulsó del Movimiento de los Países No Alineados. El perfil
político que presentó era modesto. Los dirigentes chinos pidieron disculpas
por los males causados en el pasado por el régimen dinástico a los pueblos
de la región. El discurso era muy diferente del que prevalece hoy,
caracterizado por una retórica nacionalista de gran potencia que se
reivindica de la grandeza pretérita del Imperio del Centro y repite hasta la
saciedad que China “no cederá ni un centímetro del territorio sagrado del
país”. Cosa que conociendo la historia es, como señala Au Loong-Yu, un
sinsentido. En efecto, “el PCC ha negociado en muchas ocasiones las
fronteras con sus vecinos durante sus casi siete décadas en el poder. ¿Ha
afirmado siempre que le pertenecen en su totalidad los territorios heredados
de la dinastía Qing o de la República de China? Claro que no. Sin duda no
fue el caso con respecto al acuerdo con Corea del Norte, suscrito después de
la fundación de la República Popular/1.”

El conflicto chino-soviético surgió a comienzos de la década de 1960. En la
guerra fronteriza entre China e India (1963), Moscú apoyó a Nueva Delhi.
Stalin negoció un acuerdo nuclear con EE UU sin incluir a China en las
conversaciones. La dirección china operó entonces un giro radical en materia
de política internacional: la URSS pasó a ser el “enemigo principal”. En
1969 tuvieron lugar enfrentamientos armados entre los dos países junto al
río fronterizo Usuri. La dirección china estableció entonces relaciones con
Washington. A partir de 1971, Pekín sustituyó a Taiwán en el Consejo de
Seguridad de la ONU. El año siguiente, Nixon viajó a Pekín, en plena
escalada militar en Indochina; el PCC “aconsejó” entonces a los vietnamitas
que no buscaran la victoria, sino un acuerdo de partición análogo al de
Corea o Alemania. Más tarde se formó una alianza ideológicamente contra
natura entre los Jemeres Rojos en Camboya, China y EE UU, que daría pie a la
guerra chino-vietnamita en 1978-1979. Ese último año, China y EE UU
anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas oficiales.

Treinta años después de acceder al poder, Deng Xiaoping, verdadero renacido,
pudo preparar las “reformas” que conducirán al restablecimiento del
capitalismo en China. Por entonces, el país ya tenía los atributos de gran
potencia: poseedor oficial de la bomba atómica, es miembro permanente del
Consejo de Seguridad con derecho de veto. Pekín tiene también una obsesión,
que marca la continuidad con la época maoísta: evitar todo aislamiento. Esto
puede sonar extraño cuando se trata de un país-continente del tamaño de
China, pero lo cierto es que su frontera terrestre puede verse bloqueada por
una alianza ruso-india, al igual que su acceso al océano por un rosario de
archipiélagos en una zona marítima bajo hegemonía de EE UU.

La rápida inserción de China en la economía mundial no estaba exenta de
peligros. Las condiciones de admisión del Fondo Monetario Internacional
(FMI) son particularmente favorables a las multinacionales y el régimen
tenía que recuperar el control de la economía, a comienzos de la década de
2000, para evitar una neocolonización interna del país. Las relaciones con
EE UU seguían siendo tensas, como demuestra el bombardeo en 1999 de la
embajada china en Belgrado, durante la crisis yugoslava. Como nueva potencia
capitalista, China se enfrenta a la disyuntiva de acceder al rango de
imperialismo o de recaer en una condición subalterna, que podría poner en
entredicho incluso su unidad (otra obsesión del régimen chino desde 1949, no
en vano el país ha conocido el desmembramiento a causa de las concesiones al
imperialismo tras las guerras del opio y durante el posterior reinado de los
señores de la guerra).

La nueva doctrina militar

Toda gran potencia ha de ser una potencia militar, y en especial ha de serlo
todo nuevo imperialismo. Necesita poder proteger por sí mismo sus intereses
en el mundo, en particular las vías de comunicación. Así, la doctrina
militar china ha cambiado profundamente. Bajo Mao, la clave era el ejército
de tierra, combinado con la inmensidad del territorio: quien invadiera
China, se perdería en el camino. Bajo Xi Jinping, actual presidente y hombre
fuerte del régimen, la clave es la marina, que permite proyectar su poderío
mucho más allá de las fronteras.

En el plano militar, el juego de ajedrez interimperialista tiene lugar en
gran parte en los océanos. La nueva doctrina china se oficializó con la
publicación, el 26 de mayo de 2015, de un Libro Blanco dedicado por primera
vez a la estrategia militar y según el cual “la seguridad de los intereses
de ultramar [de China] en la energía y los recursos, de las vías marítimas
estratégicas, así como de las instituciones, del personal y de los activos
presentes en el extranjero, es objeto de gran preocupación. […] con la
expansión de los intereses nacionales chinos, la seguridad nacional se ha
vuelto más vulnerable a los tumultos regionales e internacionales, el
terrorismo, la piratería, las catástrofes naturales y las grandes
epidemias.” Para un experto del SIPRI/2, “los negocios marítimos en la
región y la protección de los intereses extrarregionales de una China
globalizada se combinan en la construcción de la potencia naval china. […]
El cambio de tono salta a la vista con respecto al último Libro Blanco, que
ponía el acento en la cooperación internacional del Ejército Popular de
Liberación en el seno de misiones multilaterales/3.”

La dirección china ya no oculta sus ambiciones: el pasado 3 de septiembre,
con motivo del aniversario de la capitulación de Japón en 1945, el régimen
organizó un insólito gran desfile militar, al estilo soviético o francés,
para hacer una demostración de fuerza, lo que provocó la inquietud entre sus
vecinos. La reconversión de las fuerzas armadas chinas llevará su tiempo. No
ha concluido ni mucho menos, pero los avances son notables. China ha pasado
a ser la segunda potencia militar del mundo (aunque muy por detrás de EE
UU/4). Posee ya un portaaviones comprado a Rusia y está construyendo otro
más, lo que le permitirá asegurar la continuidad del servicio y además
enviar uno a un teatro de operaciones exterior y mantener el otro en sus
aguas territoriales. China no domina todavía el sistema de catapulta y
utiliza la técnica del puente inclinado. En cambio, está desarrollando un
programa de misiles balísticos antinavío de categoría única en el mundo: el
DF-21 D (por dongfeng, o “viento del este”).

El talón de Aquiles chino, tanto respecto al material como a las tropas, es
que no han sido probados en conflictos reales. China carece de experiencia
bélica desde la invasión en Vietnam en 1978-1979. Por parte china todavía se
aplicó entonces una estrategia “a la antigua”, por oleadas de asalto
masivas. Las tropas chinas participan actualmente en numerosas
intervenciones de la ONU, particularmente en África, donde pueden acumular
cierta experiencia. Actúan en operaciones conjuntas contra la piratería y
están adquiriendo cierta independencia operativa, llevando a cabo
especialmente importantes operaciones de evacuación de sus nacionales en
Libia (2011) y Yemen (2015). Sus navíos de guerra patrullan en el golfo de
Adén y a lo largo de las costas orientales de África.

La decisión de implantar en Yibuti una primera base militar en el extranjero
ya se ha tomado y han comenzado las obras. “El presidente Ismaíl Omar
Guelleh parece dispuesto a hacer todas las concesiones que hagan falta para
complacer a su homólogo chino. […] De fuentes no oficiales se avanza la
cifra de 10 000 militares chinos desplegados en Yibuti, frente a los 4 000
de EE UU. Estos últimos han sido conminados por el gobierno yibutí a que
abandonen la base secundaria de Obock para concentrarse en la de Camp
Lemonnier, a fin de hacer sitio para los chinos. […] Pekín y Yibuti están a
punto de sellar una alianza estratégica importante que hará de este pequeño
Estado, enclavado en un extremo del Cuerno de África, la etapa obligada de
China en su famosa nueva ’ruta de la seda’, que comunica China con África
pasando por el golfo Pérsico/5.”

Walvis Bay representa otro proyecto, tal vez el más avanzado en la región;
se trata de la construcción de un puerto chino en la costa de Namibia, desde
el que también es posible controlar las principales rutas del comercio
internacional/6. China ya cuenta sobre el terreno con un sistema de
seguimiento por satélite, ¡y no es el único! Pekín tiene en estudio la
creación de 18 bases militares en el extranjero, y no solo en África/7. La
globalización de enclaves extraterritorializados bajo control chino se lleva
a cabo de diversas formas. La Patagonia constituye un ejemplo interesante.
Pekín necesita estaciones de vigilancia en el hemisferio sur y, con este
fin, ha concluido un acuerdo con Buenos Aires. La agencia china de
lanzamiento y control de satélites ha construido una en la provincia
patagónica de Neuquen. El centro ha sido cedido al operador chino –que de
hecho resulta ser el ejército– por un periodo de 50 años. Es de suponer que
no se limitará a desarrollar allí su programa de exploración lunar. Más en
general, Pekín multiplica los acuerdos que autorizan a sus fuerzas a
utilizar las instalaciones portuarias en un número creciente de países, y
compra además un número creciente de puertos en todo el mundo, siendo la
última adquisición la del Pireo en Grecia.

Dentro y fuera de los organismos internacionales

China se ha convertido en un agente diplomático de primer orden, como
ilustraron las recientes negociaciones climáticas o las que tienen lugar en
estos momentos en Afganistán. Siendo la segunda economía más grande del
mundo, su peso no cesa de aumentar en el seno de los organismos
internacionales. Se ha adherido al Centro de Desarrollo de la OCDE, y su
moneda, el yuan (renminbi), forma parte de la cesta de divisas que componen
el sistema de derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional.
Al mismo tiempo, Pekín despliega sus propias instituciones financieras
internacionales. Numerosos países avanzados y emergentes (Francia, Reino
Unido, Rusia, Brasil, Dinamarca, etc.) se han unido, para disgusto de EE UU,
al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (Asian Infrastructure
Investment Bank, AIIB) desde su inauguración en 2014. Se trata
explícitamente de una alternativa al Banco Asiático de Desarrollo,
controlado por Japón y EE UU, y un desafío lanzado al sistema financiero
creado tras la segunda guerra mundial.

La dirección china ha puesto en marcha dos grandes proyectos, concretamente
dos “nuevas rutas de la seda”, una terrestre en dirección a Asia Central
(antiguas repúblicas musulmanas de la URSS) y otra marítima en dirección a
África. Además de transporte de mercancías, se trata de constituir
verdaderos pasillos de inversión, con el punto de mira puesto especialmente
en Kazajstán, es decir, en la zona de influencia tradicional de Rusia, donde
se ha abierto un nuevo frente de la batalla de la energía (petróleo, gas…),
y el golfo Pérsico.

China ha forzado la entrada en los clubes tradicionalmente controlados por
algunos imperialismos tradicionales o Rusia, como el de la energía nuclear,
la aviación civil y militar, la venta de armamentos, el espacio. Después de
haber hecho alunizar una sonda en diciembre de 2013 y desembarcado un robot
de exploración, Pekín ha anunciado ahora el proyecto inédito de situar un
dispositivo en la cara oculta de la Luna. Se ha impuesto en la producción de
paneles fotovoltaicos y, al igual que Brasil, en el sector agroalimentario
(con el WH Group). Multiplica la adquisición de empresas en Europa a través
de su “brazo armado” en este terreno, la ChemChina: “El depredador chino,
ChemChina, que pesaba 39 000 millones de dólares en 2014, no se encuentra en
su fase de pruebas. Su director general, Ren Jianxi, miembro destacado del
PCC, resulta ser un maestro en el arte de adquirir empresas europeas. En
Francia, para empezar, ya compró en 2006 la sociedad Adisseo, dedicada a la
alimentación animal, filial de Rhône-Poulenc, y más tarde el sector de la
silicona de Rhodia. Más espectacular fue el rescate de la italiana Pirelli,
y estratégica la toma de control del fabricante de maquinaria KraussMaffei,
uno de los símbolos de la industria alemana, además de la participación en
la sociedad de negocios suiza Mercuria. Con Syngenta, ChemChina espera
completar una impresionante panoplia de trofeos/8.”

ChemChina también actúa, evidentemente, fuera de Europa, como en Israel,
donde ha puesto pie en una empresa especializada en la industria
agroquímica. En América Latina, Pekín negocia bilateralmente con cada país,
a menudo con éxito, imponiendo unas condiciones muy favorables para ella
(aunque no tanto como en África). Todavía quedan regiones en las que Pekín
solo avanza sus peones con suma prudencia, empezando por Oriente Medio. El
presidente Xi Jinping acaba de visitar –en un viaje que ha sido declarado
estrictamente de negocios– países como Egipto, Irán, Arabia Saudí, etc. Se
trata de reforzar la presencia china en países que están en conflicto entre
sí, en un terreno geopolítico de guerra inestable donde China no puede, hoy
por hoy, jugar fuerte. Las relaciones con Rusia también son complejas, entre
la alianza frente a EE UU y la rivalidad, así como con India, gendarme de
Asia del Sur. La penetración china es particularmente intensa en su zona de
influencia inmediata, el sudeste asiático. Sin embargo, allí es donde toma
forma la contraofensiva de Washington, incluso en el terreno militar.

La contraofensiva de EEUU

Por primera vez desde 2012, el pasado 26 de octubre unos buques de guerra de
EE UU penetraron en el archipiélago de las Spratley, invadiendo la zona de
las doce millas marinas alrededor de los islotes creados por China. Este
archipiélago lo reivindican, en su totalidad o en parte, Filipinas, Malasia,
Vietnam, Brunei y China. Aplicando la política de hechos consumados, esta
última ha construido, a partir de 2014, unas islas artificiales con ayuda de
unas embarcaciones que bombean sedimentos. Ahora está creando en ellas
diversas instalaciones y pistas de aterrizaje, al igual que en otros “puntos
calientes” del espacio marítimo que se extiende del sudeste al nordeste de
Asia.

Después de haberse visto sorprendido por las iniciativas chinas, Washington
parece, sin embargo, decidido a empezar a reaccionar. Lo que está en juego
no es poca cosa: este corredor marítimo es uno de los más concurridos del
mundo, utilizado en particular para el transporte de petróleo de Oriente
Medio a Japón. Pekín reivindica su soberanía sobre lo esencial de esta zona
estratégica, considerada por los demás países un espacio de libre
circulación internacional, marítima y aérea. El imperialismo estadounidense
tiene que reafirmar su presencia, visto que sus dos aliados más cercanos de
la región se hallan en primera línea de conflictos territoriales agudos.

Es el caso de Japón -cuyo primer ministro, Shinzo Abe, está acelerando la
militarización- y de Filipinas, que fue una de las pocas colonias directas
de EE UU (las clases dominantes de estos dos países mantienen lazos muy
estrechos). Las principales bases militares de EE UU se hallan actualmente
en Japón (Okinawa) y Corea del Sur. Pekín está cotejando ahora a este último
país, donde su influencia económica va en aumento. Prueba de ello fue la
presencia en Pekín de la presidenta surcoreana, Park Geun-hie, con motivo
del gran desfile militar del 3 de septiembre, cuando Tokio, Washington, la
mayoría de las capitales europeas y buena parte de los países del sudeste
asiático no se mostraron entusiasmados, dejaron de acudir o estuvieron
ostensiblemente “subrepresentados”.

Washington viene anunciando desde hace varios años que su “centro de
atención” pasaría a ser la zona Asia-Pacífico. Claro que del dicho al hecho
hay un gran trecho, no en vano también ha de mantener desplegadas parte de
sus fuerzas en Oriente Medio, donde están atascadas, y en África. De todos
modos, su presencia se impone en citas políticas como la cumbre de la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y la del foro anual de
la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Es probable que entremos en
una nueva etapa de la confrontación entre China y EE UU.

La crisis del mundo chino

Pekín ha sufrido recientemente una serie de reveses políticos,
particularmente en el mundo chino. La reciente derrota del Kuomingtang en la
elección presidencial de Taiwán y la victoria de una independentista, Tsai
Ing-wen, constituyen un verdadero desaire, por mucho que esta última no vaya
a modificar el estatuto formal del Estado insular. Frente a la ofensiva del
PCC, la oposición democrática de Hongkong no se doblega. Además, en la
población de esta antigua colonia británica cunden sentimientos xenófobos
contra los “migrantes” venidos de la China continental. A fuerza de
autoritarismo, el régimen acaba minando uno de sus principios fundamentales,
a saber, la existencia de “una sola China”.

A estos reveses se añade la crisis económica y financiera de la China
continental, que puede mermar los fondos disponibles para financiar las
ambiciones imperialistas del PCC, aunque probablemente no la alterará. Al
contrario, el nacionalismo de gran potencia sigue siendo el principal
fundamento ideológico del poder y el enemigo exterior la mejor distracción
de las dificultades interiores. La acusación de actividades que atentan
contra la seguridad nacional comporta además una las principales
justificaciones de una represión que no deja de agravarse.

Notas

1/ Au Loong-yu, El PC Chino, Japón y el mar del Sur de China:
http://www.vientosur.info/?article9486

2/ SIPRI : Stockolm International Peace Research Institute (Instituto
Internacional de Investigación para la Paz, Estocolmo).

3/ Brice Pedroletti, Le Monde, 28/5/2015. Disponible en ESSF, Djibouti,
capitale de la Chinafrique – Une alliance stratégique majeure:
http://www.europe-solidaire.org/spi... <http://www.europe-solidaire.org/spi>


4/ Pierre Rousset, China, segunda potencia mundial:
http://www.vientosur.info/?article9753

5/ Sébastien Le Belzic, Le Monde, 25/1/2016. Disponible en ESSF, Djibouti,
capitale de la Chinafrique – Une alliance stratégique majeure:

6/ Sébastien Le Belzic, Le Monde, 6/4/2015. Disponible en ESSF, Afrique,
Moyen-Orient : les projets de bases militaires chinoises:
http://www.europe-solidaire.org/spi... <http://www.europe-solidaire.org/spi>


7/ Op. cit.

8/ Véase Laurence Girard, Le Monde. Disponible en ESSF, Acquisitions
chinoises en Europe: ChemChina prêt à s’offrir le géant suisse des
pesticides Syngenta

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