Brasil/ expoliación brutal y salida de capitales llevan a un bloqueo histórico [Ruy Braga - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Feb 17 13:22:59 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

17 de febrero 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

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Brasil

Entrevista con Ruy Braga

Expoliación brutal y salida de capitales llevan a un bloqueo histórico

Valéria Nader y Gabriel Brito

Correio da Cidadania 

http://www.correiocidadania.com.br/

A l´encontre 

Traducción del portugués Charles-André Udry

http://alencontre.org/

Traducción del francés Viento Sur 

http://www.vientosur.info/

Ruy Barga, sociólogo del trabajo, es profesor en la USP (Universidad de Sao
Paulo). Está afiliado a la organización Central Sindical y Popular-Conlutas.
Ha sido redactor de la revista Octubro del Instituto de Estudios
Socialistas. Ha presentado su tesis sobre el tema La política del
precariado: del populismo y la hegemonía lulista. Ha publicado numerosas
obras, entre los cuales, en 2015, en las ediciones Alameida, Sao Paulo: La
pulsión plebeya: trabajo, precariedad y rebeliones sociales. Esta entrevista
publicada el 6 de enero de 2016 en Correo da Cidadania se inscribe en el
marco de un debate generalizado, entre otros en la izquierda “clasista”,
sobre la situación social, económica y política de Brasil. Y ello en un
contexto de pérdida enorme de credibilidad del neo-PT de Dilma Rousseff y de
un Lula que se declara, de forma desacomplejada, “un liberal”.

-Valéria Nader y Gabriel Brito: Después de un año que parece no haber
existido en la vida “útil” del país, 2016 comienza en el mismo clima de
pesimismo que 2015, especialmente en lo que concierne a la depresión
económica. ¿Qué espera de este año que comienza?

Ruy Braga: A pesar de las acciones de cambio llevadas en la política
económica desde el nombramiento de Nelson Barbosa en el Ministerio de
Hacienda [en sustitución de Joaquim Lévy de la Bradesco, dimisionario;
Barbosa ha sido miembro del Consejo del Banco Regional de Brasil y ha
ejercicio numerosas funciones en el ministerio de Hacienda], se puede
esperar la continuación de la orientación general del segundo gobierno de
Dilma Roussef [en funciones desde enero de 2011]. Esta orientación consiste
en garantizar la transición desde un régimen de acumulación basado
fundamentalmente en la sobreexplotación del trabajo asalariado hacia lo que
se puede llamar un régimen de acumulación apoyado centralmente en las
estrategias de expoliación social.

En resumen, ello significa un retroceso del derecho del trabajo y los
derechos sociales. Se habla de nueva “ronda” de reformas de la previsión
social, de elevación de la edad de jubilación, de disminución de algunos
derechos constitucionales, especialmente de los ligados a la obligación de
realizar inversiones públicas en terrenos sociales y de profundización de la
orientación rentista [sacando beneficio de la deuda interna, la externa, los
tipos de cambio, las exportaciones de materias primas o el petróleo y sus
recaídas], estructurada sobre todo en el mundo de las finanzas y de sus
cambios, etc.

Desde el punto de vista de la estructura social no veo diseñarse hasta ahora
una alternativa progresista en el interior del gobierno, que privilegie los
intereses de los trabajadores. Lo más probable es la profundización de esta
estrategia de expoliación social a fin de garantizar los intereses de los
capitalistas.

De otro lado, la crisis política entra en un momento de stand by, pero con
una evidente distensión, teniendo en cuenta el hecho de que el gran chantaje
que ha marcado el año 2015, es decir la amenaza del impeachment
[destitución], ha caído con el comienzo del proceso puesto en marcha en la
Cámara de Diputados. A mi entender ello coloca al gobierno en una posición
un poco mejor puesto que va a poder reorganizarse alrededor de una causa
políticamente legítima, la reacción a una tentativa de golpe de estado
parlamentario “a la paraguaya” iniciado por un presidente de Cámara [Eduardo
Cunha del PMDB] que es de notoriedad pública que es un político corrupto.

Yo creo que tendrá lugar una reorganización de fuerzas “gobernistas”
alrededor de la presidencia de la República en defensa de su mandato. Ello
tiende a atraer sectores que estaban desenganchándose del gobierno o que
estaban en crisis abierta con él. Muchos militantes de izquierda serán
atraídos por el polo de la legalidad. Así, la posición “gobernista” saldrá
reforzada del proceso de impeachment.

Sin embargo, diría que 2016 será un año diferente de 2015. El gobierno
federal deberá reencontrar una cierta capacidad de iniciativa en la escena
política, la tendencia es a la consolidación de un régimen de acumulación (a
través de una expoliación) que es completamente mortífera desde el punto de
vista de los trabajadores.

-En lo concerniente al proceso de impeachment de Dilma, vemos que continúa
el vaivén, que hay una alternancia entre fuertes tensiones y apaciguamientos
aparentes. Más allá de ello, la posible caída de Eduardo Cunha ha sido
atrasada a febrero, lo que puede crear una dinámica semejante de alianzas y
de rupturas entre los grupos políticos dominantes. ¿Qué espera de todo este
escenario lleno de piezas en movimiento? ¿Creéis en un gran acuerdo nacional
a favor de la estabilidad, en la forma propuesta por el científico y
político André Singer en un artículo publicado recientemente?

Yo diría lo mismo que Florestan Fernandez: el pacto conservador brasileño es
implacable. En una coyuntura política marcada políticamente por la polaridad
Dilma-Cunha, tenemos una comparación grotesca: Eduardo Cunha no corresponde
absolutamente a ninguna alternativa posible y es muy probable que veamos a
la presidencia salir reforzada de todo eso.

Incluso yo, que he sostenido siempre una posición de oposición de izquierda
a Dilma y he votado nulo en la segunda vuelta de las últimas elecciones
presidenciales, debo admitir que no hay la más pequeña comparación entre las
dos figuras. Un gobierno PSDR-PMDB [Partido de socialdemocracia
brasileña-Partido del Movimiento Democrático Brasileño] sería un inmenso
desastre para los trabajadores, peor todavía que el gobierno de Dilma. Y
como tampoco sería un gobierno capaz de volver al clima de pacificación
social de la era de Lula, no sería tampoco útil para los numerosos sectores
burgueses que dependen de los mercados internos. Seamos claros, con Cunha no
hay solución. Por ello me parece que el proceso de impeachment está
condenado al fracaso y que este fracaso fortifica al polo vencedor, que es
el del gobierno federal.

En este sentido, 2016 será probablemente un año marcado por la recuperación
de una cierta capacidad de acción política del gobierno. Este es mi
principal pronóstico. Será un año marcado por la tentativa del gobierno de
reencontrar un cierto margen de acción política. Y es muy probable que Cunha
caiga en los próximos meses, teniendo en cuenta la situación absolutamente
grotesca que a la cabeza de la Cámara federal esté un notorio corrupto.

-Después de un fuerte ajuste presupuestario, el ministro Joaquim Ley acaba
de abandonar el gobierno, reemplazado por Nelson Barbosa. Sin embargo,
después de lo que habéis dicho al comienzo, ¿no se puede esperar una
orientación macroeconómica claramente distinta para 2016?

No, fundamentalmente porque ningún proyecto alternativo ha sido construido.
Lo que tenemos hoy es el agotamiento completo del modelo de desarrollo
basado en un cierto ritmo de acumulación de los motores tradicionales de la
economía brasileña, como la producción de materias primas, las inversiones
de construcción pesada, la expansión del agronegocio, las inversiones en
energía y petróleo y, principalmente, el consumo popular, con el acceso al
crédito de una parte creciente de la población, lo que ha provocado un
aumento exponencial del endeudamiento de las familias, que alcanza ahora
records en el país.

Esta fórmula no va a repetirse en los próximos diez años. En la escena
internacional no existe perspectiva de recuperación en China, en India, ni
tampoco en los países de Europa. Al contrario, la desaceleración china es
peor todavía que lo que se imaginaba el año pasado. La recuperación
norteamericana es notable, pero todavía muy modesta. Más ella de ello la
evolución económica de los Estados Unidos está fuertemente ligada con el
crecimiento chino… Todo ello hace que muy probablemente, en el próximo
período, el mercado mundial va a crecer a tasas muy moderadas,
diferentemente de los catorce últimos años.

La economía brasileña, que se ha especializado en la exportación de materias
primas, sigue naturalmente en una situación delicada. De otro lado, la
estructura social brasileña está marcada por una enorme sobrecapacidad
productiva. Los principales sectores de la economía tienen muchos stocks y
demasiados stocks “durmientes”. Los empresarios miran pues hacia sus
empresas y se preguntan: “¿Por qué invertiría si en mi propia empresa tengo
una enorme capacidad “durmiente” que no está efectivamente absorbida por la
demanda?”. Ésta es una cuestión clásica del marxismo: el problema de la
contracción cíclica.

Las familias están endeudas, deben pues preocuparse en primer lugar de la
realidad muy insegura del mercado de trabajo y del aumento del paro y del
subempleo, lo que significa fundamentalmente la compresión de su renta.
Cuando están muy endeudadas, las familias adoptan otras estrategias. No
consumen, pagan sus deudas como pueden. Es decir que al día y los únicos
sectores que han sido los menos tocados por la caída del consumo son los de
los bienes de subsistencia más elementales. Todo ello hace que se ha agotado
el modelo lulista –el régimen de acumulación del último período–.Y no hay
nada en lugar del mismo, nada esbozado, no hay alternativa creíble al
colapso del actual modelo.

Es importante comprender que el capitalismo funciona así: cuando hay
momentos en que la economía está marcada por la expansión hay un cierto
margen de maniobra en términos de concesiones, especialmente sobre los
derechos ligados al trabajo y los derechos sociales. Normalmente, tales
períodos de expansión están apoyados, no exclusiva pero si principalmente,
sobre los sectores asalariados de la clase obrera, es decir, sobre la
explotación del trabajo asalariado. Agregaría que en el caso de una
estructura social semi-periférica y tardía como es la brasileña, sobre la
explotación del trabajo asalariado a precio barato.

Los momentos de contracción cíclica, como el que vivimos hoy, imponen una
serie de desafíos que tienden a hacer que las empresas dependan cada día más
de lo que yo llamaría, siguiendo a Rosa Luxemburgo, una “acumulación
política de capital”. Es decir que las empresas dependen de la violencia
política de los gobiernos. Ellas dependen incluso de que tal o cual gobierno
desplace sus estrategias de acumulación hacia lo que constituye muy
exactamente la expoliación de las concesiones hechas en el momento anterior,
es decir durante la expansión del ciclo económico. Si ha habido en el ciclo
anterior un aumento de la masa salarial, entonces tendremos ahora un ataque
contra la masa salarial. Si en el período anterior se ha podido observar un
cierto avance, incluso moderado, en términos de derechos, entonces se va a
atacar a esos derechos en el período siguiente, etc.

En estos momentos de contracción cíclica, la política y sus decisiones
tienden a ensanchar los espacios para la expoliación social: expoliación de
los derechos sociales, de los salarios, del tiempo de trabajo de la gente,
de los recursos naturales, es una expoliación de todo lo que es público y
que se encontraba hasta entonces al margen, o relativamente al exterior del
modelo de explotación anterior.

Mi previsión es que vamos a asistir a una profundización de la
mercantilización del trabajo, del dinero y del medio ambiente a una escala
todavía mayor que en el curso de los últimos catorce años. En suma,
tendremos enfrente, bajo disfraces muy diversos, una intensificación de los
ataques contra los intereses de los trabajadores. Y ello también tanto desde
el punto de vista de los derechos como del salario o del empleo. La
tendencia es a la profundización de la degradación de las condiciones de
trabajo, con el aumento del subempleo, la disminución de los salarios…

No podemos olvidar que a pesar de todas las dificultades, el último período
ha estado marcado por un aumento real de la masa salarial. Ésta ha crecido,
lo que significa que hay más dinero a disposición de las familias obreras.
Eso ya está ya siendo atacado. El aumento del desempleo es el medio más
típico para disciplinar a la clase obrera y profundizar sus condiciones de
explotación. No hay ninguna duda en ello.

Y no hay planes B. No existe tendencia generalizada que vaya en dirección de
una alternativa económica diferente, con una inversión masiva en sectores de
alta intensidad de capitales, etc. En el mejor de los casos, vamos a
exportar más coches debido al nuevo nivel del dólar. Pero no hay nada
innovador en el horizonte en términos de alternativas. La única cosa que se
ve en el horizonte es el ataque contra las ganancias, pequeñas o moderadas,
obtenidas por la clase obrera durante el período anterior, con el objetivo
de intentar un proceso más acentuado de acumulación.

La izquierda socialista debe comprender que, en el capitalismo, el
desarrollo significa acumulación, es decir la profundización de la
explotación. De nuevo: desarrollo=acumulación. Y la acumulación implica
bases sociales, implica bases económicas e implica bases de intervención en
la vida política. Para garantizar la acumulación creciente será necesario
atacar a los trabajadores. No hay alternativa, no hay conciliación posible
en la situación actual. Si los sectores “gobernistas” esperan una reedición
del arbitraje lulista entre las clases, ¡deberán esperar mucho tiempo!

-En una entrevista acordada al Correio en marzo de 2015, decíais que la
“gangrena” del modelo económico podría arrastrar también al “lulismo”. ¿Qué
piensa de este proceso histórico en relación con este comienzo de año?

A mi entender, el lulismo está acabado porque el consenso ha acabado. El
lulismo ha sido fundamentalmente una estrategia política de pacificación
social, apoyada sobre dos tipos de consentimientos, distintos pero
complementarios. Uno, más pasivo, es el de las masas que adhieren al
gobierno porque están seducidas por la relativa difusión de la riqueza entre
sectores del mundo del trabajo, el aumento de la formalización en el mercado
de trabajo, el crédito popular y las políticas públicas de asistencia que
han sacado a millones de trabajadores de la miseria (entre otros en el
Nordeste). Hay en efecto un pequeño margen de concesión a los trabajadores y
ahora ese margen está siendo atacado.

El otro consentimiento es un consentimiento activo por parte de las
direcciones de los movimientos sociales del país que han nacido después de
la redemocratización, una época que ha visto nacer a dos grandes
movimientos, uno sindical, hegemonizado por la CUT (Central sindical) y otro
el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores). Las direcciones de los
años 1980 y 1990 han sido seducidas por los miles de cargos existentes en el
aparato de Estado y por las posibilidades de enriquecimiento ofrecidas por
las posiciones ocupadas en los consejos de gestión de los fondos de
pensiones.

En resumen, los dos, como por otra parte la mayor parte de los movimientos,
han sido seducidos por el gobierno federal, lo que significa una
pacificación a lo largo de los últimos doce años del polo de resistencia a
ciertas políticas, incluso a ciertas políticas muy antipopulares. El momento
actual significa que el lulismo en tanto que estrategia de pacificación está
en su final, ya que no hay consenso capaz de garantizar la reproducción de
las bases sociales de esta estrategia de pacificación. Desde el punto de
vista de las masas populares, se asiste a un distanciamiento progresivo de
la orientación general del gobierno y, desde el punto de vista de la
orientación general de los movimientos, tiene lugar una profundización de
esta crisis, puesto que las direcciones no se sienten cómodas con los
ataques del gobierno contra los trabajadores.

Hay una crisis de representación basada en el aumento de las tensiones entre
las direcciones de los movimientos y el gobierno. Ello ha sido visible
durante el último período, con las críticas de la CUT contra el Ministerio
de Economía y las políticas adoptadas por Joaquim Levy. Eso es normal y
confirma las características del poder sindical, que a un cierto nivel debe
ofrecer contrapartidas a sus bases, puesto que trabaja sin la estabilidad de
la forma de dominación apoyada en la propiedad, algo típicamente
capitalista. Así, el poder sindical es más permeable a la presión de los de
abajo.

Sin embargo, por decirlo de alguna manera, como no hay consenso no hay
lulismo. El lulismo, como modelo de regulación entre el capital y el
trabajo, ha muerto. Y ninguna alternativa políticamente estable ha aparecido
en su lugar. Hay una gran confusión, no se sabe efectivamente cual será el
nuevo modo de regulación y si de hecho existirá un modo de regulación capaz
de estabilizar el conflicto capital/trabajo en el país. Pienso que no. Creo
que este modo de regulación va a alimentarse de la destrucción del modo
anterior.

Yo pienso que de un lado las clases populares continuarán estando bastante
distancias del gobierno y, del otro, las bases “gobernistas”, principalmente
el movimiento sindical, continuarán gravitando alrededor del gobierno,
haciendo todo tipo de presiones. Sin duda que una parte de las bases será
atraída por toda migaja que ofrecerá el gobierno, por cualquier concesión. Y
que otra, principalmente en los sectores del movimiento social y sindical
más próximos de sus bases, se sentirá progresivamente más “presionada” por
el activismo esporádico de las clases subalternas.

Me parece que en el día de hoy no es posible hablar de regulación en el
país, ya que no hay bases sociales capaces de garantizar la estabilidad del
modelo de desarrollo que, fundamentalmente, pasa por concesiones a las
masas. Vivimos en una inmensa confusión con un horizonte que muy
probablemente seguirá estando marcado por los ataques directos contra los
trabajadores, que por su parte tratarán de defender sus derechos.

-¿Qué piensa de los movimientos aparecidos en 2015 a la izquierda del
espectro político y qué se podría, o se debería, esperar de estos grupos,
movimientos y partidos que todavía pretenden asumir otro proyecto de país?

Desde el punto de vista de tales movilizaciones, el año 2015 ha estado
marcado por dos polos. De un lado ha habido un aumento de la escala y la
intensidad de la movilización de los sectores medios tradicionales, lo que
ha hecho que los sectores populares han vivido de alguna forma a la
defensiva a lo largo del año. Y una tal actitud ha sido marcada por una
desorientación de las direcciones tradicionales de los movimientos populares
de Brasil, debido a la inflexión reaccionaria y conservadora del gobierno
Dilma, en primer lugar con el exministro de economía Joaquim Levy. Y en el
último trimestre del año 2015 hemos vivido una relativa reorganización de
las fuerzas de “izquierda” alrededor de la defensa de la legalidad, debido
al proceso de impeachment lanzado por el presidente de la Cámara de los
Diputados, lo que ha permitido al gobierno respirar un poco.

Así han coexistido en las calles los que defendían el gobierno (teniendo en
cuenta la ausencia de alternativas creíbles capaces de resolver la crisis) y
los sectores populares, movimientos sociales y sindicatos a la defensiva,
que se posicionaban de forma crítica contra las medidas de austeridad del
gobierno federal y contra el impeachment. A fin de año, hemos visto una
“reaglutinación” de los sectores “gobernistas” en defensa de la legalidad,
que evidentemente ha atraído a una parte importante del movimiento crítico,
incluido de la oposición de izquierda, frente a la situación grotesca de un
proceso de impeachment lanzado de esa forma.

Por lo que concierne a los movimientos sociales, las cosas han pasado de
forma más pendular. Hasta el mes de septiembre se ha asistido a una actitud
relativamente a la defensiva, con una intensificación de la crítica al
gobierno y, hacia el fin de año, ha habido un aumento de la movilización que
ha desembocado en la manifestación del 16 de diciembre, estructurada
alrededor de la legalidad y que ha conocido un relativo éxito.

Sin embargo, yo subrayo que las condiciones socioeconómicas más profundas,
es decir una reestructuración de los pilares del último período y el aumento
del paro, han minado la fuerza que había acumulado la clase obrera hasta
2014. El sistema de acompañamiento de las huelgas del DIEESE [Departamento
intersindical de estadísticas y estudios socioeconómicos] acaba de publicar
los datos de 2013. Éstos son impresionantes: ha habido más de dos mil
huelgas, con una flagrante recuperación de la actividad huelguista en todo
el país, principalmente en los sectores privados y empresariales, igualmente
con una participación de los funcionarios públicos y una fuerte presencia de
los sectores clave de la economía brasileña, como la metalurgia y el
petróleo. Ello ha hecho que se han acumulado fuerzas en términos de masa
salarial y de poder político.

Pero a partir de 2014, con el deterioro del mercado de trabajo y el aumento
del paro en 2015, la tendencia de una parte de esta fuerza acumulada es la
erosión y el debilitamiento de la capacidad de movilización. Me parece sin
embargo que esta fuerza que ha estallado a izquierda de los movimientos, en
particular del movimiento sindical, está relativamente disociada del proceso
de erosión de la fuerza social de la clase obrera.

El escenario es bastante contradictorio. Pienso que tendremos un período
marcado por una actitud más bien defensiva adoptada por las clases obreras
debida al aumento del paro, pero que habrá una recuperación de la capacidad
de organización de los sectores “gobernistas” alrededor de la presidencia de
la República. De otro lado comprendo que, teniendo en cuenta el deterioro
económico, los sectores más explotados y más dominados deberán jugar un
papel central en la lucha política futura, lucha que será superior al
momento anterior. En suma, pienso que los sectores de la clase obrera
sindicalmente organizados retrocederán, si se consideran las cosas de forma
comparativa, y que los movimientos sociales tales como el MTST (Movimiento
de los Trabajadores sin Techo) avanzarán.

-¿Es posible concebir otro modelo que cohabite con los sectores
“gobernistas” o solo la ruptura total con el lulismo y el petismo puede
crear una credibilidad suficiente en el interior de la población para esta
finalidad?

No hay duda que tenemos necesidad de una alternativa radicalmente diferente
de lo que existe en la actualidad, porque el lulismo en tanto que forma de
regulación ha terminado y en tanto que régimen de acumulación ha colapsado.
No hay espacio en el horizonte para aumentar las concesiones a favor de los
trabajadores, pero hay espacio para lanzar ataques siempre más profundos
contra los trabajadores. Las fuerzas “gobernistas” son incapaces de imaginar
una alternativa ya que están incrustadas en el Estado y harán cualquier cosa
para garantizar esta posición privilegiada, incluso si deben actuar contra
los intereses de los trabajadores.

En cuanto a los sectores de oposición, parece que son todavía demasiado
frágiles para presentar una propuesta creíble, incluso si se ha asistido a
un relativo reforzamiento de estos sectores durante el último período. En
cualquier caso la única alternativa a medio plazo es apostar por los
sectores de izquierda intransigentes respecto al gobierno federal y por la
formación de un polo alternativo al bipartidismo PT-PSDB que se ha
establecido en los últimos veinticinco años. Es la apuesta que hago.

No hay alternativa posible en el interior del “gobernismo”. Será preciso que
se construya fuera del “gobernismo”, en lo que llamo un tercer campo, capaz
de organizar la lucha de clases en el país de forma progresista para los
trabajadores. Creo que el próximo período está marcada por agudas luchas de
clases: políticamente, económicamente, culturalmente e ideológicamente.

No hay pues más espacio para las mediaciones construidas por el lulismo en
sus campos políticos intermedios y sus hibridismos políticos. Ya no hay un
tal espacio. Lo que existe en realidad es la necesidad de una actitud más
radical. En este sentido, los sectores de la izquierda llamada “extrema”
tienen un amplio campo para trabajar. Queda por saber si serán capaces de
organizar la indignación que crece en el interior de las clases trabajadoras
y subalternas en el país.

-Escándalo del Lava Jato, crisis en Petrobrás, tragedia de la Samarco (dos
presas que ceden e inundaciones masivas por lodos contaminados de metales
diversos), desempleo al nivel más alto, crisis hídricas y energéticas en
aumento, ataques contra la educación pública, militarización bárbara de lo
cotidiano… ¿Hacia dónde parece caminar Brasil?

Apuesto todos mis acervos y todas mis esperanzas sobre los sectores jóvenes,
sobre los hijos de la clase obrera que están hoy en las escuelas, en la
enseñanza media, estos estudiantes que han inundado el mercado de trabajo
durante el último período, sobre los jóvenes que están a la búsqueda de un
primer empleo y sobre los sectores más alcanzados por el subempleo. Sobre
todo lo que tiene que ver con los sectores de la clase obrera que viven
entre estos dos polos: de un lado la profundización de la explotación
económica y de otro la posibilidad real de exclusión social. Y tales
sectores coinciden con los sectores jóvenes, negros y femeninos de la clase
obrera brasileña, que han mostrado una enorme capacidad de movilización.
Hemos visto claramente esto en junio de 2013 y estamos viéndolo hoy con el
aumento de la movilización de los estudiantes de la enseñanza media pública
y la ola de ocupaciones de escuelas en el Estado de Sao Paulo, de Goiás,
etc.

El gran desafío para una salida progresista de la crisis brasileña pasa
necesariamente por la construcción de puentes entre estos sectores jóvenes y
movilizados, que tienen mucha vitalidad combativa y que han sido igualmente
los mejor formados, puesto que se han beneficiado de más escolaridad que la
generación anterior. Y al mismo tiempo ellos se encuentran sumergidos en
condiciones muy malas de contratación, de ingreso y de trabajo, haciendo la
experiencia en su propia carne de las contradicciones del modelo de
desarrollo brasileño, cuya capacidad expansiva se ha agotado. Una salida
progresista para la crisis brasileña pasa necesariamente por una
movilización de este joven precariado urbano.

El desafío es el siguiente: articular los sectores combativos que encarnan
un programa de defensa de los derechos sociales, de la salud, de la
educación, del transporte público de calidad, de los ingresos, del mercado
de trabajo formal y de los derechos a la protección social. Esta generación
es la que encarna tales condiciones, al lado de los sectores más
desorganizados de la clase obrera. El gran desafío consiste en llegar a
politizar el conjunto de la lucha (que evidentemente es política, como lo es
toda lucha social), pero igualmente en lograr construir proyectos
alternativos a lo visto hasta la fecha. Es decir, un proyecto alternativo al
lulismo.

En este sentido, a pesar del hecho de que 2015 ha sido un muy mal año en
términos de economía, de desempleo y de crisis hídrica (con esta enorme
tragedia de la Mariana que muestra la significación de la acumulación por
expoliación del medio ambiente) y que ha terminado simbólicamente por un
incendio en el Museo de la lengua portuguesa, en resumen, que ha sido un año
horrible para las clases populares brasileñas, hemos asistido igualmente a
la emergencia política de una generación de la que se va a hablar. Y es
exactamente sobre esta nueva generación sobre la que yo apuesto.

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