Bolivia/ un referéndum por penales [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Feb 24 00:02:48 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

24 de febrero 2016

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Bolivia

Un referéndum por penales 

El domingo, el pueblo boliviano votó el referéndum para reformar la
Constitución del país y permitir la re reelección del presidente Evo Morales
en 2019. A partir de los resultados disponibles hasta el momento, que le dan
mayoría al No, Pablo Stefanoni analiza la situación política que se abre
para Bolivia

Le Monde Diplomatique, el dipló

Edición N° 200, Buenos Aires, febrero de 2016

Pablo Stefanoni *

http://www.eldiplo.org/

Evo Morales se metió solo en lo que, desde el comienzo, se veía como la
elección más difícil en una gestión marcada por una sucesión de contundentes
triunfos electorales durante una década. Como si la “abstinencia” electoral
resultara insoportable para un líder que necesita de la continua aprobación
de las masas, el presidente boliviano se lanzó a un referéndum para
habilitar precozmente un cuarto mandato, cuando aún le quedan cuatro años
para terminar su tercera gestión. De este modo, el propio gobierno que la
pergeñó, decidió, luego de seis años de aprobada, modificar la nueva
Constitución Política del Estado que puso las bases del Estado Plurinacional
en 2009. La pregunta era: ¿Usted está de acuerdo con la reforma del artículo
168 de la Constitución Política del Estado para que la presidenta o
presidente y la vicepresidenta o vicepresidente del Estado puedan ser
reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?

La primera dificultad, obvia, de un referéndum de esta naturaleza es que
unifica a todos los oponentes en la opción del No. Desde los racistas que
nunca quisieron un gobierno campesino-indígena hasta quienes critican lo
contrario: que no es un verdadero gobierno indígena sino un sucedáneo de
matriz blancoide o directamente un gobierno antiindígena, la coalición del
No permitió la unificación de un voto que nunca se uniría detrás de una
candidatura común. Se trata de algo natural, que no descalifica sus razones,
pero matiza lecturas que, como suele ocurrir en estos casos, tratan de leer
el resultado de manera unidimensional. Ni Montesquieu resucitó en los Andes,
ni todo se trató de la mano negra del Imperio ni el famoso “Vivir bien”
ancestral despertó a las deidades andinas de las alturas para vengar el
“neodesarrollismo” populista de Evo.

Quizás se trate de algo más sencillo: una mezcla de desgaste tras una década
de ejercicio del gobierno –y las consecuentes dificultades para transformar
utopías movilizadoras en realidades vitales– con errores políticos
intercalados, como convocar tan tempranamente un referéndum tras el triunfo
electoral de 2014 con el 61% más una mala campaña electoral. De esta forma,
lo que se había avizorado como un proceso de des-polarización en 2010-2014,
ayudado por el éxito económico de Morales, devino renovada re-polarización,
y casi por mitades. En síntesis, de acuerdo con los resultados obtenidos
hasta el momento, el 21F Evo perdió con Evo más que con la oposición.

***

En esta década, el Movimiento al Socialismo (MAS) puso en pie, con bastante
éxito, un nuevo modelo económico basado en el estatismo y cierta ortodoxia
macroeconómica junto a un nuevo Estado más abierto a la diversidad del país.
“El socialismo es compatible con la estabilidad macroeconómica”, dijo en una
oportunidad el ministro de Economía Luis Arce Catacora, que ocupa el cargo
desde hace una década (todo un hito en un país conocido por sus convulsiones
económicas, que en los 80 incluyó una hiperinflación). Los “chuquiago boys”
–en referencia irónica al nombre aymara de La Paz– mostraron así una
eficiencia que los neoliberales no habían conseguido, en parte gracias a los
altos precios de las materias primas pero también a la política de expansión
del mercado interno, nacionalización de los hidrocarburos, cobro de
impuestos y gestión “prudente” de la economía (1). Hoy el escenario cambió,
por la caída de los precios, pero el blindaje económico aún funciona e
incluso se prevé una fuerte inversión pública.

El problema es que el referéndum despertó el sentimiento antirreeleccionista
asentado en los perennes reflejos antiestatales de los bolivianos (aunque
reclamen “más Estado”). Hernando Siles, impulsor de un tibio reformismo
social, enfrentó una sublevación popular en 1930 cuando intentó
“perpetuarse” en el poder; el líder de la Revolución Nacional, Víctor Paz
Estenssoro, enfrentó un golpe de Estado tras acceder a un segundo mandato
consecutivo en 1964 y debió exiliarse en Perú. Gonzalo Sánchez de Lozada, en
un segundo mandato no consecutivo en 2003, debió huir en helicóptero en
medio de la Guerra del Gas y así… la aversión a la “perpetuación” es una de
las marcas de la cultura política boliviana y su desconfianza ante el poder.
Tampoco hay que desmerecer la penetración de cierta cultura política
“liberal” de la mano del afianzamiento democrático desde 1982.

Morales logró adormecer esos reflejos, y como presidente-símbolo de una
nueva era ganó elección tras elección durante una década. Pero hoy esa magia
se ha disipado en gran medida. De todos modos, que tras una década, en un
país políticamente inestable como Bolivia, aún mantenga casi la mitad de los
votos no es un dato menor. Si los del No son votos de muy disímiles
sensibilidades, los del Sí son un apoyo a la continuidad del mandatario
cocalero. Por eso la oposición sabe que el MAS no está vencido para 2019,
pero con seguridad el proyecto oficialista se ha debilitado.

Los resultados del domingo 21F pueden leerse como una pérdida de los
sectores que el MAS había venido conquistando en las urnas –mediante su
expansión hegemónica– pero que estaban lejos de una lealtad electoral
absoluta: los votantes de las grandes ciudades y los del oriente autonomista
liderado por Santa Cruz. Los campesinos y las ciudades intermedias fueron
quienes salvaron al presidente de una derrota mayor. No obstante, conflictos
locales en Potosí y El Alto, mal resueltos, debilitaron a Evo en estas zonas
andinas bastiones del MAS.

Evo siempre creyó que su “pacto de sangre” es con los campesinos, que son
ellos quienes nunca lo van a abandonar, mientras que el apoyo urbano es
siempre desconfiado, volátil. Ahí siempre residió la fortaleza y la
debilidad del proyecto de Evo, que siempre se asentó en una matriz campesina
(paradójicamente cuando el país se vuelve cada vez más urbano).

A estos elementos se suma una campaña en la que la eficacia estuvo en mayor
medida del lado del No, especialmente en las redes sociales (de hecho, el
presidente llamó, tras el referéndum, a “debatir su uso” porque se organizan
guerras sucias que “tumban gobiernos”). Una serie de figuras –como los
periodistas Amalia Pando (2) o el más polémico Carlos Valverde desde Santa
Cruz– se sumaron a gran cantidad de autoridades regionales opositoras y
dinamizaron una campaña a veces sin recursos (otra dificultad del MAS fue
siempre ganar alcaldías de ciudades grandes y gobernaciones: el prestigio
gubernamental de Evo siempre fue inversamente proporcional al poco brillo de
sus gobiernos locales).

Desde 2009, el pragmatismo le permitió a Evo ampliar su base a Santa Cruz,
al tiempo que su gobierno se volvía cada vez más “normal” y perdía épica
revolucionaria. No casualmente, el discurso de la estabilidad fue
reemplazando el discurso del cambio. Y, por primera vez desde 2005, la
elección del 21F de Morales careció de imágenes de futuro y se refugió en
las conquistas del pasado. No es casual que, tras los resultados adversos,
aún en medio del avance del conteo oficial, Evo Morales recordara los
ataques que, como candidato presidencial campesino, recibió en 2005, cuando
lo acusaban de “talibán” o “narcotraficante”. Fue una suerte de refugio en
el Evo campesino que la gestión del poder había venido borrando en su
figura; un retorno a los orígenes y al entorno en el que se siente más
seguro, el del “pacto de sangre” étnico-cultural.

En el marco de una creciente pérdida de iniciativa, las balas de la
oposición –muy dispersa, por cierto– comenzaron a impactar frente al
blindaje de meses y años previos. Así, la denuncia de que una expareja de
Evo lideraba una empresa china que recibió contratos públicos sin licitación
incidió sobre el capital moral de Evo, fuente de su legitimidad política.
Ello se suma a los escándalos del Fondo Indígena: los proyectos fantasmas
financiados por el Estado acabaron como un cuestionamiento a la capacidad
indígena para renovar la política. Es más, la develación de que el
vicepresidente Álvaro García Linera no concluyó su licenciatura de
matemática en México tuvo una repercusión desmesurada y lo obligó a
revalidar, a la defensiva, su estatus de intelectual –pese a que es un
asiduo invitado a varias universidades de prestigio por su obra
teórico-política.

Pero, además, el No encontró un argumento que se transformó en un arma
poderosa porque encajaba con un sentimiento generalizado, sobre todo en
sectores urbanos: que el de Evo fue, en efecto, un buen gobierno en muchos
aspectos, pero que no es bueno que se “perpetúe” en el poder. Por ejemplo,
el escritor Edmundo Paz Soldán declaró que ve a Bolivia en esta década “con
una economía que no ha dejado de crecer, que ha permitido la disminución de
la pobreza extrema, la expansión de la clase media y la mejora notable de
nuestros indicadores de salud y educación”. Agrega que “Morales ha sabido
manejar la economía, ha promovido necesarias políticas de inclusión de
grupos excluidos, y ha consolidado una política marítima coherente; ha
proyectado también al país en el campo internacional”. Sostiene que “en lo
negativo, están la corrupción institucionalizada, la falta de independencia
del Poder Judicial, la falta de políticas de equidad de género, y la
ausencia de un verdadero plan de industrialización que haga que Bolivia deje
de ser una economía dependiente de sus materias primas”. Y concluye: “Yo
solo espero que Bolivia esté a la altura y le muestre al continente que, por
más que admire a Evo y apruebe su gestión, confía más en sus instituciones y
en una democracia que limita los impulsos que tienen sus líderes de quedarse
para siempre en el poder” (3). En este razonamiento están contenidas muchas
de las percepciones que fortalecieron el voto por el No; las más difíciles
de neutralizar desde el gobierno, con sus datos económicos.

Pero la pérdida de magia también resucitó otros fantasmas. La quema de la
alcaldía de El Alto, en manos de la joven alcaldesa opositora Soledad
Chapetón (4), por parte de “padres de familia”, que protestaban dejó en
evidencia que los repertorios de acción colectiva que en 2003 abrieron paso
a la épica Guerra del Gas, en otro contexto pueden ser la pervivencia de
formas de protesta desmesuradas, que impiden un funcionamiento normal de las
instituciones y causan muertes. Todo esto genera un fuerte rechazo de las
“mayorías silenciosas” hacia los movimientos sociales, replegados a
instancias corporativas e incluso con tonalidades mafiosas, como ocurre con
el cacique sindical alteño Braulio Rocha, quien había advertido a Chapetón
que él sería “su pesadilla” y ahora fue detenido por el incendio.

***

Un aspecto de los gobiernos nacional-populares es su dificultad para aceptar
un nuevo orden, plasmado por ejemplo en las Constituciones aprobadas durante
sus gestiones y su tendencia a pensar esas Cartas como resultado de
correlaciones de fuerzas transitorias que hay que cambiar ante la menor
posibilidad de “avanzar”. Eso provoca situaciones paradójicas –que también
ocurrieron en Venezuela–: que dados los intentos de cambiar las nuevas
Cartas Magnas, la defensa de esas Constituciones termine en manos de las
derechas que en su momento buscaron impedir su aprobación. Otra dificultad
es hacer política con eficacia una vez debilitados sus enemigos.

Si se confirman estos resultados, el MAS deberá pensar en otro candidato
para 2019, lo que podría tener como resultado positivo obligar al partido a
abandonar la inercia de los triunfos electorales automáticos y actualizar su
oferta transformadora. Por ahora es temprano para anticipar posibles
candidatos. ¿El canciller David Choquehuanca?, ¿el vicepresidente Álvaro
García Linera? ¿el presidente del senado y experiodista Alberto Gringo
González? En una reciente entrevista en el diario El Deber, el presidente
pareció incómodo cuando le preguntaron por la posibilidad de que el
vicepresidente (que lo acompañó estos diez años), sea el Plan B en caso de
perder. Aunque lo elogió como una especie de copiloto, lo asimiló a un
“secretario” más que a un “presidenciable” (5). Quizá sólo fue una frase
producto de la incomodidad de responder sobre una posible derrota. Pero
quizás también marcó la cancha. Por otro lado, el referéndum habría sido
también un No a García Linera ya que se consultó sobre la habilitación del
binomio completo para un nuevo mandato. ¿Tratará de ser Evo una especie de
Putin en busca de su Medvédev o un Lula en busca de un candidato que no sea
un mero delfín? En algún momento se habló de una mujer “para completar la
revolución cultural” pero al menos hoy Gabriela Montaño, ex presidenta del
Senado y actual presidenta de Diputados, aún debería sortear un escenario
cuesta arriba en las encuestas. Aunque con Evo no hay que descartar ninguna
sorpresa en término de futuros nombres. Los cambios en la región, sin duda,
no ayudan por ahora al MAS.

Pero más allá de candidaturas, la duda es si el gobierno logrará re-enamorar
a los bolivianos con nuevas propuestas transformadoras. Las ideas sobre una
Bolivia potencia energética contuvieron un exceso de exitismo (y tonalidades
de los años 50), que opacaron algunos avances efectivos en materia
hidrocarburífera, mientras temas como salud y educación seguían como
asignaturas pendientes. Lo mismo ocurrió con la compra de un satélite chino,
que generó demasiada sobreactuación, efectiva al comienzo pero
contraproducente después. Como señalamos en un artículo reciente “la
posibilidad de dar el ‘gran salto adelante’ industrial, sin un aparato
técnico-científico que lo acompañe, se vuelve ilusoria y lineal. El Plan de
desarrollo 2025 es demasiado general (…) La importancia que el presidente
boliviano asignó a que el rally Dakar pase por Bolivia –pese a su
colonialismo intrínseco así como sus efectos ambientales– es uno de los
elementos de tensión discursiva en el relato oficial, que transitó hacia
derivas más centristas. Al mismo tiempo, el énfasis en la macroeconomía y
sus cifras, ocluye algunos debates más generales sobre el horizonte futuro
del país” (6).

Del lado del No, una oposición de “nueva derecha”, con bases territoriales
en diversas regiones, buscará capitalizar los resultados frente a esfuerzos
más minoritarios de construir una opción progresista no oficialista. El
campo del No vivirá sus propias batallas, para superar una fuerte
disgregación, desprestigio de las viejas figuras (asociadas a los gobiernos
del pasado) y necesidad de renovación generacional (ahí hay alcaldes y
gobernadores sub 50 que ya mirarán con otros ojos su futuro político). Por
ahora, el No es una yuxtaposición de múltiples voces (contra la “soberbia”,
los “abusos”, las “nuevas élites”, los más exaltados contra la “dictadura”
–y los todavía más exaltados contra los indios– y muchos en favor de la
“democracia” o la “Constitución”) que articulan demandas genuinas, rechazan
agravios innecesarios y ponen en cuestión el manoseo a una Constitución que
se pretendió refundacional. Pero como ya sabemos, la política depende mucho
de quiénes se apropian de los “instantes huidizos” de la historia (7). Y
esos instantes sobrevendrán en mayor medida con la salida del juego
electoral, al menos como candidato –si se confirma el triunfo del No–, de
Morales y la apertura de un escenario completamente nuevo desde 2006.
Mientras tanto, la figura de las “dos Bolivias” –tan citada entre 2006 y
2008– volvió a la escena. No obstante, contra las tentaciones acerca de la
circularidad de la historia, Bolivia no es la misma; sin duda, ha avanzado
en muchos sentidos. Aunque muchos de sus fantasmas se nieguen a retirarse. 

* Autor de "Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y
nación en una Bolivia en crisis", Plural, La Paz, 2015.

Notas 

1. Óscar Granados, “Un decenio con los ‘Chuquiago boys’ de Evo Morales”, El
País, Madrid, 20-2-2016.

2. Pando renunció a su programa en radio Erbol, uno de los más escuchados,
denunciando que el gobierno estaba ahogando financieramente a la radio al
quitarle la publicidad oficial.

3. “Evo Morales tiene muchas características de caudillos de siglos
pasados”, La Tercera, Santiago de Chile, 20-2-2016.

4. Pablo Stefanoni: “La nueva derecha andina”, revista Anfibia,
http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-nueva-derecha-andina/.
<http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-nueva-derecha-andina/> 

5. Pablo Ortiz: “Evo Morales: ‘Álvaro es mi mejor secretario, jamás se ha
creído presidenciable’”, El Deber, Santa Cruz de la Sierra, 20-1-2016.

6. Pablo Stefanoni: “¿Puede perder Evo el 21F?”, revista Panamá,
http://panamarevista.com/puede-perder-evo-el-21f/

7. La expresión, dicha por Mussolini, está citada en Emilio Gentile, El
fascismo y la marcha sobre Roma. El nacimiento de un régimen, Edhasa, Buenos
Aires, 2014.

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