Bolivia/ el Evotest dio negativo [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Feb 26 12:33:22 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

26 de febrero 2016

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germain5 en chasque.net

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Bolivia

El Evotest dio negativo *

Evo Morales no podrá postular en 2019 a un nuevo mandato. Lo decidieron los
bolivianos el domingo pasado en un referéndum en el que el No le ganó al Sí
por una diferencia de 130 mil votos. 

Pablo Stefanoni

Brecha, Montevideo, 26-2-2016

http://brecha.com.uy/

Evo Morales se metió solo en lo que, desde el comienzo, se veía como la
elección más difícil en una gestión marcada por una sucesión de contundentes
triunfos electorales durante una década. Como si la “abstinencia” electoral
resultara insoportable para un líder que necesita de la continua aprobación
de las masas, el presidente boliviano se lanzó a un referéndum para
habilitar precozmente un cuarto mandato, cuando aún le quedan cuatro años
para terminar su tercera gestión. De este modo, el propio gobierno que la
pergeñó decidió, luego de seis años de aprobada, modificar la nueva
Constitución Política que puso las bases del Estado Plurinacional en 2009.
La pregunta era: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del artículo 168 de
la Constitución Política del Estado para que la presidenta o presidente y la
vicepresidenta o vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos
por dos veces de manera continua?”.

La primera dificultad, obvia, de un referéndum de esta naturaleza es que
unifica a todos los oponentes en la opción del No. Desde los racistas que
nunca quisieron un gobierno campesino-indígena hasta quienes critican lo
contrario –que no es un verdadero gobierno indígena sino un sucedáneo de
matriz blancoide, o directamente un gobierno antindígena–, la coalición del
No permitió la unificación de un voto que nunca se uniría detrás de una
candidatura común. Se trata de algo natural, que no descalifica sus razones
pero matiza lecturas que, como suele ocurrir en estos casos, tratan de leer
el resultado de manera unidimensional.

Quizás se trate de algo más sencillo: una mezcla de desgaste tras una década
de ejercicio del gobierno –y las consecuentes dificultades para transformar
utopías movilizadoras en realidades vitales– con errores políticos
intercalados, como convocar tan tempranamente un referéndum tras el triunfo
electoral de 2014 con el 61 por ciento, más una mala campaña electoral. De
esta forma, lo que se había avizorado como un proceso de despolarización en
2010-2014, ayudado por el éxito económico de Morales, devino renovada
repolarización, y casi por mitades. En síntesis, Evo perdió con Evo, más que
con la oposición.

***

En esta década el Movimiento al Socialismo (Mas) puso en pie, con bastante
éxito, un nuevo modelo económico basado en el estatismo y cierta ortodoxia
macroeconómica, junto a un nuevo Estado más abierto a la diversidad del
país. “El socialismo es compatible con la estabilidad macroeconómica”, dijo
en una oportunidad el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, que ocupa el
cargo desde hace una década (todo un hito en un país conocido por sus
convulsiones económicas, que en los ochenta incluyó una hiperinflación). Los
“chuquiago boys” –en referencia irónica al nombre aymara de La Paz–
mostraron así una eficiencia que los neoliberales no habían conseguido, en
parte gracias a los altos precios de las materias primas, pero también a la
política de expansión del mercado interno, la nacionalización de los
hidrocarburos, el cobro de impuestos y la gestión “prudente” de la economía.
Hoy el escenario cambió, por la caída de los precios, pero el blindaje
económico aún funciona e incluso se prevé una fuerte inversión pública.

El problema es que el referéndum despertó el sentimiento antirreeleccionista
asentado en los perennes reflejos antiestatales de los bolivianos (aunque
reclamen “más Estado”). Tampoco hay que desmerecer la penetración de cierta
cultura política “liberal” de la mano del afianzamiento democrático desde
1982.

Morales logró adormecer esos reflejos, y como presidente-símbolo de una
nueva era ganó elección tras elección durante una década. Pero hoy esa magia
se ha disipado en gran medida. De todos modos, que tras una década, en un
país políticamente inestable como Bolivia, aún mantenga casi la mitad de los
votos no es un dato menor. Si los del No son votos de muy disímiles
sensibilidades, los del Sí son un apoyo a la continuidad del mandatario
cocalero. Por eso la oposición sabe que el Mas no está vencido para 2019,
pero con seguridad el proyecto oficialista se ha debilitado.

Los resultados del domingo 21 pueden leerse como una pérdida de los sectores
que el Mas había venido conquistando en las urnas –mediante su expansión
hegemónica– pero que estaban lejos de una lealtad electoral absoluta: los
votantes de las grandes ciudades y los del Oriente autonomista liderado por
Santa Cruz. Los campesinos y las ciudades intermedias fueron los que
salvaron al presidente de una derrota mayor. No obstante, conflictos locales
en Potosí y El Alto, mal resueltos, debilitaron a Evo en estas zonas andinas
bastiones del Mas.

Evo siempre creyó que su “pacto de sangre” es con los campesinos, que son
ellos quienes nunca lo van a abandonar, mientras que el apoyo urbano es
siempre desconfiado, volátil. Ahí siempre residió la fortaleza y la
debilidad del proyecto de Evo, que se asentó en una matriz campesina
(paradójicamente, cuando el país se vuelve cada vez más urbano).

A estos elementos se suma una campaña en la que la eficacia estuvo en mayor
medida del lado del No, especialmente en las redes sociales (de hecho, el
presidente llamó, tras el referéndum, a “debatir su uso” porque se organizan
guerras sucias que “tumban gobiernos”). Otra dificultad del Mas fue siempre
ganar alcaldías de ciudades grandes y gobernaciones: el prestigio
gubernamental de Evo siempre fue inversamente proporcional al poco brillo de
sus gobiernos locales.

Desde 2009, el pragmatismo le permitió a Evo ampliar su base a Santa Cruz,
al tiempo que su gobierno se volvía cada vez más “normal” y perdía épica
revolucionaria. No casualmente el discurso de la estabilidad fue remplazando
el discurso del cambio. Y, por primera vez desde 2005, la elección del 21 de
febrero de Morales careció de imágenes de futuro y se refugió en las
conquistas del pasado. Fue una suerte de refugio en el Evo campesino que la
gestión del poder había venido borrando en su figura; un retorno a los
orígenes y al entorno en el que se siente más seguro.

En el marco de una creciente pérdida de iniciativa, las balas de la
oposición –muy dispersa, por cierto– comenzaron a impactar frente al
blindaje de meses y años previos. Así, la denuncia de que una ex pareja de
Evo lideraba una empresa china que recibió contratos públicos sin licitación
incidió sobre el capital moral de Evo, fuente de su legitimidad política.
Ello se suma a los escándalos del Fondo Indígena: los proyectos fantasma
financiados por el Estado acabaron como un cuestionamiento a la capacidad
indígena para renovar la política. Es más, la develación de que el
vicepresidente, Álvaro García Linera, no concluyó su licenciatura de
matemática en México tuvo una repercusión desmesurada y lo obligó a
revalidar, a la defensiva, su estatus de intelectual –pese a que es un
asiduo invitado a varias universidades de prestigio por su obra
teórico-política.

Pero, además, el No encontró un argumento que se transformó en un arma
poderosa porque encajaba con un sentimiento generalizado, sobre todo en
sectores urbanos: que el de Evo fue, en efecto, un buen gobierno en muchos
aspectos, pero que no es bueno que se “perpetúe” en el poder.

Pero la pérdida de magia también resucitó otros fantasmas. La quema de la
alcaldía de El Alto, en manos de la joven alcaldesa opositora Soledad
Chapetón, por parte de “padres de familia” que protestaban dejó en evidencia
que los repertorios de acción colectiva que en 2003 abrieron paso a la épica
“guerra del gas” en otro contexto pueden ser la pervivencia de formas de
protesta desmesuradas, que impiden un funcionamiento normal de las
instituciones y causan muertes. Todo esto genera un fuerte rechazo de las
“mayorías silenciosas” hacia los movimientos sociales, replegados a
instancias corporativas, e incluso con tonalidades mafiosas, como ocurre con
el cacique sindical alteño Braulio Rocha, quien había advertido a Chapetón
que él sería “su pesadilla” y ahora fue detenido por el incendio.

***

Un aspecto de los gobiernos nacional-populares es su dificultad para aceptar
un nuevo orden, plasmado por ejemplo en las constituciones aprobadas durante
sus gestiones, y su tendencia a pensar esas cartas como resultado de
correlaciones de fuerzas transitorias que hay que cambiar ante la menor
posibilidad de “avanzar”. Eso provoca situaciones paradójicas –que también
ocurrieron en Venezuela–: que dados los intentos de cambiar las nuevas
cartas magnas, la defensa de esas constituciones termine en manos de las
derechas que en su momento buscaron impedir su aprobación. Otra dificultad
es hacer política con eficacia una vez debilitados sus enemigos.

El Mas deberá pensar en otro candidato para 2019, lo que podría tener como
resultado positivo obligar al partido a abandonar la inercia de los triunfos
electorales automáticos y actualizar su oferta transformadora. Por ahora es
temprano para anticipar posibles candidatos. ¿El canciller David
Choquehuanca? ¿El vicepresidente Álvaro García Linera? ¿El presidente del
Senado y ex periodista Alberto González?

Pero más allá de candidaturas, la duda es si el gobierno logrará reenamorar
a los bolivianos con nuevas propuestas transformadoras. Las ideas sobre una
Bolivia potencia energética contuvieron un exceso de exitismo (y tonalidades
de los años cincuenta), que opacó algunos avances efectivos en materia
hidrocarburífera, mientras temas como salud y educación seguían como
asignaturas pendientes. Lo mismo ocurrió con la compra de un satélite chino
que generó demasiada sobreactuación, efectiva al comienzo pero
contraproducente después.

Del lado del No, una oposición de “nueva derecha”, con bases territoriales
en diversas regiones, buscará capitalizar los resultados frente a esfuerzos
más minoritarios de construir una opción progresista no oficialista. Por
ahora, el No es una yuxtaposición de múltiples voces. Pero como ya sabemos,
la política depende mucho de quiénes se apropian de los “instantes huidizos”
de la historia. Y esos instantes sobrevendrán en mayor medida con la salida
del juego electoral, al menos como candidato, de Morales y la apertura de un
escenario completamente nuevo desde 2006. 

* Fragmentos de una nota publicada en el blog La Línea de Fuego.

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