Capitalismo/ del Estado-Nación al Estado-Policía, y viceversa [Francisco Pereña]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 29 16:27:46 UYT 2016


  _____  

Correspondencia de Prensa

29 de febrero 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

  _____  

Capitalismo

Del Estado-Nación al Estado-Policía, y viceversa

Francisco Pereña *

Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Nuestros ojos están ya cansados de ver durante años y años las mismas
imágenes. Nuestros oídos se aturden con noticias acumuladas que nos impiden
pensar, detenernos a pensar, y así avergonzarnos. Décadas llevamos
contemplando los miles de cadáveres en las costas del Estrecho o de
Canarias, o en el mar de Lampedusa, y ahora en el Egeo. La compasión de
Eros, la potencia de Eros supera toda ley, clama el Corifeo de Antígona ante
los mudos ciudadanos, nosotros mismos, convertidos en espectadores alelados
de un crimen creciente.

Continuamente decimos que no lo podemos soportar, pero es falso, lo
soportamos durante años y años, o sea, que no sólo lo soportamos sino que lo
toleramos. El nivel de tolerancia es tan alto como bajo es el nivel de
hospitalidad. Una sociedad sin hospitalidad es una polis muerta,
políticamente muerta, pues sus miembros languidecen en la negrura del
crimen. Pero, como decía Kavafis, Grecia lleva ya mucho tiempo en
bancarrota. No se refería Kavafis a la bancarrota de las arcas públicas del
Estado, sino a la Grecia que ha sido el corazón y el pulmón de Europa, la
sangre y el oxígeno de Europa, su potencia creadora. Ahora, Europa es un
mero residuo criminal de unos privilegios robados a una masa de indigentes a
los que expulsa y asesina en sus fronteras. Ni el Helesponto, ni la aurora
de dedos rosados, pueden ya contemplarse ante el muro de tantos muertos a
manos nuestras que se levanta hasta los cielos.

Hace años que H. Arendt escribió sobre lo que llamó El ocaso del
Estado-nación y el fin de los derechos del hombre. Es verdad que recibimos
de los griegos esa separación entre el hombre como artesano o miembro de una
comunidad, y lo que Aristóteles llamaría el hombre en cuanto hombre. Lo diré
a mi manera: la diferencia entre el “sujeto” de la pertenencia y del
reconocimiento, y el sujeto del síntoma en su concreto y precario existir,
que proclama desde su penuria, como el Corifeo de Antígona, la potencia de
Eros, la potencia del amor. Por esa razón, el texto de H. Arendt no deja de
ser equívoco, como si no hubiera distinción entre hombre y ciudadano, por lo
cual, como hemos podido ver en la modernidad, al no-ciudadano se le termina
arrebatando su condición humana, su condición de humano, como si ese crimen
estuviera en la razón de ser del Estado-Nación. De hecho, como ya señaló
Agamben, la Declaración de 1789 se titula así: Déclaration des droits de
l’homme et du citoyen, introduciendo así esa ambigüedad. Si el Estado-Nación
quiere poner los derechos del ciudadano aparte del “hombre en cuanto
hombre”, se orienta entonces a hacer prevalecer al ciudadano sobre el xenos,
ese hombre del que no sabemos o no conocemos pertenencia o ciudadanía, con
lo cual el ciudadano pasa a convertirse en quien expulsa al xenos. Que esto
está ocurriendo, de manera escandalosa, en “nuestras” fronteras, parece más
que manifiesto. Si esa oposición entre ciudadano y xenos, extranjero, está
en el origen, significa entonces que el Estado-Nación porta el crimen en el
seno de su propia constitución.

¿Podemos hablar de ocaso del Estado-Nación? Es fácil confundirse. Si las
Bolsas chinas se hunden, Wall Street se estremece y las europeas se
precipitan. El llamado mundo globalizado está tan interrelacionado que
ningún Estado es libre de tomar sus propias decisiones. Si el gobierno
griego toma decisiones a favor de sus “ciudadanos”, en realidad será en
contra de dichos “ciudadanos”, pues el resto de la UE le obligará a reducir
la deuda a costa de sus “ciudadanos”. Estos, y muchos parecidos, son los
argumentos que parecen anunciar el “ocaso del Estado-Nación”. Sin embargo,
este sistema de economías globalizadas, es decir, de dependencias de los
centros, los que fueren, de toma de decisiones, no ha organizado ningún tipo
de organización política global, el ansiado “gobierno mundial” kantiano,
como espacio político de decisiones a favor del hombre y no ya del simple
ciudadano del Estado-Nación, enteramente dependiente, por otro lado, de los
centros de decisiones económicas. Ha sido la política la perjudicada, pero
ese poder económico necesita de un Estado-Nación como Estado-policía de
fronteras, tan inútil y pasivo respecto de las decisiones que pudieran dar
valor de comunidad a una sociedad, como activo y necesario para salvaguardar
la inmovilidad política de los pueblos. La llamada globalización necesita de
dichos Estados para contener los flujos migratorios y proteger la separación
entre los privilegiados y los deshauciados del susodicho sistema de
globalización.

De hecho, en los primeros años de la “ilusión” europea se hablaba de la
Europa de las regiones. Ahora, eso sería imposible, está del todo
descartado. El Estado-Nación aparece con fuerza renovada como
Estado-policía, es decir, un Estado en el que el derecho y la violencia se
dan de consuno, están enteramente confundidos, un Estado progresivamente
vaciado de moralidad. Como diría Teseo a Creonte, una polis en la que no
figure la hospitalidad arruina su propio fundamento. Pues bien, ese es el
Estado que hoy predomina en Europa, un Estado-Nación convertido en
Estado-policía, en el que los “derechos del ciudadano” se han separado
definitivamente de los “derechos del hombre”, y ha devenido, en
consecuencia, en Estado criminal.

Las cifras son escalofriantes. En 2015 los muertos en las costas
mediterráneas fueron 3700. Sólo en lo que va de año ya son 400 los muertos
en las costas de Lesbos. Unos cinco millones de sirios y afganos huyen de
las guerras iniciadas por el Estado-policía por antonomasia de occidente.
Casi cuatro millones están refugiados en Líbano, Turquía y Jordania,
mientras que la UE reduce la admisión a 160 000. Este año se prevén 580 000
nuevos refugiados. A las listas de posibles admisiones de la UE se opone la
mayoría de los Estados, el español incluido (España ha recibido únicamente a
12 refugiados). Y esto sin hablar, por ejemplo, de los africanos.

Así pues, este Estado-Nación que carece de la menor capacidad de decisión
sobre medidas tan esenciales como garantizar las pensiones de sus
“ciudadanos” o atender a sus enfermos, sí puede, por el contrario, poner
vallas en sus fronteras contra los extranjeros, los no-ciudadanos (el
xenos), que suplican hospitalidad. Incluso le está permitido incumplir los
hipócritas y desvergonzados acuerdos políticos europeos sobre refugiados.
Francia ha intentado incluso la des-nacionalización de franceses de origen
árabe que no se comporten como buenos “ciudadanos” franceses. En Suiza
vuelven los “referendum” para expulsar a más extranjeros, por no hablar de
Hungría o de Austria. En Alemania una asustada masa de alemanes quiere
recuperar el valor y el orgullo patriótico quemando residencias de
refugiados.

Llevamos décadas contemplando los cadáveres de nuestras costas, pero muchos
“ciudadanos” europeos empiezan a movilizarse no por esos cadáveres sino por
la expulsión de los que sobrevivieron. El círculo infernal es el siguiente:
el Estado-Nación se ha humillado y se ha visto ridiculizado por un poder
económico mundial que lo utiliza simplemente como Estado-policía para
mantener la injusticia de un orden mundial dado como necesario y, por tanto,
como inevitable. Dicho Estado-policía recupera la posición activa en el
entusiasmo patriótico, no contra los poderes de la necesidad sino contra los
sujetos que encarnan y desvelan la “locura” de ser hombre y no la “razón”
del ciudadano. El Estado-Nación se convierte así en baluarte imprescindible
del imperialismo económico. Soportamos todo, toleramos la mayor humillación,
por ejemplo, de la conocida y anónima troika, pero no soportamos ni
toleramos la llamada de súplica de los pobres del mundo a nuestras puertas.
Esta reunión, esta fusión entre el Estado-Nación y el Estado-policía, esta
vuelta “ideológica” al Estado-Nación, ya únicamente se sostiene en la
xenofobia fascista. En nombre de la Patria ya tenemos una tarea pendiente:
el exterminio del xenos. El círculo se cierra sobre un Estado-Nación que
excluye toda posibilidad, que simplemente expulsa la no-conclusión de la
posibilidad, la que Odiseo descubre en Áyax: que somos vidas no concluidas y
orientadas por el amor de lo no concluido, de lo á-polis, de los sin patria.

¿Cerraremos una vez más los ojos, recluidos en el confort “ciudadano” que
asiste, mudo, al griterío esperpéntico de una pandilla televisiva que alza
el muro invisible que oculta lo que muestra? No queda ya tiempo o estamos en
el tiempo en el que cada territorio y cada casa aparece bajo la inscripción,
ya desgraciadamente conocida, pues no es tan lejana, que dice: Mein Haus ist
meine Welt, immer’ raus wem’s nicht gefällt (mi casa es mi mundo y a quien
no le guste que se largue). Ya estamos en el horror. No hay tiempo. Pero aun
así, la posibilidad revolucionaria es la inesperada coincidencia de muchos
en la no-conclusión de la posibilidad, en suma, en no hacer coincidir, al
menos, lo imposible con lo necesario. 

* Francisco Pereña es psicoanalista.

  _____  

 



---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20160229/a43dc9aa/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa