Bolivia/ lo plebiscitos no son un juego [Jorge Altamira]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 29 12:20:55 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

29 de febrero 2016

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germain5 en chasque.net

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Bolivia

Los Plebiscitos no son un juego

Jorge Altamira *

Partido Obrero, Buenos Aires, 23-2-2016

http://www.po.org.ar/

El “empate técnico” que pronosticó el vicepresidente de Bolivia, Álvaro
García Linera, el domingo pasado por la noche, parece haber faltado a la
cita, pues las últimas informaciones, escrutado el 80% del padrón, daba el
54.7% de los votos al rechazo a la posibilidad de una nueva reelección de
Evo Morales.

El presidente de Bolivia pretendía hacer la ‘gran Kirchner’, quien adelantó
la fecha de elecciones parlamentarias en 2009, para anticiparse a las
consecuencias políticas que tendría una crisis económica que se perfilaba
para poco más tarde. En este caso, la próxima elección presidencial recién
debe tener lugar en 2020; Evo habría fracasado como le ocurriera a su
oráculo. El derrumbe de los precios del petróleo y la minería, y en menor
medida el gas, pronostica un cuadro de crisis, que haría inviable cualquier
posibilidad de victoria plebiscitaria. Evo se jugó al plebiscito, a pesar de
haber recogido la advertencia de su derrota en la ciudad de El Alto, en
2015.

El Sí a la reelección sufrió fuertes reveses en ciudadelas cautivas del MAS
de Evo Morales, en contraste con lo ocurrido con las últimas presidenciales,
cuando el oficialismo llegó a ganar en Santa Cruz de la Sierra, considerado
bastión de la oposición de derecha. En El Alto, el distrito más importante
del Altiplano y bastión del MAS (su población es un 50% superior a los
distritos de Pando, Tarija y Beni), el Sí retrocedió al 57% del 70% obtenido
en las presidenciales de 2014. En Cochabamba ha sufrido un desplome: perdió
62,4% a 37.6 por ciento; en el distrito minero de Potosí, 60 a 40 por
ciento. En resumen, Evo sufrió un retroceso enorme en los distritos que
constituyen su base política. Se ha quebrado el “indigenismo”, que no se
refiere a la masa agraria de Bolivia, sino a la enorme emigración campesina
hacia las ciudades – por ejemplo la construcción desde cero de El Alto. La
masa ‘plurinacional’ ha menguado su apoyo al gobierno.

La larga perduración del gobierno de Evo tiene por base económica el alza
espectacular de los precios internacionales de las materias primas, incluida
la soja. El gobierno del MAS, por su lado, incrementó desde 2006 la
participación fiscal en la renta petrolera, gracias precisamente a esos
precios elevados. Contra lo que dice el relato oficial, no propició la
nacionalización de los recursos minerales sino que lo rechazó – primero en
un plebiscito en 2004, luego cuando expulsó del gobierno a la fracción
nacionalista que encabezaba el ex ministro Solís Rada. También rechazó la
implementación de una reforma agraria, esto cuando pactó con la oligarquía
de la llamada “media luna”, la reforma constitucional. El boom fiscal
propició una enorme especulación inmobiliaria, que encareció la cotización
del suelo, y una revalorización del peso que afectó negativamente a la débil
industria boliviana – a favor de un crecimiento de las actividades
comerciales. El maná minero-sojero ha entrado en declinación: Brasil y
Argentina empezarán a presionar por una reducción del precio del gas que les
provee Bolivia.

Evo no ha perdido solamente el derecho a otra reelección: todo plebiscito
entraña un veredicto sobre el gobierno en funciones. Evo y el MAS rechazan,
obviamente, esta caracterización – y tiene, hasta cierto punto, razón, esto
porque no existe una oposición política real, ni por lo tanto una
polarización política. El horizonte económico, sin embargo, no augura que
pueda revalidar el poder, más bien lo contrario. Con los plebiscitos no se
juega. Las petroleras y las mineras, como ocurre en Argentina, van a
reclamar un recorte de la apropiación fiscal de la renta del sector. Con la
soja, la cosa luce más atenuada, pero el cuadro que emerge del fracaso del
plebiscito, envalentonará los reclamos de los grupos sojeros. Comenzarán a
propiciar una reversión de la valorización del peso.

La izquierda puede alinearse con el bonapartismo popular, sin confundirse
con él de ninguna manera, cuando éste se ve obligado a un choque físico con
la oligarquía, pero nunca para que el bonapartismo se perpetúe en el poder y
siga la estatización de las organizaciones obreras y el movimiento popular.
El pasado criminal de la derecha boliviana la limita para explotar la crisis
que anuncia la derrota del Sí. La izquierda revolucionaria se debe una
deliberación urgente, para tomar la iniciativa y, a través de ella,
recuperar las organizaciones obreras para una política de clase y para
disputar la dirección política de las masas. 

* Dirigente del Partido Obrero.

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