Brasil/ la capitulación final del Lulismo [Paulo Passarinho]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 1 21:36:55 UYT 2016


  _____  

Correspondencia de Prensa

1° de enero 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____  

Brasil

El  Lulismo en jaque         

Paulo Passarinho *

Correio da Cidadania

http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa 

El año de 2015 entrará en la historia como el marco de capitulación final
del lulismo ante los sectores que determinan la hegemonía de la economía
brasilera desde los años 1990. 

Desde 2003, cuando se abrió la oportunidad histórica de la afirmación de un
nuevo modelo económico en Brasil -con el objetivo de enfrentar los problemas
estructurales que nos condenan a la dependencia y al subdesarrollo-, las
opciones políticas adoptadas por el gobierno federal negaron esa
posibilidad. 

En nombre de la llamada gobernabilidad, imaginada para atenuar conflictos
con los sectores hegemónicos, se construyó la ilusión de la posibilidad de
convivir con crecimiento económico, distribución del ingreso y mejoría de
los padrones de bienestar de la población, sin alteraciones sustantivas en
el orden institucional, administrativo y macroeconómico que fue dejado por
Fernando Henrique Cardoso. 

A pesar de las excepcionales condiciones que abrían en el comercio
internacional, en combinación con sucesivas derrotas electorales del
neoliberalismo y la emergencia de gobiernos con vocación de cambios en los
principales países de América del Sur, incluyendo al propio Brasil, las
opciones adoptadas por la cúpula del PT al llegar al gobierno, y no
interpeladas por sus aliados, fueron de extrema cautela y “respeto a los
contratos”, un eufemismo para alejar cualquier perspectiva reformista seria,
en relación al orden que fuera constituido a lo largo de la década anterior
en el país. 

Así, lo que designo como la era de las imposturas -con la apología del real
fuerte, de la responsabilidad fiscal, del equilibrio de las cuentas
públicas, o el fin de la inflación-, fue reforzada por el discurso lulista
del fin de la miseria, del surgimiento de una nueva clase media, del pago de
la deuda externa, del neodesarrollismo o de la política externa
independiente y de proyección del país como potencia global. 

El primer mandato de Dilma Rousseff, con todo, dio muestras del agotamiento
de ese padrón de gobierno, conciliador entre el orden constituido en el país
a partir del Plan Real y de las aspiraciones del país y de nuestro pueblo
por mejores condiciones de vida. Los efectos prolongados de la crisis
económica internacional de 2007/2008, claros equívocos de conducción de la
política económica y las consecuencias políticas de las investigaciones de
la llamada Operación Lava Jato, hicieron que -ya en 2014, antes del inicio
formal de 2015 y de su segundo mandato, y luego del anuncio de su apretada
victoria contra Aécio Neves- Dilma adoptase medidas de claro compromiso con
la hegemonía liberal y sus intereses. 

La retomada del ciclo de apriete monetario, a través de la elevación de la
tasa básica de intereses; las restricciones crediticias; los sucesivos
cortes presupuestarios, con el objetivo de reducir gastos e inversiones del
gobierno; y las medidas adoptadas en el ámbito de la dirección de Petrobras,
en relación a su plan de negocios e inversiones, incluyendo venta de activos
estratégicos a la esfera privada, se constituyeron en variables que
impulsaron un fuerte movimiento recesivo en la economía. Derrumbaron la
recaudación fiscal -imponiendo una pesada carga a los estados, municipios y
áreas sociales- y provocaron el crecimiento del desempleo y la reducción de
la masa salarial y del ingreso medio de los trabajadores.  

Lo que está en curso es un claro proceso de desajuste fiscal y económico que
torna la situación política de Dilma y su gobierno todavía más frágil. Pero,
¿cuál es al final la lógica que orienta a la presidenta?. En rigor, la misma
adoptada por Lula en 2002. 

En 2014, apremiada por una fuerte desaceleración del crecimiento económico,
presiones inflacionarias latentes y la crisis decurrente de las
investigaciones de la Lava Jato, incentivada por el propio Lula, procuró
reeditar la operación realizada en 2002 por el ex presidente y partió en
busca de un hombre del mercado financiero para el comando de la economía. El
objetivo sería asegurar el apoyo de los sectores dominantes hegemónicos y
“blindar” el gobierno de las investidas de la derecha parlamentaria. 

Como es sabido, en la imposibilidad de Luiz Trabuco, presidente de Bradesco,
para asumir el cargo de ministro de Hacienda, la función acabó confiada a
Joaquim Levy, ejecutivo del mismo banco y ex secretario del Tesoro en la
gestión del primer mandato de Lula. La estrategia lulista de anclar el
gobierno Dilma y su segundo mandato en nombres de total confianza de los
sectores hegemónicos, fue completada con el anuncio de los nombres de  Kátia
Abreu, para la cartera de pasta de Agricultura, y de Armando Monteiro, para
el ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior. 

Entre tanto, al contrario de 2002, cuando ya se descontaba una coyuntura
internacional extremadamente favorable a los exportadores de commodities,
donde se incluyó Brasil, el cuadro actual es totalmente inverso. Lo que está
en curso es un ciclo de caída acentuada de precios de los productos
primarios, lo que pone en jaque al propio dinamismo de una economía que,
dado el modelo dominante -refractario al papel regulador del Estado como
planificador e inductor del desarrollo- en mucho depende de la generación de
divisas y de la atracción del capital privado y externo 

En ese contexto, la terapia recesiva de ajuste apenas agrava el cuadro
macroeconómico. Al apuntar como bandido al llamado  “desajuste fiscal”, el
gobierno promueve cortes presupuestarios que afectan el funcionamiento de la
máquina pública y especialmente a las inversiones. Con eso, la tasa de
inversión en la economía -que ya había sufrido una fuerte desaceleración
durante el primer mandato de Dilma, en comparación con el período  a
2010-2014- se desfondó. Se agravó el cuadro recesivo, se derrumbó la
recaudación fiscal -con fuerte elevación de las tasas de interés- aumentó
sustantivamente los gastos financieros de la Unión, con crecimiento de la
deuda bruta y la ampliación del déficit nominal (déficit primario + gastos
con pago de intereses). 

La política de Dilma y e Levy, bajo el pretexto de combatir la inflación y
evitar la pérdida del llamado grado inversor conferido por las agencias de
riesgo, se reveló un total fracaso y agrava la crisis del forma
indiscutible. 

Las medidas promovidas por el gobierno -con el apoyo del sector financiero y
de los medios de prensa dominantes- tiene como objetivo la preservación de
los márgenes de rentabilidad de los sectores rentitas dominantes, bancos y
grandes empresas ancladas en la deuda pública, en tanto se gestan en la
sociedad las condiciones para el avance de reformas al gusto de los
liberales. 

En ese complejo cuadro, la amenaza de impeachment de Dilma adquiere una
enorme funcionalidad a lo que la Operación Lava Jato Revela, fragilizando
todavía más, al gobierno y los partidos que lo sustentan, principalmente al
neoPT.

Un primer ejemplo fue la presentación al país de la Agenda Brasil, un
conjunto de propuestas articulado por João Roberto Marinho (Organizaciones
Globo), Paulo Skaf (FIESP, grandes industriales de Sao Paulo) y Renan
Calheiros, presidente del Senado, con el pretexto de alejar la amenaza de
impeachment, en un momento donde la estabilidad de la presidenta se
encontraba en riesgo. La otra iniciativa, que evidencia lo desbarajuste
macroeconómico producido por Dilma, fue el lanzamiento por el PMDB, del
programa Un Puente para el Futuro, presentado al país por Michael Temer, el
vice de Dilma y el indefectible Moreira Franco. 

Ambas propuestas apuntan a la profundización de las privatizaciones, avance
en los cambios en la reglas de la previsión social, alteraciones en la
legislación laboral, apertura del sector del petróleo del pré-sal, fin de
las vinculaciones presupuestales constitucionales y mayor liberalización
financiera. En fin, la cristalización y agudización del proceso de
debilitamiento del Estado y la consagración plena del proceso liberal
inconcluso. 

En suma, 2015 representó el resultado objetivo de la estrategia lulista de
gobernar sin conflictos con la hegemonía del sector financiero. Con un neoPT
desmoralizado, con buena parte de las direcciones de los movimientos
sociales cooptada y una izquierda que no se rindió muy fragilizada -además
de sus propios errores- la iniciativa más prominente se encuentra en el
campo liberal, una vez más. 

* Paulo Passarinho es economista.

  _____  

 



---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20160101/10e0dfa3/attachment.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa