Palestina/ una inmensa prisión llamada Palestina [José Ernesto Schulman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jun 14 19:30:36 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

14 de junio 2016

Boletín Informativo

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Palestina

Una inmensa prisión llamada Palestina 

La estrategia de encarcelar como modo de dominación

José Ernesto Schulman 

Kaosenlared, 10-6-2016

http://kaosenlared.net/

Si la estrategia de expansión colonial se descubre en las acciones
sistemáticas e integradas que hagan insoportable la vida de los palestinos
en su territorio, como intentamos explicar en el texto sobre la guerra del
agua[1], la estrategia de dominación tiene  uno de sus centros en el
sometimiento de una alta porción de la población palestina a la prisión
política en condiciones extremas (que constituyen tortura en sí misma) y por
largos periodos de tiempo, de modo tal que haya siempre una proporción alta
de la militancia entre rejas con el múltiple efecto imaginado: sobre el
prisionero, su familia, su entorno social y la sociedad palestina toda.

Desde el comienzo de la ocupación israelí del Territorio Palestino en 1967,
más de 750.000 ciudadanos palestinos han sido detenidos. Entre ellos, 15.000
mujeres y decenas de miles de niños.  Desde el año 2000 hasta este día, más
de 85.000 casos de detenciones han sido registrados. Entre ellos más de
10.000 son niños (menores de 18 años) y aproximadamente 1.200 son mujeres,
más de 65 ministros o miembros del Consejo Legislativo Palestino y más de
24.000 bajo detenciones administrativas[1] que pueden renovarse varias
veces.  Durante los últimos cuatro años, ha comenzado a quedar claro que los
niños palestinos son objetivos de detenciones. Se registraron más de 3.755
casos de detenciones a niños, de los cuales 1.266 ocurrieron durante 2014.
Durante el primer trimestre del año en curso, más de 200 casos de
detenciones a niños han sido registrados sin consideración a su edad o
debilidad física y sin atender a sus necesidades básicas. Han sido tratados
duramente, torturados, sus derechos humanitarios básicos negados,
sentenciados y condenados a prisión, multados y confinados en sus hogares.
Más de 95% de los niños liberados de las cárceles aseguran que han sufrido
torturas y maltrato durante el interrogatorio y la detención. Estas acciones
suponen una amenaza real a la niñez palestina y su futuro.

Más de 7000 presos políticos se encuentran aún en las cárceles de la
ocupación israelí.  Entre ellos 478 condenados a cadena perpetua una o
varias veces, 70 mujeres, 104 niños menores de 16 años, 414 niños menores de
18, 715 bajo el régimen de Detención Administrativa, tres miembros del
Consejo Legislativo Palestino, 1500 enfermos de los cuales 80 están en grave
estado de salud, 30 están detenidos desde antes de los Acuerdos de Oslo de
1994, 459 con sentencias de más de veinte años, 16 pasaron más de 25 años en
prisión tal como Karim Younis y  Maher Younis que hace 33 años
ininterrumpidos que están en la cárcel y 65 de ellos siguen en prisión a
pesar de haber cumplido condenas de 20 años..  Los presos políticos
palestinos están distribuidos en 22 cárceles y centros de detención
israelíes, las más destacadas son Nafha, Remon, Asqalan, Beir Sabee,
Hadareem, Jalbou, Shata, Ramlah, Damoun , Hasharoon, Hadarim, Naqab, Ofar y
Majedo.[2]

Nuestra experiencia directa

Durante los días que estuve en Palestina, la cuestión de los presos
políticos se imponía en cada encuentro.  Difícil encontrar algún dirigente
social o político que no haya pasado por alguna forma de encierro y más
difícil que en las entrevistas en los campos de refugiados, las barriadas de
Jerusalén Oriental o los movimientos sociales de Cisjordania no surgieran
referencias muy directas a los presos políticos.

El autor de estas líneas tiene alguna idea de la cuestión.  Tuvo su propia
experiencia de permanencia en un centro clandestino, La Cuarta de Santa Fe,
y una cárcel, Coronda; además durante algunos años, bajo la dictadura,
trabajó como receptor de denuncias en la sede de la Liga de Rosario, en la
mítica Ricardone 74, y en los últimos diez años ha compartido con los
equipos jurídicos de la Liga la participación en decenas de juicios donde ha
escuchado cientos de testimonios sobre los centros y las cárceles de la
dictadura.

Lo primero que debo decir que todo fue rebasado en Palestina.  Por el número
(se calcula que el 40% de los palestinos varones han pasado por la cárcel
desde 1967) y por la perversión industrializada.  Los organismos defensores
de los derechos humanos del pueblo palestino han identificado más de cien
técnicas de tortura.

De ellas nos habló Yacoub Odeh, miembro del Consejo Directivo de Addameer
(la entidad que nos invitó y organizó la gira política por Palestina) quien
pasó diecisiete años en prisión por ser parte de la resistencia a la
ocupación militar de 1967 y quien, por las razones ya explicadas de solo
contar con “permiso de residencia” hace más de siete años que no puede salir
de Jerusalén.

El testimonio de Yacoub Odeh es casi insoportable de receptar:  hasta le
arrancaron el cuero cabelludo y los daños que recibió en las interminables
sesiones de tortura todavía se muestran a flor de piel.  Sin embargo, ni una
sombra de odio hay en su discurso donde abundan reflexiones humanistas y la
convicción de que solo ganando una parte de la sociedad israelí y buena
parte de la opinión publica mundial se podrá encontrar salida a la aparente
encerrona del “conflicto”

En un barrio palestino de la Jerusalén Oriental visitamos la familia de Majd
Barbar; él está preso desde hace quince años acusado de instigar la Segunda
Intifada del 2000.  Tomamos te con su compañera y sus dos hijos, de
dieciséis años el muchacho y de quince años la muchacha.  Ambos vestidos al
modo occidental, estudiantes de una escuela católica que les permite
estudiar a pesar de que ellos son musulmanes no practicantes. La niña no más
que intentó decir algo que se emocionó tanto que salió corriendo de la
habitación donde estábamos. Su madre la disculpa y explica que todavía está
conmovida por un hecho extraordinario: por primera vez en quince años de
encierro de su padre la han dejado darle un abrazo, tocarlo, y sacarse una
foto.  Sería la segunda que tiene con su padre (a dos semanas no se la
habían dado y podría ocurrir que la seguridad estatal decida que la foto es
un peligro para la seguridad de Israel, así de absurdo y perverso es todo),
en la primera ella tenía dos semanas y su padre quince años menos. La madre
cuenta que cuando fue detenido su esposo también detuvieron su hermano y que
en una ocasión, cuando ambos ya tenían meses de detención la llevaron a ella
para torturarla delante de ellos, para quebrar su voluntad de resistir.  Lo
cuenta con la humildad y la naturalidad de quienes han hecho del patriotismo
y la dignidad una opción de vida que no admite opción. Tiene prohibido
trabajar en cualquier empresa israelí, pero ha conseguido empleo en una ONG
de ayuda al pueblo palestino.  Su ilusión es que finalmente su marido salga
(falta muy poco para el cumplimiento de la condena, pero eso no es ninguna
garantía) y se preocupa por el estudio y salud de sus hijos.  Está
particularmente temerosa de que el muchacho se enrede en alguna pelea con
los israelíes que actúan como matones en las calles.  Los escupen y golpean,
amparados en la policía israelí.  El muchacho explica que él se cruza de
calle cuando los ve pero que ellos lo provocan, lo empujan. Se adivina el
conflicto: el muchacho no tiene mucha más paciencia, la madre tiene terror a
que lo encarcelen antes que salga el padre.

En el campo de refugiados de Ramalah, Al Jalazoon, nos encontramos con ese
drama.  Resulta que Murad Nakhla está a punto de salir luego de quince años
de prisión (todos son los presos de la Intifada del 2000, la Segunda
Intifada) y la visita se programó porque en estos casos, los vecinos pintan
murales, tiran luces de colores y todo el barrio se prepara para la
recepción.  Eso lo vimos en el Campo de Refugiados Aída de Belén.  Pero aquí
la fiesta se aguó.  La noche anterior a nuestra visita el Ejercito Israelí
asaltó el Campo y allanó la vivienda de Murad Nakhla para detener a su hijo
de quince años Osaid.  La autoridad militar israelí no proporcionó ninguna
información y se sabe que está en “interrogatorios” donde seguramente será
torturado salvadamente, sin que las sesiones tengan que ser filmadas o
grabadas gracias a la gracia de la Corte Suprema Israelí que desafía la
comunidad internacional y permite la tortura del Ejercito aún contra los
niños.

El clima es tenso, dramático. Nuestro discurso se vuelve inútil. Tonto.

En un momento muy duro en Jerusalén, cuando nosotros repetimos el discurso
de la solidaridad internacional, el muchacho nos preguntó qué podíamos hacer
por su padre y nosotros dijimos que podíamos hacerlo más visible. Que
podíamos protestar ante la embajada de Israel.  El nos preguntó si alguna
acción nuestra podría obligar a Israel a liberar a su padre o algún preso y
cuando le dijimos que no entonces él dijo que no podíamos hacer nada por él.

Seguramente que un análisis fino de la cuestión nos daría la razón y la idea
de la acumulación de críticas y de acciones finalmente traerá algún
resultado, pero creo que el muchacho, igual que aquel otro de Hebrón que
agarró una piedra cuando el soldado le prohibió cruzar la reja para
acompañarme hasta la Mesquita, está al borde de la paciencia, de la
rebelión, aunque no tengan ni plan ni estrategia de victoria.

En el campo Al Jalazoon nos llevan de casa en casa.  Todos tiene familiares
presos o asesinados por el Ejercito.  En todas está la foto de los
compañeros en un sitio de honor.  Las madres de ellos son honradas como
también lo son las madres de mártires y es algo muy profundo en la cultura
palestina, árabe y musulmana.  Recuerdo algunos nombres.  Alí Safí asesinado
por el Ejercito.  Khaled Safi preso desde hace años.

Los israelíes pretenden darle a toda su política de encarcelamiento masivo y
sin causa una pátina de legalidad. Tienen todo un menú de opciones para
encarcelar por que sí a los palestinos pero en todos los casos, fingen una
instancia judicial.  Claro que no se aplican los derechos humanos del
derecho internacional, ni siquiera el derecho que protege las acciones de
guerra o las de las personas que quedan bajo dominio  de un ocupante
militar.  No por casualidad Israel se niega a adherir a la Corte Penal
Internacional y cuestiona toda labor de los organismos internacionales que
sistemáticamente condenan su accionar.   El autoritarismo es tan perverso y
cínico que han llegado a sancionar una ley que prohíbe la huelga de hambre,
casi el único recurso que le quedaba a los presos para manifestarse. En
efecto,  el 30 de de julio de 2015 la Knesset israelí (el parlamento) aprobó
la “Ley para prevenir daños causados por Huelga de Hambre”, que permite la
alimentación forzada de los palestinos en huelga de hambre en cárceles de la
ocupación Israelí quitando el último recurso de ejercer la voluntad para los
presos.

Junto a la abogada de Addameer, Farah Bayadsi, tuvimos la oportunidad de
presenciar un juicio en la Corte Militar de Ramalah, adjunta a la Cárcel de
Ofer.

Llegar al recinto fue toda una travesía. Cruzar una vez y otra y otra vez
los controles militares.  Someterse a los chequeos, presentar una y otra vez
los documentos para finalmente esperar en un patio alambrado el turno para
entrar al momento de la apelación final.  El joven palestino llevaba un año
en prisión, sus padres vinieron de Hebrón y estaban sentados solos en una
pequeña sala.  La acusación era que había tirado una piedra contra un
soldado israelí y eso constituye según el ocupante militar el delito de
agresión a la autoridad y el fiscal pidió dos años y una multa de cuatro mil
new   sheckel (la moneda israelí, aproximadamente unos mil dólares, una suma
importante para la economía palestina) que de no pagarse aumentaba la pena.

La mayoría de los juicios se tramitan como los “juicios abreviados” de
Argentina. La autoridad militar impone la situación de que si no se acepta
la culpa del delito por el cual es acusado, la espera del juicio será mucho
más que la posible condena.  De este modo, toda la discusión es sobre el
monto de la pena y no sobre la inocencia o culpa del acusado.  La mayoría de
los casos se constituyen con el testimonio del soldado o de los Servicios de
Inteligencia como única prueba, suficiente para el “orden jurídico militar”
que por supuesto presupone la credibilidad de la palabra militar y la
falsedad del testimonio del acusado palestino.  El nivel de absoluciones es
mínima y la pena por tirar una piedra oscila entre los dos a los cinco años.

Cinco años por tirar una piedra y pueden ser condenados hasta los niños.

La ley dice que solo pueden ser condenados a los 16 años, pero no prohíbe
apresarlos antes y esperar que cumplan los años necesarios en prisión.

De todo esto hablamos mucho con el encargado de la autoridad palestina para
los asuntos de los presos políticos, un cargo insólito para un funcionario
de gobierno, pero Issa Qaraqa no se amilana y enumera las acciones que su
oficina realiza: desde acciones de esclarecimiento de los derechos que le
corresponden a los presos políticos hasta el sostenimiento de un equipo de
abogados que intenta, en las condiciones más adversas por que la Justicia
Israelí permite el uso de prueba secreta o que los compañeros lleguen al
juicio oral sin haber visto al abogado, quien a su vez conoce la acusación
en el momento mismo de la audiencia oral lo que convierte la labor jurídica
en un burdo remedo del “debido proceso” y demás condiciones que hacen a un
Estado de Derecho, que a todas luces Israel no respeta ni por asomo.

Quisiera terminar esta crónica con la opinión de una periodista israelí,
Amira Hass,  publicada en abril de 2013, ante una seguidilla de detenciones
de palestinos acusados de tirar piedras. . El artículo se titula: La
sintaxis interna de las piedras palestinas y afirma:   “Lanzar piedras es el
derecho y el deber de toda persona sometida a la dominación extranjera.
Lanzar piedras es una acción tanto como una metáfora de la resistencia.
Perseguir a los que arrojan piedras, incluyendo a los de 8 años de edad, es
parte inseparable -aunque no siempre explícita- de los requisitos laborales
del gobernante extranjero; no menos que disparar, torturar, robar tierras,
restringir la libertad de movimiento y asegurar la distribución desigual del
agua.  La violencia de los soldados de 19 años de edad, de sus comandantes
de 45, y de los burócratas, juristas y abogados, es dictada por la realidad.
Su trabajo consiste en proteger los frutos de la violencia intrínseca en la
ocupación extranjera: recursos, lucro,  poder y privilegios. (…) A menudo el
lanzar piedras es producto del aburrimiento, el exceso de hormonas, la
emulación, la jactancia y la competencia. Pero en la sintaxis interna de la
relación entre el ocupante y el ocupado, el lanzamiento de piedras es el
adjetivo que acompaña al sujeto: “Ya hemos tenido suficiente de ustedes,
ocupantes”.

Otro israelí, Guideon Levy,  comentó el texto diciendo  que el comentario de
Hass fue publicado pocos días después que los judíos leyeran la Hagadá
[lectura de Pascua], que relata su historia de liberación, “una lucha que
incluyó calamidades mucho más terribles que las piedras lanzadas contra los
que les negaban la libertad. Generaciones de judíos leen este texto con
temor y asombro, y se lo narran a sus hijos. Pero no están dispuestos a
aplicar la misma regla básica (…) según la cual la resistencia, incluyendo
la resistencia violenta, es el derecho y el deber de toda nación oprimida”;
porque “En la experiencia israelí está profundamente arraigada la idea de
que lo que está permitido al pueblo judío está prohibido a los demás.” Levy
afirma una verdad de Perogrullo, pero a menudo soslayada por los defensores
de Israel: “La única manera de acabar con [la violencia] es poner fin a la
ocupación.”[3]

En una entrevista con Ahmad Attoun, ex preso político y parlamentario por
Hamas de Jerusalén Oriental, hoy expulsado de su vivienda y radicado en
Ramalah, dijo algo parecido: “la etapa actual del movimiento de liberación
nacional palestino es terminar con la ocupación militar, así se podría
discutir democrática y con total libertad el modo de organizar el estado
palestino y el tipo de sociedad que los palestinos quieren para sí”.

Es que lo primero es lo primero y no tengo ninguna duda que en Palestina, lo
primero es terminar con la ocupación militar, causante de todas las
injusticias y desigualdades, de la prisión política y de las políticas de
apartheid que no solo denigran y humillan al pueblo palestino que la sufre,
también denigran y degradan a la parte del pueblo de Israel que las
consiente y aprueba.  Hay otros israelíes que resisten la ocupación y la
fascistización de Israel pero su valiente lucha amerita otra crónica
palestina: la de los que construyen la paz a pesar de todo.

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