Japón/ Fukushima, cinco años después [Chie Matsumoto]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 9 15:52:54 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

9 de marzo 2016

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Japón

Fukushima, cinco años después

Chie Matsumoto

Solidarity

http://www.solidarity-us.or/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Dicen que el tiempo lo cura todo, pero esto no está tan claro para las
personas afectadas por el peor accidente nuclear ocurrido en el mundo. Cinco
años después de producirse la fusión de tres reactores de la central nuclear
de Fukushima Daiichi, por lo menos 100 000 lugareños siguen estando
desplazados; 80 personas se han suicidado tan solo en Fukushima debido a la
pérdida de sus familias, sus bienes y toda esperanza de futuro (dato de
diciembre de 2015, según el ministerio de Reconstrucción y la oficina del
Consejo de Ministros); la contaminación radiactiva sigue expandiéndose y
todos los viernes continúan concentrándose manifestantes de todo Japón y del
extranjero ante la residencia del primer ministro en Tokio para expresar
consignas antinucleares.

El gobierno japonés parece haber olvidado todo lo relacionado con la
limpieza que todavía están llevando a cabo 3 000 trabajadores todos los días
en la central de la Tokyo Electric Power Company (TEPCO) situada a unos 100
kilómetros de la capital.Además ha reactivado una planta que permanecía
apagada en la provincia meridional de Kagoshima y se propone poner de nuevo
en marcha otra que se halla en la prefectura de Fukui, en el norte. Tras el
cambio de gobierno que se produjo apenas seis meses después de la
catástrofe, Japón comenzó a vender tecnología nuclear a Jordania, Vietnam,
Turquía y Sudáfrica, entre otros países, en todos los casos a pesar de las
masivas protestas nacionales. India será el año que viene el primer país que
firme un acuerdo sobre energía nuclear con Japón desde que ocurrió la
catástrofe. Japón ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear de
Naciones Unidas en 1976.

Protestas internas

Muchos japoneses y japonesas se han hecho eco de esas protestas
manifestándose desde el día de la catástrofeen contra de los negocios de
exportación nuclear de Japón, reclamando el fin del uso de la energía
atómica y su sustitución por energías renovables. Han organizado
concentraciones ante el ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI,
según la sigla en inglés), que supervisa la industria nuclear. Hubo madres
que hablaron en esas concentraciones por primera vez en su vida; un grupo de
jóvenes iniciaron una huelga de hambre para exigir la erradicación de las
centrales nucleares. Organizaron una sentada delante del METI yen septiembre
de 2011 levantaron una carpa, que de inmediato se convirtió en el centro del
movimiento nuclear japonés y de todo el mundo. Hubo gente que dormía en la
carpa y desde allí acudía al trabajo; se celebraron conciertos antinucleares
de fin de año delante de la carpa; se organizó la autodefensa contra matones
de ultraderecha que intentaron destruir la carpa. Menos conocida que Occupy
Wall Street, la carpa del METI fue una de las ocupaciones más largas, junto
con la que hubo contra las bases de EE UU en Okinawa.

Ahora los ocupantes de la carpa se enfrentan en los tribunales al
ministerio, que reclama la propiedad del terreno y exige una compensación
por la ocupación durante cinco años. Han perdido en primera instancia y la
instancia superior ha desestimado su recurso. La carpa está en proceso de
desmantelamiento.

La voz de los trabajadores

Aunque debemos seguir adelante con nuestra movilización hasta erradicar el
uso de la energía nuclear, algunos trabajadores de la central consideran que
no se les escucha.“No veo a ningún trabajador de la central en el
movimiento”, ha dicho Ryusuke Umeda, antiguo empleado. A sus 80 años de
edad, Umeda pide a los manifestantes antinucleares que sean conscientes de
las condiciones de trabajo inseguras en el entorno radiactivo de las
centrales nucleares.“Me gustaría que la gente preguntara si se ofrece a los
trabajadores una formación adecuada en materia de salud y seguridad y
supiera en qué entorno están obligados a trabajar”, ha declarado Umeda.
“Sabiendo esto se sentirán todavía más convencidos de la necesidad de
desmantelar todas las centrales nucleares del mundo. Con este fin dedicaré
lo que queda de mi corta vida a convencer a la gente de cuánto urge
conseguirlo.”

Umeda ha presentado una demanda judicial en que exige una indemnización para
los trabajadores. Afirma que ha sufrido un infarto de miocardio y otras
dolencias después de haber trabajado durante 43 días en centrales nucleares
en 1979. Puesto que muchos de estos trabajadores acaban con graves problemas
de salud, en muchos casos no encuentran otro empleo y han de afrontar
gravosos gastos médicos. Umeda también vive de los subsidios del Estado. Su
demanda constituye el primer juicio incoado por un trabajador de una central
nuclear que reclama una indemnización por su afección cardiaca. El Estado ha
reconocido ese mismo problema a las víctimas de la bomba atómica.

Hiroshi Masumoto es otro que ha tenido que vender su casa para pagar sus
facturas médicas y que vive de los subsidios del Estado. De 82 años de edad,
este oriundo de la ciudad de Kitakyushu, del sur de Japón, está conectado a
una bombona de oxígeno para poder respirar. Masumoto, quien controlaba el
nivel de exposición a la radiación de los trabajadores en varias centrales
nucleares, también ha interpuesto una demanda judicial para reclamar una
indemnización.

Según TEPCO, más de 6 000 trabajadores entran y salen todos los días de la
central de Daiichien Fukushima. Unas 300 personas adicionales siguen
descontaminando las zonas de acceso restringido y llenan unos contenedores
negros flexibles de tierra radiactiva para preparar el retorno a casa de los
vecinos desplazados. Miles de estos contenedores están apilados sin que haya
ningún lugar al que llevarlos. Los contratistas generales, sus filiales y
TEPCO están quedándose sin trabajadores; según un reciente reportaje, han
reclutado a extranjeros para los trabajos de limpieza en el interior de la
central de Fukushima y sus alrededores.

He entrevistado a un hombre de Bangladesh en la prefectura de Kanagawa que
aceptó la oferta de trabajo de un agente brasileño para trabajar en la
central. Se subió al camión junto con otros extranjeros, me dijo. La paga
era un 30 % más alta que en las obras de construcción en que estaba
trabajando. Sin embargo, este hombre de 43 años de edad dejó el trabajo al
cabo de pocos días porque “se asustó” por los efectos de la radiación en su
salud. Añadió que si necesitara el dinero, volvería a ese puesto de trabajo.

Relato de un superviviente

Recuerdo la entrevista que mantuve con Tomoya Watanabe el 16 de marzo de
2011 en el gimnasio de un colegio convertido en refugio de emergencia en
Nihonmatsu, en la prefectura de Fukushima. Yo había ido a esta región nevada
a recoger testimonios de la central después de la catástrofe. Ningún
empleado de TEPCO quiso hablar con nosotros por miedo a represalias.
Watanabe fue uno de los poquísimos trabajadores subcontratados que se prestó
a contarnos su experiencia desde que se produjo el terremoto. En el refugio
ayudaba en la cocina para dar de comer a cientos de residentes en Namieque,
como él mismo, habían sido evacuados de su ciudad, situada a tan solo diez
kilómetros de la central de Daiichi.

Watanabe comenzó supervisando a los trabajadores en la central de Daiichi
después de que concluyera su misión en la central de Fukushima Daini y
después en la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa, donde trabajó hasta que
la instalación quedó sometida a una inspección. Me habló del día en que
ocurrió la catástrofe. Como supervisor, no pudo abandonar el lugar hasta
después de asegurarse de que los demás trabajadores habían acudido a un
lugar seguro y confirmó la escala del daño en el interior del edificio
colindante con el reactor. Al percatarse de que era una suerte que siguiera
vivo, se juró que nunca más volvería a esta clase de trabajo.

Medio año después, cuando volví a Fukushima a entrevistarle a él y a otros
trabajadores, Watanabe me contó que había puesto en marcha una pequeña
empresa. Me complació y me animó ver que la catástrofe no le había
desmoralizado, pero cuando me dijo que su empresa reclutaba trabajadores
para destinarlos a centrales nucleares, no pude disimular mi
consternación.“Es la vida”, me dijo en la vivienda temporal en que se
alojaba junto con su familia. “Necesito trabajar.” Watanabe no es el único
que piensa que trabajar en centrales nucleares es su vocación para toda la
vida. Muchos hombres que viven en ciudades que albergan centrales nucleares
reconocen esa dependencia mutua. El año pasado me localizó en Facebook y me
dijo que su empresa se había especializado en la descontaminación de los
alrededores de la central de Fukushima. Al menos su negocio prospera. Desde
que miles de trabajadores comenzaron a volver a la central de Daiichi, el
ministerio de Trabajo solo ha aprobado hasta ahora la indemnización en un
único caso. Esto ocurrió el año pasado; al trabajador en cuestión, de
cuarenta y tantos años de edad, le han diagnosticado leucemia después de
haber estado trabajando en la central de Fukushima durante un año y medio.

La necesidad de sindicarse

Mientras la catástrofe de Fukushima sigue su curso y se precisan miles de
trabajadores para la descontaminación, hemos de exigir medidas adecuadas de
seguridad e higiene, así como concienciar de sus derechos a los
trabajadores, especialmente a los temporales. Activistas sindicales, junto
con un sindicato en Fukushima y un sindicato de trabajadores temporales en
Tokio, han intentado organizar a los trabajadores temporales. Por desgracia,
sus esfuerzos no han dado muchos resultados, pero algunos trabajadores de la
descontaminación se han organizado para negociar el plus de peligrosidad que
no cobran.

Hemos de seguir organizándonos y también de colaborar con nuestros
correligionarios de fuera de Japón para luchar por una sociedad
desnuclearizada. En marzo de este año tendrá lugar un Foro Social Mundial
2016 en Tokio para conmemorar el quinto aniversario de la catástrofe de
Fukushima con el lema de “hacia otro mundo sin centrales nucleares”. Puede
que la herida sea demasiado profunda para que se cure con el tiempo, pero
recordar Fukushima es lo que importa para nuestro futuro.

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