Brasil/ fin del ciclo PT: golpe al corazón de la izquierda latinoamericana [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 11 16:49:56 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

11 de marzo 2016

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germain5 en chasque.net

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Brasil

El fin del ciclo PT

Golpe al corazón de la izquierda latinoamericana 

La crisis que afecta al Partido de los Trabajadores de Brasil tendrá
repercusiones en toda la región latinoamericana, ya que las fuerzas de
izquierda y progresistas siempre se referenciaron en una suerte de “hermano
mayor”, que ahora enfrenta lo que puede ser su fase terminal. 

Raúl Zibechi

Brecha, Montevideo, 11-3-2016

http://brecha.com.uy/

Tarso Genro, uno de los cuadros históricos del Partido de los Trabajadores y
ministro de Justicia en el segundo gobierno de Lula, sostiene que “el ciclo
que llevó al PT al gobierno está agotado” (Folha de São Paulo, domingo 6). Y
agrega que es muy difícil que tenga chances de permanecer en el poder en el
próximo período, porque estamos ante “el fin de un ciclo económico, social y
político de Brasil”.

En días de profunda incertidumbre y de fuerte ofensiva mediática y judicial
contra el principal partido de la izquierda latinoamericana, está resultando
difícil hacer análisis que superen el cortísimo plazo, para vislumbrar el
futuro de esta fuerza política. Genro sostiene que el juez Sergio Moro, que
fue quien ordenó la detención del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva la
semana pasada, se inspira en Carl Schmitt (1888-1985), jurista y filósofo
alemán que colaboró con el régimen nazi. La lógica con que operó la justicia
en este caso consistió en “apuntar primero a una persona y después intentar
producir pruebas contra ella, lo que es un procedimiento de excepción al
margen de la legalidad constitucional que genera un derecho paralelo, una
Constitución paralela”. Todo el sistema judicial está distorsionado, dice
Genro, incluyendo las famosas delaciones premiadas.

El PT y América Latina

En julio de 1990 se reunieron en el hotel Danubio de San Pablo 48 partidos y
organizaciones de América Latina, por invitación del PT, con el objetivo de
“debatir la nueva coyuntura internacional poscaída del muro de Berlín y las
consecuencias de la implantación de políticas neoliberales por parte de la
mayoría de los gobiernos de la región” (forodesaopaulo.org). La propuesta
principal giró en torno a crear una alternativa popular y democrática al
neoliberalismo.

La mesa de aquel primer encuentro lucía una pancarta con el logo del PT y la
mayoría de los asistentes militaban en ese partido. En esos años de
neoliberalismo feroz, el Partido de los Trabajadores de Brasil se convirtió
en el principal referente de las izquierdas latinoamericanas, rasgo que se
acentuaría en los años siguientes.

En 1988 se realizó en Porto Alegre, ciudad gobernada por el petista Olivio
Dutra, la primera experiencia de presupuesto participativo en el mundo. El
proceso fue tan impactante que pronto se irradió hacia otras ciudades, entre
ellas Montevideo y Rosario, al tiempo que una decena de ciudades brasileñas
adoptaban la experiencia, que también tendría traducciones en otros
continentes.

Pero la mayor creación del PT fueron los foros sociales. Con ellos la
estrella roja comenzó a alumbrar no sólo a la región sino al mundo. El
primer foro fue convocado por la Asociación para la Tasación de las
Transacciones Financieras para la Ayuda al Ciudadano (Attac) y el PT, y se
realizó del 25 de diciembre de 2000 al 30 de enero de 2001 en Porto Alegre,
vitrina de lo que podía ser un gobierno de esa fuerza política.

Los siguientes foros fueron un éxito completo. El tercero, en 2003, año en
que Lula se estrenaba como presidente, recibió más de 100 mil personas
provenientes de 156 países, organizó 1.300 seminarios talleres y acogió a
los más importantes pensadores de la izquierda mundial: Noam Chomsky,
Antonio Negri, John Holloway, Eduardo Galeano, entre muchos otros. Pocos
repararon en que una de las siglas que aparecían entre los auspiciantes era
la de Petrobras.

En un clima de euforia colectiva, Lula improvisó un discurso: “Tengo la
nítida noción de cuánto nuestra victoria representa de esperanza no sólo
para Brasil, sino también para la izquierda del mundo entero y sobre todo
para la izquierda en América Latina”. Dijo ser consciente de “la esperanza
que los socialistas del mundo entero depositan en el éxito de nuestro
gobierno” y adelantó que esperaba contribuir “para que otros compañeros
ganen las elecciones en otros países del mundo”.

Las tres experiencias que confluyeron hace apenas una década en Porto Alegre
se marchitaron: el presupuesto participativo se convirtió en una reseca
práctica burocrática, los foros sociales se vaciaron, cooptados por las
grandes Ong, y el gobierno del PT naufraga en la incertidumbre. Debe
recordarse que esas tres experiencias merecieron tesis y libros, fueron
motivo de extensas reflexiones en el seno de una izquierda que, una década y
poco después de la caída del socialismo real, acariciaba el retorno de los
buenos tiempos. Sólo el zapatismo se mantuvo al margen.

Izquierda y Estado de excepción

“Si el Estado de derecho ya venía sufriendo las vicisitudes de la actual
crisis política por la innegable conducta parcial y sesgada de la justicia
contra los pobres, contra los negros, contra las mujeres y otras minorías,
con la operación Lava Jato la violación del Estado de derecho se eleva al
estatuto de estado de excepción judicial. Este estado se configura por la
violación sistemática y políticamente orientada de derechos y garantías
individuales plasmados en la Constitución y las leyes”, escribe el sociólogo
Aldo Fornazieri (Jornal Ggn, lunes 7).

Al igual que Giorgio Agamben y Hannah Arendt, quienes sostienen que el
nazismo fue un punto de inflexión en la utilización de la legalidad estatal
de excepción para la construcción de un régimen autoritario, Fornazieri
sostiene que en Brasil se ha instalado una “dictadura judicial”.

Sin embargo, quienes defienden a Lula y al PT no tomaron en cuenta por lo
menos tres cuestiones.

La primera es que en las décadas durante las cuales los negros y los pobres,
y de modo muy particular los habitantes de las favelas, fueron
sistemáticamente hostigados, asesinados y desaparecidos por la Policía
Militar y ninguneados por la justicia, los dirigentes del PT miraron para
otro lado o fueron cómplices de esos hechos. Un solo ejemplo. En febrero de
2015 la Policía Militar de Salvador (Bahía) mató a 15 jóvenes negros pobres,
siendo muy cuestionada por los organismos de derechos humanos. El gobernador
Rui Costa, del PT, declaró a los medios: “La policía tiene que decidir en
cada momento, tener la frialdad y la calma necesarias para tomar la decisión
acertada. Es como el artillero frente al gol que intenta decidir, en
segundos, cómo va a disparar frente a la portería. Después de que la jugada
termina, si fue un golazo, todos los hinchas lo van a aplaudir” (Carta
Capital, 9-II-15).

En los años de Lula y Dilma la muerte violenta de negros se disparó casi un
40 por ciento.

La segunda es lo que sostiene Luciana Genro, hija de Tarso y miembro de la
Dirección Nacional del Partido Socialismo y Libertad, con base en la
delación premiada de Delcídio Amaral (senador y ex jefe de bancada del PT):
“Es lamentable que un líder histórico como Lula haya dejado de ser del
pueblo para aliarse con las elites, gobernar con ellas y recibir por eso
mismo cuantiosas comisiones y regalos” (Viento Sur, sábado 5).

Nadie puede negar que el PT y Lula establecieron relaciones carnales con el
gran empresariado brasileño, en particular con las constructoras a las que
les abrieron mercados y defendieron cada vez que enfrentaron problemas, como
sucedió cuando Odebrecht fue expulsada de Ecuador por el presidente Rafael
Correa.

Finalmente, el PT y el conjunto de la izquierda brasileña no parecen en
condiciones de afrontar ni de enfrentar el “estado de excepción permanente”
que denuncian. Según Agamben, “el totalitarismo moderno puede ser definido
como la instauración, a través del estado de excepción, de una guerra civil
legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios
políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón
resultan no integrables en el sistema político”.(1)

Este es el talón de Aquiles del lulismo: no tiene la fuerza moral necesaria
para enfrentar la ofensiva de las derechas porque no defendió, cuando debía
hacerlo, a las víctimas del mismo sistema que ahora lo condena.

Nota 

1) Estado de excepción, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2004, pág 25.

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