Memoria/Italia/ la experiencia partisana: historia inspiradora de una política alternativa [Valerio Rominelli - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 13 22:55:31 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

13 de marzo 2016

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Memoria/Italia

Entrevista al historiador Valerio Romanelli

¿Podemos ir más allá del modelo de los partidos políticos? 

Política partisana contra política de partido

El historiador italiano Valerio Romitelli encuentra en la experiencia
partisana la historia inspiradora de una experimentación política
alternativa.  

Amador Fernández-Savater  

eldiario.es, Madrid, 11-1-2-2015

http://www.eldiario.es/

Traducción del italiano Álvaro García-Ormaechea y Steven Fort

¿Podemos ir más allá del modelo de los partidos políticos? ¿Salir de las
pretensiones de hegemonismo de las que toda organización con forma de
partido está inevitablemente poseída? El historiador Valerio Romitelli
encuentra en la lucha de las bandas partisanas italianas la historia
inspiradora de una experimentación política alternativa. Es la tesis
fundamental de su último libro, La felicidad de los partisanos y la nuestra.
Organizarse en bandas (La felicità dei partigiani e la nostra. Organizzari
en bande), publicado en Italia por la editorial napolitana Cronopio). 

Es un libro precioso, que se acerca a la historia partisana como si fuera un
depósito de energía que se tratase de liberar para agitar con ella el
presente. Por un lado, mediante un trabajo minucioso de desmontaje de todos
los estereotipos que codifican la memoria y sepultan su energía. Por otro,
enlazando la experiencia partisana con las búsquedas actuales de una
política de emancipación que escape de las lógicas de centralización y
representación de los partidos, que ya han mostrado suficientemente sus
límites para transformar la realidad. 

La felicidad de los partisanos es la felicidad de los pioneros, de los
inventores, de quienes crean modos propios de reapropiarse de su destino,
incluso en medio de las peores condiciones. Si queremos salir hoy de la
tristeza política, es decir de la impotencia para cambiar la realidad y a
nosotros mismos con herramientas obsoletas, necesitamos encontrar empuje,
aliento e inspiración en otro imaginario de referencia. En una historia
hecha de intensidades y no de puros signos. Aquí se inscribe la historia de
los partisanos de Romitelli. 

Valerio Romitelli (Bolonia, 1948)  es profesor de historia de los
movimientos sociales y los partidos políticos en la Universidad de Bolonia.
Ha fundado el Grupo de Investigación de Etnografía del Pensamiento (GREP)
que desarrolla trabajos de investigación en lugares cruciales de la sociedad
como fábricas, escuelas o servicios sociales, recogiendo y dando valor a las
propias palabras y pensamientos de quienes los habitan. Entre sus últimas
publicaciones, señalamos Storie di politica e di potere (2004) y L'amore
della politica. Pensieri, passioni e corpi nel disordine mondiale (2014).
Sobre la experiencia de los partisanos italianos, ha publicado también
L'odio per i partigiani. Come e perché contrastarlo, en 2008.

Memoria viva y memoria muerta

1- Lo que te pediría en primer lugar son algunas coordenadas generales de la
experiencia partisana, para situar al lector español menos informado.

Valerio Romitelli. Cuando se habla de los partisanos italianos, estamos
hablando de cerca de 200.000 jóvenes, en su momento de máxima expansión, que
por iniciativa propia, durante unos 20 meses, entre septiembre de 1943 y
abril de 1945, se constituyeron en bandas armadas (más o menos coordinadas
pero también con fracturas entre ellas, o bien aisladas) con el objetivo de
combatir al ocupante nazi y a los colaboracionistas de la República de Salò.


Fue un fenómeno que afectó sobre todo al norte y al centro-norte de Italia,
en la medida en que a partir del verano del 43 los aliados angloamericanos,
después de desembarcar en Sicilia, comenzaron a ascender por la península,
si bien de una forma tan discontinua y dificultosa que Roma, por ejemplo,
sólo fue liberada en la primavera del año siguiente. Todo terminará
alrededor del 25 de abril de 1945, con la victoria política de los
partisanos, que lograron salvar la imagen de Italia, antes fascista, ante
los ojos del mundo. 

Sin embargo, los partisanos serán derrotados en el proceso de reconstrucción
del nuevo Estado republicano, que los excluirá de la vida pública. La
construcción de la República, que sucedió a una monarquía que se había
comprometido con el fascismo, será de hecho gestionada por los pactos entre
los nuevos partidos y las superpotencias vencedoras, todos de acuerdo en
asignar al Vaticano una importancia que nunca había tenido en la historia de
nuestro país. 

2- Lo primero que sorprende al leer tu libro es descubrir la cantidad de
estereotipos que conforman nuestra imagen de la experiencia partisana: ni se
autodenominaba “resistencia”, ni era un fenómeno puramente militar y ¡ni
siquiera tenía como himno la famosa Bella Ciao! Te quería preguntar qué tipo
de percepción fabrican estos estereotipos de la experiencia partisana, a qué
relatos obedecen, de dónde vienen.

Valerio Romitelli.  Los partisanos italianos nacen en el vacío de poder
abierto tras el 8 de septiembre de 1943, cuando se disuelve el gobierno
Badoglio, que trataba de firmar un armisticio con los aliados, y se
constituye el régimen colaboracionista de la República de Salò, con
Mussolini al frente pero bajo el control absoluto de los nazis. Los
partisanos no tenían, pues, nada que defender y lo tenían todo por
reinventar. 

Si se estudian las “fuentes de abajo” (periódicos, manifiestos, diarios,
cartas, etc.), vemos muy claramente que no emplearon nunca la palabra
“resistencia”, a no ser que fuera para aludir a una simple táctica bélica.
Los partisanos se definían más bien como “rebeldes”, “revolucionarios” y,
sí, también como “patriotas”, pero en un sentido totalmente nuevo,
radicalmente antifascista, contra el resurgir de cualquier residuo del
fascismo. Y el reclamo a la patria implicaba también no esperar a que fuera
la invasión aliada la que decidiera los destinos de nuestro país. Razón por
la cual se produjeron importantes desencuentros entre partisanos y aliados
(cuyos bombardeos provocaron, en la Italia de entonces, ¡más muertos que los
de la propia Wehrmacht!).

Para entender situaciones políticas tan singulares como la de los partisanos
italianos, considero este aspecto metodológico de crucial importancia:  hay
que partir siempre de las palabras empleadas por los propios protagonistas.
En caso contrario, se termina por anular la singularidad de estas
situaciones de ruptura, decisivamente innovadoras, reduciéndolas a
acontecimientos equivalentes e intercambiables. Y esto es lo que se ha
querido hacer al homologar el fenómeno de los partisanos italianos a simples
variantes de la resistencia europea al nazi-fascismo. 

Es justo lo mismo que, con la guerra ya terminada, querían los aliados y los
partidos renacientes bajo su vencedora ala protectora. Para ello se ocultó
la gran diferencia que existía entre la Italia completamente renovada por la
que habían luchado los partisanos y la Italia que efectivamente surgió del
final de la guerra: una Italia que, si bien ya no era monárquica, reciclaba
a muchos ex-fascistas en todas las instituciones del Estado, asumía un
Vaticano más fuerte que nunca, mostraba una sumisión extrema a la influencia
norteamericana, crecía económicamente pero al precio de una subordinación
política completa, etc. La guerra partisana no fue simplemente militar, sino
que también fue una guerra  política para la renovación del país. 

Hoy en día, todo esto queda cancelado cada vez que se entona la famosa
“Bella ciao!”, que ningún partisano cantó ni siquiera en sueños, pues el
tema se compuso después de que su experiencia hubiera terminado.

3- Otro de los clichés o “ideas recibidas” que tenemos sobre la experiencia
partisana es que se trataba de un movimiento organizado y dirigido por los
partidos políticos, en particular por el Partido Comunista Italiano.

Valerio Romitelli.  Allá por 1943 en Italia los partidos antifascistas, que
habían sobrevivido a veinte años de fascismo, se demuestran políticamente
incapaces tanto de destruir el régimen (que se deshace solo) como de
emprender cualquier cosa en el vacío político que el 8 de septiembre trae
consigo. Lo único que consiguen hacer es participar en parte en el gran
movimiento de formación de bandas de partisanos, un movimiento que, cierto,
es en un primer momento espontáneo, pero que inmediatamente se estructura y
se organiza de un modo completamente singular y diverso. De hecho, muchas
bandas son muy pronto del todo o en parte apartidistas -o lo serán después-,
o bien incluyen a partisanos de distinta orientación política. 

Este aspecto se borra en los homenajes a los partisanos que en realidad sólo
pretenden celebrar a los partidos en tanto que verdaderos protagonistas del
renacimiento republicano y post-fascista del país. Y de ese modo nace la
fábula según la cual los partisanos no habrían sido otra cosa que el brazo
armado de los partidos, mientras que estos últimos habrían sido siempre los
mismos, antes, durante y después del fascismo, y también hoy: siempre los
únicos custodios de los italianos buenos, celosos de la democracia. ¡Se
comprende qué beneficio consensual sacan de esta fábula también los
politicastros actuales! 

Nada de esto es cierto: los partidos antes del fascismo eran algo
completamente distinto a los partidos después del fascismo. Los primeros
eran autóctonos, mientras que los segundos estaban condicionados del todo
por los juegos diplomáticos de las superpotencias vencedoras, y se
convirtieron luego, a partir de 1992 más o menos, en meras marionetas
movidas por los medios de comunicación y los sondeos de opinión,
completamente al servicio del “mercado”. 

En cambio, si partimos de que los que cambiaron el destino de nuestro país
durante la Segunda Guerra Mundial fueron las bandas partisanas, podremos
repensar de manera distinta toda nuestra historia más reciente.

4- Rescatar la singularidad de la experiencia partisana es uno de los
objetivos más valiosos y preciosos de tu trabajo. Tal y como explicas, esta
singularidad corre el riesgo de verse anulada por dos tipos de miradas. En
primer lugar, está la mirada que minusvalora la experiencia partisana
calificándola de explosión espontánea, puramente emocional, necesariamente
pasajera, pre-política o políticamente inmadura, etc. En segundo lugar, está
la mirada “evolutivo-lineal” que encaja a los partisanos en una historia
política (la del Partido Comunista Italiano) que nos impide captar la
discontinuidad que introducen, la novedad que aportan. En los dos casos, la
experiencia partisana resulta devaluada: sólo tiene valor en función de -o
subordinada a- la experiencia de los partidos. Perdemos así el contacto con
su potencial singular: lo que nos puede decir, lo que podemos aprender de
ella, lo que puede aún inspirarnos.

Valerio Romitelli.  En un libro anterior  (El amor de la política.
Pensamiento, pasiones y cuerpos en el desorden mundial, 2014) propuse tratar
de entender cuándo y cómo la política funciona de forma  experimental, es
decir, de manera completamente distinta al modo conservador y al modo
reaccionario. Para ello, resulta esencial entender cuáles son los “cuerpos
organizados” que se ponen a prueba haciendo política. Los partidos modernos
(nacidos a partir del modelo socialdemócrata entre los siglos XIX y XX,
primero, y del bolchevique vencedor del Octubre de 1917 en Rusia, después)
aparecen entonces como grandes figuras de la época, alternativas a la
Iglesia, a los ejércitos, a los Estados, a la empresas, a los bancos, etc.
Para bien o para mal, los partidos son las figuras protagonistas del siglo
pasado: los laboratorios políticos de masas. 

Pero al igual que sucede con toda experimentación científica o artística,
tampoco la política es constante, sino cíclica: funciona por secuencias. Las
figuras que protagonizarán la secuencia política 1943-45 en Italia son las
bandas partisanas y no los partidos. La experiencia que hicieron los
partisanos no era pre-política con respecto a la de los partidos, sino la
experiencia de  otra política. Profundamente innovadora. Lo que yo propongo
entonces es pensar la experiencia partisana  en interioridad. ¿Qué significa
esto? Trabajar por rescatar la materialidad de la experiencia (lo que
dijeron e hicieron los partisanos, cómo se organizaron y combatieron), en
lugar de considerarla simplemente como un  espíritu a homenajear. Es decir,
construir un recuerdo  materialista, no retórico ni mitológico, de la lucha
partisana. Sólo de ese modo podemos tener una memoria vivo en el presente. 

La felicidad de los partisanos

5- Para ti, la experiencia partisana no es una “reacción automática” a la
situación de guerra, ni los partisanos eran simplemente mártires de una
causa que se sacrificaron por un deber moral. Por el contrario, describes la
experiencia partisana como una experiencia de felicidad colectiva. Ni
obligación ni necesidad, sino deseo y felicidad. Se trata de algo muy
sorprendente, dadas las circunstancias en las que actuaron. ¿En qué consiste
esa felicidad del partisano, de dónde viene?

Valerio Romitelli. Para celebrar a los partisanos como figuras sin un legado
singular siempre se los ha presentado como muertos heroicos, como víctimas,
como personajes tristes de una historia trágica y cerrada para siempre. Y es
cierto que los partisanos, como guerrilleros que fueron, sufrieron de un
modo hoy impensable. Actualmente, gozamos todavía (aunque cada vez menos)
del   bienestar  que nos trajeron los “treinta años gloriosos” de la larga
posguerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, un bienestar semejante no era
ni tan siquiera imaginable. Sin embargo, hoy en día   somos políticamente
infelices:  no logramos, en tanto que gente común, decidir nada de cuanto
condiciona nuestros destinos. En cambio, los partisanos, aun sufriendo todas
las penalidades, aun inmolándose a menudo en acciones al límite del
suicidio,  eran   políticamente del todo felices.  Su dicha consistía en
decidir el propio destino,  y con él el de todo el país. No es ninguna
fantasía mía. Lo dicen sus memorias. Lo dicen los grandes escritores que
fueron partisanos, tales como Meneghello o Fenoglio. Lo decían sus escritos
en los muros, sus pasquines, sus documentos.

Eran felices y llevaron a cabo una experimentación política feliz, es decir,
lograda. Sus modos de organizarse y de combatir fueron un éxito completo, si
tenemos en cuenta lo que por encima de todo se proponían: echar a los nazis,
vencer a los colaboracionistas de Salò, dejar un ejemplo difícilmente
igualable sobre cómo se puede renovar políticamente un país entero, aun
siendo una minoría, aun siendo sólo un puñado de jóvenes.

El que lo que siguiera a su experiencia no haya sido una historia tan feliz
no quita nada al hecho de que al releer hoy su gesta como se debe,   en
interioridad, podamos vernos empujados a intentar análogas experiencias.

6- Le das mucha importancia en el libro a una frase muy bella de Ada
Gobetti, periodista y partisana ella misma: “la amistad era la clave de la
batalla partisana”. ¿Puedes explicarnos la razón?

Valerio Romitelli. Existe toda una tradición de pensamiento, a la que los
mismos marxistas le hacen a veces demasiadas concesiones, que sitúa el odio
y el conflicto como prioridad de la política. Yo cuestiono ese primado. Lo
que sostengo al contrario es, por decirlo brevemente, que para hacer
cualquier guerra, primero se necesita dotarse de un ejército: es decir, que
antes de entrar en cualquier tipo de conflicto, si no se quiere sucumbir
inmediatamente, hay que prepararse y, por tanto, hacer amigos, unirse y
organizarse en un cuerpo colectivo, capaz también de hacer frente a las
derrotas. El caso de los partisanos italianos es particularmente
instructivo. El que pretendía combatir a los nazis aisladamente o mal
organizado estaba abocado a desaparecer rápidamente y sin dejar rastro. De
donde se deduce que la amistad, el amor estrechamente compartido por la
misma causa, es la condición prioritaria de cualquier experiencia política
(que implica también, por supuesto, el odio y el conflicto).

Política partisana y política de partido

7- Afirmas que los microcuerpos de las bandas partisanas hicieron una
experimentación alternativa a la del partido. ¿En qué consiste esta
distinción entre la “política de partido” y la “política partisana”?

Valerio Romitelli. La “política partisana” fue una política   experimental:
excluía la discusión en términos ideológicos (regímenes, sistemas o modelos
buenos o malos) para pensar exclusivamente en   cómo organizarse en el
presente, en las condiciones existentes en la situación presente. 

Se trataba pues de una política completamente   interna a la situación, al
territorio y a la población. Es decir, no derivaba su acción de los cálculos
politiqueros o de los juegos diplomáticos, ni tampoco estaba subordinada a
las potencias extranjeras (como era el caso del PCI con respecto a la URSS),
sino que desarrollaba una estrategia autodeterminada, que se fundaba
solamente sobre las propias fuerzas, y se pensaba y decidía sobre el
terreno. 

Diversidad, adecuación a circunstancias cambiantes, movilidad espacial y
cultural, flexibilidad y adecuación a objetivos, apoyo de la población
local, coraje para inventar un modo propio de estar... son otras claves
fundamentales de la política partisana, heterogéneas a la política de
partido. 

Al acabar la guerra, se construyeron partidos  a partir de las bandas
partisanas. El PCI no sólo instrumentalizó la experiencia partisana, sino
que lo hizo  sin acoger casi ninguna de las expectativas de renovación
radical de Italia que habían motivado a los propios partisanos. En la
posguerra, el PCI será el mayor partido comunista dentro de un país
capitalista, pero su acción, casi siempre burocrática, equívoca y a fin de
cuentas dimisionaria, no se recuperará ya de este pecado original de haberse
apropiado indebidamente de la herencia partisana.

8- Según explicas en el libro, los partidos han cambiado radicalmente, pero
la experiencia partisana podría tener hoy una actualidad para vivificar
nuestra idea y práctica de la política. Es decir, para salir de la
infelicidad presente. ¿En qué sentido, cómo lo piensas?

Valerio Romitelli.  Dada la complejidad de la pregunta, responderé en estilo
telegráfico. Tanto los gobiernos como los partidos mayoritarios o de
oposición, a día de hoy, no experimentan ya nada que no sea aquello que les
impone el “mercado”, es decir, los bancos y los lobbys que los sostienen.
Derecha e izquierda convergen cada vez más hacia aquel centro cuyo corazón
late al ritmo de las reformas prescritas por el neoliberalismo. Más a la
derecha y más a la izquierda queda muy poco, aparte de los sentimientos
anacrónicos, el oscuro y ancestral odio racial o el mucho más respetable,
pero en todo caso ineficaz, llanto por los viejos temas de los partidos de
los tiempos del Estado del bienestar. Por lo tanto, vivimos en una situación
en la que la política   ya no tiene organizaciones propias. 

El problema de cómo reorganizarse políticamente para dar cuerpo a políticas
universalistas —las únicas dignas de ser calificadas, precisamente, como
políticas— está, por lo tanto, abierto. ¿Cómo afrontarlo? Cada solución
posible hay que buscarla, pienso yo,   a distancia del Estado.  El Estado de
bienestar ha sido suplantado hoy casi en todas partes por el “Estado
securitario” (que es el único que les gusta a los “mercados”, siempre al
acecho de lugares donde hacer inversiones “seguras”): implicarse con los
poderes de semejantes Estados con la idea de que así mejoramos sus políticas
sólo puede llevar al perfeccionamiento de las medidas de seguridad. Medidas
que son siempre exactamente lo contrario de aquello que habían sido las
medidas universalistas del Estado del bienestar. 

Tratar de hacer política a distancia del Estado significa intentar hacer
política sin partido, prescindir de los ritos electorales, pero también de
la idea de corregir las injusticias a través del derecho y sus tribunales,
etc. Una vez que el horizonte político ha sido despejado de Estado y de los
partidos no queda ya nada más que lo social, siempre ambivalente, impuro,
sucio, incierto, bastardo. Pero es aquí donde debemos sumergirnos para
tratar de construir alternativas a las actuales políticas neoliberales. Y,
sobre todo, debemos sumergirnos en el nuevo entorno social que se está
formando en Europa pero también en otros lugares: allí donde los ciudadanos
son sólo un componente al lado de aquellas poblaciones de extranjeros que,
aunque siempre minoritarias, están destinadas a cambiar radicalmente el
rostro de muchos países.

Por esta razón, una experiencia como la de los partisanos italianos puede
tener todavía algo que enseñarnos. Porque sus bandas se constituyeron,
duraron e hicieron una política capaz de transformar los destinos de nuestro
país, una política distinta de la de los partidos y experimentada en
completa ausencia de cualquier Estado al que hacer referencia. 

La experiencia partisana y el presente

9- ¿Persiste como recuerdo vivo, inspirador, la experiencia partisana en
Italia? ¿Podrías darnos ejemplos de “reactualizaciones” de su memoria y
ejemplo que te parezcan interesantes? 

Valerio Romitelli.  A partir de la posguerra y en adelante, los grupos que
en Italia más se han inspirado de forma declarada en la experiencia
partisana han sido las Brigadas Rojas, cuyo terrorismo entre los años 70 y
80 fue políticamente desastroso. Aquello que más les gustaba a los
brigadistas de los partisanos era el hecho de que la suya era una lucha
armada. El gran error de los brigadistas fue no entender la profunda
diferencia que hay entre hacer política en tiempo de guerra, como era el
caso entre el 43 y el 45, y hacer política en tiempo de paz, como entre los
años 70 y los 80, o como hoy en Europa, por lo menos. Todavía hoy, muchos
militantes “antagonistas”, lectores de Michel Foucault, en particular de su
seminario de 1976, insisten en considerar esta distinción paz/guerra como
ficticia, pero para mí sigue siendo fundamental. 

Aquello que a mí me interesa de la experiencia de los partisanos es que
estos, sin tener ningún apoyo institucional o mediático, no siendo más que
una minoría ínfima, padeciendo condiciones tremendas,  lograban ganarse la
simpatía y el apoyo activo de las poblaciones allí donde operaban. Por mucho
que este sea un dato siempre disputado por la literatura de derechas, me
parece evidente que sin estos apoyos la experiencia de los partisanos no
habría nunca podido crecer, durar ni extenderse de la forma en que lo hizo.

10- En este sentido de entrar en contacto con las poblaciones, y no de
representarlas como pretende cualquier vanguardia, dices que la experiencia
partisana podría inspirar “nuevos cuerpos colectivos” capaces de “pensar un
pensamiento”. ¿Podrías desarrollar esto?

Valerio Romitelli.  Hoy en día, para tratar de organizar nuevas políticas
alternativas, sostengo que es imprescindible hacer investigaciones entre las
poblaciones que más sufren las políticas capitalistas. Sólo así se puede
saber cuáles podrían ser los objetivos, las reivindicaciones más adecuadas
para unir a estas poblaciones, que actualmente se encuentran muy divididas y
dispersas, también por culpa del colapso de la credibilidad sufrida por las
organizaciones tradicionales comunistas o, más en general, “de clase”. 

Es decir, se trata de “pensar el pensamiento” de las poblaciones explotadas
y oprimidas. Sin presuponer ningún “sujeto político” ni “antagonismo
esencial” alguno (como ocurre en las teoría de las “multitudes” de Toni
Negri y los post-obreristas), sino sólo el hecho de que tales poblaciones
piensan una realidad, la suya, que le resulta extraña también a quien hace
la investigación, al menos hasta el momento de hacerla. Por lo tanto, se
trata de entender, con los métodos adecuados, sus palabras y de usar las
fuentes indispensables para la elaboración de cualquier política
alternativa. Hoy en día, entre los movimientos alternativos y antagonistas
en Italia no faltan tentativas de este tipo investigación: existen grupos de
jóvenes antropólogos comprometidos que hacen investigaciones muy
interesantes, por ejemplo. 

Por mucho que los partisanos no hubieran estudiado para adquirir esta
capacidad etnográfica, por así decirlo, está claro que fueron las singulares
circunstancias de aquel momento las que los instruyeron rápidamente. Por
este motivo he sostenido que los partisanos fueron capaces de “pensar un
pensamiento” -que es una fórmula que surge del trabajo que llevo a cabo con
el Grupo de Investigaciones Etnografía del Pensamiento, GREP. 

11- Fuerzas oscuras del presente (narco, mafia, redes terroristas como
Al-Qaeda) se organizan de alguna manera hoy también “en bandas” (de forma
autónoma, descentralizada, flexible, móvil, sin referencia a partidos o
Estados). ¿Cuál sería ahí el valor específico que podría tener la
inspiración de la experiencia partisana?

Valerio Romitelli. Ciertamente, hablar bien hoy en día del concepto de
bandas puede resultar escandaloso. Pero incluso dejando a un lado los casos
del Daesh o de Al-Quaeda, a cuya existencia parece que ya no hay duda de que
han contribuido más o menos directamente los servicios secretos
occidentales, se puede decir que muchas de las bandas criminales que hay
dispersas por el mundo se ven favorecidas, más que obstaculizadas, por la
conversión del Estado de bienestar en “Estado securitario”. De hecho, tal
conversión ha creado en el interior de lo social “tierras de nadie” donde la
lucha por la supervivencia es siempre dura y violenta. No creo, sin embargo,
que para hacer frente a este fenómeno tenga sentido reivindicar
intervenciones por parte de Estados que funcionan más como parte del
problema que como solución.

Por lo demás, cada política tiene sus propios riesgos. Algunas bandas
criminales, como por ejemplo en Centroamérica, pero también en África y en
otros lugares, no son sino la degeneración de bandas que en su día fueron
políticas, como lo fueron en su día los partisanos italianos. El peligro de
que estas últimas, una vez alcanzada la paz, degenerasen en simple
bandidismo (cosa que sucedió en algunos casos muy esporádicos) fue una de
las razones por las cuales los partidos, con el comunista a la cabeza,
consideraron imprescindible su disolución después de la primavera del 45. 

Por lo tanto, organizarse en bandas puede tener las consecuencias más
diversas. Lo que más me interesa a mí de esta categoría es que nos permite
pensar en una multiplicidad de micro-cuerpos políticos, alejados de las
pretensiones de hegemonismo de las que toda organización con forma de
partido está inevitablemente poseída. Y dado el nivel de corrupción que
afecta hoy a casi cualquier partido y Estado en el mundo entero, se puede
decir que el peligro de degenerar en la criminalidad debería obsesionar
también al que considera posible hacer políticas alternativas dentro de
marcos totalmente legales.

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