Medio Oriente/ las fronteras al rojo vivo [Rashid Khalidi - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 26 17:48:41 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

26 de marzo 2016

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Medio Oriente

Entrevista con Rashid Khalidi

Las fronteras del Medio Oriente al rojo vivo

Joseph Confavreux 

Mediapart 

https://www.mediapart.fr/

A l´encontre

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur 

http://www.vientosur.info/

Justo cien años después de los acuerdos secretos Sykes-Picot, por medio de
los cuales las potencias imperiales redibujaron el mapa del Medio Oriente
sobre los escombros del Imperio otomano, la cuestión de las fronteras
raramente ha estado candente en la región.

La organización del Estado Islámico pone en escena, en su propaganda, la
destrucción de la línea de demarcación entre Irak y Siria, dos Estados que
podrían desaparecer en sus límites y composición actuales. Los kurdos, ya en
gran medida autónomos en Irak y en Siria, aspiran cada vez más abiertamente
a un Estado-nación, algo inaceptable para Turquía. Algunos juzgan que la
lucha contra Daesh pasará inevitablemente por el reconocimiento de una
entidad autónoma para los sunitas de Irak. Algunos soñadores esperan aún una
confederación de los pueblos árabes hoy desunidos, aunque ésta supondría una
democratización profunda de estados marcados por el autoritarismo y el
clientelismo. En cuanto a la perspectiva de un Estado palestino viable,
pocas veces ha aparecido como tan lejana…

El historiador norteamericano de origen palestino Rashid Khalidi observa
Medio Oriente con el saber del historiador y la inquietud lúcida de un
hombre situado entre varias culturas, en un momento en que los adeptos a una
“guerra de civilizaciones” entre Oriente y Occidente no dejan de ganar
terreno.

Dirige el departamento de historia de la universidad de Columbia y es
titular de la cátedra creada por Edward Said de estudios árabes modernos.
Tiene publicado en español  La reafirmación del imperio: Estados Unidos y la
aventura occidental en Oriente Próximo, La Catarata, 2004. ISBN
978-84831-9186-6. En francés, Palestine, histoire d’un État introuvable
(Actes Sud, 2007), L’Empire aveuglé. Les États-Unis et le Moyen-Orient
(Actes Sud, 2004) y L’Identité palestinienne (La Fabrique, 2003).

Estaba el lunes 14 de marzo en el MuCEM (Museo de las civilizaciones de
Europa y el Mediterráneo) en Marsella, para un ciclo de conferencias de
Pensées du Monde, consagrado este año al “futuro de las fronteras”, ciclo en
el que participa Mediapart.

-¿Cuáles son las consecuencias actuales de la forma en que las fronteras del
Medio Oriente fueron dibujadas durante la Primera Guerra Mundial, cuando la
organización Estado Islámico ha centrado una parte de su propaganda en la
desaparición de esas “fronteras artificiales”? 

Daesh ha transformado los acuerdos secretos firmados hace ahora un siglo, en
1916, por el británico Mark Sykes y el francés François Georges-Picot, en
una cuestión política candente y contemporánea, como se ha visto en varios
vídeos en los que el Estado Islámico ponía en escena la destrucción de
puestos fronterizos entre Siria e Irak, una demarcación resultado de esos
acuerdos.

Pero más allá de la actualidad, ligada a la acción de Daesh, de esta
cuestión de las fronteras, el hecho de que los contornos de los países del
Medio Oriente hayan sido creados por decisiones tomadas por potencias
imperiales atormenta al mundo árabe desde hace un siglo.

Tanto más en la medida que los ejemplos de Irán o de Turquía, que han
logrado construir poderosos Estados-naciones resistiendo a las voluntades
imperialistas de dividir sus territorios -puesto que Gran Bretaña había
prometido a los armenios y a los kurdos un Estado autónomo durante la
Primera Guerra Mundial- actúa, por contraste, como un recordatorio constante
de la división y de la debilidad de los árabes.

El desprecio por la voluntad de los pueblos presentes en lo que era entonces
el Imperio otomano no solo ha alimentado la hostilidad nacionalista respecto
a las potencias imperiales, sino también la desconfianza respecto a las
élites árabes seducidas por los modelos británico o francés de democracia
liberal, ya sea en el marco de una República o de una monarquía
parlamentaria.

Para la mayoría de los pueblos árabes, la violencia del desmantelamiento del
Imperio otomano, realizada en función de los intereses económicos y de las
rivalidades de las potencias imperiales, ha sido considerada como el fracaso
de las élites árabes liberales y como una descalificación del modelo
democrático. Esta bancarrota de las ideas liberales, unida a la hipocresía
de potencias imperiales que hacen de la divisa “libertad, igualdad,
fraternidad” un símbolo, a la vez que se comportan a la inversa en el mundo
árabe, ha alimentado la instalación, tras la Segunda Guerra Mundial, de
regímenes militares y autoritarios en la mayor parte de los países árabes,
tras una serie de golpes de estado, en particular con el partido Baas en
Siria e Irak.

-¿La forma en que Daesh ataca hoy las fronteras “artificiales” e
“imperialistas” del Medio oriente es similar a la denuncia de esas mismas
fronteras vehiculizada por los naseristas egipcios, o los baasistas de Irak
o Siria, tras la Segunda Guerra Mundial? 

La retórica no es idéntica, aunque el carburante de la humillación sea
fundamental en los dos casos. Incluso cuando Daesh desarrolla argumentos
antiimperialistas contra las fronteras actuales, éstos no vienen del
nacionalismo árabe tal como ha sido desarrollado por los naseristas o los
baasistas. A pesar de la existencia, entre 1958 y 1961, de una República
Árabe Unida producto de la unión entre Siria y Egipto, los nacionalistas
árabes no han logrado abolir las fronteras. Entre otras razones porque, si
bien la regla de “dividir para reinar” ha sido claramente aplicada por las
potencias extranjeras, algunas divisiones del mundo árabe preexistían, desde
hacía mucho, a los acuerdos Sykes-Picot.

Daesh puede fácilmente burlarse de unos nacionalistas que no han logrado
unificar al mundo árabe y afirma querer, y poder, borrar las fronteras sobre
una base religiosa. Pero a pesar de este objetivo proclamado, actúa con un
pragmatismo inédito que no poseían Al Qaeda o los talibanes. Como
historiador, me impresiona ver hasta qué punto Daesh constituye una alquimia
muy extraña entre ideas baasistas e ideas islamistas, o que utilizan el
islam.

La gente que dirige la organización Estado Islámico está compuesta de
antiguos cuadros del Irak de Saddam Hussein que la idiocia de las decisiones
americanas, tras la intervención de 2003 echó en brazos de los extremistas.
Esa gente sabe perfectamente gestionar un Estado, con ferocidad y
brutalidad, pero también con eficacia. Se preocupa por tanto de las
fronteras, aunque esté atrapada igualmente en retóricas religiosas, incluso
apocalípticas.

Esta convergencia entre la ideología yihadista y el baasismo, un movimiento
en su origen secular, data de antes de la aparición de la organización del
Estado Islámico. El régimen baasista iraquí, debilitado por los movimientos
de oposición sunitas o chiítas, optó con retraso y como respuesta, por
islamizarse. Simbólicamente, había cambiado su bandera para integrar
referencias religiosas, a pesar de su historia laica. Los traumatismo
sucesivos de la guerra con Irán, de la guerra del Golfo, y luego de la
ocupación americana tras 2003, han facilitado evoluciones profundas de la
sociedad y permitido este tipo de giros.

Como historiador, constato que, incluso si Daesh pretende volver a un islam
de hace varios siglos, sus miembros no dejan de hacer lo que pretenden
rechazar, es decir, “innovaciones”, “herejías”, que se designan en árabe con
el término de bid´ah. Nada, en su pretendido “Estado Islámico”, se parece a
lo que ha existido en otros Estados Islámicos a lo largo de la historia. La
forma en que decapitan a la gente en nombre del Corán muestra no solo que
son unos ignorantes de ese texto sagrado, sino también que no son solo los
hijos de un cierto islamismo o de un cierto baasismo, sino también, incluso
sobre todo, los hijos del siglo XXI, capaces de aliar la modernidad
tecnológica de las redes sociales a una propaganda de violencia, horror y
brutalidad que ya se había podido ver bajo el nazismo.

En los Estados Unidos tenemos desde hace mucho personas fascinadas por las
imágenes y las declaraciones ultraviolentas. Pero hay también muchos en
Medio Oriente, reclutados en el seno de unas poblaciones maltratadas por
años de guerra, que se muestran particularmente receptivas a esta propaganda
que no hacemos sino reforzar cuando nuestros ejércitos bombardean a
poblaciones civiles.

Hay que haber sido bombardeado, como me ocurrió en Beirut en 1982, para
comprender lo que esto provoca en los espíritus y los cuerpos. Desde 1975 y
la guerra del Líbano, ha habido Irak y ahora Siria. Por supuesto, existen
problemas endógenos de las sociedades árabes, pero las diferentes
ingerencias y ocupaciones no han hecho sino agravarlos. Al Qaeda es un
producto de la guerra en Afganistán, y Daesh de la guerra de Irak.

-Como historiador, ¿juzgas que el Medio Oriente de comienzos del siglo XXI
podría jugar el papel de los Balcanes a comienzos del siglo XX y constituir
la chispa de un conflicto mundial generalizado, en particular si Irak y
Siria se hundieran aún más? 

Es una posibilidad. Un nuevo presidente en la Casa Blanca, los iraníes, los
turcos, los saudíes o el Estado Islámico tienen medios como para
desencadenar un conflicto incontrolable. Pero si la chispa de la Primera
Guerra Mundial fue prendida en los Balcanes, fueron las grandes potencias
las que luego tuvieron la responsabilidad de hacer la guerra. Hoy, las
grandes potencias tienen la responsabilidad de vender armas y de no poner en
cuestión jamás a Arabia Saudita, cuya ideología wahabita se ha extendido
gracias al dinero del petróleo y constituye el corazón del problema.

Este odio intolerable hacia los chiítas, y todas las demás minorías, se ha
convertido en una forma explosiva de ortodoxia sunita. Más aún porque los
chiítas, en Irán u otras partes, no están desprovistos de poder. Y Arabia
saudita, que es una teocracia petrolera, no posee la legitimidad popular que
tiene la República Islámica de Irán, aunque muchos iraníes reivindiquen más
libertad y democracia. La guerra por procuración que se hacen los iraníes y
los sauditas, en Yemen, en Libia o en Siria, puede cambiar de escala y de
grado si las potencias occidentales dejan a la ideología wahabita crecer más
aún, porque Arabia Saudita es un cliente al que nadie se atreve a decir
nada.

¿Piensas que las fronteras del Medio Oriente decididas durante la Primera
Guerra Mundial podrían desaparecer o transformarse?

Soy historiador y no futurólogo, pero no estoy seguro de que esas fronteras
vayan a borrarse. Esas fronteras están ahí desde hace ya un siglo, y tales
líneas, artificiales en su origen, han cogido consistencia. Irak y Siria se
han convertido en Estados-nación, aunque se pueda contemplar también la
posibilidad de su hundimiento y de su desmantelamiento.

Además, fronteras fijadas por las potencias imperiales de la época existen
en todo el mundo, en Asia, en Africa, y no solo en el mundo árabe. Sin
embargo, constato que aparte de en Sudán, en los Balcanes y en la antigua
Unión Soviética, esas líneas dibujadas tras la Primera Guerra Mundial no han
sido modificadas. Por supuesto, se puede contemplar la posibilidad de
cambios en las fronteras del Medio Oriente, en particular debido a las
reivindicaciones kurdas, de las presiones sufridas por ciertas minorías, de
las guerras civiles en Irak o en Siria. Pero como historiador, constato que
es difícil modificar fronteras que existen desde hace cien años.

Se ve que los kurdos de Irak podrán difícilmente reintegrarse en un Estado
Irakuí centralizado, y que los kurdos de Siria han obtenido una autonomía de
hecho. ¿No pasa el futuro del Medio oriente por entidades territoriales más
autónomas y reducidas, quizá más susceptibles de poner un freno a las
espirales de violencia comunitarias o religiosas a las que asistimos, en
particular en Irak y Siria? 

Me parece efectivamente imposible integrar a los kurdos de Irak en un Estado
unitario. Lo mismo para los kurdos de Siria. Pero me parece hoy igualmente
imposible constatar el fin cierto de las entidades Irakuí o siria. Una
autonomía creciente de ciertos territorios es sin duda inevitable, pero esto
puede contemplarse sin hundimiento de los países que existen actualmente.
Hace un año se estimaba que el régimen de Damasco estaba condenado a una
derrota histórica; hoy, cuando la guerra dura desde hace cinco años, ya no
es así. La historia debe dejar su lugar a los cambios coyunturales de
configuración.

-¿En qué condiciones un proyecto inverso, de una confederación árabe
ampliada sería una opción posible?

Esta idea me parece imposible mientras los pueblos árabes tengan gobiernos
que no representen sus aspiraciones. Aunque existan algunas excepciones, con
formas de representatividad en Líbano, en Marruecos o, por supuesto, en
Túnez, la mayor parte de los regímenes de los países árabes son dictaduras
que pisotean la voluntad de los pueblos y gestionan los bienes de la
sociedad en su beneficio personal, familiar o dinástico. Un aumento de la
unión del mundo árabe no podría hacerse sin democratización.

Pero hay que recordar que esta situación beneficia a otros, fuera del mundo
árabe. Esas familias reinantes que viven sobre las espaldas de su sociedad
compran en París, Londres o Nueva York bancos, edificios, instituciones,
cátedras de universidad, armas… ¿En qué situación quedarían grandes
compañías como Airbus o Boeing sin las compras masivas de las compañías del
Golfo? ¿En qué estado quedarían las industrias de armamento americanas o
europeas sin los conflictos del Medio Oriente? Occidente no tiene ningún
interés en ver emerger una gran entidad confederal democrática en el mundo
árabe.

-Teniendo en cuenta lo que ocurre hoy en Medio Oriente, ¿cómo ves la
situación de Palestina?

De forma muy penosa y como un símbolo suplementario de la desunión de los
árabes. La potencia actual de Israel forma parte del problema, pero la
esencia de éste reside en el hecho de que el movimiento nacional palestino
se encuentra en un período de retroceso. Los palestinos y los árabes están
en una situación de debilidad y de división desde la Primera Guerra Mundial,
mientras que Israel, respaldado por los Estados Unidos, no ha sido nunca tan
poderoso militar y políticamente y ha absorbido casi completamente
Cisjordania.

Sin embargo, el proyecto del Gran Israel al que asistimos, cada vez más
racista y expansionista, no existía como tal en 1967. Y ese proyecto es cada
vez más difícil de apoyar, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Este
giro explica la crispación con la campaña BDS
(Boicot-Desinversiones-Sanciones). En el país en que vivo y enseño, constato
que Israel no deja de perder apoyo, entre los jóvenes, en las universidades,
entre los sindicatos o las iglesias… Todo esto no existía hace aún veinte
años, y el giro a la derecha tomado por Israel refuerza su aislamiento.

-¿Por qué la causa palestina ha retrocedido en el mundo árabe? ¿Se puede
imaginar que Palestina sea integrada a un proyecto de mundo árabe remodelado
sobre otras bases y otras fronteras? 

Las guerras incesantes explican el retroceso de la causa palestina. Desde
1975, con Líbano, luego con Irak y Siria, la guerra no se se ha apagado
jamás en Medio Oriente. ¿Cómo quieres, con todas esas guerras civiles, que
la gente piense en Palestina? Además, si los pueblos árabes han apoyado a
los palestinos, los regímenes árabes no les han apoyado verdaderamente nunca
y, desde la declaración Balfour de 1917, siempre se han arreglado con la
voluntad de las grandes potencias que querían un Estado judío en Palestina.

En cuanto a la idea de integrar Palestina en una nueva entidad árabe, me
parece lejana. ¿Cómo integrar a los palestinos en el caos sirio o el sistema
confesional que rige en Líbano? La historia muestra sin embargo que todo es
posible y que las transformaciones pueden ser rápidas. Durante la Primera
Guerra Mundial, las potencias imperiales ocupaban sobre todo las costas de
Medio Oriente, en Líbano o en Palestina y la Asamblea de Damasco
representaba una amplio territorio árabe relativamente unificado que cubría
una superficie que iba bastante más allá de la Siria actual. Pero los
acuerdos firmados por Mark Sykes y François Georges-Picot, ligados ellos
mismos a la expansión del ferrocarril para la explotación de los recursos de
la región, trastocaron todo ese equilibrio. A pesar de su carácter
sorprendentemente duradero, no están grabados en mármol para la eternidad

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