Venezuela/ un proceso a la deriva [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 30 18:10:00 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2016

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Venezuela

Un proceso a la deriva

Decio Machado *

http://www.deciomachado.blogspot.com/

Desde la derrota oficialista en las elecciones legislativas del pasado 6 de
diciembre, proceso en el cual dos millones de venezolanos que antes apoyaban
al chavismo le dieron la espalda, el centro de mando del gobierno
bolivariano no encuentra su rumbo. Al respecto, cabe recortar que el vía
crucis de Nicolás Maduro comenzó tres años atrás, cuando en las elecciones
presidenciales del 2013 se impuso a su adversario Henrique Capriles por tan
solo 200.000 votos.

¿Qué pasó con el proceso político bolivariano?

Si algo ha caracterizado al Estado venezolano ha sido su agudizada tendencia
a la ineficacia en la gestión de sus políticas públicas. Pero más allá de
ello, con voluntad política la ineficacia puede ser solventada en cualquier
momento, el problema fundamental del chavismo es que derivó en un esquema
burocrático que quedó vació de contenido desde el punto de vista
emancipatorio. El concepto de socialismo que se maneja desde las dirigencias
del PSUV fue hace años prostituido y la auto-organización popular fue
absorbida por un esquema vertical anclado a este partido desde su
conformación en el año 2006. Dos años después ya no existían ni tomas de
empresas ni ocupaciones de latifundios baldíos. Es así como se asfixió a los
movimientos sociales autónomos y revolucionarios que acompañaron
inicialmente el proceso, siendo estos poco a poco cooptados, menguando su
capacidad de movilización y quedando en manos de un aparato burocrático que
se enraizó en el poder del Estado. Incluso las misiones, que originalmente
fueron concebidas como espacios dirigidos al empoderamiento popular,
quedaron en manos de una burocracia ministerial de ética cuestionable y
notable incapacidad para una gestión eficiente sobre la renta petrolera.

En resumen, no fue la derecha reaccionaria y golpista la que mató el proceso
revolucionario, y no por falta de ganas sino por incapacidad política para
ello. Tampoco fue la “guerra económica” ni el imperialismo injerencista
quien desarticuló las bases chavistas del proceso. Ni siquiera queda ya una
burguesía –desde su estricta concepción marxista- que tenga capacidad de
poner en jaque al Estado bolivariano. El responsable real de la
desarticulación del embrionario poder popular que en algún momento se vivió
en Venezuela ha sido el propio Estado burocrático. Citando a Roland Denis,
ex viceministro de Planificación del régimen, el socialismo no tiene porqué
ser un sistema de burócratas que controlan a otros burócratas
centralizándolo todo bajo criterios caducos que corresponden a una izquierda
del pasado derrotada ya años atrás.

Pero el problema se agudizó tras la muerte del comandante Hugo Chávez. El
traspaso de mando no pudo ser más desastroso, y a pesar de que Maduro
pretenda vivir arropado bajo el fantasma de Chávez, es palpable para el
conjunto de la sociedad la distancia existente entre una figura política y
la otra. De hecho, el gobierno de Maduro ni siquiera cuanta con una hoja de
ruta que lo conduzca hacia un proyecto futuro de país.

Estrategias de la oposición conservadora

Bajo este contexto y en gran parte extinguida la conciencia social
desarrollada en algún momento entre amplias capas de los sectores populares,
cuatro son los ejes combinados que conforman la estrategia que la oposición
política venezolana ha diseñado para derribar al actual gobierno: una
enmienda constitucional para acortar el mandato presidencial de seis a
cuatro años, un referéndum revocatorio para destituir al presidente, la
conformación de una nueva Asamblea Constituyente que de al traste con los
avances incorporados en la actual Carta Magna y en paralelo a todo ello, la
convocatoria de movilizaciones populares para agudizar la presión política y
obligar al actual mandatario a su renuncia.

El acuerdo respecto a esta estrategia parece ser unánime en la Mesa de la
Unidad Democrática (MUD), quedando por ver como será el desenlace de este
conflicto frente a las posiciones pro-gubernamentales del Tribunal Supremo
(integrado en su mayoría por ex funcionarios y personalidades vinculadas al
chavismo) y las Fuerzas Armadas. Ante la ofensiva conservadora el presidente
Nicolás Maduro tiene la consigna clara: resistir como sea hasta el final.

La batalla política por el sillón presidencial del Palacio de Miraflores se
da en un momento donde la crisis de credibilidad gubernamental es cada vez
mayor. No hay capacidad por parte del Ejecutivo para sostener una propuesta
político-económica creíble dirigida hacia la salida de la crisis. La
estrategia de los 9 motores de la economía no es nueva y su impacto desde el
punto de vista productivo es nulo, teniendo además escasa sintonía con los
pretendidos objetivos revolucionarios del proceso bolivariano a medio y
largo plazo. Todo ello mientras la inflación se estima en 180% al cierre del
2015, la escasez de medicamentos en hospitales ronda entre el 70 y el 80% y
la de alimentos está provocando cada vez mayores penurias entre la
población. El mercado negro se ha situado como referente de abastecimiento
para quien puede pagar entre tres y diez veces el precio establecido en el
mercado oficial para estos productos, mientras una cada vez más delirante
sobre evaluación del bolívar podría terminar conllevando a situaciones de
hambruna. Con un dólar que flota desde los 200 bolívares, la hiperinflación
tiende a aumentar a la par que a las familias el salario ya no les permite
cubrir sus gastos mensuales.

Es innegable el desgaste que tiene Nicolás Maduro y el PSUV ante la
ciudadanía venezolana. Incluso los sectores más concienciados de la sociedad
venezolana han perdido el sentimiento de proyecto colectivo del que en algún
momento se dotó el chavismo, quedando el campo abierto a la
individualización -sálvese quien pueda- de la sociedad. En todo caso es un
hecho que el precio del petróleo (95% de los ingresos de divisas de
Venezuela) ha dictado durante mucho tiempo la popularidad de sus líderes.

Un proceso político con necesidad de cambios

Si bien gran parte de los problemas económicos que hoy vive Venezuela se
pueden encontrar ya analizados en los primeros esfuerzos del ex presidente
Hugo Chávez para reorganizar radicalmente la economía del país a inicios del
presente siglo, sus resultados finales no fueron los más acertados. Todo
ello a pesar de que durante el período 2004 – 2008 el país viviese un ritmo
de crecimiento anual con promedio del 10%.  En la actualidad existe
creciente cuestionamiento social a los errores generados dentro de la
gestión estatal y a la generalizada corrupción enraizada en la cúpula
burocrática gubernamental. La economía y la corrupción dejaron de ser las
asignaturas pendientes del chavismo para convertirse en su talón de Aquiles.
Son estos factores los que aprovecha la oposición política conservadora para
en la actualidad erigir una movilización política de carácter electoral. Se
evidencia entonces que la centralización del poder planteada en su momento
por Chávez ha sido un error que hoy paga con creces un proceso político que
de revolucionario ya no le queda nada. El eje fundamental de cualquier
proceso realmente revolucionario se basa en el control social, en la
capacidad que tiene la sociedad para influir en la toma de decisiones que se
ejecutan desde el Estado, algo que lamentablemente ni en Venezuela ni en el
resto de países con gobierno autodefinidos como transformadores se ha
llevado a la práctica.

A pesar de que el chavismo considere que la estrategia opositora de pedir
una revocatoria del mandato a Maduro es golpista y destituyente, cabe
indicar que fue el propio comandante Chávez quien incluyó dicha figura en la
reforma constitucional de 1999. Incluso se sometió exitosamente a ella en
2004, triunfando holgadamente.

En la coyuntura actual el cambio político es inevitable en Venezuela. El
acelerado proceso inflacionario, la profundización de la escasez, el colapso
del crecimiento económico junto al deteriorado ingreso petrolero propician
la actual estrategia opositora y hace cada vez más inviable el sostenimiento
del régimen sin la carismática figura de Chávez. Es más, en las condiciones
actuales no sería de extrañar que sea desde la propia casta burocrática
chavista desde donde se pida en algún momento la renuncia de Maduro,
buscando conformar un gobierno de transición que les permita llegar al 2019.
Gran parte de la dirigencia del PSUV es consciente de que en la situación
actual no hay manera que su formación política sobreviva a las próximas
elecciones seccionales ni a las futuras presidenciales. Crece en las filas
chavistas la opinión de que si no se le pone freno a este suicidio político
–el país corre riesgo de impago de deuda externa, profundizar la
hiperinflación y llegar la ingobernabilidad- el chavismo como opción
política podría incluso  desaparecer.

Es por ello, que el PSUV podría llegar a sacrificar políticamente a Maduro,
pues más allá de que hayan sido capaces de anular temporalmente el poder de
la oposición en la Asamblea Nacional (los conservadores cuentan con 109 de
los 167 curules existentes), en el hipotético caso de un revocatorio la
derrota electoral está prácticamente asegurada. Queda en todo caso la duda
de que dentro de las filas de la dirigencia chavista existan condiciones
para rearticular eficazmente estrategias, depurar la corrupción, renovar de
forma adecuada sus liderazgos y refundarse como proyecto político volviendo
a generar los sueños e ilusiones que acompañaron la primera fase del proceso
bolivariano.

Respecto al mapa global, el cambio de ciclo que atraviesa el subcontinente
complica los apoyos internacionales con los que hasta ahora ha contado el
chavismo en la región. En la última reunión del MERCOSUR el presidente Macri
abogó por la salida de Venezuela del bloque económico suramericano, mientras
que desde el congreso brasileño de mayoría conservadora se está presionando
fuertemente a Dilma Rousseff para que se pronuncie en contra de Maduro y por
la liberación de Leopoldo López.

Así las cosas, difícil se le plantea el futuro a Venezuela. La estrategia
del que “lo que se viene será peor” cada vez tiene menos adeptos a pesar de
lo políticamente cuestionable que es la oposición conservadora, mientras que
en la sociedad venezolana cunde el descontento y la impotencia ante un
gobierno que hace aguas por doquier.

* Director de la Fundación Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo
Humano y Estudios Antropológicos (ALDHEA)

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