Uruguay/ ni burgueses ni proletarios: los ni-ni de la estructura social [Valeria Regueira]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Nov 14 11:16:51 UYT 2016


  _____

Correspondencia de Prensa

14 de noviembre 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____

Uruguay

Ni burgueses ni proletarios

Los ni-ni de la estructura social

Valeria Regueira *

Brecha, Montevideo, 11-11-2016

http://brecha.com.uy/

Según el informe “Pulso social 2016. Realidades y perspectivas”, presentado
por el Banco Interamericano de Desarrollo (Bid) a fines de octubre, América
Latina es una región muy heterogénea en lo que refiere a la transición
socioeconómica, definida como proceso de evolución de la pobreza hacia la
“clase media”. Países como Argentina, Chile y Uruguay se encuentran en una
etapa avanzada y están integrados mayormente por las clases media y alta.
Por su parte, Guatemala y Honduras, por ejemplo, están en las primeras
etapas, dado que casi la mitad de su población todavía vive en situación de
pobreza extrema.

En la última década América Latina logró importantes avances en la reducción
de la pobreza y la desigualdad; en gran medida esto se explica por un
crecimiento económico sostenido que condujo a la expansión de la “clase
media”. Argentina, Chile y Uruguay fueron los más beneficiados, siendo
Uruguay el país con mayor “clase media” del continente.

El nuestro aparece como el de menor pobreza en la región, si se acepta la
categorización de “pobres extremos” para aquellos cuyo ingreso diario es
menor a 2,5 dólares; de “pobres moderados” a los que perciben un ingreso de
entre 2,5 y cuatro dólares; la “clase vulnerable”, con entre cuatro y diez
dólares diarios; la “clase media”, con ingresos entre los diez y los 50
dólares, y la “clase de altos ingresos”, con un ingreso mayor a 50 dólares
por día.

Estos datos alcanzan para que nos planteemos algunas cuestiones.

¿Quiénes son “clase media”?

Parece evidente que percibir un ingreso diario per cápita mayor a diez
dólares no implica ser de “clase media”. Para un hogar unipersonal de
Montevideo, esto implica tener un ingreso corriente mensual mayor a 8.500
pesos. (Nota de Correspondencia de Prensa: 27,93 pesos equivalen a un dólar,
cotización al viernes 11 de noviembre) Ahora bien, la línea de pobreza
calculada en el mes de setiembre por el Instituto Nacional de Estadística
(Ine) para un hogar unipersonal de Montevideo se ubica en 12.455 pesos
mensuales, lo que muestra que el límite inferior de la clase media definida
por el Bid se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Existen por tanto
hogares de “clase media” cuyo ingreso no es suficiente para cubrir las
necesidades básicas definidas por el Ine para pertenecer a esa capa social.
Una alternativa metodológica podría ser utilizar las líneas de pobreza
definidas por los institutos de estadística de cada país, cuyo fundamento se
basa en el costo real de vida de las diversas composiciones familiares.

Dado que el análisis del Bid se basa en medias de ingreso, debemos tener en
cuenta que la media es una medida engañosa, porque no muestra la dispersión
en la distribución del ingreso. En este sentido, los promedios simplifican y
esconden la desigualdad. Además, esta esquematización no tiene en cuenta la
conformación familiar y, en consecuencia, la existencia de economías de
escala en gastos no alimentarios, ni las diferencias existentes a nivel
territorial. Tampoco tiene en cuenta la riqueza.

Ingreso y clases sociales

La socióloga británica Rosemary Crompton define tres grandes grupos de
esquemas de clases: a) esquemas de clase que recurren al “sentido común” y
que establecen un orden jerárquico basado en diversos criterios (se utilizan
preferentemente en la investigación empírica); b) esquemas ocupacionales que
hacen referencia a las escalas subjetivas y de prestigio socio-ocupacional,
que establecen gradaciones; y c) esquemas de clase teórico-relacionales
basados en enfoques teóricos vinculados principalmente a Marx y Weber, que
intentan dar cuenta de la dinámica de las relaciones de clase, la división y
el conflicto, en lugar de establecer escalas de desigualdad y prestigio, que
miden el estatus más que la clase.

Los dos primeros enfoques de clase suponen siempre una escala con “arribas y
abajos”, establecen jerarquías. De esta manera, la estructura de clases se
define como un continuo en el que cada clase se ubica por encima o por
debajo de otra. En el primer grupo podemos ubicar el tipo de análisis de
clase que se basa en estratos de ingreso. Debemos tener en cuenta que
definir las clases sociales con base en el ingreso implica privilegiar esta
variable frente a otras que establecen diferencias en la vida de las
personas.

Porque no somos todos iguales ni tenemos las mismas oportunidades, las
relaciones de clase deben ser parte de la explicación. Las acciones de las
personas no son aisladas e independientes de su contexto socioeconómico,
sino que, muy por el contrario, existe una estructura social que determina
nuestras oportunidades de vida a través de la desigual distribución de los
recursos y las recompensas.

El estudio que lleva adelante el Bid es ajeno a las relaciones sociales que
entablan las clases, porque el análisis del ingreso no nos permite ver las
relaciones que mantienen las personas en el sistema de producción. Es como
si dijéramos que una persona pertenece a tal clase sólo por sí mismo, por
mérito propio, e independientemente de las relaciones que mantiene con los
demás y con el sistema en su conjunto.

Las personas no entablan relaciones entre sí en función de su ingreso, sino,
más bien, a partir de lo que hacen, el lugar donde trabajan, donde viven, y
a la vida que llevan. Por más que ganen lo mismo, un maestro, un pequeño
empresario y un pequeño productor rural probablemente tengan pocas cosas en
común. Tampoco podemos esperar que tengan mucho en común un hogar con un
ingreso mensual de 8.500 pesos y uno de 42 mil pesos, o uno de 17 mil y uno
de 84 mil, independientemente del resto de las variables que determinan su
realidad.

Con tal heterogeneidad se hace imposible hablar de ciertas costumbres y
valores compartidos, lo que invisibiliza cualquier tipo de acción como
grupo.

Entonces, ¿de qué nos sirve agrupar a la población por ingreso si no
comparten ciertas cuestiones mínimas y no se reconocen como tales?

Una alternativa de análisis

Para los análisis de clase relacionales, los ingresos son un simple
correlato de la posición que ocupan las personas en la estructura de clases.
Estrato no es sinónimo de clase, y ésta no se definen por el nivel de
ingreso. El concepto de clase social encierra desigualdades, conflicto,
oposición de intereses, conciencia y lucha. Se trata de un concepto
estructural, no coyuntural, porque la clase no se cambia de un día para el
otro.

Las clases no existen aisladas, sino como parte de un sistema. Lo que las
define y distingue son las relaciones específicas que se establecen entre
ellas. Una clase social sólo puede existir en función de otra, como
resultado de la situación específica que tiene cada una de ellas con
respecto a los medios de producción y al proceso productivo. Estas
posiciones diferenciales determinan que los intereses de las clases no sólo
sean distintos sino contrarios y opuestos.

Las acciones y relaciones económicas se desarrollan en un tejido de
interacciones sociales que se influencian recíprocamente y configuran la
estructura social. Esta idea va en contra de la posición adoptada por la
economía neoclásica, que percibe a un individuo aislado que maximiza su
conducta en los mercados y está poco influenciado por el entorno y por las
estructuras institucionales de la sociedad.

El análisis del sociólogo estadounidense Erik Olin Wright es un buen ejemplo
de un esquema de clases relacional proveniente de la tradición marxista. Su
análisis parte del concepto de “explotación”, lo que implica que una clase
se apropia del plustrabajo realizado por otra. Las clases en la sociedad
capitalista están arraigadas en tres formas de explotación: la basada en la
propiedad de bienes de capital, en el control de bienes de organización y en
la posesión de bienes de cualificación. La desigual distribución de estos
bienes define la posición que ocupan los individuos en la estructura de
clases.

Según el esquema de clases de Wright, existen tres posiciones básicas en las
relaciones de clase: la burguesía (tiene la propiedad económica y el control
sobre los medios físicos de producción y la fuerza de trabajo de otros), el
proletariado (no tiene propiedad ni control), y la pequeña burguesía (posee
y controla sus medios de producción, pero no controla la fuerza de trabajo
de otros).

A ellas se agregan tres posiciones contradictorias: directivos, pequeños
empleadores y empleados semiautónomos. Estas posiciones son contradictorias
porque tienen dentro de sí intereses contradictorios, es decir, son
posiciones duales o heterogéneas. Ello implica que las personas que las
ocupan son a la vez explotadores y explotados, es decir, pertenecen a más de
una clase a la vez. Este conjunto de ocupaciones es el que comúnmente ha
sido llamado “clase media” o “nueva clase media”, dado que no se trata de
posiciones burguesas ni proletarias. No obstante, sería un error considerar
este conjunto de ocupaciones como una clase, dado que no tienen ningún rasgo
en común que genere sentido de pertenencia.

Los uruguayos siempre nos hemos jactado de ser un país de “clase media” en
el que los pobres no son tan pobres ni los ricos tan ricos. Medios pobres,
medios ricos, nos gusta la idea de formar parte del montón, sin que nadie
sobresalga, como si la “clase media” fuera una bolsa en la que entrara todo
lo que no se puede etiquetar como de “clase baja” o de “clase alta”. Nada
más lejos de la realidad.

La clase importa

En contra de los que creen que el concepto de clase social ha quedado
obsoleto, queremos reivindicar su potencial para explicar un sinnúmero de
variables que nos permiten entender la realidad social de ayer y de hoy. Las
clases no son una mera abstracción, éstas tienen consecuencias reales sobre
las vidas de las personas.

Las clases sociales establecen un tipo de desigualdad social que se ha
arraigado a lo largo de los años y que genera pocos cuestionamientos. El
concepto de “meritocracia” parece sustituir al de “democracia”, legitimando
las diferencias y asumiendo que detrás de ellas hay una justa valoración del
esfuerzo. Sin cuestionarnos, asumimos que existe una verdadera igualdad de
oportunidades que permite ascender en la estructura social a cualquiera que
se lo proponga. Pero estamos dejando de lado las cuestiones estructurales
que cada clase social impone al accionar de las personas y que alimentan su
reproducción.

* Valeria Regueira es socióloga, candidata a magíster en estudios
contemporáneos de América Latina, Fcs-Udelar (Facultad de Ciencias
Sociales-Universidad de la República).

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20161114/1bc34d13/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa