Colombia/ razones de la abstención colombiana [Guillermo Almeyra]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 9 12:14:54 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

9 de octubre 2016

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Colombia

Razones de la abstención colombiana

Guillermo Almeyra

La Jornada, 9-10-2016

http://www.jornada.unam.mx/

La tasa de abstenciones  en los comicios electorales colombianos siempre ha
sido muy alta, con un promedio de cerca de 55 por ciento. Desde el asesinato
de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 la lucha entre liberales y conservadores fue
cruentísima. La “violencia” creó millones de desplazados y centenas de miles
de familias tuvieron muertos o desaparecidos. Los partidos tradicionales
–Liberal y Conservador– comenzaron a tener políticas cada vez más semejantes
y el intento de crear una izquierda fuera de ellos fue ahogado en sangre.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que nacieron como
grupos campesinos liberales de autodefensa, evolucionaron a su vez hacia un
vago comunismo estalinista y adoptaron métodos que fueron criticados hasta
por Hugo Chávez.

Los casi 7 millones de desplazados de las zonas de combate entre las
guerrillas, el ejército y los grupos paramilitares asesinos se fueron hacia
el centro del país –la zona donde más votos obtuvo el no en el reciente
plebiscito sobre los acuerdos de paz– odiando a todos los contendientes y se
transformaron, con su miseria material y moral, en la clientela de la
derecha política uribista.

Agreguemos a ese caldo de cultivo para el no que en la poblada costa
caribeña, de tradición liberal y partidaria de la paz, cayeron lluvias muy
intensas que aumentaron la abstención tradicional y que el vicepresidente de
la nación, caudillo de esa zona, en su lucha interna contra el presidente
Juan Manuel Santos, no hizo campaña por un sí que le hubiera dado prestigio
internacional a su adversario. Las encuestas que daban por ganador al sí por
60 por ciento contra 40 por ciento del no también indujeron a muchos a
confiar en el triunfo del sí y a no desafiar la lluvia para ir a votar: el
resultado fue que en esa zona, aunque ganó el sí, la abstención superó la
media nacional y llegó a 81 por ciento.

Pero el factor principal fue la falta de participación popular en los
acuerdos, que se negociaron en La Habana a puertas cerradas. Las propias
bases de las FARC conocieron el texto definitivo una semana antes del
plebiscito cuando debieron votar en una consulta formal si lo aprobaban o
no. La opinión de los movimientos sociales, de las izquierdas, de la otra
guerrilla –el Ejército de Liberación Nacional–, de los sindicatos, de los
intelectuales no fue tenida en cuenta sino de modo extremadamente indirecto.
Un sector de la izquierda, por ejemplo, veía el referéndum como una maniobra
de Santos para lograr una paz ficticia y con ella atraer inversiones
estadunidenses y trasnacionales, pero no obtuvo seguridades.

Las FARC impusieron al gobierno una negociación de igual a igual, lo cual es
positivo, pero actuaron como si fuesen representantes de la sociedad, lo
cual no es real, y negociaron en las cúpulas con los gobiernos mediadores,
sobre todo el venezolano y el cubano, y con el gobierno de Santos, ex
ministro de Defensa de Álvaro Uribe, derechista y represor. Eso dio margen a
las mentiras de Uribe y al temor.

La falta de una alternativa también alejó de las urnas porque cuando como en
Grecia en la primera candidatura de Syriza hay una esperanza, la abstención
es mínima. Allí donde, en cambio, quienes se oponen lo hacen sólo en el
marco de una disputa entre diferentes sectores y partidos capitalistas, la
abstención crece y aumenta la derecha. Tal es el caso de Italia, Francia,
España y, en nuestro continente, México, Argentina, Perú, Brasil.

El ganador de las elecciones en Sao Paulo, Brasil, por ejemplo, tuvo menos
votos que la suma de los votos nulos, en blanco y de las abstenciones. Ganó
la abstención porque Dilma Rousseff había gobernado para los capitalistas,
con una política de derecha y con los mismos métodos podridos de los
partidos tradicionales y porque el PT llamaba a volver a lo mismo. También
en Argentina fomentan la abstención en 2017 los ignaros que hablan de
“Cristina conducción” y dicen ser “soldados del kirchnerismo” renunciando a
pensar con su propia cabeza y apoyando a una ex presidente que no hizo
ninguna autocrítica por el desastre que provocó y que llama a formar “una
nueva mayoría” uniendo su equipo desprestigiado y corrompido con la derecha
peronista y las minorías macristas. Por su parte, el español Podemos, que
espera ganar votos de los socialistas pareciéndose cada vez más al PSOE de
antes de su implosión empuja hacia la abstención a buena parte de sus
propios simpatizantes de izquierda en el caso de una tercera elección en
diciembre.

Porque no es posible proponer políticas reformistas de centroderecha y
gobiernos limpios cuando el capitalismo, a escala mundial, agrava la crisis
ecológica, reduce los derechos humanos y la legislación favorable a los
trabajadores, recurre cada vez más a la represión, reduce los ingresos
reales (atacando la sanidad, la educación, el transporte, los servicios
públicos) y empeora las condiciones de trabajo.

¿Qué credibilidad puede tener Cristina Fernández de Kirchner si dos de sus
ex primeros ministros son actualmente hombres de la derecha y si sus
gobernadores y ministros de más confianza –toda gente del Opus Dei– apoyan a
Macri mientras la “conductora” se olvida de que existen millones de
trabajadores que no se identifican con los charros, que son agentes del
Estado? Si un movimiento en México reclama “¡Fuera Peña!” durante meses y su
“líder”, de golpe y porrazo, pide sostener al presidente de Atenco y
Ayotzinapa sin que nadie le pida rendir cuentas de ese viraje y un poco de
democracia interna, ¿cómo va a llevar gente a las urnas para exigir un
cambio social?

No hay “apatía, desinterés”. Lo que hay es asco por la política de los
partidos pro-capitalistas, incluyendo los que dicen ser de oposición de
izquierda y hartazgo ante la continua ofensiva del gran capital. Estamos en
el hueco entre dos grandes olas: da la impresión de inmovilidad y
resignación, pero se siente ya el bramido de la ola siguiente.

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