Siria/ Bachar Al-Assad, el dueño del caos [Benjamin Barthe]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Oct 15 00:13:42 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

15 de octubre 2016

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Siria

Bachar Al-Assad, el dueño del caos

Benjamin Barthe *

A l´encontre, 5-10-2016

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Para la fiesta del Aïd-el-Kébir, el lunes 12 de septiembre, que correspondía
al día siguiente de su 51 aniversario, Bachar Al-Assad se hizo un regalo muy
personal: un desfile ante las cámaras por las calles desiertas de Daraya
(fotografía de la cabecera de este artículo). Dos semanas antes, esta
barriada de Damasco, punto clave del levantamiento contra el régimen sirio,
había acabado por bajar las armas tras cuatro años de asedio y bombardeo. Su
población había sido evacuada hacia zonas bajo control gubernamental,
mientras que los combatientes eran transferidos en autobuses hacia Idlib,
otra plaza fuerte de la rebelión, 300 kilómetros más al norte.

Acompañado de una veintena de fieles, el presidente sirio recorrió con un
paso vivo las calles de esta ciudad fantasma, reducida al estado de
esqueleto por los barriles de explosivos y las bombas incendiarias. Sobre un
fondo de música dramática, pero con el tono falsamente cándido que le gusta
utilizar en las entrevistas, Assad, en traje gris y cuello de la camisa
abierto, reiteró su leitmotiv: “Estamos determinados a reconquistar cada
palmo de terreno de Siria de las manos de los terroristas”.

Ni una palabra sobre el alto el fuego, que debía entrar en vigor algunas
horas más tarde y que se hundió al cabo de una semana; ni la menor
referencia a los esfuerzos del enviado especial de las Naciones Unidas,
Staffan de Mistura, por reanimar las negociaciones de paz. Tras centenares
de miles de muertos y más de diez millones de personas desplazadas o
refugiadas, Assad sigue creyendo solo en Assad. Está persuadido de que la
política de tierra quemada, que realiza sin pestañear desde hace cinco años
y medio, va a acabar por dar frutos. Y los hechos no le desmienten
totalmente.

Restablecimiento

En el verano de 2015, el poder central sirio vacilaba bajo los ataques de la
rebelión armada por sus dos enemigos íntimos, Turquía y Arabia saudita. Con
el apoyo de estos patrocinadores sunitas, Jaich Al- Fatah (“Ejército de la
conquista”), una coalición de brigadas islamistas, había atacado las
defensas del régimen sirio en el noroeste del país. Idlib había caído, así
como Jisr Al-Choghour. La carretera de la llanura costera, el otro centro
neurálgico del poder sirio después de Damasco, se abría a los insurrectos.
En el centro-este, las tropas de la organización Estado Islámico (EI) se
habían apoderado de Palmira y amenazaban atacar Deir ez-Zor, en el valle del
Eufrates.

Pero, en doce meses, tras la intervención rusa, el régimen sirio ha
realizado un restablecimiento espectacular, tanto en el campo de batalla
como en la escena diplomática. Las ambiciones de Jaich Al-Fatah, dirigido
por los salafistas de Ahrar Al-Cham y los yihadistas del Frente Al-Nusra, la
rama siria de Al Qaeda (rebautizado luego como Frente Fatah Al-Cham), han
sido frenadas por los caza-bombarderos rusos.

El aflujo de miles de milicianos chiítas, venidos de Irán, de Irak, del
Líbano e incluso de Afganistán, ha paliado, en parte, el agotamiento del
ejército regular. Muchas veces anunciado, pero siempre de forma prematura,
el cerco del este de Alepo, capital de la rebelión en el norte del país, es
ya una realidad. Incluso el feudo rebelde de la Guta, en los suburbios de
Damasco, comienza a quebrarse bajo el acoso de las tropas lealistas y los
Sukhoi rusos.

La brutal intrusión del Kremlin en el campo de batalla sirio no ha
desencadenado la deflagración regional que predecían algunos comentaristas.
Más allá de las protestas al uso, ninguno de los padrinos de la oposición se
ha atrevido a desafiar el despliegue de las fuerzas rusas. Los Estados
Unidos se han agotado en interminables conversaciones con Moscú, que no han
desembocado más que en el envío de un puñado de convoyes humanitarios hacia
las zonas asediadas y en dos treguas de corta duración. El lunes 3 de
octubre, sacando la conclusión de su fracaso, el Departamento de Estado ha
anunciado la suspensión de estas discusiones.

Arabia saudita repite machaconamente que Bachar Al-Assad deberá partir “por
un proceso político o por la fuerza militar”, pero parece mucho más
preocupada por la guerra en Yemen y por la bajada de los precios del
petróleo que por ejecutar estas amenazas. En cuanto a Turquía, no contenta
de haber saldado su contencioso con Moscú, producto de la destrucción de un
avión ruso en el cielo turco en noviembre de 2015, ahora envía señales de
apaciguamiento a Damasco. El seísmo político desencadenado por el golpe de
Estado fracasado del 15 de julio ha ofrecido al presidente turco, Recep
Tayyip Erdogan, que juraba durante mucho tiempo la caída de su homólogo
sirio, una excusa para desentenderse de Alepo sin hacer ruido.

“Un simple delegado”

Para Bachar Al Assad, tras cinco años de guerra atroz, parece que el
horizonte comienza a despejarse. Pero esta mejora tiene un coste: ha sacado
a la luz su vergonzosa dependencia de sus aliados extranjeros.

Damasco, 18 de junio. El general Serguei Choigu, ministro de defensa ruso
entra en el palacio presidencial sirio con paso firme. O, más bien, se
invita. No ha anunciado su llegada, pero eso no le preocupa. El dueño de
Damasco debe su recuperación a la aviación rusa, lo que bien vale una falta
de respeto del protocolo. “Qué agradable sorpresa, no me esperaba verle en
persona”, exclama el presidente, en las imágenes grabadas por la televisión
rusa RT.

La secuencia siguiente le muestra sentado en una sencilla mesa de trabajo,
con un bloc y un bolígrafo, un hombre que se ve que es el traductor a su
lado, frente al ministro Choigu y otros dos emisarios rusos. La puesta en
escena, que tiene el aire de un examen final, recuerda la visita bajo forma
de “convocatoria” de Bachar Al-Assad a Moscú, en el mes de octubre de 2015.
El presidente sirio había tenido que presentarse solo en el Kremlin, sin
escolta ni consejeros, en violación, entonces también, de los usos
diplomáticos.

Ahí está todo lo paradójico de Damasco. Nunca ha parecido tan optimista el
régimen sirio desde el comienzo de la revuelta en 2011. Y nunca ha parecido
el Estado sirio tan inexistente. Generales con el ego hinchado, milicias
lealistas semimafiosas, militares rusos e iraníes omnipresentes: además de
los rebeldes, el presidente debe arreglárselas con aliados invasores, que no
dejan de invadir sus atribuciones. El rey Bachar ocupa el trono sin rival,
pero es un rey cada vez menos vestido. “Bachar Al-Assad ejerce un poder que
no tiene como propio, en la opinión del historiador Thomas Pierret,
especialista en Siria. “Es un delegado más que un jefe de Estado”.

Abundan las anécdotas sobre este asunto. “La residencia de un hombre de
negocios cercano al régimen, en una zona cara de Damasco, ha sido
recientemente requisado por algunos soldados, cuenta un extranjero, habitual
de la élite política siria que, para conservar la posibilidad de volver a
Damasco se expresa bajo la protección del anonimato.“Para evitar que le
robaran, ofreció dinero al oficial, a la vez que la hacía saber, con un tono
a medias amenazante, que conocía muy bien a Bachar. ‘Ése me importa un
comino. Solo rindo cuentas a los iraníes, ha sido la respuesta del militar”.

Por paradójico que sea, el desdén por el presidente y sus representantes,
expresado en términos a veces muy crudos, es frecuente en la galaxia
lealista. “Yo no peleo por ese imbécil. Lucho por mí y por mi
supervivencia”, ha confiado un alto grado alauita, la minoría confesional de
la que salió el clan Assad, a un opositor sirio a través de una charla en
Skype con numerosos oficiales.

La fragmentación del territorio sirio y la necesidad de galvanizar el campo
lealista han hecho emerger generales “estrella” que hacen sombra al jefe del
Estado. Es el caso de Souhaïl Al-Hassan, alias “Tigre”, comandante de una
unidad de élite, que ha logrado numerosas victorias en las provincias de
Homs y de Alepo. En esas dos regiones, Souhaïl Al-Hassan, que es adulado por
los pro-Assad, se comporta como un reyezuelo. Sus subordinados, reclutados
en el seno tanto del ejército como del hampa, son culpables de numerosos
actos de diferentes tipos de bandolerismo, sin que ninguno de ellos haya
sido jamás detenido. Los hombres del “Tigre” son intocables. El propio
Hassan es célebre por haber reñido por teléfono al gobernador de Homs, Talal
Barazi, que sin embargo era alguien nombrado por el presidente.

“Se tiene la misma situación en Deir ez-Zor, con el general druso Issam
Zahreddine, explica el politologo sirio Salam Kawakibi. Las zonas de frente
se convierten en islotes autogestionados. Assad está obligado a aceptar una
forma de descentralización. Distribuye cacahuetes un poco aquí, un poco
allá, a la vez que se esfuerza por quedarse con el más grande en sus manos.
Es un artista en este tipo de asuntos”.

Se constata el mismo fenómeno con Hezbolá, el movimiento chiíta libanés
enviado por Teherán en socorro del régimen. Su líder, Hassan Nasralá, ha
hecho de la salvaguardia de Siria, asaltada, en su opinión, por lo que llama
los “takfiristas” (yihadistas) y el “eje americano-sionista”, su gran obra.
Pero, sobre el terreno, sus hombres manifiestan una profunda desconfianza
hacia el ejército regular sirio. Su cuartel general en la región de Damasco,
instalado en el Hotel Monte-Rosa, cerca de la frontera libanesa, tiene
prohibido el acceso a los oficiales sirios. “Hezbolá estima haber perdido
muchos hombres a causa de la incompetencia o de la corrupción del ejército,
sospechoso a sus ojos de vender informaciones a la oposición”, expone un
analista con fuentes en Damasco.

A veces, Bachar Al-Assad se rebela. Se ve en las sordas tensiones que le
oponen a intervalos regulares a su salvador ruso. Según un diplomático que
visita regularmente la capital siria, después de que Vladimir Putin
anunciara en el mes de marzo la retirada de sus fuerzas de Siria -anuncio
refutado en los hechos poco tiempo más tarde-, “los diplomáticos rusos han
sido despreciados por sus homólogos sirios durante varias semanas. Todas las
actividades que llevaban a cabo para facilitar la entrada de convoyes de
ayuda en zonas asediadas eran ignoradas. Y cuando dejaron de insistir, como
por azar, el régimen dio su acuerdo al paso de los camiones de la ONU”.

Rusia por su parte, cuando este jueguecito le enoja demasiado, reacciona. En
junio, impuso soldados en algunos de los puntos de control que rodean las
barriadas rebeldes de Damasco para asegurarse de que los convoyes de ayuda
enviados por la ONU no fueran despojados de lo esencial de su carga por los
soldados sirios. Moscú quería poner fin, al menos puntualmente, a los robos
rituales, que dejan en ridículo sus esfuerzos por demostrar -o por mantener
la ilusión, dirán los escépticos- de que el diálogo americano-ruso puede ser
benéfico. Cuando el 10 de junio entraron alimentos en Daraya, al sur de
Damasco, por primera vez desde noviembre de 2102, el paso del convoy estaba
supervisado por rusos.

Otras divergencias han aparecido estos últimos meses. Las declaraciones de
bachar Al-Assad, en febrero, en favor de la reconquista de todo el
territorio sirio han irritado al ministerio de asuntos exteriores ruso, que
lo ha hecho saber. En numerosas ocasiones, durante la primavera, el apoyo
aéreo ruso ha faltado a las tropas lealistas, una forma para Moscú de
castigar a su protegido. Ocurrió en el mes de mayo, en sur de Alepo, donde
numerosos combatientes iraníes y libaneses fueron muertos por los rebeldes.
Y en Tabqa, en junio, donde los yihadistas del EI rechazaron fácilmente una
ofensiva del ejército.

Bachar Al-Assad transige con esas afrentas porque son menores. Aunque su
mantenimiento en el poder no sea, para los rusos, una cuestión de seguridad
nacional como lo es para los iraníes, el dictador sirio no teme ser
abandonado por Moscú. “Rusia tiene tanta, incluso más, necesidad de Siria
que a la inversa, argumenta un diplomático que hace a menudo el viaje
Beirut-Damasco. Siria ha sido el trampolín de Putin, su billete de vuelta a
la escena internacional. No puede retirarse de allí sin perder mucho de su
nuevo prestigio. Assad lo sabe y juega con ello de maravilla para preservar
su margen de maniobra”.

Moscú, que ha justificado su intervención militar con la lucha contra el
terrorismo y la defensa del Estado sirio, tiene necesidad del dictador
damasceno en el marco de su partida de póker con los occidentales. El
proceso político pilotado por Staffan de Mistura conviene al presidente
Putin, porque le erige como interlocutor obligado de las capitales europeas
y americana. Pero son raros los observadores que piensen que está dispuesto
a imponer una verdadera transición, que suponga apartar a Bachar Al-Assad.

“Los rusos podrían abandonarle”

“Los rusos saben que es peligroso, plantea un diplomático occidental.
Podrían abandonarle algún día. Un accidente de coche puede llegar en
cualquier momento… Pero no ahora. Tienen necesidad de él para poder decir
que han estado por encima de los americanos”. “Los rusos y los iraníes
desprecian a este régimen y eso se nota, estima un experto en temas sirios.
Pero no quieren cambiarle pues piensan que sin Bachar todo se hunde. Nadie
le respeta, pero todo el mundo tiene necesidad de él”. Y el dictador sirio
lo sabe. “Si los rusos le ponen una pistola en la sien, les dirá: “Venga,
¡disparad!”, prosigue la misma fuente.

Las dos ofensivas en curso, en Alepo y en la Guta, dan fe de los altos y
bajos del pacto Rusia-Siria-Irán. Han estado precedidas por la reunión en
Teherán, el 9 de junio pasado, de los ministros de defensa de los tres
países. Durante esta cumbre, los aliados se pusieron de acuerdo en formar un
grupo de contacto permanente, para armonizar sus planteamientos político y
militar. La República Islámica se había sorprendido por la ausencia de
cobertura aérea rusa, en el sur de Alepo, que le costó numerosas bajas en la
primavera. Los combates del verano, que han resultado favorables a los
lealistas, han estado mejor coordinados: aviones rusos, milicias chiítas y
tropas regulares han trabajado juntas en la asfixia de los barrios
orientales de Alepo.

No sin un nuevo tropiezo: a finales de agosto, contrariado porque Moscú
presumiera sin reparos de haber obtenido el derecho a utilizar una base
aérea en el oeste de Irán para realizar bombardeos en Siria, Teherán se ha
enfadado. La República Islámica ha revocado brutalmente ese privilegio que
ninguna otra potencia extranjera había obtenido desde la Segunda Guerra
Mundial. Según Ibrahim Hamidi, especialista en Siria en el diario Al-Hayat,
otra diferencia tensa la relación entre los dos protectores de Assad. Tiene
que ver con Israel, la bestia negra de los ayatolás, en contacto regular con
el Kremlin. Vladimir Putin se habría opuesto a la instalación, en los altos
del Golán, justo frente a Israel, de una base logística de los pasdarán, los
“guardianes de la revolución”.

La guerra civil siria está lejos de acabar. Teniendo en cuenta la
multiplicidad de los grupos armados y la incapacidad estructural del régimen
sirio para reformarse, la violencia podría durar aún años. el grado de
solidez del eje Damasco-Teherán-Moscú decidirá en parte la evolución del
conflicto. De todas formas, si el régimen Assad logra neutralizar la
rebelión en Alepo-Este y en la Guta, podrá reivindicar dos avances muy
importantes en las dos regiones más importantes del país. Tras la
recuperación de Homs, en 2014, la columna vertebral del país, calificada
como la “Siria útil”, se encontraría por entero bajo el control de Damasco.
Para Assad, no sería la victoria total, pero sería un paso muy importante en
esa dirección.

* Artículo publicado en Le Monde, París, 6/10/2016. Benjamin Barthe es
corresponsal de Le Monde en Beirut.

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