Palestina/ la cara oculta de la ocupación: ex soldados israelíes rompen el silencio [Vioeta Santos-Moura]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Oct 15 23:35:48 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

15 de octubre 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

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Palestina

La cara oculta de la ocupación

"Breaking the silence"

Ex soldados israelíes rompen el silencio

Violeta Santos-Moura

Naiz, 2-10-2016

http://www.naiz.eus/eu/

Viento Sur, 12-10-2016

http://www.vientosur.info/

Creían que se iban a enfrentar cara a cara con el enemigo y, en la mayoría
de los casos, se encontraron sembrando el miedo entre la población civil
palestina. Ex soldados israelíes participan en el proyecto "Breaking The
Silence", cuyo principal fin es aportar una narrativa alternativa al
discurso oficial «vendido» por la clase política dominante de Israel.

La clase política dominante en Israel justifica la ocupación de los
territorios palestinos alegando que es por necesidad de seguridad; el
público israelí, en su mayoría, no cuestiona este hecho. Y es que casi la
totalidad de los y las israelíes no realiza el servicio militar obligatorio
en tierras palestinas y, por lo tanto, tiene un conocimiento limitado de lo
que sucede en el terreno. De hecho, solo una minoría de los reclutas
israelíes son desplegados en posiciones de combate en Cisjordania y los
alrededores de Gaza. Además, la clase política de derechas israelí rechaza a
los medios internacionales al considerar que dan una imagen sesgada de
Israel y, por en consecuencia, el público general tiende a confiar más en
los medios locales y nacionales que atienden exclusivamente la narrativa de
la clase militar y política dirigente.

En los últimos años, en un intento de romper este círculo narrativo que se
retroalimenta a sí mismo, un grupo de jóvenes ex soldados han alzado la voz
para dar una versión completamente diferente a la oficial. El grupo,
denominado Breaking The Silence (Rompiendo el silencio), busca cuestionar
los argumentos que da la clase política para justificar la ocupación militar
y arrojar luz sobre cómo la ley marcial impuesta a la población civil
durante décadas es "moralmente incorrecta y se sitúa en el mismo corazón del
conflicto".

Afirman que, a diferencia de lo que creían como reclutas a los 18 años, el
objetivo de la misión a la que fueron enviados "no era garantizar la
seguridad de los israelíes", ni tan siquiera "luchar contra un ejército
extranjero". Fueron enviados por lo consecutivos gobiernos para "perpetuar
décadas de dominio israelí sobre los territorios palestinos y su poder sobre
la población civil".

Mediante la recopilación y difusión de sus historias, en las que sobresalen
testimonios de violencia y opresión, pretenden que la ciudadanía israelí
tome conciencia con lo que denominan como "la inevitable degradación moral
que supone mantener el control sobre la población civil" y, asimismo, poner
el foco en el "carácter sistémico e intrínsecamente corrupto de la ocupación
militar", en lugar de, como es habitual, "tomarse los casos individuales de
mala conducta militar simplemente como anomalías y excepciones".

Como era previsible, la clase política los ha señalado como traidores e
incluso, en algunos casos, han recibido amenazas para que cesen su labor.

Proporcionar una narrativa alternativa. La siguiente serie de imágenes e
historias –existen decenas de ejemplos, pero para este reportaje se han
seleccionado cinco de ellos– busca proporcionar una narrativa alternativa
sobre las fuerzas de defensa de Israel desde un punto de vista cercano,
entrando incluso dentro de sus famosas unidades de combate. Su testimonios
también ayudan a proporcionar un contexto más amplio al estallido de
violencia que se ha registrado desde finales de 2015, que se ha cobrado al
vida de decenas de israelíes y cientos de palestinos. Según los antiguos
soldados, "parte de esta generación de jóvenes palestinos que participa en
actos violentos son aquellos chavales de siete años que vieron como
humillábamos a sus padres cuando éramos soldados durante la segunda
Intifada". Al fin y al cabo, sus testimonios ilustran qué realidad vivieron
muchos jóvenes palestinos durante su niñez.

Los testimonios recopilados por Breaking The Silence son sometidos a un
proceso de verificación y, antes de ser publicados, se corroboran todas las
fuentes. Casi en la totalidad de los casos los responsables de proyecto
protegen la identidad de las fuentes, ante el temor de que sean perseguidas
y amenazadas. De esta manera, ademas, pretenden que cada vez más personas se
animen a dar su testimonio y apoyen el proyecto. Pero este anonimato hace
precisamente que los opositores a este proyecto lo pongan en tela de juicio.

Ahora, un grupo de hombres y mujeres han enseñado su rostro ante las
cámaras, han contado qué hicieron, cómo lo sintieron, quiénes son ahora y,
también, cuál es el futuro que esperan.

«Nadie me explicaba nada. Y debo admitirlo, en un momento concreto dejé de
preguntar»

Jana Schmidt recuerda con suma tristeza las vivencias que le tocó vivir
durante su paso por en el servicio militar. De hecho, ha querido borrar todo
recuerdo físico que le pueda retrotraer a esos años, pero hay imágenes que
no puede olvidar: «Me acuerdo que cuando terminábamos una misión de arresto,
traían a los sospechosos a la base donde estábamos desplegados para una
revisión médica. Frente a la enfermería había una cantina a la que acudíamos
a ver la televisión o tomar algo para comer o beber... y recuerdo cómo
pasábamos haciéndonos camino entre los arrestados, que solían pasar allí
horas», relata.

En aquellos momentos no podría explicar lo que sucedía, ahora considera que
era totalmente ridículo: «Nosotros mirábamos televisión mientras que, justo
a nuestro lado, un hombre permanecía sentado, esposado y con los ojos
cubiertos». En un primer momento, preguntó a sus compañeros por qué los
tenían así durante tantas horas, pero con el tiempo asumió «que eso era lo
que había» y, en un momento concreto, dejó de preguntar. «Quizás aquello fue
lo más duro de aquella etapa. De alguna manera, borré la persona que había
sido antes del Ejército y la que he vuelto a ser ahora otra vez».

De hecho, no recuerda que ni una sola vez a los detenidos se les hubiera
ofrecido nada para comer o beber durante aquellas largas horas: «Recuerdo
una vez, al principio, que me acerqué a ellos para preguntarles si
necesitaban agua y me pidieron que no lo volviera a hacer, que no estaba
autorizada para hacerlo». Realmente, relata Schmidt, «eran como perros
abandonados, tenían esa mirada vacía que no se puede explicar».

«Molestar a los palestinos, el abuso verbal y físico y el comportamiento
violento son una norma»

«El primer o segundo día en Hebrón, mis superiores me pidieron que fuera en
un patrulla por los casbah (ciudadelas). En un principio me pareció
entretenido», recuerda Gil Lillel, quien en seguida se dio cuenta de que
aquello era más complicado de lo parecía a primera vista. «Durante el
recorrido, uno de mis comandantes, el más veterano, agarró a un anciano
palestino, se lo llevó a un callejón y comenzó a golpearlo», cuenta,
haciendo hincapié en que ninguno de los compañeros que la acompañaban en la
patrulla mostró ningún signo de extrañeza. Se callaron, al igual que
posteriormente aprendió a hacerlo ella misma: «Me di por vencida, dejé de
lado mi humanidad, renuncié a lo que soy y simplemente me hice más y más
agresiva y más violenta para ajustarme a mi entorno».

Afirma que «molestar a los palestinos, el abuso verbal y físico, el
comportamiento violento y la agresión son una norma» tanto en la compañía en
al que estuvo ella como en otras. «Nuestros comportamientos violentos, al
final, incluían el abuso diario de los residentes palestinos: retrasos
rutinarios, niños y mayores en los puestos de control durante horas y horas;
prisioneros que son tratados de manera incorrecta...».

Ha dado la cara y ha contado la realidad que vivió porque considera que hay
que contar lo que está sucediendo en el terreno. «Estamos enviando a
nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros hermanos y hermanas... y cuanto lo
hacemos, esto es lo que hacen; nos guste o no», afirma Lillel, quien
actualmente trabaja en la ONG Shatil, dedicada a la promoción de iniciativas
de la sociedad civil relacionadas con los derechos de la mujer, el
pluralismo religioso y la democracia participativa.

«Mientras relataba mi historia en voz alta, empecé a ver mis recuerdos de
diferente manera»

«Cuando Breaking Their Silence vino a buscarme la primera vez y me pidió que
les explicase mi servicio militar, creí que no tenía mucho que contar. Yo
era de izquierdas y defensor de los Derechos Humanos incluso entonces, así
que consideraba que no habían pasado cosas fuera de lo común en mi
presencia. Sin embargo, insistieron y, mientras les relataba mi historia en
voz alta, intentando recordar todos los detalles, empecé a ver las cosas de
manera diferente; de alguna manera ha cambiado la manera en la que las
recordaba». Estas son las palabras de Yoni Levy, quien durante el servició
militar ocupó el puesto de primer sargento de la Unidad de Ingeniería de la
Brigada Givati, destinada en la Franja de Gaza. «Me di cuenta –prosigue– que
no es preciso llegar al extremo de decir ‘cogimos y le rompimos los brazos y
las piernas’ y que el problema es la misma esencia de la ocupación»,
advierte, al tiempo que explica que en aquel momento no entendía lo que
estaba haciendo y tampoco era consciente de cómo cada paso que daba afectaba
a los ciudadanos: «Lo importante para mí era realizar tantas misiones como
fuera posible, hacer cosas interesantes y desafiantes».

Participó en numerosas operaciones en busca de explosivos, la principal
misión de su unidad: «Recuerdo una vez que nos informaron de que había
munición en un bloque de viviendas. En total, ocupamos cuatro o cinco
viviendas. Si la encontrábamos teníamos que volarlas y la idea nos
entusiasmaba. Sacamos de sus casas a todos y esposamos a los hombres durante
el registro». En aquella ocasión, como en otras, pusieron la casa patas
arriba: «Tiramos las neveras, los sofás, miramos en todos los huecos de la
casa... Finalmente, no encontramos nada».

"Los registros estaban diseñados para hacer sentir a los palestinos que
estábamos siempre allí"

Provocar el miedo. Ese era el objetivo prioritario de la brigada de
infantería Nahal a la que fue destinado Nadav Bigelman. Tal y como explica,
buscaban eliminar cualquier tipo de amenaza contra la colonia judía de
Hebrón. ¿Pero existía tal amenaza? «El enemigo, en realidad, puede ser
cualquier persona, ya que no se sabe certeramente quién es la amenaza»,
subraya. Por lo tanto, las patrullas que realizaban buscaban provocar una
sensación intimidatoria entre la población palestina. «Por ejemplo, solíamos
entrar en casas abandonadas y nuestro comandante, que contaba con un láser
de color rojo en su rifle, apuntaba con él a los vendedores y las personas
que pasaban por allí. No es un acto de violencia, pero ¿cuál era el
objetivo? Pues dejar claro que el Ejército está allí en cualquier momento».

También cita otra práctica que llevaban a cabo durante sus patrullas en las
ciudadelas de Hebrón y Rantis: «Era usual hacer mapping-s o, lo que es lo
mismo, entrar en viviendas sin ningún tipo de sospecha previa. Entrábamos
para saber lo que había dentro y quién vivía ahí. Al fin y al cabo, estos
registros estaban diseñados para hacer sentir a los palestinos que estaban
vigilados». También con los soldados jugaban al despiste: «En una ocasión me
pidieron que fotografiara a todas las personas que se encontraban en una
vivienda. Me dijeron: ‘Tú los coges a todos, los pones frente a la pared y
les hacer una foto’. Posteriormente, estas instantáneas serían enviadas al
Servicio General de Seguridad. La experiencia fue horrible, porque estas
fotos las sacamos a las tres de la mañana. Lo más interesante es que las
guardé durante un mes y nadie vino a recogerlas. Me di cuenta de que no
tenían ningún fin. El objetivo era estar allí y humillarlos. Era todo un
juego».

"Terminé tratando a los civiles como terroristas, apuntándoles con el arma a
la cabeza"

El objetivo de la unidad Duvdevan era detener a fugitivos y en ella completó
su servicio militar Achiya Schatz. «Durante el entrenamiento de 16 meses nos
enseñan a usar las armas y a hacer frente a cualquier tipo de situaciones.
El punto culminante de la preparación es arrestar a una persona», explica
Schatz, quien ahora trabaja en un edificio de oficinas en Tel Aviv. Tras
esta exhaustiva preparación, la mayoría de los arrestos los llevaron a cabo
en viviendas de «palestinos comunes que no tenían ninguna filiación
política».

Su participación en el proyecto Breaking Their Silence tiene que ver con la
actitud general que vivió en su unidad y en general en el Ejército: «A lo
largo de todo mi entrenamiento, los instructores tan solo nos preparaban
para el ataque o el tiro certero. En ningún momento nos dieron una lección
sobre cómo dirigirnos a ellos y, menos aún, sobre cómo disculparnos»,
recuerda.

De hecho, tan solo los prepararon para tratar con lo que llamaban «objetivos
de calidad», pero en el día a día se encontró básicamente con población
civil: «Apenas contacté con terroristas. Me encontré con familias, con
niños, con ancianos... Y terminé tratado a los civiles como verdaderos
terroristas. Apuntándoles con el arma a la cabeza y hablándoles con
agresividad tras el visor del rifle», relata, matizando que en muchos casos
irrumpían en algunas casas tan solo para poder vigilar otro objetivo.

Schatz recuerda especialmente las caras y las miradas de aquellos niños que
veían cómo los soldados humillaban a sus padres: «Soldados de 18 y 19 años
entraban en sus casas armados, gritando y tirando al suelo todo lo que
encontraban... Después se iban sin hacer ninguna detención, pero la huella
de lo que ha sucedido queda en el recuerdo de esos jóvenes», subraya.

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