Uruguay/ la pobreza como fenómeno individual: el ropaje des-socializante de las nuevas políticas sociales [Juan Pablo Bentura Alonso - Alejandro Mariatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 3 13:29:24 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

3 de setiembre 2016

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Uruguay

El ropaje des-socializante de las nuevas políticas sociales

La pobreza como un problema personal y privado

La individualización es el ropaje des-socializante de la ideología
neoliberal en las nuevas políticas sociales. No sólo entiende la pobreza
como fenómeno individual, sino que promueve en los beneficiarios una
interpretación individual de su problema, lo que la hace doblemente
des-socializante.

Juan Pablo Bentura Alonso/Alejandro Mariatti *

Brecha, Montevideo, 2-9-2016

http://brecha.com.uy/

A partir de los años setenta se registra a nivel planetario el comienzo de
profundas modificaciones en todos los órdenes de la sociabilidad. El
historiador Eric Hobsbawm lo llama el fin de la edad de oro y el comienzo de
la edad del derrumbe; el final de las tres gloriosas décadas, con la ruptura
del pacto interclases, lo nombra el profesor Adam Przeworski. Es el inicio
de una transformación sustantiva de la cuestión social, tematizada como
metamorfosis por Robert Castel; o directamente como una nueva cuestión
social, según Pierre Rosanvallon.

Estas transformaciones –notablemente estructurales– se registran de forma
radical en todas las esferas, en el sentido de que afectan radicalmente todo
un sistema, erigiendo una nueva estructuración. Ejemplo de ellas son: el
cambio del patrón de acumulación –que disloca la regulación Estado-céntrica
y la reenvía a la regulación del mercado–; la transformación sustantiva en
el tipo de relacionamiento entre las naciones –afectando el relacionamiento
cultural, poblacional, comercial, de flujos de capital–; las
transformaciones en el mundo del trabajo, y la aceleración de procesos
tecnológicos que ya se anunciaban a partir de la segunda posguerra.

Estos cambios han generado niveles crecientes de desempleo, que entre otras
cosas, en los modelos bismarkianos, reducen la cantidad de aportantes a la
seguridad social, desencadenando –en una lógica procíclica– la reducción de
las exigencias al capital por parte de los estados, rebaja de impuestos,
menores controles y reglamentaciones. El llamado proceso de flexibilización
trae de la mano la desfinanciación de los “estados sociales”.

En tal sentido, se inicia un período marcado por el avance del mercado como
distribuidor de beneficios, y un repliegue de la desmercantilización propia
de los estados de bienestar. En el Cono Sur de nuestra América, a partir de
la crisis del modelo de industrialización por sustitución de importaciones,
los esfuerzos de los estados sociales son reorientados, la ampliación de la
ciudadanía con enclave en el mundo del trabajo retrocede, apuntando a
generar sistemas residuales de integración social de los sectores
“marginados”. En otras palabras, el Estado desplaza la centralidad de sus
intervenciones desde la esfera productiva a la “social”, regulando aspectos
reproductivos de la vida en la pobreza. (Conviene no olvidar que la
imposición de este modelo precisó en nuestros países de brutales dictaduras
que diezmaron los movimientos capaces de oponer alguna resistencia.)

El ajuste estructural tuvo como principal objetivo desmontar todos los
sistemas corporativos que habían configurado los frágiles estados sociales
en América Latina; así les dieron el tiro de gracia a los restos de la
industria de sustitución de importaciones, barriendo con toda protección
arancelaria para –al eliminar la garantía de pleno empleo– reducir el valor
del trabajo y captar inversiones externas.

Los nuevos programas sociales comienzan a implementarse en los años noventa,
precisamente por la crisis de integración social resultante de la aplicación
de las políticas de ajuste arengadas desde los organismos internacionales.
Así, pretenden resolver esta brutal crisis civilizatoria con programas
focalizados, tercerizados y que promueven la participación de la sociedad
civil…; es como pretender curar la herida con la misma espada con la que
hicieron el corte que dividió a la sociedad.

Los programas de transferencia de renta condicionada, en tanto estrategia de
combate a la pobreza, continúan los procesos de mercantilización sin
desatender las necesidades de reproducción social –en su versión mínima– de
aquellos desplazados del proceso productivo total o parcialmente. El
concepto de focalización, en contraposición al de universalidad, se volvió
de uso normal en el análisis de las políticas sociales a partir del
“Consenso de Washington” y el comienzo de las “políticas sociales de segunda
generación”, que, de acuerdo con su discurso, apuntan a la identificación lo
más precisa posible de las poblaciones objetivo, cuyas carencias se busca
superar a partir de la coordinación de políticas y de estrategias
integrales.

Lo que parece resultar determinante para los procesos de focalización es
confirmar que la población sobre la que se interviene no participa del
mercado, o participa inadecuadamente, poniendo en riesgo su reproducción
cultural y biológica, ya que intervenir sobre la población que ya participa
sería interferir en las leyes del mercado. Es así que para ingresar se debe
constatar de manera indudable que el potencial beneficiario no sólo no
participa, sino que no tiene condiciones objetivas para hacerlo. Esto
refiere a que: 1) no tiene que poseer mercancías pasibles de ser vendidas en
el mercado: vivienda, electrodomésticos, etcétera; 2) no tiene que tener
capacidades pasibles de generarle empleo, el nivel educativo es
descalificador; 3) y por supuesto sus ingresos deben estar por debajo del
límite de la pobreza. La prestación que recibe es inferior, en cualquier
caso, a la que se puede obtener a través de la participación en un empleo
con salario mínimo.

Este control individual, medido hogar por hogar, es el eje para el
otorgamiento de la prestación y constituye un ejemplo claro de cómo se
concreta la des-socialización. Las carencias del hogar parecen
desdialectizarse del conflicto central de la tasa decreciente de lucro. Su
pobreza parecería estar determinada por características personales y por eso
es necesario realizar una “visita”. Los expertos y la tecnología fueron
convocados para “descremar” a las políticas sociales de la negociación
política e impedir, como dice Zizek, que silenciosamente la esfera de la
economía se politice.

Una lógica privatista que des-socializa el conflicto de clase y presenta “la
pobreza” como un problema personal y privado. Al des-historizarse se
autoperpetúa, reafirmando su carácter heterónomo como un inmediato
conglomerado de cosas sueltas. Una construcción del sujeto beneficiario
portador de una miseria propia, sufrida como consecuencia de su
irresponsabilidad o incompetencia. La individualización es el ropaje
des-socializante de la ideología neoliberal en las nuevas políticas
sociales. No sólo entiende la pobreza como fenómeno individual, sino que
promueve en los beneficiarios una interpretación individual de su problema,
lo que la hace doblemente des-socializante.

Irónicamente, la propia dinámica de este tipo de intervenciones que traen
aparejados procesos de des-socialización afirma la integración social, la
participación y la solidaridad, en los objetivos que dice perseguir. La
propia implementación supone de manera inmediata la individualización, no
sólo por el hecho de que desconoce las causas sociales de los problemas
sobre los que pretende intervenir, sino y sobre todo porque la propia
implementación trae aparejada la individualización de los implicados; la
lógica de la focalización supone necesariamente la individualización de
aquellos sobre los que se quiere intervenir, que aparecerán frente al resto
de la población, en el mejor de los casos, como dignos de piedad, cuando no
sospechados de abusivos, dependientes de la asistencia y posibles
responsables de la inseguridad.

Es notable el fracaso de estos programas en la búsqueda de amortiguar la
crisis de integración social que se procesa inexorablemente a partir del
desguace de los estados sociales. La participación y organización social de
los “excluidos” no han generado ningún efecto duradero, y los protagonistas
de estos programas acaban siendo responsabilizados por su no participación
en espacios generados desde lo alto. La estigmatización de esta población es
un dato factual a pesar de toda la parafernalia de discursos “políticamente
correctos” que buscan amortiguarla. Esto no significa de ningún modo que el
desmontaje sea una solución, pues la no intervención en este contexto sería
simplemente criminal. El desmontaje de los estados sociales hace inevitable
este tipo de intervención social. De hecho, uno de los fenómenos que deben
ser denunciados es el carácter minimalista de este tipo de intervención: las
transferencias de renta condicionada en Uruguay representan apenas 0,48 por
ciento del Pbi.

Pero tal vez lo que resulta más paradójico es precisamente el carácter
vergonzante de ser “población Mides”, la propia identificación que hace el
Mides (Ministerio de Desarrollo Social) de los beneficiarios de los
programas sociales: Asignaciones Familiares, Tarjeta Uruguay Social,
“población vulnerable” o simplemente “pobres”, atenta directamente contra
las posibilidades de un reconocimiento positivo o afirmativo de estas
poblaciones. El único elemento identitario de esta población es ser
beneficiarios de programas sociales, no pertenecen a una comunidad dada, a
una rama de actividades, a características étnicas etcétera. Su identidad es
esa: beneficiarios del Mides. En el informe de ese ministerio
correspondiente a 2013 se afirma que en Uruguay el desempleo se mantiene
bajo, promediando para el total de la población un 6,1 por ciento. Sin
embargo, mientras que para la población no vulnerable desciende a apenas 5
por ciento, para los beneficiarios de Afam-Pe alcanzan niveles de 9,7 por
ciento, y para los beneficiarios de la Tarjeta Uruguay Social (Tus) y la Tus
doble: 12,9 y 14,3 por ciento, respectivamente.

Con relación a la informalidad en el empleo, la diferencia en estos
guarismos se torna muy superior: mientras que para la población no
vulnerable el trabajo informal está presente en 21,3 por ciento de los
casos, para los beneficiarios de Afam-Pe aumenta a 43,8 por ciento, y a 57,6
y 59,9 por ciento para los beneficiarios de Tus y Tus doble,
respectivamente.

Del mismo modo, la cobertura de la seguridad social es también notoriamente
desigual: “La dimensión seguridad social pasa de un 18 por ciento para la
población no vulnerable a un 25 por ciento para la población Afam-Pe, y
27-28 por ciento para la Tus y Tus doble. En este caso, la distancia entre
los grupos no es tan grande. Probablemente uno de los factores sea la buena
focalización de las asignaciones familiares en la población vulnerable”,
según datos de 2013 del Mides. En otros términos: son trabajadores con
niveles más altos de desocupación, con menos protecciones, con salarios
paupérrimos, pero trabajadores al fin. No obstante son vividos por el resto
de la sociedad como dependientes de la caridad pública.

En suma, estos nuevos programas de transferencia de renta condicionada son
una continuación de la focalización iniciada por el ajuste que propició el
desguace de los estados sociales. Promueven una interpretación individual y
des-socializada tanto de la solución como del problema. Tienen niveles de
gasto extremadamente residual, a pesar de una retórica que defiende los
derechos y la integración. Estigmatizan al beneficiario a partir de la
construcción de su fracaso en el mercado, erigido como espacio “natural” de
justicia, y reclaman contrapartidas por esa transferencia minimalista,
incomparable con los volúmenes de recursos destinados a promover la
inversión del capital. Existen sobradas razones para sospechar que el
reconocimiento de los beneficiarios del Mides responde directamente a la
desarticulación de la clase trabajadora como sujeto colectivo y a procesos
activos de des-socialización de la cuestión social.

* Juan Pablo Bentura Alonso, doctor en ciencias sociales (Flacso),
investigador, docente y director del Departamento de Trabajo Social de la
Fcs-Udelar (Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de la República).
Alejandro Mariatti, magíster, doctorando en ciencias sociales Fcs-Udelar,
investigador y docente del Departamento de Trabajo Social de la Fcs-Udelar.

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