Brasil/ el fin de la luna de miel de la conciliación de clases [Gabriel Brito]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Sep 5 12:10:38 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

5 de setiembre 2016

Boletín Informativo

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Brasil

Terminó la luna de miel de la conciliación de clases; Brasil vuelve a la
disputa abierta

Gabriel Brito, de la Redacción

Correio da Cidadania, 1-9-2016

http://www.correiocidadania.com.br/

Traducción al francés de A l´encontre, 4-9-2016

http://alencontre.org/

Traducción al castellano de Viento Sur, 4-9-2016

http://www.vientosur.info/

Después de una larga agonía, ha llegado el final del gobierno de Dilma
Roussef, cesada definitivamente tras la votación del proceso de impeachment
en el senado brasileño por una amplía mayoría de 61 votos contra 20 a favor
de la destitución.

Después de años de mucha euforia y propaganda de que el país había mejorado,
sin tocar las viejas estructuras de la desigualdad, la interrupción de 14
años de gobiernos petistas es traumática.

Objetivamente el gobierno nació muerto. Se puede decir que Dilma no gobernó
ni un mes. Su segunda candidatura presidencial se disputó apostando de forma
exacerbada en la cuarta disputa consecutiva contra el tucanato (nombre con
el que se designa al equipo dirigente del PSDB. NT), representado en la
figura de Aécio Neves, como forma de apartar a Marina Silva, lo que privó al
país de ser testigo por primera vez en la historia de una segunda vuelta
electoral entre dos mujeres salidas de las luchas sociales.

Desgastado ya por el inicio de las investigaciones de la operación Lava Jato
(operación anticorrupción. NdT), además de fustigado por un antipetismo que
atrajo todas las formas de odio reaccionario a lo largo de los años, el PT
vio cómo se mantenía una polarización provocada después de las elecciones.
Cuando Dilma anunció que aplicaría el programa de austeridad, contra el cual
había derramado mucha labia en los debates, se dio la señal.

No habría ningún guiño a la izquierda, como se había preconizado en un
exhaustivo proceso de campaña electoral, capaz de despertar, en la última
recta, a una militancia que desde hacía años no ocupaba las calles para
hacer política. Después de tanto empeño en elegir a Dilma, el anuncio de que
la política económica tendría el sello Bradesco (segundo mayor banco de
Brasil. NdT) fue un golpe desmoralizante.

Y si era para aplicar un ajuste fiscal de corte conservador aumentando
tarifas y precios en general y congelando los instrumentos que marcaron el
ciclo positivo del lulismo como el crédito y la revalorización del salario
mínimo por encima de la inflación, quizás no era más necesaria la mediación
del partido que ya no contaba con el apoyo entusiasta de las masas.

Ilusión desproporcionada

El soñado cambio de orientación no se produciría en el segundo mandato de
Dilma. La racionalidad política interiorizada por el partido se mostraba
invariablemente insensible a una serie de demandas de sus bases
tradicionales, por no hablar de una generación que empezó a vivir la
política y la vida adulta cuando el otrora partido movimiento ya gobernaba
basándose en la conciliación de los polos sociales.

Mientras una parte del exgobernismo insiste en asociar las jornadas de junio
con la salida a la calle de la derecha a partir de 2015, merece la pena
recordar la postura del gobierno durante las movilizaciones de 2013 con toda
su diversidad y descontrol.

Además de ver al alcalde de São Paulo, Fernando Haddad (PT), alineado con el
gobernador Alckim (PSDB), inclusive a remolque del tucano en algunos
momentos, el entonces Ministro de Justicia, Eduardo Cardozo, no solo mostró
conformidad con la exagerada represión militar que había ayudado a los
manifestantes a ganarse a la opinión pública, sino que sugirió la entrada en
escena de la Fuerza Nacional de Seguridad.

Después de que millones de brasileños ocuparan las calles de las principales
capitales y centenares de ciudades, en una insurrección que rodeó
ayuntamientos y palacios de gobierno de diferentes Estados y transmitía un
mensaje de deslegitimación de la clase política, Dilma finalmente se
manifestó. Y los llamados "cinco pactos" anunciados por la mandataria no
eran más que la reafirmación de los acuerdos sellados anteriormente.

Merece la pena recordarlos: responsabilidad fiscal, un plebiscito para
consultar a la población sobre la reforma política, combate a la corrupción,
inversiones en salud y un posible paquete de 50 000 millones de reales para
obras de movilidad urbana. "Fue lamentable que la presidenta presentara
propuestas que no tenían nada que ver" comentó el Movimiento del Pase Libre
(MPL) (Transporte público gratuito. NdT) tras ser recibido por la presidenta
en Brasilia. En resumen: una respuesta considerablemente conservadora, por
no decir alienada, en relación a los anhelos de la calle marcados por un
fuerte sentimiento de rechazo a las reglas de una juego alejado de la
población. Además de eso, se pedía más eficiencia estatal en los servicios
públicos, plataforma tradicional de los brasileños que dependen del empleo y
del salario para acabar el mes.

Si había algún atisbo para un poco de osadía y "giro hacia la izquierda" en
las propuestas petistas, la última oportunidad era aquella. Pero lo que se
vio fue la reanimación de los acuerdos de los que la gente se había cansado,
seguida de un proceso de militarización de la política y de la llamada
seguridad pública, bajo la coartada de la actuación de los llamados black
blocs, que históricamente no tenía nada de inédita salvo la denominación que
se convirtió en un taco en los corrillos políticos.

Más preocupado con la propaganda del éxito para ser refrendado por los
megaeventos deportivos, el petismo se quedó al lado de los sectores que
proponían aumentar el blindaje de una estructura puesta la desnudo por la
revuelta popular más espontánea desde la que tomó las calles después del
suicidio de Getúlio Vargas (Presidente de Brasil muerto en 1954 cercado por
militares golpistas. NdT).

De esta manera, en vez de profundizar en la democracia, llegamos a su
militarización. Primero la ley "antienmascarados" (veto al anonimato en las
manifestaciones), aprobado por el gobierno de Rio de Janeiro, amparado en la
muerte del cámara Santiago Andrade, de la TV Bandeirantes hasta hoy no
aclarada por la policía pero que fue atribuida inmediatamente a los
"vándalos".

A continuación, el Decreto de Garantía de la ley y el orden, que legalizaba
la actuación de las fuerzas armadas en la fase de preparación y un poco más
allá de la Copa del Mundo, para garantizar los intereses corporativos de la
FIFA e intimidar a los manifestantes que marcaron la Copa de las
Confederaciones. La orden era evitar algo parecido a las jornadas que
sacaron 10 millones de personas a la calle entre los días 17 y 30 de junio
de 2013. Añádase que todo el paquete de medidas tuvo un amplio apoyo de los
partidos que apoyan el gobierno.

Cuando ya se caía de podrido, el gobierno de Dilma aún ofreció un arma al
gobierno ahora entronizado: sancionó la Ley Antiterrorista, cuya aprobación
se produjo en el marco del aumento de atentados en el mundo y en el ascenso
del Estado Islámico. Sin embargo, nada que no pudiera ser combatido de
acuerdo con la legislación penal ya existente y los acuerdos internacionales
firmados por el país, como recordó la abogada Camila Marques, de la ONG
Artículo 19, en entrevista con este Correo.

Sin precedentes históricos como objetivo del terrorismo internacional, en
vísperas de las Olimpiadas, vimos una operación de captura de oscuros
ciudadanos brasileños sospechosos de asociarse con el grupo extremista.
Hasta ahora las autoridades no han presentado nada concreto. Sin embargo,
militantes del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) ya
han sido encuadrados en esta Ley de Seguridad Nacional, ahora factible de
ser aplicada por un Ministro de Justicia que, en São Paulo, es recordado por
liberar de la violación de derechos y protocolos a la Policía Militar. Su
nombre está asociado a la reciente escalada armamentista y homicida el brazo
armado del Estado.

El guiño es neoliberal

Mientras aplicaba el ajuste, los sectores gubernamentales mostraban la
pérdida de toda su aura. Cuando Joaquim Levy anunciaba su paquete de
recortes en las áreas sociales y laborales, las centrales sindicales
respondían con un apático acto en la Avenida Paulista, en febrero de 2015.
La resistencia fuerte y prepositiva pasaba a manos del MTST (Movimiento de
los Trabajadores Sin Techo), liderado por Guilherme Boulos. La CUT (Central
Única de Trabajadores), incapaz de mover a sus bases insatisfechas que
hacían diversas huelgas por todo el país, llamó para participar en actos
convocados por el movimiento a favor la vivienda para colocar sus Scanias en
la calle y cosa no rara, robando el programa. La conducta se repetiría en
otras ocasiones como el 8 de marzo de este año cuando el fuerte rechazo de
las mujeres a la agenda simbolizada por el ex aliado del gobierno Eduardo
Cunha fue oscurecido por el "Quédate Dilma" impuesto, incluso con
agresiones, por los sectores gubernamentales.

Faltaba muy poco. Galvanizadas por la saña de los medios de comunicación
comerciales, las manifestaciones de corte conservador llevaron mucha más
gente a las calles. Había días en las que la marca de la "rebeldía" era la
camiseta de la selección nacional de fútbol de Brasil (CBF) fabricada por
Nike con innumerables señales de rencor social e ideológico de los peores
tiempos.

Al lado de esto, la Lava Jato había destruido cualquier resquicio de
gobernabilidad y después de la llamativa conducción de Lula a la policía
Federal y su oscuro episodio en el Aeropuerto de Congonhas, el gobierno se
dirigía hacia sus últimos momentos. La frustrada nominación del expresidente
para la Casa Civil el 17 de marzo, rápidamente bloqueada por el activismo
del juez Gilmar Mendes en el STF (Supremo Tribunal Federal) y el bajo
respaldo popular en la Explanada (espacio delante del Palacio de gobierno en
Brasilia.NT): cerca de 5000 personas apoyando a Lula por un lado y en torno
al mismo número de los llamados "coxinhas" de otro, mostraban que el romance
con las masas estaba definitivamente acabado.

Además, si por un lado la característica de las manifestaciones
conservadoras mediatizadas era ser de clase media blanca, con un nivel de
renta superior a la media general y en la franja de 40-45 años, lo mismo se
vio en las manifestaciones de desagravio a Lula en los días posteriores a su
casi encarcelamiento. Y es conveniente remarcar que el ambiente era mucho
más de solidaridad y nostalgia que de combatividad. En otras palabras, nada
de "ojos inyectados de sangre" de quien exige cambios inmediatos. Cada uno a
su manera, lulistas y conservadores cerraban las puertas a la juventud y a
sus reivindicaciones directamente ligadas a la vida cotidiana.

"El capitalismo necesariamente tendrá que inventar algo nuevo. A medio y
largo plazo, la aplicación de las medidas neoliberales puede generar
procesos mucho más recesivos. Es muy difícil visibilidad las posibles
alternativas. En todas partes, el dominio del capital financiero sigue
imbatible. El bloque del poder no ha cambiado en el mundo. Por otro lado,
hay una continuidad de las políticas neoliberales bajo una gran incapacidad
de retomar el crecimiento. De ese modo, podemos especular con salidas aún
más conservadoras" señaló el analista político Jose Correia Leite en una
entrevista reciente con Correo.

Mucho que temer

La constatación es que el lulismo domesticó a sus bases más allá de lo
recomendable. El partido y sus seguidores no salieron de la casilla de
defensa del "estado democrático de derecho", algo cuestionado por sectores
militantes y ficticio en las periferias urbanas donde vive el llamado
"subproletariado" que en los años de bonanza garantizó el apoyo dedicado al
proyecto llevado a cabo por el gobierno Lula.

"O avanzamos en la democratización del sistema de representación y de la
sociedad brasileña, o retrocederemos de forma muy acelerada a una dictadura
más o menos velada. Eso ya ha ocurrido en el mundo. Regímenes políticos
dictatoriales tiene apariencia democrática porque cohabitan con elecciones o
algo por el estilo. La Turquía de Erdogan es un ejemplo. Aparentemente
democrática, pero de hecho, una dictadura que impone un orden muy duro a los
trabajadores. Y ese es el futuro que nos espera" alertó el sociólogo Ruy
Braga.

Sin embargo, después de "una especie de Marcha de la Desfachatez, en la que
los diputados se iban sucediendo en la tribuna y, en cada voto a favor del
impeachment, se veía la maquinación de un sistema degenerado que buscó en
todo momento salvar la propia piel del abismo", como dice Braga, el partido
pedía calma a sus filas, que se respetasen los ritos y las formalidades y
que el juego se desarrollara dentro de las normas preestablecidas por las
instituciones y el STF.

Desarmada la resistencia de los sectores históricamente organizados, el
impeachment llegó y un gobierno que no tiene proyecto de reelección toma
posesión para hacer aquello que el petismo dudaba en hacer a partir de la
dimisión de Joaquim Levy.

"El PMDB asume la centralidad delante de la impotencia del PT en ser, de
hecho, un partido de izquierda y del PSDB de ser algo más que la expresión
regional de una cierta burguesía, enclaustrada en São Paulo, Minas Gerais y
una parte e Paraná, mientras que las burguesías brasileñas son más amplias.
Nos estamos dirigiendo hacia un gobierno capitaneado por un grupo
chantajista que va a implementar un programa de gran rapiña" analizó la
historiadora Virginia Fontes.

¿Tiempos de rebeldía?

Recordando a las noches de junio, esta semana registró protestas en la
Avenida Paulista (São Paulo) mientras avanzaba el proceso de impeachment en
el Senado.

Eso mientras se estrenaba la película Acquarius, cuyo elenco hizo una famosa
protesta en Cannes contra el "golpe de Estado" lo que le valió las
represalias el Ministerio de Justicia que clasificó la película para mayores
de 18 años. Ahora, con el Ministerio de Cultura marcado con la sumisión a
las ideas de Temer, los directores Gabriel Mascaro y Anne Muylaert anuncian
la retirada de sus películas en la disputa para la selección de las
películas extranjeras de los Oscar.

Como también se vio en las calles de São Paulo en decenas de show en la
Virada Cultural en mayo, el rechazo al gobierno de Temer y sus
representantes deberá extenderse a la parte de la sociedad que no comparte
los valores de quienes votaron el impeachment "por dios" , "por la familia",
"por los nietos", "por la moralidad", "por los militares del 64". Mientras
la izquierda tradicional se da de cabezadas y busca nuevos discursos,
diversos sectores de la clase media progresista, de las mujeres, de las
personas LGBT, de la juventud de las periferias, de las artes y de la
cultura, reforzados por algunos movimientos autónomos deben despuntar como
baluartes de la contestación al nuevo gobierno.

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