Debates/ "Podemos ha rechazado afrontar la cuestión de la UE de forma sólida" [Josep María Antentas - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Sep 6 13:10:21 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

6 de setiembre 2016

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Debates

Entrevista a Josep Maria Antentas, profesor de sociología de la Universitat
Autónoma de Barcelona (UAB)

“Podemos ha rechazado afrontar la cuestión de la UE de forma sólida”

George Souvlis *

Jacobin, 22-8-2016

https://www.jacobinmag.com/

Viento Sur, 29-8-2016

http://vientosur.info/

-Jacobin: A modo de introducción, ¿qué experiencias te han marcado política
y académicamente?

Formo parte de una generación que se formó políticamente en los años
noventa, en un contexto marcado por la derrota histórica en la que acabó
“corto siglo XX”. Eran los tiempos de esplandor del pensamiento neoliberal,
del “no hay alternativa” y del “pensamiento único” para utilizar la
expresión que popularizó Ignacio Ramonet.

En la mitad de la década aparecieron las primeras resistencias al
neoliberalismo, como el alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994 o las
huelgas de noviembre-diciembre de 1995 en Francia. Pero no fue hasta finales
del milenio que entramos en una nueva etapa gracias a la eclosión del
movimiento antiglobalización tras la cumbre de la OMC en Seattle en
noviembre de 1999. Yo me impliqué a fondo en dicho movimiento que durante su
breve y fugaz existencia consiguió modificar el clima político internacional
y mostrar que, sin duda, la historia no había terminado.

La década de los dos mil fueron para mí también un periodo de implicación en
la construcción de lo que hoy es Anticapitalistas. Considerábamos que, desde
centralidad a la participación en las luchas sociales, era necesario
igualmente construir una alternativa de nuevo tipo en el terreno político,
que imaginábamos como fruto de la confluencia entre corrientes y colectivos
diversos.

Era una apuesta que en aquél entonces era rechazada con distintos argumentos
por el grueso de los activistas sociales que permanecían en el
“movimentismo”. Nuestra hipótesis entonces no era la de construir un
instrumento que pudiera aspirar a ser mayoritario, esto llegó con la crisis,
sino articular una voz que, aunque minoritaria, pudiera tener una audiencia
e influencia significativa.

Intelectualmente hablando, mi formación en los años noventa y dos mil estuvo
centrada en el estudio desde una perspectiva sociohistórica del proceso de
globalización y de los movimientos críticos con la misma. También tuve
interés en los debates estratégicos surgidos dentro del movimiento
“antiglobalización”, el desarrollo de los procesos “bolivarianos”, o las
controversias entre los partidos de la izquierda europea.

La influencia intelectual más decisiva para mi fue la de Daniel Bensaïd,
quien ofrecía una combinación entre un enfoque arraigado en la tradición
revolucionaria del movimiento obrero con una amplia panoplia de
exploraciones teóricas diversas.

Tras el estallido de la crisis en 2008 y todo lo que ha venido después me ha
interesado en particular volver a la obra de dos autores que siempre me
gustaron, Walter Benjamin y Antonio Gramsci, y que son útiles para pensar el
mundo de hoy.

-Jacobin: Explícame los orígene del 15M y su efecto en la política del
Estado español. ¿Cómo influenció el movimiento en el ascenso de Podemos?

El 15M marcó un punto de inflexión en la trayectoria política y social del
Estado español y el comienzo de una nueva fase. Representó un punto de no
retorno, un antes y un después. El 15M pronto se dispersó y dejó de existir
en tanto que movimiento articulado y con capacidad de iniciativa, pero se
transmutó en una infinitud de iniciativas y proyectos,a modo de una “galaxia
15M” que tenían en él una referencia real o simbólica. Su “espíritu”
impregnó la vida política, social y cultural. No fue un mero fenómeno
coyuntural o pasajero, sino la primera sacudida de un nuevo ciclo del que
actuó a modo de acontecimiento fundador.

La rebelión de los indignados colocó en el eje de su crítica a los poderes
económicos y financieros, y a la clase política por su complicidad con
ellos, adoptando la democracia como bandera, con el significativo adjetivo
de “real”. Expresó la reacción ante el sometimiento del grueso de la
sociedad a los intereses de la minoría financiera y en particular de la
destrucción de las clases medias.

Su figura emblemática fue la juventud, en especial la postuniversitaria con
expectativas vitales y laborales bloqueadas y descendientes, pero
transcreció hasta convertirse en un movimiento plural en términos
generacionales y de extracción social, llegando también a los barrios
trabajadores.

El 15M nació fuera de los canales militantes tradicionales, en medio de la
impotencia de la izquierda en todas sus variantes para hacer frente a la
dictadura financiera. En su impuganción del sistema político y del mundo
financiero, refutaba también a una izquierda, o bien cómplice del
desaguisado neoliberal o bien incapaz de combatirlo eficazmente, aunque lo
hacía sobe la base de los valores históricos asociados a la izquierda (y con
cuya práctica histórica sin embargo ha estado en tensión, cuando no en
contradicción permanente).

El movimiento transformó el paisaje político y reformuló el debate público.
La pasividad, apatía y resignación que dominaban hasta entonces, dejaron
paso a un periode de mayor repolitización, parcial y contradictoria, de la
sociedad. Ayudó a modificar el “sentido común” dominante, en la acepción
gramsciana del término.

El 15M planteó una serie de cuestiones estratégicas no resueltas para las
que no tenía respuesta y que iban mas allá de lo que el propio movimiento
podía ofrecer. El salto hacia la política partidaria-electoral que expresó
el nacimiento de Podemos en enero de 2014 reflejó un desplazamiento
estratégico epocal, un verdadero cambio de paradigma estratégico que se fue
desarrollando paulatinamente entre 2012 y 2014 en particular bajo el impacto
del ascenso de Syriza en Grecia en Mayo y Junio de 2012 y del agravamiento
de la crisis financiera y política el mismo verano de 2012 con la quiebra de
Bankia y el rescate financiero al sistema bancario.

Las hipótesis estratégicas hegemónicas durante los años noventa y dos mil,
ya fuera las de cambiar el mundo sin tomar el poder, las del contrapoder
permanente, las del activismo social despreocupado de la cuestión
partidaria-electoral, o las del lobby institucional de las ONGs..., quedaron
de golpe envejecidas.

Se mostraron absolutamente insuficientes para dar una respuesta a la
magnitud de la crisis política. Poco a poco, la idea de que era necesario
intervenir en la arena político-electoral, hasta entonces rechazada con
razones distintas por el grueso del activismo social, se fue abriendo paso,
aún de forma imprecisa.

Conviene precisar que Podemos no es el partido del 15M y nunca lo ha
pretendido ser. No es una emanación del movimiento, ni una consecuencia
mecánica e inevitable del mismo. Es fruto de decisiones políticas y
estratégicas de quienes lo impulsaron, es decir de Izquierda Anticapitalista
(hoy Anticapitalistas), y un núcleo de activistas e intelectuales alrededor
de Pablo Iglesias fuertemente influencias por las experiencias
“bolivarianas” latinoamericanas. Ambos sectores tuvieron el mérito de no
enfocar la crisis de forma rutinaria, como si fuera business as usual y
entendieron su verdadero significado historico en tanto que ruptura de la
continuidad temporal y la “normalidad” previa.

Sin embargo, sin el 15M Podemos no hubiera existido. O bien nadie hubiera
tenido la idea de lanzarlo o bien en caso de hacerlo su impacto hubierta
sido minoritario. Es el 15M y las luchas sociales que vinieron después, en
2012 y 2013, lo que creó las condiciones para el desarrollo de una
iniciativa como Podemos que, sin embargo, no hubiera tenido lugar sin el
acierto estratégico de sus impulsores.

-Jacobin: El movimiento independentista en Catalunya ha supuesto un desafío
para Podemos. ¿Qué es lo que está en juego en el debate sobre la "cuestión
nacional", tanto dentro como fuera de Podemos?

El carácter plurinacional del Estado español y el ascenso del proceso
independentista catalán ha sido uno de los principales desafíos para el
proyecto populista de Podemos. Ello le ha obligado a hacer equilibrios en
permanencia entre un discurso nacional-populista español y la aceptación de
la plurinacionalidad, una aceptación que, sin embargo, no se ha concretado
demasiado ni en términos discursivos ni simbólicos.

Sobre la cuestión concreta de Catalunya, una plaza difícil, Podemos hizo
varios zig-zags. Antes de las elecciones europeas de Mayo de 2014 defendía
la celebración de un referéndum sobre la independencia de Catalunya, una
demanda poco popular en el resto del Estado y que sirve de flanco de ataque
contra Podemos.

Tras su éxito electoral en Mayo de 2014 pasó a diluir su apuesta por el
referéndum en Catalunya entrando en una fase errática con múltiples cambios
de posición y ambigüedades, que culminaron con un fiasco electoral en las
elecciones al Parlamento de Catalunya el 27 de Setiembre de 2015, con una
candidatura pilotada directamente desde la dirección central en Madrid.

A partir de ahí se produjo un nuevo giro, y Podemos participó en la creación
de una coalición amplia y plural en Catalunya, En Comú Podem, liderada por
Ada Colau (antigua portavoz de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas
(PAH) y ahora alcadesa de Barcelona bajo la candidatua Barcelona en Comú).
Ello conllevó de nuevo la asunción por parte de Podemos de la propuesta
democrática de celebración de un referendum en Catalunya, defendida por En
Comú Podem.

Más allá de la cuestión plurinacional, el proyecto de construcción de un
discurso “patriótico” como palanca de movilización popular por parte de
Podemos ha topado con una segunda dificultad: el hecho que los símbolos
nacionales españoles (la bandera, la propia noción de patria, etc) han sido
hegemonizados, al menos desde el final de la Guerra Civil, por las fuerzas
derechistas. Los intentos de resignificar el término “patria” en un sentido
democrático, igualitario y plurinacional, que ha realizado Podemos han
aparecido como bastante artificiales y más como producto de una decisión
estratégica apriorística que como fruto de una base objetiva real para
hacerlo.

-Jacobin: ¿Cuál es la posición de Podemos respecto a la deuda? El Estado
español registró una deuda pública del 99.2% del PIB en 2015 y su deuda
alcanzó un máximo histórico del 99.3% en 2014...

Podemos ha desarrollado una concepción de la política en la que el programa
electoral se considera muy secundario. De hecho, en cada una de las
elecciones en las que se ha presentado (Europeas en Mayo de 2014, regionales
en Mayo de 2015, y generales en Diciembre de 2015 y Junio de 2016) el
programa ha ido cambiando en permanencia en un sentido general de mayor
“moderación” de las propuestas y de abandono de cualquier medida que pudiera
paracer “radical”.

Podemos ha rehuido adoptar compromisos programáticos públicos firmes y no ha
hecho ninguna labor para concretar programáticamente lo que podría ser un
proyecto de cambio y un gobierno anti-austeridad, ni para popularizar
demandas a escala de masas que sirvieran de palanca para la movilización y
el combate político.

El suyo ha sido un programa bastante invisible y “líquido”, utilizando la
conocida expresión de Bauman. Y al mismo tiempo la declaraciones de sus
dirigentes han estado plagadas de contradicciones y rectificaciones en
permanencia.

Este es el contexto que hay que tener en cuenta para comprender la posición
de Podemos respecto a la deuda. En la campaña de las elecciones europeas
defendió la auditoria ciudadana pero después esto se fue diluyendo en favor
de ideas más genéricas de reestructuración o renegociación de la deuda.

Más allá de su evolución programática concreta, Podemos no ha dado demasiada
centralidad a la deuda, ni ha querido emparentarse con las propuestas de
auditoría ciudadana. Antes de las últimas elecciones, la Comisión Europea
anunció que el Estado español tendría que recortar 8.000 millones de euros
en gasto público entre 2016 y 2017. Iglesias puso más énfasis en señalar que
la reducción del déficit podría hacerse sin tocar los servicios básicos
recaudando más dinero con una mejor recaptación de impuestos, que no en
oponerse a la lógica de los recortes como tal.

-Jacobin: Podemos emergió de un movimiento de protesta asociado con una
ideología horizontalista ausente en los partidos de la izquierda
tradicional. ¿La institucionalización del partido sofocó esta tradición al
limitar el espacio para la oposición interna?

En el grupo fundacional de Podemos coexistieron dos proyectos. El
representado por Anticapitalistas propugnaba la construcción de un
“partido-movimiento” en sintonía con el legado y la cultura del 15M, en el
que la participación, la democracia interna y el espíritu de ruptura eran
los pilares fundamentales.

Pero Anticapitalistas fue rápidamente apartada del equipo promotor, en el
que prevaleció un proyecto de inspiración “populista” impulsado por el
núcleo alrededor de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en el que la democracia
interna y la participación de las bases no jugaba ningún rol, y en el que el
éxito electoral a corto plazo se convitió en el único objetivo.

Este modelo de partido fue certificado en el congreso fundacional de
Vistalegre en octubre de 2014, donde se puso en pie lo que Errejón
bautizaría como una “maquinaria de guerra electoral”, cerrando cualquier
pretensión de experimentación organizativa en un sentido innovador o
democratizador.

Podemos se configuró como un partido centrado en la competición electoral y
la comunicación política, y que descuidaba por completo la organización y
estructuración de sus bases militantes por debajo, así como el trabajo de
implantación social y la intervención en movimientos sociales y sindicatos.

El correlato organizativo de la máquina de guerra electoral-comunicativa fue
la adopción de una estructura altamente jerárquica y centralizada que generó
direcciones locales y regionales, promovidas en base a la lealtad a la
dirección central, muy dependientes de ella en términos políticos,
simbólicos y materiales.

Los órganos internos fueron elegidos con métodos mayoritarios y
plebiscitarios que sirvieron para excluir a las minorías, convirtiendo a las
instancias del partido en expresión de la fracción mayoritaria en cada lugar
y no en un marco de síntesis plural. En este esquema organizativo los
círculos no jugaban ningún rol, ni tenían función alguna, sin jamás
convertirse en espacios de discusión política o de intervención hacia el
exterior, más allá de las campañas electorales.

El resultado ha sido una organización con un potente equipo central
político-comunicativo, pero asentado sobre una estructura muy frágil e
inoperativa en la que se han encadenado crisis recurrentes en las
direcciones regionales y locales y en las que el partido apenas se ha
insertado socialmente más allá del ámbito electoral y comunicativo.
Cualquier partido montado en tan poco tiempo y con un crecimiento tan fuerte
habría tenido este tipo de problemas, pero el modelo político-organizativo
adoptado contribuyó a acrecentarlos.

En el último periodo, tras el cambio del responsable de organización en
marzo de este año, ha habido mejoras concretas que buscan corregir algunos
de los aspectos más perversos del modelo y un mejor clima de trabajo. Pero
lo que se necesita es un replanteamiento general del mismo.

-Jacobin: ¿Cómo explicas el pobre resultado de Podemos en las pasadas
elecciones cuando el partido perdió un millón de votos respecto al 20 de
diciembre?

Desde una perspectiva histórica amplia, el resultado de Unidos Podemos el 26
de Junio es un éxito y refleja una transformación profunda del sistema
tradicional de partidos del Estado español. Nunca una fuerza de las
características de Unidos Podemos había tenido tantos apoyos electorales.
Ahora bien, en términos inmediatos los resultados están por debajo de lo que
era posible y de las expectativas generadas. Suponen una ocasión perdida
para asestar un golpe definitivo al bipartidismo.

Hay muchos factores que pueden explicar a posteriori porque el resultado no
alcanzó lo esperado y no creo que haya una sola causa en mayúscula, unívoca.

En el intervalo que va de las elecciones del 20 de Diciembre de 2015 a las
del 26 de Junio de 2016 Podemos emitió demasiados mensajes contradictorios,
algo que arrastra desde su fundación. Los electores han visto a Podemos
decir y hacer una cosa y su contraria. Le han contemplado rechazar con
fuerza la unidad de la izquierda y después pactar con IU, anunciar que nunca
gobernarían con el PSOE estando en minoría y luego hacer una propuesta de
gobierno, rechazar la etiqueta de “izquierda” y finalmente abrazar de forma
poco creíble la de “socialdemócrata”.

La acumulación de mensajes contradictorios no sólo desconcierta, por razones
distintas, a sectores de tu base social y electoral, sino que trasmite la
idea de que Podemos es una fuerza veleidosa, que adapta su discurso a su
conveniencia. Y ello es un torpedo a su credibilidad. A la propia
acumulación de mensajes poco coherentes entre sí hay que sumarle el efecto
de una campaña electoral muy tibia, pensada más en no asustar a posibles
votantes no convencidos que en movilizar y estimular a la propia base social
real.

Podemos ha sido una fuerza habitualmente atrevida y osada, y ha roto
esquemas comunicativos en muchos terrenos, pero esta vez diseño una campaña
más conservadora en la que no quizo arriesgar.

Unidos Podemos obtuvo el 26J un millón de votos menos de los que el 20D
consiguieron por separado Podemos e Izquierda Unida. Lo más significativo es
que los primeros estudios indican que los votos perdidos se fueron
mayoritariamente a la abstención y no a otras fuerzas. Es decir, que Unidos
Podemos falló en movilizar y motivar a una parte sustancial de su base
electoral.

Errejón ha manifestado en varias ocasiones que Podemos debe moverse más allá
de la “máquina de guerra electoral” para desarrollar un “movimiento
popular”. Sin embargo, él entiende un “movimiento popular” básicamente en
términos culturales, como una estrategia para conseguir la hegemonía
cultural a largo plazo, y como un complemento a la actividad electoral. De
nuevo, la lucha social y no digamos la auto-organización está ausente y no
integrada como una variable estratégica.

Por su parte, Iglesias ha señalado que tras el 26J Podemos debería pasar de
ser un “ejército partisano” a un “ejército regular”. No está muy claro que
consecuencias políticas pueden derivarse de estas afirmaciones y es probable
que ésta alterne bandazos y golpes de timón repentinos. Pero en términos
generales parecen apuntar hacia una voluntad de “normalización” y de
homologación de Podemos en el panorama político y en acrecentar su
credibilidad gobernista e institucional con vistas a romper el miedo o
desconfianza que pueda suscitar entre parte de su electorado potencial.

Me parece que en realidad habría que ir en otra dirección: la de diferenciar
permanentemente a Podemos como un partido distinto, que hace las cosas de
otra manera, que dice lo que las otras fuerzas silencian y que tiene un
discurso y una práctica coherentes.

No se trata de quedarse atrapados en un debate entre ser una fuerza de
gobierno o una de lucha, o de tener credibilidad como fuerza de gobierno o
como fuerza opositora, sino de discutir qué tipo de credibilidad y como se
consigue. Las fuerzas políticas tradicionales no andan precisamente sobradas
de credibilidad, y no es actuando como ellas que se va a avanzar en este
terreno.

-Jacobin: ¿Qué efecto ha tenido en Podemos la experiencia de Syriza en
Grecia?

La actitud del gobierno de Tsipras ha sido la antítesis de la necesaria.
Capituló rápidamente y sin apenas resistencia. Las dificultades y los
poderes a las que hacía frente eran enormes. Pero Tsipras renunció a
atraverse, a intentarlo. Nunca tuvo un Plan B más allá de buscar una
imposible cuadratura del círculo y sin Plan B en realidad no hay Plan A.

Se ha acabado convirtiendo en una caricatura de sí mismo. En menos de un año
enterró las esperanzas de cambio, se plegó a los dictados del mundo
financiero y, quizá sin saberlo, apuñaló por la espalda a la idea misma de
que el cambio es posible, haciendo de verdugo de un mundo mejor que se
resiste en llegar.

Como en tantas ocasiones de la historia, los enterradores del futuro vienen
de las propias filas del campo popular. Cuando esto sucede las consecuencias
son devastadoras. La desorientación y la confusión se expanden sin freno y
se tarda tiempo en remontar. Esto es precisamente lo que buscaba la Troika.

Podemos cometió un grave error político alineándose con Tsipras y ello lo ha
dejado sin argumentos cuando sus adversarios políticos decían: “¿Lo véis?,
no se puede gobernar de otra manera. Incluso cuando vuestros amigos
gobiernan acaban haciendo lo mismo que nosotros”.

La situación griega no era fácil para Podemos. Admitir que Syriza capituló
no es muy agradable, pero es peor aparentar que no sucede nada y que todo va
viento en popa. Dentro de una experiencia negativa como la griega Podemos
hubiera podido intentar transmitir dos mensajes estratégicamente relevantes:
primero, el cambio es posible pero es complejo y no basta sólo con votar a
un gobierno anti-austeridad, sino que hay que estar dispuesto también a la
movilización; segundo, Podemos tiene un compromiso inquebrantable con los
intereses de la mayoría y, fiel a ellos, no duda en desmarcarse de sus
aliados internacionales si estos fallan.

No sé qué efecto electoral a corto plazo hubiera tenido otra aproximación al
caso griego, posiblemente ninguno. Pero sin duda hubiera permitido armarse
mejor estratégicamente para el combate el medio y el largo plazo.

La realidad es que no ha habido ningún debate serio sobre lo acontecido en
Grecia por parte de ninguna de las corrientes de la izquierda del Estado
español, como Podemos, Izquierda Unida o las candidaturas ciudadanas locales
que ganaron en Madrid, Barcelona, Zaragoza, A Coruña y otras ciudades en las
elecciones municipales del 24 de Mayo de 2015.

¿Por qué se ha desaprovechado la oportunidad de discutir a fondo el caso
griego? Se me ocurren tres motivos:

Primero, la falta de un internacionalismo práctico y concreto en la
actividad cotidiana de las organizaciones políticas de la izquierda
española, cuyas direcciones tienen pocos vínculos reales con lo que sucede
en el resto de Europa.

Segundo, relacionado con el anterior, es la sobreacumulación de tareas
domésticas que impiden pensar sobre los temas no inmediatos y no
coyunturales. La intensidad de la crisis política española y el
encadenamiento de convocatorias electorales hace que lo urgente siempre pasa
por delante de lo necesario.

Tercero, el autoengaño de no querer ver la realidad helénica tal y como es,
porque ella en el fondo arroja sombras muy fuertes sobre lo que se está
haciendo en el Estado español. Este autoengaño toma tres subformas: negar la
gravedad del giro pro-Memorandum de Tsipras; considerar que la política del
gobierno griego es un desvío temporal y que cuando la relación de fuerzas lo
permita emprenderá una senda antiausteridad (lo que supone no entender la
irreversibilidad de cierto tipo de decisiones); pensar que en el Estado
español las cosas serán diferentes, porque es un país más fuerte que Grecia
que podrá negociar en mejores condiciones con la UE.

Sólo cuando Tsipras pierda el gobierno puede que haya un verdadero debate en
Podemos, Izquierda Unida y las candidaturas municipales. Si la lección que
llega de Grecia es que ganar unas elecciones y capitular políticamente
implica perder el gobierno a medio plazo, entonces saltarán todas las
alarmas. Pero puede que sea demasiado tarde.

-Jacobin: ¿Por qué tanta gente continua votando a un partido tan corrupto y
desprestigiado como el PP, que volvió a ganar las elecciones?

Las causas de fondo hay que buscarla en tendencias sociales estructurales,
tanto en el ámbito cultural-ideológico como en el de la estructura social,
provocadas por décadas de capitalismo neoliberal consumista y
especulativo-immobiliario. Tampoco hay que olvidar el peso del clientelismo
político en muchas regiones.

Más allá de ello, el PP supo explotar certeramente el miedo a una posible
victoria de Unidos Podemos, utilizada como un fantasma para movilizar a su
electorado y para concentrar el voto de la derecha entorno al PP a través de
llamadas al “voto útil” en detrimento de Ciudadanos, que encarna la “nueva
derecha” neoliberal promovida artificialmente por los medios de comunicación
a modo de un recambio y/o de una muleta de los partidos tradicionales.

A ello se le añadió el efecto, justo en el decisivo tramo final de la
campaña, del Brexit que, presentado en tono apocalíptico por la prensa,
reforzó sin duda un voto de orden y temor.

A pesar de todo ello, cuando se analiza la robustez electoral del PP no hay
que olvidar una cuestión decisiva: el factor generacional. La mayoría de sus
votantes se concentran entre las capas de mayor edad.

En términos estrictamente electorales inmediatos ello no es un problema en
un país con una pirámide de edad envejecida y con tasas de participación
electoral mayores entre las personas de edad avanzada que entre los jóvenes.
Pero en términos de su proyecto a largo plazo, la pérdida de contacto con
las generaciones jóvenes es un factor bastante decisivo para cualquier
partido.

-Jacobin: ¿Cuál es tu opinión de los recientes acontecimientos en el Reino
Unido y el Brexit? ¿Puede el nacionalismo de izquierdas ser una solución
progresista hoy?

El referéndum muestra varios elementos paradójicos y contradictorios. El
resultado es un golpe a los intereses de la City y el capital financiero y
de las clases dominantes europeas que asisten a un nuevo episodio de crisis
de su proyecto de integración europea.

A la vez, la campaña del “Leave” estuvo totalmente dominada por las fuerzas
reaccionarias y xenófobas que, a corto plazo, salen reforzadas y podrán
marcar la agenda política interna. Al mismo tiempo, sin embargo, el
referéndum ha provocado un relanzamiento del debate sobre la independencia
de Escocia, lo que puede contribuir a medio plazo a debilitar al Estado
británico y a las clases dirigentes.

La izquierda británica estuvo todo el tiempo con el pie cambiado, condenada
o bien a hacer una campaña por el “Leave”/Lexit que no tenía espacio ante
las derecha xenófoba, o bien a hacer una campaña por el Remain en la que
tenía que desmarcarse del europeísmo oficial y del propio proyecto de la
Unión Europea.

La izquierda europea, y en particular la euromediterránea, debe tomarse muy
en serio la articulación de una crítica sistemática a todo el proyecto de la
Unión Europea, pero sobre unas bases internacionalistas y solidarias, en
abierta confrontación con la derecha xenófoba, y sin nostalgia de un
repliegue nacional-estatal keynesiano (como hacen algunas corrientes de la
izquierda comunista ortodoxa más tradicional y algunas corrientes
neosocialdemócratas).

La lección de Grecia es clara: muestra que la ruptura con el andamiaje de la
UE es necesaria para cualquier gobierno que quiera implementar una política
contraria a la austeridad. Los discursos ingenuos del tipo reformar la UE,
negociar más flexibilidad con las autoridades europeas, etc, son
estratégicamente un callejón sin salida. Ni creencia superficial en una
improbable reforma de la UE, ni nostalgia del mundo anterior a la
globalización, la izquierda necesita plantear una alternativa de ruptura
basada en la defensa de la soberanía desde abajo y el internacionalismo
solidario.

En el caso del Estado español, el grueso de las fuerzas de la izquierda
tienen planteamientos muy insuficientes respecto a la cuestión de la UE y
parecen desarboladas estratégicamente. Podemos ha rechazado afrontar la
cuestión de la UE de forma sólida, echando balones fuera y agarrándose a la
cuadratura del círculo. De todas las debilidades programáticas de Podemos
esta me parece fundamental y una de las más urgentes a corregir, pues si
alguna vez hay un gobierno encabezado por Podemos en el Estado español la
apuesta en favor de un imaginario compromiso con la Troika y los poderes
reales dentro de la UE puede llevar a situaciones sin salida, no muy
distintas de la griega.

* George Souvlis, doctorando en historia en el European University Institute
de Florencia.

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