Uruguay/ Jihad Diyab: carrera contra el tiempo [Contreras - Rovira Torres - López Belloso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 16 14:10:48 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

16 de setiembre 2016

Boletín Informativo

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Uruguay

Cancillería busca un nuevo país para Jihad Diyab

Carrera contra el tiempo

El gobierno despertó de la indiferencia y busca por todos los medios que un
país musulmán reciba a Diyab, que lleva más de 30 días en huelga de hambre y
que el miércoles entró en un “coma superficial”. La sociedad uruguaya
también salió del letargo, aunque buena parte de ella sigue sin entender la
validez de su reclamo y mucho menos establecer algún nivel de solidaridad
con un hombre al que consideran un malagradecido.

Mariana Contreras/Florencia Rovira Torres

Brecha, Montevideo, 16-9-2016

http://brecha.com.uy/

Hasta que estas páginas salieron rumbo a la imprenta, Jihad Diyab proseguía
con su negativa a tomar agua. El mediodía del miércoles había entrado en
coma cuando, siguiendo las prácticas musulmanas, se inclinaba orando en
dirección a la Meca. En coma permaneció hasta la noche, cuando despertó y
decidió que le fuera retirado el suero que los médicos habían colocado para
hidratarlo. La asistencia y monitoreo que la Comisión de Derechos Humanos
del Sindicato Médico del Uruguay (Smu) había iniciado ese día, cesó ante la
decisión del sirio (véase recuadro).

Ese mismo miércoles, Christian Mirza, el nexo designado por la cancillería
para interactuar con “los guantanameros”, había llevado a la casa una silla
de ruedas, porque los vahídos y caídas ya hacía días que venían sucediendo.
Y ese día, también, llegó un integrante del Servicio Ecuménico para la
Dignidad Humana (Sedhu) a entregarle las mensualidades adeudadas. Cuando
Jihad Diyab fue obligado a regresar a Uruguay, después de estar detenido en
Venezuela, el Sedhu debía pagar el dinero correspondiente a los meses que no
estuvo en el país. ¿Por qué no habría de hacerlo, si el sirio es un hombre
libre que puede viajar adonde le plazca?; el problema es si lo reciben o no,
según repiten las autoridades del gobierno uruguayo. Pero en el momento de
hacer efectivo el pago, le ofrecieron menos dinero que el correspondiente a
un mes, sin que el motivo fuera explicado. Diyab no aceptó la quita,
entonces no pagaron nada. Quince días demoraron el gobierno y el Sedhu en
decidir qué hacer ante esa situación, hasta que el representante de la Ong
llegó, con Jihad ya inconsciente, a entregar el dinero. El jueves, poco
después de despertarse del coma, giró el monto completo a su familia que
vive en Turquía, a donde llegó desplazada por la guerra en Siria, y que hoy
celebra el casamiento de una de sus hijas.

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“Hicimos una valoración clínica. Está estable, está lúcido, está en
condiciones vinculadas a su decisión de no comer ni tomar líquidos, sigue
deshidratado, aunque menos. Él lo sabe, se lo explicamos”, dijo a Brecha
Julia Galzerano, una de las integrantes de la comisión sindical que lo
atendió, luego de visitarlo con posterioridad a que recobrara la conciencia.

Jihad no quiere morir, pero está dispuesto a hacerlo para que se respete su
derecho a vivir con los suyos en el país que elijan. La noche del martes
había repetido a Brecha que quería ver a su familia, “es mi derecho básico”,
reclamó, otra vez, dejando entrever el esfuerzo que le demandaba una
conversación en inglés con sus energías ya menguadas.

Repasando los múltiples encuentros de Diyab con Brecha en este año y medio
que lleva en el país, hay una coherencia contundente en su discurso. En
todas dice, incansable, lo mismo: quiere, necesita, reunirse con su familia,
y aquí no encuentra las condiciones para ofrecerles una vida digna. Su tono
no es de súplica sino el de un hombre consciente de sus derechos, aferrado a
ellos, y que no está dispuesto a que le sean cercenados.

“El que hace una huelga de hambre lo que quiere es lograr un fin. Es una
manera de protesta no violenta para lograr lo que no puede por otros medios.
Él quiere reunirse con su familia, ese es su objetivo; no quiere morirse. Y
siente que la única manera de presión que tiene es su cuerpo. Él explica
eso”, dijo Galzerano, consultada sobre los argumentos de Diyab para que le
fuera retirado el suero.

La razón le asiste al sirio. Nadie se interesó por su planteo en 2015,
cuando contaba que intentaba “trasmitir paciencia, darles esperanza” a sus
hijos, que en ese tiempo todavía permanecían en una Siria cercada por la
guerra, mientras anhelaba “una vida simple, una vida en paz”, y decía: “No
quiero traerlos aquí para que vivan en la miseria. Trece años de
dificultades ya nos alcanzan. Necesito cerrar este capítulo y comenzar una
vida nueva. No quiero que mi familia me diga después de unos meses que no
está bien aquí y que se quieren ir”;1 tampoco nadie se interesó cuando en
junio de este año desapareció sin dejar rastro; y a pocos les importó su mes
de encierro e incomunicación en Venezuela, aunque hasta hoy se desconocen
los motivos; nadie reclamó respuestas cuando volvió en un avión de la
petrolera Pdvsa, por más que no está claro si el proceso de “deportación” se
ajustó a derecho. Jihad Diyab volvió asegurando que estaba en huelga de
hambre, pero esto tampoco fue motivo de conmoción.2

No fue hasta que en un video atribuido a “grupos de allegados”, entre los
que se destaca Plenaria Memoria y Justicia, difundieron un video en el que
se ve su cuerpo tendido en un colchón en el piso, su cara flaca, su aspecto
frágil, no fue hasta que su casa se llenó de “radicales” advirtiendo la
gravedad de lo que estaba sucediendo, no fue hasta que la noticia comenzó a
tomar ribetes de espectáculo, que el reclamo de Jihad Diyab comenzó a ganar
lugar en los medios, y se desató la preocupación: un refugiado sirio, un ex
guantanamero, ignorado por el gobierno progresista y apoyado por los ultras,
podría morir en territorio uruguayo. Qué papelón.

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Así las cosas, y después de 30 días de huelga de hambre, abundaron los
comunicados de solidaridad y preocupación, dando un respiro a tanto insulto,
tanta acusación de ingratitud acumulada en los días previos. Pero faltó un
pronunciamiento notorio: el Frente Amplio no ha expresado palabras de
solidaridad, ni de empatía; ni un “entiendo pero no comparto” ha dicho.
Tampoco ha dicho nada su presidente electo, Javier Miranda, hasta hace poco
encargado de la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia. Es, para una
fuerza definida de izquierda, un silencio demasiado ruidoso. Porque si a
todo humano puede reclamársele empatía en este caso, cuánto más a una fuerza
política que enarbola una ética de izquierda. Empatía con su sufrimiento,
solidaridad ante la vida que ha vivido, ante los abusos que ha sufrido, y
firmeza para reivindicar sus derechos de hombre libre, se compartan o no sus
métodos de reclamo.

***

Al cierre de esta edición, Mirza dijo a Brecha que aún no hay novedades
sobre las gestiones que realiza el gobierno uruguayo, pero que hay “varias
en curso”, tanto con países árabes como las que lleva adelante el propio
canciller Nin Novoa ante Estados Unidos, donde se encuentra de visita
oficial. El jueves pasado, luego de una reunión entre Nin y varios allegados
a Jihad, el jerarca decidió enviar dos cartas solicitando colaboración: una
a Acnur, otra al gobierno de Estados Unidos. No se conoce respuesta a esas
misivas, pero la embajadora estadounidense en Uruguay, Kelly Keiderling,
declaró que Diyab “ahora tiene estatus de refugiado en Uruguay y es
residente en Uruguay”, por lo que los asuntos relativos al ex prisionero
“los lleva el gobierno uruguayo”, según informó ayer el portal Montevideo.

Notas

1.Véase Brecha, 9-X-2015.

2.Todas las notas publicadas por el semanario desde que Diyab salió de
Uruguay pueden leerse en www.brecha.com.uy/jihad-diyab-huelga-hambre/

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Sistema de cuidados

La Comisión de Derechos Humanos del Sindicato Médico del Uruguay decidió
retirar la asistencia a Jihad Diyab luego de que éste optara por que le
fuera retirado el suero con el que se lo hidrató mientras estuvo
inconsciente. Salvo el breve período en que se contó con la asistencia del
Sindicato Médico de Uruguay (Smu) (el miércoles), la huelga de Diyab –que
lleva más de un mes sin ingerir alimentos y que hasta que se lo hidrató
estuvo 12 días sin ingerir líquidos, según él manifiesta– no ha contado con
un monitoreo sanitario, salvo la colaboración espontánea de Fidel Lagos, un
médico allegado.

La doctora Julia Galzerano, integrante de la comisión del Smu, explicó a
Brecha que la participación del sindicato se hace siguiendo un protocolo que
incluye ciertos pactos con los huelguistas: el chequeo previo que permita
seleccionar a quienes participarán de la medida, el visto bueno de los
médicos del lugar donde se realizará la huelga, la ingesta de nutrientes a
través de líquidos, horas de descanso definidas, controles médicos diarios,
el retiro de huelguistas si su estado de salud se complica, etcétera.
“Cuando no están dadas esas condiciones, cuando la persona dice que quiere
llegar hasta las últimas consecuencias, el protocolo habilita a retirarnos,
porque no le podemos garantizar que vaya a lograr lo que quiere siguiendo
este tipo de cosas”, explicó la doctora. Eso fue lo que pasó cuando Diyab
decidió volver a la huelga seca. “Esta situación excede a todas las huelgas
de hambre que hemos tenido, es la más grave”, señaló en referencia a la
medida adoptada por el sirio, y a lo extenso de la huelga. Galzerano también
señaló que si Diyab acepta cambiar la medida de la huelga seca, el sindicato
volverá a asistirlo.

Horas después de que las doctoras del Smu se retiraron, llegaron, por
decisión del juez Carlos García Guaraglia, tres médicos del Instituto
Técnico Forense junto a tres policías. La orden fue dada luego de que el
Ministerio de Salud Pública advirtiera el día anterior que Diyab estaba
inconsciente en su domicilio, y previendo que pudiera ser trasladado a una
institución médica. Los médicos elaboraron un informe, que elevaron al juez,
pero dado que Diyab recobró la conciencia, se descarta que el juez
intervenga en manera alguna.

La asistencia, en caso de necesitarla, corre ahora por cuenta de Asse. Pero
a más de 30 días de iniciada la medida, la “huelga salvaje” de Diyab, como
se conoce en la jerga médica a la práctica adoptada por el sirio, no está
siendo monitoreada.

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Años en el purgatorio

Roberto López Belloso

La versión de la administración Obama sobre ese purgatorio de dos años que
los ex detenidos deben pasar en Uruguay antes de liberarse por completo del
infierno de Guantánamo contrasta con la dada a la prensa por el hoy ex
presidente José Mujica: “el primer día que se quieran ir se podrán ir”.

La promesa de que los ex detenidos de Guantánamo acogidos en el país
permanezcan en territorio uruguayo por dos años, aunque embarazosa para
Uruguay, parece estar clara para Estados Unidos. Así se desprende de las
afirmaciones de Lee Wolosky, enviado especial del Departamento de Estado
para el cierre del polémico centro de detención. La supuesta desaparición de
Jihad Diyab del radar de las autoridades, a mediados de año, coincidió con
la comparecencia de Wolosky ante el Congreso. El 7 de julio –y ante los
cuestionamientos del republicano Ed Royce, presidente del Comité de Asuntos
Exteriores– Wolosky dijo que Uruguay ha cumplido todas las medidas de
seguridad, incluida la promesa de no entregar documentos de viaje
internacionales por dos años.

Según la crónica parlamentaria de The New York Times, Wolosky insistió en
que el acuerdo con Uruguay no implica “eliminación del riesgo, sino
mitigación del riesgo” y recalcó que no se puede hablar de que Diyab haya
“escapado” en ese viaje semi clandestino rumbo a Brasil y Venezuela, ya que
no está encarcelado.1

La versión de la administración Obama sobre ese purgatorio de dos años que
los ex detenidos deben pasar en Uruguay antes de liberarse por completo del
infierno de Guantánamo, mantenida por Wolosky, contrasta con la dada a la
prensa por el hoy ex presidente José Mujica. En diciembre de 2014 Mujica
había dicho que “el primer día que se quieran ir se podrán ir”. En esa misma
entrevista con Televisión Nacional había negado la existencia de cualquier
acuerdo con Estados Unidos sobre un período de permanencia obligada dentro
de fronteras. Técnicamente Diyab ya había estado fuera del país. En febrero
de 2015 visitó Buenos Aires en un intento, luego infructuoso, de iniciar un
pedido de ciudadanía argentina basado en el origen de su familia materna.

Alto perfil

No deja de ser curioso que el gobierno uruguayo se muestre sorprendido por
el carácter combativo con el que Diyab defiende sus derechos. Ya en el
momento de su traslado a Montevideo The New York Times destacaba que uno de
los ex presos que estaba recibiendo Uruguay, precisamente Diyab, era “de
alto perfil” dada su lucha en los tribunales en contra de la alimentación
forzada y para que su caso saliera del limbo en que se encontraba a inicios
de 2014.

No debe olvidarse que en 2009 el Grupo de Trabajo para revisar las
detenciones en Guantánamo había concluido que Diyab no era una amenaza para
la seguridad de los Estados Unidos. Lo que es muy parecido a reconocer que
nunca lo había sido. A pesar de eso, estuvo cinco años más en prisión. Para
denunciar esa situación inició una huelga de hambre en 2013. Esa medida
también motivó un artículo en The New York Times, pero en ese caso en las
páginas de opinión. El columnista Joe Nocera había denunciado las
condiciones de alimentación forzada a que Diyab había sido sometido en 2014
y había señalado que, de los cinco reclusos que habían iniciado la protesta,
Diyab fue el único que en ningún momento la abandonó por completo.

Expediente

Doscientos cincuenta dólares al mes era lo que Diyab ganaba como repartidor
de miel en Afganistán. Estaba familiarizado con el oficio de conducir, ya
que anteriormente había sido chofer de la fuerza aérea siria. Según lo que
el comandante de la armada de Estados Unidos Mark Buzby dice que Diyab les
dijo a sus interrogadores, en Afganistán vivía con su familia en un
apartamento que los talibán le proveyeron gratuitamente. El motivo de este
vínculo habría sido la habilidad de Diyab para falsificar pasaportes. Esa es
la única función en las redes islamistas que los cuerpos de seguridad
pudieron sostener con cierta solidez: el expediente indica que cuando fue
capturado por la policía el 1 de abril de 2002 tenía en su poder 30 fotos
tamaño pasaporte. Al no haber tenido las garantías de un juicio, es
imposible calibrar la veracidad de esa afirmación de sus captores.

¿Qué buscaba Estados Unidos cuando cuatro meses después, el 5 de agosto,
trasladó a la prisión de Guantánamo a este “enemigo” sin aparente actuación
en el ala militar de Al Qaeda? Información sobre las redes de apoyo y las
casas de seguridad de la red islamista. Así lo reconoce el expediente, donde
también se señala el carácter “no cooperativo” de este sirio nacido el 10 de
julio de 1971 en Líbano, de padre sirio y madre argentina.

Traslados

Los cuatro ciudadanos sirios, el ciudadano tunecino y el ciudadano palestino
que fueron transferidos a Uruguay el 7 de diciembre de 2014, por acuerdo
entre las administraciones de Barak Obama y José Mujica, no fueron los
únicos ex detenidos de Guantánamo llevados a otros países. Sin ir más atrás
en el tiempo, en el reciente mes de agosto hubo 15 traslados a Emiratos
Árabes Unidos, en julio, dos a Serbia y uno a Italia. En total, desde que
Albania fue el primer receptor en 2006 (todavía durante la administración de
George W Bush), 59 países han hecho este tipo de acuerdos con Washington,
entre los cuales El Salvador es el único latinoamericano además de Uruguay.
Quienes llegaron a El Salvador fueron dos ciudadanos chinos de la etnia
separatista uigur, que 17 meses después se habían esfumado. Ante esa
situación la canciller salvadoreña, Irene Sánchez, se negó a dar más datos
sobre su destino o paradero “para proteger la privacidad de las personas”.

Nota

1.Véase Brecha, 22-VII-16.

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