Uruguay/ Bella Unión: la lucha de los cañeros y el negocio de Alur [Mariana Castiñeiras - Renzo Rosello]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Sep 26 14:12:13 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

26 de setiembre 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

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Uruguay

La caña nuestra de cada día: el problema de ALUR desde Bella Unión

La supervivencia de Bella Unión depende de la caña de azúcar pero el sistema
actual, con el Estado al mando del proceso, está en jaque una vez más. Allí
los trabajadores quieren cultivar su propia tierra y los productores piden
participación en la empresa. Todos están de acuerdo en algo: defender el
sustento.

Mariana Castiñeiras

El País, Montevideo, 25-9-2016

http://www.elpais.com.uy/

Debe haber muchas formas de contar la historia de Bella Unión. (1) Se podría
describir a un pueblo tozudo que lucha por lo único que ha sabido darle de
comer, a una ciudad subyugada por el autoritarismo de un cultivo ingrato, o
hablar del espíritu revolucionario de sus trabajadores, que tienen capítulos
guardados en los libros de historia de Uruguay. Se puede hablar de fracasos.
Muchos fracasos. Pero hay algo que no se puede dejar de lado, por más que
los artiguenses del extremo norte lo hayan intentado. Y eso es la caña de
azúcar. (2)

Los supermercados, restaurantes, hoteles, tiendas de ropa, panaderías y free
shops que se distribuyen en las 25 cuadras que tiene de largo Bella Unión
giran en torno a la caña. La caña atraviesa todo en esta pequeña ciudad. Es
la bonanza y la crisis, la comida de los trabajadores y las ganancias de los
productores. Se esparce alrededor de los caminos, entre el verde del cultivo
y el amarillento de la cosecha, y se ve en las manos negras de los cañeros.
Está en las bolsas de azúcar que consume medio país y en el combustible que
hace andar los autos. Para los 15.000 habitantes de Bella Unión, el motor es
la caña.

Y cada tanto, como en la última polémica que los tuvo por protagonistas, les
tiembla el piso. La estructura que sostiene a la única ciudad de Uruguay que
vive de la caña amenaza con caerse y es en esos días cuando los
bellaunionenses desempolvan su espíritu combativo.

Los peludos

Al curtido líder del sindicato con uno de los trabajos más duros y sufridos
del país se le cae una lágrima. En las afueras de la ciudad, donde las cañas
arden entre mayo y octubre y los machetazos cortan el aire bajo el sol del
mediodía y el rocío de la noche, Sergio Pintado llora.

Se presenta como "un peludo". Lleva la boina hacia el costado, una camisa
azul y el gesto serio. Ya es mediodía y el secretario general de la Unión de
Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) termina la jornada. Se va sin
sacarse la protección de la canilla izquierda, tal vez por miedo a las
cruceras, que ya lo dejaron un mes inconsciente con solo una mordida, o tal
vez por cansancio. —¿Qué era ser peludo antes y qué significa ahora?

—Yo le tengo mucho respeto al peludo de hoy, al de ayer y al de siempre. El
peludo —suspira—. Pa, el de antes era otra historia.

—¿Qué es ser un peludo?

—Ser peludo es sacrificado —dice, y la respuesta le queda atragantada.

La mezcla de melaza y hollín de los campos quemados cubre el cuerpo de los
cortadores sin excepción. Según cuentan los que la sufren, esta combinación
deja la ropa tan dura que una vez seca alcanza con un movimiento brusco para
rasgarla.

Pintado recorre la senda de tierra que divide los tablones, espacios
construidos por líneas de caña paralelas con caminos a los costados, en los
que trabajó toda la mañana. Al lado, la coreografía veloz de los cortadores
más jóvenes —y arriesgados que se exponen al sol del mediodía— repite el
mismo ritmo. Corte, polvareda, golpe de la caña contra el piso. Corte,
polvareda, golpe. Cada tanto se adivinan sus pasos en el crujir de la caña
desparramada.

La lucha de los cañeros de hoy, cuenta Pintado, está en la raíz de la
fundación de UTAA y en la ideología de los que la crearon en 1961. (3) Entre
ellos, el proyecto del líder sindical y más tarde guerrillero, Raúl Sendic.
"Era más amplio. Era hacer cooperativas sociales y que la ganancia quedara
en el peludo, que la sufre", dice Pintado.

Los peludos quieren una reforma agraria que les permita salir de la
zafralidad. Trabajar cinco meses y sobrevivir 12 no es negocio ni vida y
muchos tienen que salir a cazar mulitas o incluso robar para sobrevivir,
cuenta Pintado.

El último eslabón de la cadena quiere ser el primero. Y es ocupando tierras
del Estado y a través de negociaciones con el gobierno que han conseguido
varias hectáreas en las que hoy funcionan diferentes proyectos. Hay chacras
con quintas, chancherías y cría de aves donde hoy trabajan y cultivan
cañeros entre los que hay madres solteras con hijos. Porque también hay
mujeres cañeras.

María Julia França tiene 36 años y empezó a trabajar a los 15, cuando tuvo a
su primera hija y le pagaban seis pesos por hora. Ahora tiene tres y cobra
más en su rol de fiscalizadora. Su tarea es comprobar que no haya
incumplimientos en seguridad y derechos de los trabajadores. Sin embargo,
cuenta que es la única mujer trabajadora de Alcoholes del Uruguay (ALUR) que
no está contratada directamente en la plantilla. Si mañana la despiden,
dice, se va solo con la liquidación.

Papa, cebolla, morrón, tomate, zanahoria, boniato, chaucha, frutilla y caña:
França pasó por todos. Ha abonado, echado herbicida, cosechado, sembrado e
incluso tiene libreta de maquinaria agrícola, pero no le han dado
oportunidades, dice, porque el campo se entiende como "lugar de hombres".
Dice también que para la mujer es difícil competir en fuerza y que eso lleva
a resistir más de lo que el cuerpo da para rendir lo mismo. En estos años
supo de abusos, injusticias y de violencia. Lo cuenta y su labio inferior
empieza a temblar.

—Al principio hubo muchos abusos. Yo los vi y los pasé. De parte de
capataces, de patrones. Años atrás era más brava la cosa. De a poco los
tiempos van cambiando. Yo era una gurisa, también. Hoy tenemos más coraje.

—¿Qué pasaba?

—Chantajes. Llamás la atención. Si hacés tal cosa te aumento las horas, si
estás te pongo más metros.

—¿Si estás...?

—Sexual. Ahí es donde va el valor que tengas de decir que no. Y después te
castigan con los peores trabajos. ¿Sabés lo que es estar carpiendo al sol al
mediodía? Yo siempre fui muy porfiada, me aguantaba los lugares a los que me
mandaban. Cuando ven que no hay como doblegarte te empiezan a respetar.

—¿Y cuando el cuerpo dice que ya está?

—Te tomás unas cuantas pastillas. Perifar 600, Actron y cuando estás en los
días, doble pastilla.

Lo que le dejaron los años de campo es un desgarro en un músculo, cerca de
la columna, que se tiene que operar. La cirugía implica recuperación y eso
significa dejar de trabajar y es un lujo que no se puede dar. Mucho menos
tomarse tiempo para cuidar a sus hijos o acompañarlos cuando se enferman, un
reclamo que las mayores le hacen con frecuencia. Los hijos chicos de França
ya saben prepararse el café desde los tres años.

Los salpicados

En la sede de la Asociación de Plantadores de Caña de Azúcar Norte Uruguayo
(Apcanu) hay un mapa de Bella Unión en el que no hay calles ni comercios
marcados. La tierra está fraccionada por colores, cada uno con el nombre de
su propietario. Los cinco representantes de este gremio, conformado hace más
de medio siglo, discuten, levantan la mano para hablar y se ríen de su
propio ímpetu pasional. Negocian sobre fechas o la cantidad de productores
que hay en Bella Unión y finalmente, con calculadora en mano, se ponen de
acuerdo: son 250.

Este año fue difícil. Si bien creen que el cambio climático ha favorecido el
cultivo de la caña al norte del país, aclaran que este año no escapó a los
problemas que ha tenido el agro. También creen que el sector tuvo los suyos
propios y, a su juicio, todos tienen que ver con la gestión de ALUR.

"En 2008 ALUR incentivaba a que se plantara caña, a que hubiera pequeños
productores", dice Juan Ignacio Ferreira, secretario de Apcanu. Sin embargo,
desde que en 2012 se aplicaron una serie de cambios en la forma de
producción, los que salen beneficiados según este gremio son los más
grandes.

"Antes, los chicos tenían la posibilidad de ir cortando su caña. Si tenía 15
hectáreas, iba con tres obreros y me cargaba yo mismo mi propia caña. A mano
o con grapo, zorra y tractor. Esa era la cosecha artesanal", explica Ricardo
Ferreira, vocal del gremio. "Al tercerizarla, ahora viene un grupo con 40 o
50 obreros (contratados por ALUR, cortan todo de golpe y ahí la caña pasa 15
o 10 días sin que la lleven y tiene una pérdida enorme de rendimiento. Los
grandes productores tienen su propio camión y grapo y se defienden de otra
forma". Con lo que el productor chico se ahorraba de flete y de carga, tenía
ganancia.

Los productores advierten que "en Bella Unión no hay ricos". ALUR es para la
ciudad un proyecto social. Su quiebra o cierre podría ser fatal. Así lo
describe el productor Luis Raymon: "No hay vuelta, si el día de mañana nos
falta la caña no podemos decir que vamos a desaparecer pero que muchos vamos
a tener que irnos de Bella Unión, sí, es verdad". Esto sin mencionar a los
más de 1.400 cortadores de caña, trabajadores de planta, transportistas y
una larga cadena de personas que dependen de la caña.

Para proyecto social, ALUR tiene una falla inexcusable: algunos de sus
trabajadores apenas llegan a cobrar $ 12.000 por mes y un gerente superó los
$ 300.000. Ahí es donde las estructuras de Bella Unión volvieron a temblar.
(ver nota de Rosello más abajo)

Los productores sienten que los escándalos de la estatal los salpican a
pesar de que no tienen vínculo con las decisiones que se toman desde la
capital o las oficinas. Si bien para ellos ALUR fue una salvación en un
momento donde las opciones eran fundirse o cerrar la producción y lo
agradecen y defienden con uñas y dientes, tienen muchas críticas para
hacerle a la empresa estatal. Creen que se mete en sus campos y los deja
atados a sus tiempos y criterios, que consideran mal gestionados. Quieren
recuperar parte del control que tenían antes de que se creara ALUR,
convertida en estatal en 2006. Porque a pesar de que en manos de productores
ya se han fundido, ellos creen que pueden hacerlo mejor.

Si hay una promesa que todos en Bella Unión conocen, es la que hizo el
presidente Tabaré Vázquez en su primer mandato. Aseguró que se iba a llegar
a las 12 mil hectáreas cultivadas. Hoy, según cálculos de los productores,
están en 7.400.

Más hectáreas es más trabajo. Menos hectáreas significan más productores
cubriendo la zafra y, como consecuencia, una zafra más corta.

El presidente de Apcanu, Samir Mustafa, es el único silencioso del grupo,
pero interviene, tajante, para resaltar un punto: "Hoy no podemos crecer ni
una hectárea mas". Mustafa es uno de los productores con más cantidad de
hectáreas en su propiedad. Según explica, desde ALUR responden que la
producción de la planta está a tope y que no hay capacidad para más.
"Pensamos que se puede, porque en otro momento hubo 10 mil hectáreas. Hoy no
llegamos a las 8.500 que teníamos hace tres años".

Patrones y empleados

Pintado se toma una pausa para recuperarse del sobresalto. Mira al horizonte
por unos minutos en silencio y cuando puede recuperar la voz enumera a los
compañeros torturados en dictadura, la desnutrición, el hambre y la pobreza
de la crisis del 2002.

—Los cañeros de antes. Ellos eran líderes y pasaron a ser rehenes. Esos
viejos no se comen ninguna. Eran revolucionarios, muy diferentes a lo que
puede ver uno en una película. Eran revolucionarios del pueblo, de salir,
meterse en una estancia y tener que hacer un destrozo para darle de comer a
la gente. Eso eran ellos. Son personas justas, que pelearon por el obrero.
Lo que tenemos ganado hoy en los salarios con los convenios ha sido lucha
del sindicato, pero costó muchísimo.

Un trabajador destajista que se esfuerce puede llegar a ganar unos 19 mil
pesos por mes. Eso, soportando el hollín de la caña quemada que se le mete
en los pulmones, el calor, la piel curtida por el sol, el peligro de las
cruceras y yararás que habitan los campos y la espalda rota. Un trabajador
que empiece de adolescente fácilmente verá las secuelas del trabajo para los
30, dice Pintado.

—Es un trabajo insalubre. ¿Qué más se tiene que demostrar para que se logre
entender eso? Acá inhalás productos tóxicos. Porque esto no es natural, esto
está inyectado hasta las manijas.

La salud laboral es uno de los reclamos más fuertes del sindicato para el
próximo convenio. Otra de las luchas.

—¿Y qué es ser un peludo, entonces?

—Primero que nada, para nosotros el peludo es el respeto. Hoy tenemos
veteranos que no se han podido jubilar y siguen cortando con 65 años. Si
bien podrá ser un trabajo de mierda, bastante feo, para nosotros es un
orgullo ser peludos. Porque nos ganamos la plata honradamente. Parte de ahí,
de la honra. El peludo es trabajador.

A Ruben Ariel Machado Gamarra le dicen Quique. Es dueño de su propio campo,
pero no siempre fue así. Lo que tiene lo consiguió con lo que llama la
"lucha pacífica" por su "pedazo de tierra". Las negociaciones con Ancap, el
Instituto de Colonización, el Ministerio de Ganadería y otras instituciones
llevaron más de dos años pero dieron frutos. Hoy son tres los excañeros que
controlan un total de 44 hectáreas.

No es fácil pasar de asalariado a productor, pero Machado recibe
asesoramiento de técnicos de ALUR, a los que describe como "buenísimos", y
tuvo ayuda de trabajadores sociales del Ministerio de Desarrollo. "Nosotros
cuidamos lo que tenemos porque nos costó", dice. Llegó a hacer hasta 10
viajes por año con otra decena de integrantes de UTAA para negociar.
"Imaginate salir un lunes y volver un viernes de Montevideo, dormir en carpa
o en el cordón. Como indigentes, pero a la vez no éramos indigentes".

Machado estuvo de los dos lados del mostrador. Fue peludo y es patrón. El
problema, cree, está en la gerencia. "ALUR es una industria. Los cañeros
somos nosotros. Nos vino a sacar el lugar, a decirnos cómo se planta.
Nosotros nacimos acá, en el medio de las cañas". En eso coinciden peludos,
patrones y los que están en el medio. Ni en manos del Estado ni en manos de
los productores el negocio ha prosperado en las últimas décadas. Pero cuando
los campos corren riesgo y la caña amenaza con desaparecer, las distancias
se desdibujan, las diferencias partidarias se borran por un tiempo y los que
hablan son bellaunionenses, todos defendiendo lo que les tocó.

Notas de Correspondencia de Prensa

1) Ciudad en el norteño departamento de Artigas, fronterizo con Brasil, a
más de 600 kilómetros de Montevideo, una de las zonas más pobres del país.

2) Hay una excelente interpretación “en perspectiva socio-histórica” del
proceso de “implantación del modelo productivo de la caña de azúcar” en la
zona de Bella Unión. El acceso a la tierra en cuestión: Dependencia y
autonomía en la Colonia Raúl Sendíc Antonaccio en Bella Unión, coordinado
por Marta Chiappe Hernández y Nancy Espasandín Di Santo, con artículos de
varios autores, Letrañe, Montevideo, 2014.

3) Sobre el origen, la historia y las luchas sindicales del proletariado
rural, existen dos rigurosos libros: Por la tierra y por la libertad.
Trabajadores Rurales y proceso revolucionario: UTAA y el MNLT (Movimiento
Nacional de Lucha por la Tierra, de Ruben Prieto, Editorial
Nordan-Comunidad, Montevideo, 1986; y Los olvidados de la Tierra. Vida,
organización y luchas de los sindicatos rurales, de Yamandú González Sierra,
Fesur/Ciedur/Nordan, Montevideo, 1994.

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Cholo González

El cañero que fue amigo de Raúl (“el Bebe”) Sendic

Era 2003. Había pobreza, crisis, hambre y niños que morían de desnutrición.
Quedaban unas pocas miles de hectáreas cultivadas con caña de azúcar en
Bella Unión y sus dueños eran considerados "los heroicos". Gente sin
trabajo, protestas, inestabilidad y un sindicato debatiendo sobre qué hacer.

"Va a venir cualquier loco y se va a meter al frente de una gran
movilización acá y yo no quiero chupar rueda", recuerda haber dicho Walter
González, conocido en Bella Unión como Cholo. A los 74 años ya no es
cortador de caña, pero fue uno de los tantos trabajadores que participaron
de la génesis de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), en
1961.

Y en 2003, cuando el proyecto productivo parecía venirse abajo, Cholo buscó
alianzas donde pudo para intervenir en las decisiones del sindicato. Cholo
creía que los trabajadores tenían que movilizarse, "ponerse la camiseta".
Pero en el sindicato la discusión ardía y "no llegaba a ninguna parte".

Con picardía, y con su esposa María Elena Curbelo ayudándolo a recordar,
Cholo reconstruye cómo tres personas lograron movilizar a toda Bella Unión.
Dice que en la asamblea nadie escuchaba su propuesta y por eso decidió
llamar a un productor conocido, de la zona, férreo defensor de la caña de
azúcar, Yaneco Soria.

Después de discutirlo, el productor, el peludo y su esposa decidieron que
iban a convocar a un caceroleo con apagón a las nueve de la noche. Con un
parlante arriba de la camioneta de Yaneco, salieron a recorrer las calles de
la ciudad. "No era como ahora, que ves las camionetas que tienen. Antes el
Yaneco Soria tenía una brasileña, a diesel porque era más barato. Echaba
humo por todos lados y no la podía terminar de pagar", dice. Pero a la hora
de preparar el aviso quedaba una interrogante por resolver. ¿Quién
convocaba? Lo resolvieron fácil. "Productores (era él), trabajadores (era
yo) y amas de casa (María Elena)", explica Cholo.

"¿Y vos podés creer que hubo un apagón? ¡Apagó todo el mundo!", narra Cholo,
cada vez más entusiasmado por evocar la memoria. Pero la movilización no
quedó ahí. Cholo cuenta que la gente salió a la calle y el resultado fue que
se terminara la asamblea y salieran todos a la calle a protestar.

"Estaban las condiciones, lo único que hicimos fue prender la mechita",
aclara María Elena.

Esta historia, que pasa casi como una anécdota, resume el espíritu de Bella
Unión. "Cuando la cosa es general, ahí estamos todos juntos", dice Cholo,
que enseguida matiza: "Pero hasta por ahí".

El cañero de Bella Unión —así lo bautizó la periodista María Esther Gilio en
el libro (1) que escribió sobre su historia— tiene muy claros sus orígenes.
"Era un paisanito que empezaba a cortar caña, tenía hasta tercer año de
escuela", se describe allí.

Hasta que conoció a uno de los actores claves para el movimiento de los
cañeros, el líder sindicalista Raúl Sendic.

"Lo conocí a él y me abrió los ojos". Cholo dice que lo ayudó a ver los
problemas que vivían los trabajadores, que no eran pocos. "Por lo menos salí
de la ignorancia que vivía en el pueblito y pasé a ser una persona
solidaria, un luchador".

A principios de los años 60 el sistema bajo el que trabajaban los cañeros
era casi feudal. Cholo cuenta que las familias vivían en pequeñas casas de
paja. "Acá había una empresa norteamericana que era Cainsa y otra
cooperativa de productores, Calpica. Tenían cantina en su propio
establecimiento y los productores trabajaban pero les pagaban con bonos
canjeables solo en la cantina del patrón".

Cholo participó de las marchas sindicales de la década de 1960 y llegó al
año 1968, el "de la desilusión", con la idea de que la vía democrática no
iba a solucionar la situación. Así fue que se unió al Movimiento de
Liberación Nacional (MLN) y estuvo preso en dos ocasiones. La primera
terminó rápido, con la fuga de la cárcel de Punta Carretas, y la segunda le
costó una década de su vida. Hoy, Cholo aclara que no es jubilado. Cobra lo
que le corresponde como reparación por los años de cárcel.

Aunque retirado del trabajo, nunca está al margen y considera que la
creación de ALUR fue la salvación de Bella Unión pero que debería haber
incluido a productores y trabajadores en la toma de decisiones. Si bien
reconoce que la situación de ahora es mejor que antes para los peludos, hay
algo de lo que no escapan, y es la zafralidad. "Cuando trabajan en la caña
tienen su cable, su televisión y su autito. Termina la zafra y empiezan a
vender todo para comer".

Nota de Correspondencia de Prensa

1) El Cholo González, un cañero de Bella Unión, María Esther Gillio, Trilce,
Montevideo, 2004.

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Una empresa perdida

Plata dulce: el negocio de ALUR

La existencia de ALUR supuso un salvavidas para la castigada población de
Bella Unión, sin embargo a una década de su creación sigue siendo
cuestionada. El reciente despido de su gerente general evidenció un cuadro
financiero por demás complicado, según reconoce Ancap.

Renzo Rosello

El País, Montevideo, 25-9-2016

Es uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno. Pero en los últimos
días se habló de ALUR (acrónimo de Alcoholes del Uruguay S.A.) al
publicitarse los elevados sueldos de sus gerentes y, en particular, de su
gerente general, el ingeniero Manuel González, intempestivamente despedido
por la dirección de Ancap (Administración Nacional de Combustibles Alcohol y
Pórtland, empresa petrolera estatal) accionista mayoritario y "dueño" del
mayor complejo agroindustrial y energético del país.

En realidad, las críticas hacia el emprendimiento industrial vienen de mucho
antes. Su suerte ha estado atada a la cuestionada gestión de Ancap y al
cúmulo de denuncias hechas por los cuatro partidos de la oposición que ahora
dirime la Justicia de Crimen Organizado. De hecho, algunos críticos y
denunciantes como el senador Pablo Mieres (Partido Independiente) están
convencidos, al igual que otros dirigentes opositores, de que el
sostenimiento de esta empresa paga en realidad una vieja deuda política "que
no tiene una debida contrapartida empresarial".

El sueldo del exgerente general ahora despedido —que fuera designado por
Raúl Sendic durante la presidencia del grupo Ancap— es ahora una anécdota.
Este hecho se produjo en medio de una crispada negociación salarial con los
trabajadores representados en el Sindicato de Obreros de la Caña de Azúcar
(SOCA), que reclaman una pauta de ajustes similar a la que poseían en
tiempos de la antigua cooperativa Calnu, que en 2006 absorbió la recién
creada ALUR.

Pero más allá de las cifras cuestionadas de los salarios gerenciales, la
propia historia de ALUR parece entrampada en sus propias contradicciones.

Corazón cañero

Los dominios de ALUR se levantan sobre cuatro plantas de producción. Una de
las principales era la de Bella Unión, el mayor complejo agroindustrial.
Pero la pujante producción de la planta de bioetanol de Paysandú comienza a
hacer a un lado a la antigua planta alimentada por la zona cañera de Bella
Unión.

Esta perspectiva empieza a ser vista con preocupación por los productores de
caña afincados en Bella Unión. O al menos así lo cree uno de los productores
más veteranos de la zona, que presidiera tanto la antigua cooperativa Calnu,
como la dedicada a la producción de hortalizas Calagua.

Daniel Moraes (69) se encuentra hoy retirado, se define a sí mismo como un
"jubilado rural". Pero continúa preocupado por los destinos de la zona donde
ha vivido y trabajado toda su vida.

"Estuve siempre preocupado por el desarrollo de Bella Unión, siempre me
desveló el proyecto de tener una fábrica procesadora de caña de azúcar hasta
que finalmente lo logramos. Me uní a la cooperativa en 1972 y la presidí
hasta 1996, con un intermedio entre 1976 y 1988 que fui proscrito por la
dictadura", contó Moraes a El País.

Moraes recuerda que cuando regresó al país en 1988 el complejo Calnu tenía
plantadas 10.000 hectáreas y producía caña de azúcar exclusivamente para la
producción de azúcar. Según las cifras que maneja la propia empresa,
actualmente hay 8.500 hectáreas plantadas. "Lo cual significa que todavía no
hemos llegado a la cantidad que teníamos en el 88, cuando al entrar ALUR en
el negocio se planteó tener hasta 12.000 hectáreas plantadas", razona
Moraes.

El productor reconoce que los problemas económicos de la cooperativa eran
serios, de ahí que la operación de "salvataje" que inició el gobierno en
2006 fue para Bella Unión como la lluvia después de una prolongada sequía.

"En su momento el sistema cooperativo tenía la producción, industrialización
y comercialización de unas 60.000 toneladas anuales de azúcar", recuerda
Moraes.

La producción ha cambiado su tenor en forma sustantiva. Actualmente el
grueso de la misma, alrededor de un 85%, se destina a la generación de
biocombustible y el 15% restante se destina a la producción de azúcar.

En opinión de Moraes el complejo de Bella Unión perdió competitividad frente
a la planta instalada en Paysandú. "En Bella Unión, con la planta de ALUR,
teníamos capacidad para abastecer al 100 por ciento de la demanda de Ancap
en biocombustibles. Pero con la instalación de la planta de sorgo y colza en
Paysandú quedamos fuera de competición, ya que allá llegaron al doble de
capacidad que nosotros y un costo más barato que nosotros", sostuvo Moraes.

La producción de ambas plantas es íntegramente comprada por el grupo Ancap,
pero a un costo que sus críticos sostienen implican severas pérdidas para el
Estado uruguayo.

"Creo que el tema va por los cambios en la gestión de las cosas. Porque el
poder no es autogestionario como era antes en Bella Unión, lo hacía la gente
que trabajaba acá y decidía por el destino de Bella Unión. Ahora han venido
a mandar con otras ideas, las decisiones salen de algún escritorio en la
capital y, no hay caso, en Montevideo por ahí no tienen mucha idea de cómo
son las cosas acá", según el análisis de Moraes.

El productor comienza a ver signos alarmantes en la zona. "Volvemos a tener
desocupación, hay varias empresas que cerraron, bodegas que dejaron de
trabajar, estamos perdiendo fuentes de trabajo. Y pasó lo peor que podía
pasar, quedó solo otra vez el monocultivo de caña de azúcar, que es lo
contrario a lo que queríamos para Bella Unión", advirtió.

Informe crítico

"El problema principal está en la definición básica de la relación entre
Ancap y ALUR. Se trata de una relación simbiótica en la que Ancap es
simultáneamente el sustento único de ALUR y la sostiene de manera
incondicional subsidiándola en forma permanente. El único detalle es que
esta decisión implica la aplicación de recursos públicos para sostener a una
empresa de derecho privado, cuyo subsidio nunca fue objeto de una decisión
pública expresa".

Esto plantea en uno de sus párrafos el capítulo dedicado a ALUR del informe
realizado por el senador Mieres, como corolario a las tareas de la comisión
investigadora del Senado.

La visión crítica sobre el funcionamiento de la empresa y los subsidios que
esta recibe para su actividad íntegra son compartidos por los legisladores
del Partido Nacional, del Partido Colorado y de la Unión Popular. Uno de los
puntos más cuestionados es la construcción de la planta de bioetanol de
Paysandú.

ALUR posee dos plantas en Montevideo, en Capurro y Paso de la Arena,
destinadas a la producción de biodiesel. A ellas se suman el complejo
agroindustrial de Bella Unión, y una microdestilería ubicada en Artigas.

Pero la planta sanducera ha recogido innumerables observaciones desde su
arranque debido al trámite poco claro que siguió la licitación. La
construcción de la misma tuvo un costo más de dos veces superior al previsto
originalmente por parte de la constructora española Abengoa —pasó de los US$
82 millones iniciales a los US$ 147 millones finales—, compañía que por otra
parte se ha visto envuelta en un sonado escándalo de corrupción en su propio
país.

ALUR representa, aún a la luz del balance parcial que presentó el gobierno
hace unos días, un problema "a revisar". Una empresa subsidiada que no está
dando ganancias a 10 años de su creación.

"El gran tema es si queremos subsidiar una zona del país, o una determinada
actividad, entonces hagámoslo de manera abierta y transparente, no vendamos
el verso de la gran producción nacional que no existe", reclamó el senador
Mieres.

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De la caña de azúcar a los combustibles ecológicos

Alcoholes del Uruguay (ALUR) inició sus operaciones en 2006. Originalmente
el 91% del paquete accionario pertenecía al grupo Ancap y el 9% restante a
la petrolera venezolana Pdvsa. La conformación accionaria cambió ligeramente
en favor de Ancap en los últimos tiempos. Partió de la adquisición del
antiguo ingenio azucarero de Calnu en Bella Unión y tiene dos plantas en
Montevideo y una más moderna en Paysandú. Su producción se dedica al
biodiesel, bioetanol, alimento animal, energía y azúcar. Según cifras que
maneja la propia empresa, su facturación pasó de US$ 26 millones en 2009 a
US$ 250 millones en 2015. La totalidad de la producción de ALUR es comprada
por Ancap, que además paga sus deudas.

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