Francia/ Primera vuelta: el sistema político francés en la tormenta [Patrick Le Moal]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 26 12:48:22 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

26 de abril 2017

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Francia

Elecciones presidenciales

Primera vuelta: el sistema político francés en la tormenta

Patrick Le Moal *

Artículo editado conjuntamente por Contretemps y Viento Sur

Traducción de Viento Sur, 26-4-2017

http://www.vientosur.info/

“Fillon hablaba esta mañana con desprecio de los “candidatos que sueñan y no
tienen ninguna posibilidad de salir elegidos”. ¡Sí! Soñamos con otro mundo
porque nuestras vidas valen más que sus beneficios. Y nuestros sueños son
los que nos llevan a actuar porque sabemos que nadie los hará realidad por
nosotros, no existe un supremo salvador. Únicamente nosotros y nosotras
mismas, movilizadas, autoorganizadas, decididas y fuertes con nuestros
sueños.” Christine Poupin, portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista [NPA].

La Vª República entra en crisis abierta. Ese Estado fuerte, instalado en
plena guerra de Argelia por Charles de Gaulle, puso fin a la incapacidad del
régimen parlamentario para imponer las reformas económicas necesarias para
la expansión del capital francés. En el centro de este dispositivo se halla
la elección presidencial concebida para designar un bonaparte que cuenta con
los medios para dirigir el país por encima de los partidos. Conoció una
primera modificación en 1974, que se acentuó con la victoria de François
Mitterrand en 1981, y después con el paso del septenio al quinquenio. A
partir de entonces, el sistema se organizó alrededor de dos grandes
partidos: el vencedor de la elección presidencial beneficiándose de la
dinámica adquirida para obtener una mayoría en la Asamblea Nacional y
disponer de este modo de una base sólida para gobernar con cierta
estabilidad institucional.

Este sistema político, que ya había conocido varias crisis, acaba de
estallar en pedazos al término de esta campaña electoral debido a que los
dos partidos que estructuran el espacio político desde hace más de 40 años
y, por tanto, también la elección presidencial, estarán ausentes en la
segunda vuelta. Esto ya le ocurrió al Partido Socialista (PS) en 2002, pero
nunca antes a la derecha. Esta victoria de quienes se reclaman “ni derecha
ni izquierda”, y del “echemos a los salientes”, abre un capítulo nuevo e
inaugura la inestabilidad política.

En efecto, la tercera vuelta, la elección legislativa, se presenta llena de
incertidumbres. El sistema electoral [a dos vueltas] está concebido para
otorgar una prima al más fuerte de los dos partidos dominantes y, por tanto,
una mayoría parlamentaria sólida. Deja todas las puertas abiertas cuando hay
cuatro fuerzas electorales del mismo nivel. La hipótesis más probable es que
podamos asistir a una segunda vuelta en la que [dada la dispersión del voto
entre cuatro grandes alternativas] ya no solo compitan los dos partidos más
votados, sino tres o cuatro [siempre que se sitúen por encima del 12,5 % de
votos del electorado], y por tanto con resultados imprevisibles. No es
imposible que el próximo mes de junio no haya ninguna mayoría política clara
en la Asamblea Nacional. Y todo ello con una escasa legitimidad de Emmanuel
Macron, cuyo triunfo proviene en gran parte del “todo salvo Le Pen”, que no
le protegerá de la impopularidad que provocará su política. El sistema entra
en plena tormenta.

La campaña electoral se ha caracterizado por una enorme volatilidad de los
votos, sometidos a los efectos de las circunstancias más que a los debates
sobre los programas y a una confrontación de proyectos políticos. Las
connotaciones monárquicas de la elección presidencial han otorgado siempre
una función particular a los individuos, a su “talla”. Por eso, los motivos
que hacen que la gente vote a un candidato u otro guardan una relación muy
etérea con los programas. Este fenómeno se ha visto acentuado por la
ausencia de confrontación con proyectos alternativos al capitalismo.

Iniciada con una radicalización a la derecha, contra la inmigración y el
funcionariado, la campaña giró después hacia el rechazo de la corrupción, de
los escándalos, de la oligarquía en el poder. Y los partidos de gobierno
asociados a estos escándalos han quedado en buena medida barridos del mapa.
Esta volatilidad se ha visto acentuada por la dictadura de los sondeos. A
falta de un debate claro sobre perspectivas contrapuestas, sectores amplios
del electorado han tratado, sobre todo, de hallar el voto “útil” al
candidato mejor situado para derrotar al Frente Nacional (FN), al margen del
programa de dicho candidato, incluso estando en contra de él en otros
aspectos. Y los sondeos han ocupado un lugar central. Cuando indicaban que
Macron era el único capaz de asegurar esta unidad contra el FN, pasó del 15
al 25 % en la intención de voto. Cuando empezaron a indicar que Jean-Luc
Mélenchon también podía batir al FN, el movimiento a favor de él adquirió un
nuevo dinamismo.

El ascenso del proyecto xenófobo y autoritario del Frente Nacional

Como ocurre en muchos países de Europa, la extrema derecha organiza un
repliegue identitario nacionalista que agrupa a los nostálgicos del fascismo
y cierto número de personas golpeadas por las políticas neoliberales de
austeridad aplicadas tanto por la derecha como por la socialdemocracia. El
FN se ha implantado además en los aparatos represivos del Estado, la policía
y la gendarmería. Y dentro de la volatilidad general, es el partido que
tiene el electorado más estable. Dado que las instituciones de la Vª
República permiten instaurar en pocas semanas un régimen autoritario, y que
el estado de excepción prevé los medios para prohibir legalmente las
respuestas sociales y políticas, la elección de Marine Le Pen podría tener
rápidamente consecuencias graves para los y las de abajo, y en primer lugar,
las personas inmigrantes.

La extrema derecha ha polarizado todo el espectro político, en el que tres
candidatos, además del FN, han defendido posiciones nacionalistas, sin
hablar de la deriva de la campaña de Fillon. Después de meses de esfuerzos
de desdiabolización, al final de la campaña han vuelto a la superficie los
temas tan queridos por el padre [de Marine Le Pen], “Francia para los
franceses”, “Estamos en nuestra casa”; el natural siempre vuelve. Los
escándalos financieros en que se ha visto implicado el FN y el
cuestionamiento del recurso a la inmunidad para una candidata supuestamente
fuera del sistema han contribuido probablemente a la disminución de las
intenciones de voto a favor de Le Pen. Sin embargo, aún cuando el porcentaje
final es inferior al previsto en ciertas encuestas, el número de votantes
del FN sigue aumentando.

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1995 - Jean Marie Le Pen

4 571 000 votos

2002 - Jean Marie Le Pen

4 804 000 votos

2007- Jean Marie Le Pen

3 834 000 votos

2012 - Marine Le Pen

6 421 000 votos

2017 - Marine Le Pen

7 641 000 votos

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El FN es el partido más votado en más de 40 departamentos del norte, del
este y del sudeste, alcanzando en algunos casos nada menos que el 35 %. Por
mucho que parezca seguro que la segunda vuelta la ganará Macron contra Le
Pen, en esta situación política no se puede descartar, hoy por hoy, la otra
hipótesis.

La evolución reaccionaria de Los Republicanos

El primer acto de la crisis de este partido fue la eliminación de Nicolas
Sarkozy en las primarias en beneficio de François Fillon, el campeón de la
austeridad radical, enemigo del gasto y de los funcionarios y defensor de la
desregulación más brutal, apoyado por los sectores más reaccionarios y
presionados por el FN. Después cobró impulso con la revelación de las
malversaciones y desvíos de fondos públicos por parte de Fillon, quien se
mantuvo contra viento y marea a pesar del aparato de su partido, que fue
incapaz de ponerse de acuerdo para imponer otro candidato. Aprovechando esta
crisis del aparato de Los Republicanos, logró imponerse con el respaldo del
ala más conservadora y más reaccionaria de sus apoyos, estructurada por el
movimiento “Sentido común”, que agrupa a los activistas que promovieron las
manifestaciones contra la legalización del matrimonio homosexual.

Su ausencia en la segunda vuelta abre la batalla entre los distintos
proyectos de la derecha bajo la presión del FN y del proyecto de Macron. En
una época en que el sistema oligárquico de la gobernanza neoliberal
relativiza la importancia de los debates parlamentarios, los sectores
centrales del capitalismo necesitan un Estado, instituciones que creen un
marco legal favorable al mercado, que estructuren la sociedad liberal, es
decir, requieren un personal político carente de todo margen de decisión. El
vínculo del personal político con los dirigentes patronales constituye una
oligarquía en la que los arreglos forman parte de la vida cotidiana. Cuando
algunas migajas de esta realidad aparecen a la luz pública, entonces se
puede medir el foso que separa el mundo de los de abajo del de los de
arriba. Fillon ha caído en esa falla.

El programa neoliberal con salsa de jabato de Macron

Paradójicamente ha sido un puro producto de esta oligarquía el que ha
logrado aparecer, debido a la derechización de la campaña de Los
Republicanos con Fillon, como el “candidato de fuera del sistema” que está
en mejores condiciones de vencer a Le Pen. Este ex socio del banco de
negocios Rothschild, curtido financiero, ex secretario general en el Elíseo,
ministro de Hollande y responsable de la ley Macron y de la reforma laboral,
preparó metódicamente su puesta en órbita. Gracias a una burbuja mediática
hábilmente organizada, logró aparecer como alguien que rompió con los
partidos dominantes.

Hoy en día, el movimiento que ha creado hace un año agrupa entre 200 000 y
240 000 personas, con numerosos tránsfugas de la derecha y de la izquierda.
Ya se ha perdido la cuenta de altos cargos del PS que llamaron a votar por
Macron frente al candidato oficial, Benoît Hamon. Macron afirma que piensa
presentar a las elecciones legislativas una lista en que al menos la mitad
de la candidatura provenga de la “sociedad civil”, es decir, carentes de
antecedentes políticos. Este candidato de la patronal y del sistema, cuyo
objetivo es ampliar los ataques contra el código laboral, contra el seguro
de desempleo, contra el pago de pensiones por repartición, que desea
aligerar cada vez más las “obligaciones” de las empresas, ampliar el CICE
(ventajas fiscales para las empresas en concepto de competitividad y
empleo), rebajar el impuesto de sociedades, aplicar el artículo 49.3 de la
Constitución (que permite promulgar leyes sin pasar por el parlamento)…
continuará y ampliará las políticas neoliberales y autoritarias de estos
últimos años, que inevitablemente tendrán las consecuencias calamitosas que
conocemos, entre ellas el ascenso del FN.

El estallido del PS ha comenzado

Habida cuenta del hundimiento electoral del PS con la candidatura de Hamon,
es en este partido donde seguramente se notarán los primeros efectos del
seísmo en curso. Los votantes de las primarias rechazaron a Manuel Valls y
su política al frente del gobierno, con más parados, viviendas precarias,
condiciones laborales agravadas, con pérdida de derechos para los
trabajadores y trabajadoras y más medios para las empresas, la falta de
decisiones frente al cambio climático, el mantenimiento de las centrales
nucleares, la asunción del discurso ideológico neoliberal de la derecha y de
la patronal sobre la competitividad, cuando no de la extrema derecha sobre
la identidad y la pérdida de la nacionalidad. También rechazaron el giro
neoconservador, el cuestionamiento de las libertades democráticas con el
establecimiento de un estado de exepción permanente y la utilización
repetida del artículo 49.3. Señalemos que fue la dinámica de las primarias
abiertas la que dio este resultado y que no es seguro que el resultado
habría sido el mismo si solo hubieran votado los militantes que todavía
quedan en el PS, en su mayoría trabajadores contratados por los
ayuntamientos y las regiones, asesores parlamentarios, etc.

Hubo quienes depositaban alguna esperanza en el candidato del PS. Muy pronto
se vieron desmentidos, lo que refleja, entre otras cosas, el rechazo masivo
que provoca todo lo que representa el PS. Hamon se desmarcó como un
“revoltoso” frente a los ultraliberales Macron y Valls, pero esto no
invalidó el papel que desempeñó en la política de los gobiernos de Ayrault y
Valls, en los que fue ministro durante más de dos años. Guardó silencio ante
la muerte de Rémi Fraisse, aceptó la ampliación a 43 años del periodo de
cotización necesario para cobrar la pensión de jubilación completa… Cesado
en septiembre de 2014, anunció que no iba a “pasar a la oposición ni
combatir al gobierno”. De hecho, los “críticos” [minoría en el grupo
parlamentario del PS] solo se “rebelaron” episódicamente. Y si Hamon dice
que se opone a la ley El-Khomri, no se le vió en las manifestaciones contra
la misma.

Su campaña encalló en los compromisos con el aparato del PS. Y no se trata
de un cálculo táctico: Hamon aceptó la conversión realizada por el PS a
finales de la década de 1980, la del culto a la empresa, al mercado y a la
Unión Europea neoliberal. Esto no ha impedido que numerosos cuadros del
partido se decantaran por Macron. Las tendencias al estallido del PS actual
están activas. Al día siguiente de la primera vuelta, Valls, congratulándose
del resultado de Macron, “que representa cambio y esperanza”, afirma que las
divisiones del PS tienen sus motivos, y que estamos “al final de un ciclo,
al final de una historia”. Según él, es la hora de la reconstrucción, de la
clarificación, pues Hamon ha hecho una campaña de “izquierda de la
izquierda”.

El salto adelante de la Francia Insumisa de Mélenchon

Lo más destacado de esta primera vuelta ha sido el lugar que ha ocupado la
candidatura de Jean-Luc Mélenchon en las últimas semanas de la campaña,
marginando al PS, ocupando una posición dominante en la izquierda
antiliberal, por mucho que él se niegue a calificarse de izquierdas.
Mélenchon, quien vino preparando esta elección desde 2012, ha sabido
capitalizar sus críticas al gobierno Hollande-Valls-Medef.

La movilización electoral en torno a Francia Insumisa ha sido muy
importante, con mítines al aire libre a los que han asistido decenas de
miles de personas, una campaña innovadora en las redes sociales,
especialmente youtube (300 000 suscritos), hologramas, el apoyo de un gran
número de militantes comprometidas en la movilización social de los últimos
meses contra la reforma laboral y una agregación de 450 000 “insumisos”. Los
resultados electorales son importantes en numerosas ciudades y barrios
populares, y expresan el deseo de los sectores que luchan por pasar página,
mediante el voto, de las políticas de quiebra social.

No es tanto el programa lo que explica este logro como la personalidad de
Mélenchon “hombre providencial”, y sobre todo el hecho de que este voto
aparezca como el más “útil” en estos momentos. Propone un programa
reformista de izquierdas, keynesiano, de ruptura parcial con el
neoliberalismo (pero no con el capitalismo, sin referencias al socialismo),
preconizando el relanzamiento del consumo de los hogares y de la inversión
productiva y la creación de instituciones que rebajen el carácter
presidencial del régimen. En particular, en él destaca la subestimación de
la hostilidad que, indefectiblemente, suscitaría la aplicación de este
programa por parte del capital, y por tanto de la intensidad de las
confrontaciones sociales y políticas que supondría, por muy reformista que
sea el mismo.

Defiende una orientación atrapatodo nacional-republicana, a veces teñida de
chovinismo, cuando abandona la “internacional” a favor de la “marsellesa” y
con la profusión de banderas tricolores en todas las iniciativas. En la
noche de la primera vuelta, concluyó su declaración con estas palabras:
“Vosotros, todas las personas, patria querida, sois un nuevo amanecer que
comienza a imponerse”. Esta lógica conduce a posiciones contrarias a la
“Europa alemana”, a la defensa de Francia como “nación universalista”, a una
fascinación por los regímenes nacionalistas y a la apertura hacia Putin, a
la negativa a condenar las masacres del régimen sirio... Por tanto, hay una
necesidad imperiosa de no dejar que Mélenchon lleve al movimiento obrero
hacia el abismo de un nacionalismo desacomplejado.

Otra característica importante es el perfil de Francia Insumisa (FI),
lanzada en febrero de 2016 pasando por encima de sus antiguos socios del
Frente de Izquierda e incluso de su propio partido, el Partido de Izquierda.
Las referencias políticas de este movimiento son las del populismo de
izquierda, que va bastante lejos en la eliminación de la referencia de clase
y de izquierda, que se construye sobre la oposición entre pueblo y élite, de
una manera muy parecida a Podemos, con el añadido de la referencia
ecológica. Esta orientación no deja ningún espacio a la colaboración entre
partidos y le permite asegurarse un control estricto de FI con ayuda de un
pequeño equipo. Mélenchon pone a los partidos fuera de juego al estilo de la
Vª República, en la que se desenvuelve perfectamente… al tiempo que defiende
la perspectiva de una VIª República.

Esto es uno de los motivos que imposibilitaron una discusión con Hamon con
vistas a un acuerdo en torno a algunos puntos emblemáticos –como la
derogación de la ley Antitrabajo, la paralización de Notre-Dame des Landes y
otros grandes proyectos inútiles y nefastos para el medioambiente, el
levantamiento del estado de excepción–, que habría permitido llegar a la
segunda vuelta a Mélenchon. Sin embargo, en ningún momento opto por este
tipo de debates y de acuerdos contradictorios con su proyecto.

En este contexto, la candidatura de Philippe Poutou (NPA) mantuvo una
identidad política de clase frente a su disolución o su relativización
infinita en nombre del pueblo, que sin embargo está formado en su gran
mayoría por la clase trabajadora. Esta candidatura entraba en resonancia con
lo que se había manifestado durante la movilización contra la reforma
laboral y las posiciones radicales que surgieron entonces, con la idea de
que la clase trabajadora debe tomar en sus manos sus propios asuntos, pero
sin convertirse en medio de expresión de millones de personas. Permitió a
Poutou atacar a Fillon y Le Pen, diciendo en voz alta lo que pensaban
millones de personas, y es probable que contribuyera a la percepción de
estos candidatos como candidatos del sistema, que no gozan de una “inmunidad
obrera”.

¿Qué consecuencias tendrá la crisis política?

En estos momentos, el movimiento por “ni un voto para el Frente Nacional”
parece suficientemente fuerte para impedir la elección de Le Pen. Pero la
crisis política está abierta. No es una crisis que vaya a poner en tela de
juicio las políticas neoliberales. Basta observar la reacción de las bolsas
europeas al anuncio del acceso de Macron en cabeza a la segunda vuelta. En
París, a las 9 de la mañana los valores bancarios subían un 8 %. No
obstante, la intensificación de las medidas liberales y de los ataques
austeritarios pueden crear las condiciones en las que la victoria de Le Pen
u otro candidato de derecha extrema o extrema derecha sea perfectamente
posible dentro de cierto tiempo.

Las aspiraciones a un cambio radical de sociedad y a una política de
emancipación e igualdad suscitan titubeos y vacilaciones. En esto estamos
mientras no exista una expresión política de las y los de abajo alrededor de
una perspectiva unificada, una perspectiva ecosocialista que luche en los
medios populares contra el repliegue nacional, racista, autoritario, dando
credibilidad a una perspectiva distinta, organizando concretamente las
luchas cotidianas y dándoles una lógica de libertad.

La esperanza de una recomposición progresista surgida de abajo, realmente
plural y democrática, a la izquierda de un PS desacreditado y reducido a
migajas, no puede pasar hoy por la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon,
especialmente debido a su concepción populista y su confusión política, que
beneficia a la ideología dominante. El éxito electoral es una cosa, la
estrategia de confluencia para una alternativa emancipadora es otra
distinta. Toda victoria –y especialmente toda victoria electoral– comporta
un riesgo de ilusión, el de una victoria pírrica, sobre la que no se puede
construir nada.

Nuestra prioridad debe consistir en construir un frente de resistencia
social y democrática, en trabajar por organizar la convergencia de las
resistencias, aceptando todas las formas de resistencia con fines de
emancipación. La base de este frente de resistencia se halla en los
movimientos sociales, pero es fundamental incluir en ella, dentro de un
espíritu de unidad, a todas y todos los militantes de asociaciones,
sindicatos y partidos políticos para desarrollar iniciativas de movilización
y hacer frente a una presidencia quinquenal que se anuncia particularmente
inquietante, habida cuenta de la actual correlación de fuerzas.

Hemos de ser conscientes del momento histórico en que nos hallamos. No
tenemos derecho a repetir lo que nos ha llevado a esta situación, no podemos
seguir haciendo política como antes. Creemos que ha llegado el momento de
empezar a discutir conjuntamente de lo que cada uno de nosotros ha de
cuestionar, para que poco a poco pueda aparecer un verdadero proyecto de
emancipación basado en las movilizaciones de las de abajo, juntando lo mejor
de lo que hacemos y en el que nos enriqueceremos todas y todos con nuestros
enfoques diferentes.

* Patrick Le Moal, militante del NPA.

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