Imperialismo/ La agenda autoritaria de Trump: con la "crisis coreana" de fondo [Barry Sheppard]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 15 15:10:10 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

15 de agosto 2017

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Imperialismo

Con la “crisis coreana” de fondo

La agenda autoritaria de Trump *

Barry Sheppard

A l´encontre

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Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

La amenaza del Presidente Trump de desencadenar una guerra nuclear contra
Correa del Norte no era un “exceso” trumpiano. James Mattis, el nuevo
Secretario de Defensa, un general de marines jubilado, ha aportado muy
claramente su apoyo a las declaraciones de Trump. Lo que la administración
demanda, es que Corea del Norte congele su programa nuclear, incluyendo las
pruebas de misiles.

Cuando el Secretario de Estado Rex Tillerson pone el acento en la diplomacia
no contradice en nada la posición de Mattis y de Trump. Lo que Tillerson
expresa a través de la “diplomacia”, es la misma exigencia de congelación de
su programa por Corea del Norte a cambio de nada en absoluto por parte de
los Estados Unidos.

Pyongyang no puede acceder a esta demanda, sabiendo que la aceptación de tal
congelación constituiría un primer paso hacia la renuncia completa a su
programa nuclear. Si esto se produjera, Trump invadiría el país, y pondría
fin así a la Guerra de Corea derrocando al Norte. Esto amenazaría
directamente a China.

La situación se ha vuelto muy peligrosa

Esta crisis sostiene la pretensión de Trump según la cual los Estados Unidos
tendrían necesidad de un régimen autoritario dirigido por él mismo.

Para comprender mejor cómo se ha llegado a esta situación, es útil echar una
mirada sobre la trayectoria de Trump.

Donald Trump ha sido presidente durante poco más de seis meses. Durante este
período, además de señalar con el dedo sus mentiras, sus cambios abruptos de
posición, sus comentarios racistas y sexistas, etc., los medios del
establishment se han quejado de que no haya actuado de forma “presidencial”
rechazando en particular dar satisfacción a las personalidades de ese
establishment político no solo a los demócratas, sino, cada vez más, también
a republicanos.

Se ha podido leer en una tribuna libre publicada en el New York Times: “En
la Casa Blanca de Donald Trump, Reince Pribus y Sean Spicer eran más que
secretario general y director de comunicación. Eran el vínculo del
presidente con el establishment de Washington: donantes, representantes y
apparatchiks de los dos partidos cuya influencia en la política y en la
economía querrían que desaparecieran mucha gente que apoya a Trump”.

“Despidiendo a los señores Priebus y Spiecer…, el presidente Trump ha
enviado un mensaje: tras haber intentado durante seis meses comportarse como
un presidente republicano convencional, se acabó. Sus opositores no son
ahora solo los demócratas, sino las élites de los dos partidos”.

Al comienzo de su mandato, Trump despidió al Director del FBI, James Comey,
un republicano que cuando estaba en la administración Bush defendía el
recurso a la tortura (incluso el waterboarding, el simulacro de ahogamiento)
y otras medidas reaccionarias que Trump apoya. No ha sido despedido, por
tanto, por sus posiciones políticas, sino por su deslealtad a Trump.

Durante la campaña de las elecciones presidenciales de 2016, J.B.Comey tomó
la iniciativa, inhabitual para un director del FBI, de intervenir en la
elección abriendo investigaciones públicas sobre los dos candidatos
mainstream, Hilary Clinton y Donald Trump. Quería, aparentemente, estar en
la posición de poder disponer de algún recurso contra el ganador, cualquiera
que fuera, como lo había hecho antes que el célebre cazador de brujas y
antiguo director del FBI J. Edgar Hoover [En 1924, J.B. Hoover tomó la
dirección de un nuevo servicio del Ministerio de Justicia, en Washington: el
Bureau of Investigation. El servicio tomaría en 1935 su nombre actual
Federal Bureau of Investigation (FBI) que no ha dejado de desarrollarse
desde entonces. Hoover estuvo a la cabeza de esta institución durante un
período que cubriría el mandato de ocho presidentes, de Coodlidge a Nixon.
Murió, aún en su puesto, en 1972].

Una semana antes de las elecciones, Comey había dicho públicamente que la
investigación sobre Clinton estaba aún abierta. Tras las elecciones, Clinton
sostuvo que había perdido a causa de los rusos y de Comey. Cuando Trump
prestó juramento, Comey abandonó sus amenazas contra Clinton y continuó su
investigación sobre la pretendida connivencia entre Trump y Rusia para
influir en las elecciones americanas. Repentinamente, Clinton y los
demócratas se pusieron a cantar alabanzas a Comey. En cuanto a Trump, este
le dijo: “Está despedido” (según su expresión favorita, “you´re fired”, en
su programa de telerrealidad titulado The Aprentice), por no haber
abandonado la investigación.

Trump ha humillado recientemente a Jeff Sessions, su ministro de Justicia,
por haberse retirado él mismo de la investigación -una deslealtad evidente.
Desde entonces, Sessions pende de un hilo, haciendo lo mejor que puede para
adelantarse a todos los deseos de Trump, poniendo en pie sus políticas sobre
la inmigración o prometiendo meter en la cárcel a quienes filtren cualquier
cosa sobre las maquinaciones secretas de Trump.

Cuando los republicanos han sido incapaces de suprimir el Obamacare a causa
de sus batallas internas, Trump ha hecho de ello el reproche al Congreso
(donde los Republicanos son mayoritarios). Y ahora, continúa demandándoles
proseguir sin cesar sus tentativas de suprimir el Obamacare (un proyecto del
que sabe que está muerto antes de nacer), de forma que pueda continuar
humillándoles por su incapacidad para hacer el trabajo.

Con entre el 35% y el 40% de opiniones favorables, las tasas de aprobación
de Trump son bajas en comparación con otros presidentes en este estadio de
su mandato.  Pero las tasas de aprobación de Hilary Clinton son incluso más
bajas y las del Congreso, de un dígito, el 9%, peor aún. El hecho de culpar
a este Congreso disfuncional que no hace nada, no aumenta sin embargo su
popularidad.

A pesar de todo esto, Trump realiza una fuga hacia adelante. Cuando
tribunales de justicia han bloqueado sus prohibiciones radicales contra los
musulmanes, su Agencia Federal de Policía en la fronteras de los Estados
Unidos (ICE-Inmigration and Customs Enforcement) no deja de recurrir al
derecho de veto para realizar casi todo lo que quiere. La ICE ha sido así
más o menos conminada a implicarse en brutales deportaciones de latinos[1],
apoyándose en las orientaciones más tranquilas, pero no menos masivas, de
Obama, el “deportador en jefe” hasta la llegada de Trump.

Éste ha recurrido a executive orders (órdenes ejecutivas, una herramienta
para reforzar al ejecutivo a costa del legislativo que ha sido construida
poco a poco durante decenios) a fin de dar luz verde a los gigantes de las
energías fósiles, cuando su Agencia sobre la protección del medio ambiente
está siendo desmantelada bajo la dirección de un climato-escéptico.

Un proyecto que intenta suprimir el derecho de voto de ciertos electores en
Estados controlados desde hace poco por los republicanos ha sido acelerado
por los esfuerzos de Trump para “investigar” la forma en que “tres millones
de trabajadores sin papeles” han podido votar el pasado noviembre, lo que
“explica” su pérdida de voto popular.

Desde la guardería hasta la Highschool, toda la escuela pública ha sido
sometida a los ataques tanto de los demócratas como de los republicanos, con
recortes presupuestarios progresivos, ataques contra los sindicatos de
enseñantes, etc. Quien está a la cabeza del Departamento de Educación, la
multimillonaria Betsy DeVos, prosigue el ataque. Es muy conocida por sus
tentativas de desviar a las escuelas privadas (religiosas en particular) los
fondos asignados a las escuelas públicas.

El rechazo de Trump a comportarse “de forma presidencial” y a detener sus
incesantes tweets que atacan a los medios, al establishment y a toda persona
de su administración que no esté al 100% personalmente con él, deja
estupefactas a muchas cabezas pensantes de los medios y progresistas.
Algunos han expresado la esperanza de que quien iba a reemplazar a Priebus a
la cabeza de su equipo en la Casa Blanca, el general John Kelly, iba a domar
a Trump.

El general Kelly era anteriormente (ya con Trump) el jefe del Departamento
de Seguridad Interior, quien supervisa al ICE y la acción desencadenada de
la agencia no solo contra los latinos sin papeles sino también contra la
comunidad latina en su conjunto. Este hecho debería bastar para calmar los
ardores de los progresistas; pero es eterna la esperanza de quienes creen
ingenuamente en un capitalismo progresista.

Es ridículo creer que a la vez que lleva al seno de la Casa Blanca la
disciplina militar al equipo de consejeros que no trabajan más que por sus
intereses y la obtención de favores, Kelly podrá también disciplinar a
Trump. Todo movimiento por su parte que pueda ser percibido como una falta
de lealtad hacia el Comandante en Jefe hará caer sobre su cabeza el famoso
“you´re fired”.

Lo que Trump está haciendo no es ni loco ni estúpido por su parte, sino algo
fríamente calculado. Cada tweet, cada acto es utilizado para consolidar su
base ultra[2].

Trump, igual que Sanders, sabía que el 80% de la población que había visto
cómo sus rentas se estancaban o caían desde 2005 (según el Financial Times)
y cuya situación global había empeorado fuertemente desde el crak
financiero, la gran recesión y sus consecuencias, estaba harta del
establishment.

Sanders propuso entonces sus reformas pro-trabajadores mientras que Trump
tomó el camino contrario. El Partido Demócrata hizo trizas a Sanders
mientras que Trump hizo trizas al establishment republicano, una tarea a la
que está de nuevo consagrándose con gusto.

La respuesta de Trump era recurrir al racismo blanco y hacer de los
inmigrantes, extranjeros, negros y no blancos los responsables de los
sufrimientos de los blancos que forman parte de ese 80%. Ha ganado para sí a
los racistas más duros de todas las clases y éstos se le han vuelto
inquebrantablemente leales. Este grupo es más pequeño que la mayoría de
blancos que ha votado por él, pero es significativo y se cifra en 10
millones de personas aproximadamente. Esta gente ha sido vista en sus
mítines, alegrándose cuando, por ejemplo, manifestantes negros han sido
maltratados.

Este grupo aplaude y no está consternado por los ataques constantes de Trump
contra los medios y el resto del establishment. Se ha dirigido a los
trabajadores blancos y a los pequeños empresarios de forma demagógica, a
través de su nacionalismo económico (America first) que encaja perfectamente
con su nacionalismo blanco.

A pesar de, o más bien a causa de, su beligerancia contra el establishment,
este llamamiento sigue fuerte entre quienes han votado por él. Aunque los
sondeos deben ser tomados con pinzas, éstos indican que poco más o menos el
90% de quienes votaron por Trump dicen que lo volverían a hacer. Entre los
republicanos sigue estando muy apoyado.

En el Congreso el establishment ha marcado una victoria sobre Trump. Fue el
voto partido “de lado” para imponer nuevas sanciones contra Rusia,
supuestamente por “injerencia” en las elecciones americanas. A Trump, que
quiere mejores relaciones con Rusia, no le ha gustado esta ley. Una cláusula
dice que no podía cambiar estas sanciones ni otras le ha molestado
particularmente, puesto que esto constituye, en su opinión, una usurpación
de sus poderes presidenciales contraria a la Constitución.

Alemania se opuso entonces con vehemencia a una parte de las sanciones
propuestas, porque éstas habrían puesto fin a sus proyectos de transporte de
gas natural de Rusia hacia Alemania. El órgano de dirección de la Unión
Europea (controlado por Alemania) amenazó incluso con ejercer represalias en
caso en que las sanciones tuvieran que ser aplicadas. La ley ha sido
reescrita a fin de retirar de ella toda idea de sanción contra empresas
americanas que hagan comercio con Rusia sobre temas de energía. Esto se
extendía probablemente también a las compañías alemanas, o quizás Trump les
ha dado seguridades en los pasillos. Cómo va Trump a aplicar estas
sanciones, e incluso si lo va a hacer, no está claro en absoluto.

La firma de esta ley por Trump, ha irritado al gobierno ruso que le ha
acusado de haber capitulado ignominiosamente ante el establishment y de ser
débil.

En su campaña electoral, al lado de propuestas blancas y económicamente
nacionalistas, Trump se presentó a sí mismo como un hombre fuerte que podría
responder al desconcierto reinante en el establishment político. Los dos
partidos están atravesados por contradicciones internas profundas y ninguno
de los dos ha presentado propuestas realistas sobre la forma de responder a
los sufrimientos ya mencionados del 80% de la gente. Trump, con sus
“soluciones” demagógicas, ha prometido que podría aportarles soluciones y
que solo había que confiar en él.Ha dicho que tomaría personalmente a su
cargo el gobierno y que indicaría el camino para salir del “pantano” en el
que el establishment había metido al país; en otros términos, una
presidencia autoritaria dirigida por un hombre fuerte, con el apoyo de la
democracia burguesa y de un Congreso domesticados.Tendrá que luchar aún
antes de haber alcanzado su objetivo. Todas las investigaciones sobre las
conexiones rusas y sus finanzas constituyen la mejor esperanza que tiene el
actual establishment de detenerle.

Concentrándose ahora en el refuerzo de su base, Trump está preparando a sus
tropas para batallas en toda la línea. No está aún más que en el primer año
de su mandato, el comienzo de su deriva autoritaria.

Una parte de su trabajo de refuerzo de su base se hace cortejando a grupos
del ala derecha en el exterior del Congreso. Se acaramela con Sean Hannity
de Fox News y los dirigentes de grupos como el Heritage Fundy el Family
Research Council, cuya cabeza, Tony Perkins [que ha sido miembro de la
Cámara de Representantes de Luisiana; Perkins acusa a los homosexuales de
estar en el origen de catástrofes naturales en la medida en que se trata de
un castigo divino] estaba detrás de la reciente decisión de Trump de no
autorizar ya a las personas transgénero a formar parte del ejército.

Trump y algunos miembros de su administración han sacado beneficio de estos
seis primeros meses para solidificar el apoyo de estos grupos y de otros
pertenecientes igualmente al movimiento conservador, “miembros sencillos del
Tea Party, de los opositores al aborto, de los cristianos evangélicos y de
otros votantes culturalmente tradicionales”, según las palabras de un
artículo aparecido en el New York Times sobre el tema de la “forma calurosa”
que tiene Trump de “estrechar el derecho”.

Trump ha dado un nuevo paso en la vía antiimmigrantes con su nueva política
consistente en restringir legalmente la inmigración limitándola a los
demandantes que hablen ya corrientemente el inglés, tengan diplomas
escolares, tengan ya ofertas de empleo para trabajos muy bien pagados, etc.

Cuando Stephen Miller [antiguo responsable de la comunicación del entonces
senador de Alabama Jeff Sessions], uno de los consejeros políticos de Trump,
dió una conferencia de prensa en la que defendió las nuevas restricciones,
un periodista señaló que eran injustas. Miller le atacó entonces, acusándole
de haber revelado su “vertiente cosmopolita”. La palabra “cosmopolita” ha
sido durante mucho tiempo una especie de palabra clave [en inglés
dog-whistle] para querer decir “judío”, y es utilizada por el Alt-right [la
derecha extrema americana], donde el antisemitismo tiene fuerza.

Otro grupo por el que Trump tiene debilidad es por la policía. En una
reciente ceremonia de policía, ha animado a los maderos a vapulear a los
sospechosos y no preocuparse demasiado por sus derechos, con gran alegría de
las personas presentes. Los jefes de policía se distanciaron luego de sus
declaraciones, pero no los líderes de las sociedades “benévolas” de policía.

Está dirigiéndose a los oficiales del Ejército y de la Marina nombrando a
generales y almirantes para altos puestos en la administración. Ha dejado
igualmente el campo libre a los generales para que decidan sobre la política
militar en las guerras de Washington en Medio Oriente y otras partes. El
apoyo de, al menos, una fracción importante de las fuerzas armadas sería
necesario a Trump para realizar un real cambio profundo hacia el
establecimiento de la presidencia autoritaria a la que aspira.

La mayor parte de los dirigentes de los grupos socialistas en los Estados
Unidos no consideran como un peligro que Trump pueda establecer un régimen
autoritario. En contraste con ellos, la activista y escritora Noami Klein,
que está lejos de ser una marxista, es sensible a esta posibilidad. En una
reciente entrevista en Democracy Now!, ha expresado su preocupación: en la
hipótesis de un shock importante, como un ataque terrorista a escala de lo
que se ha visto en Inglaterra o en Francia el año pasado, una crisis
económica o un acontecimiento comparable, Trump podría declarar el estado de
urgencia y esto podría desembocar en un régimen autoritario.

Una intensificación de la crisis en Corea podría ser uno de estos
acontecimientos. No hay nada mejor que una amenaza de guerra para unir a la
población alrededor de una bandera y de un líder.

Otro aspecto de la situación presente y futura del régimen Trump es la
actitud de sectores decisivos de la clase dirigente capitalista. Es
importante tener presente que al hablar del establishment, no nos referimos
a las cúspides de la clase capitalista. Trump, él mismo multimillonario, no
forma parte de ese Gotha, dominado por grandes familias de las clases
dirigentes, con sus riquezas repartidas entre los miembros de la familia, y
disimuladas, más o menos, en fundaciones [para disfrutar de exenciones
fiscales] o dispersas en otras estructuras [como los fondos de inversión,
los family trust fund-fiducie], etc. Pero no se opone a ellas y no las
considera como miembros del establishment político, sino que les invita a
apoyarle, y confirma esta opción nombrando a multimillonarios en su
administración, así como a generales.

En el momento actual, a los grandes capitalistas les gusta lo que ven en
esta administración, y esto se refleja en la subida de los índices
bursátiles (que no están directamente relacionados con los factores
económicos más fundamentales; movimientos a la baja pueden producirse como
consecuencia de las tensiones geopolíticas no integradas en las expectativas
de los “mercados”). Les gusta también la desreglamentación de Trump y de
otros políticos favorables al llamado mundo de los negocios. Desean que se
concreten más promesas, como un gran programa de infraestructuras [con una
financiación favorable a sus intereses, además de los efectos
multiplicadores de la inversión] y una contrarreforma fiscal que les
convenga. Saben que el mayor escollo es de hecho el establishment político
de Washington que no puede ponerse de acuerdo sobre la cuestión de saber si
o cómo hacer todo esto.

Si los grandes capitalistas concluyen que Trump es un obstáculo para el
futuro, van a cortarle las alas. O si sienten impaciencia frente a las dudas
en Washington, podrían dar su apoyo a una presidencia autoritaria tipo
Trump, o de la alguna otra figura, para asegurar la estabilidad.

* Artículo enviado a la Redacción de A l´encontre.

Notas Redacción de A l´encontre

[1] “La administración Trump ha dado manga ancha a la policía de la
inmigración para multiplicar las devoluciones a la frontera. Los arrestos
afectan cada vez más a clandestinos sin pasado criminal” (Le Monde,
10/06/2017)

[2] Ya el 8 de julio de 2017, slate.com indicaba: “Cuando miembros de los
Loyal White Knight del Klux Klux Klan se han reunido en Charlottesville para
protestar contra la decisión de quitar de Justice Park la estatua del
general confederado Robert Lee, han encontrado frente a ellos a más de 1 000
contramanifestantes que habían rodeado el parque de Charlotesville y
gritaban consignas hostiles al grupo supremacista”. La retirada de la
estatua es un asunto polémico en Charlottesville, recuerda el New York Times
del 8 de julio. El consejo municipal ha aprobado (por pocos votos) su venta
en abril, pero un mes más tarde, un juez ha pronunciado una sentencia
impidiendo esta retirada por seis meses después de que varias personas
denunciaran ante los tribunales a la ciudad. “Manifestantes dirigidos por
Richard Spencer, un supremacista blanco conocido, se manifestaron ya en mayo
para protestar contra el proyecto de la ciudad de retirar la estatua. M.
Spencer ha colgado fotos y videos de la concentración que muestran a
manifestantes con banderas confederadas y una banderola en la que está
escrito “No seremos reemplazados””.

Aseguran que quieren proteger su herencia cultural, mientras que los
contramanifestantes explican que es importante “enfrentarse al Klan porque
ignorarles podría permitir que tales opiniones proliferaran”. Spencer
anunció entonces, una nueva concentración de los partidarios del White Power
para el 12 de agosto. Ahora bien, este sábado 12 de agosto, partidarios de
la extrema derecha racista blanca se han enfrentado a contramanifestantes.
Un coche se ha abalanzado sobre la multitud de opositores a esta derecha
supremacista matando a una joven de 32 años e hiriendo a una veintena de
personas. El asesino se llama James Alex Fields Jr., ¡y tiene 20 años! Trump
ha condenado estas “violencias”, sin pronunciarse sobre la responsabilidad
de “uno u otro campo”, o, más exactamente, difuminando bajo el término
genérico de “violencia” la provocación de quienes se reclaman directamente
de la política esclavista, simbolizada por el general Lee. (Posteriormente,
el 14/08/2017, ha hecho una declaración más explícita de condena al KKK, los
neonazis, supremacistas blancos etc. Volveremos sobre el tema ndt)

Marie-Cécile Naves, investigadora en el Instituto de relaciones
internacionales y estratégicas, autora de Nouveau visage des droites
américaines (Editions FYP, 172 p.) explica: “Donald Trump toma muchas
precauciones para no criticar a la extrema derecha racista y
nacionalista-supremacista puesto que había ayer [en Charlotteville] gente
neonazi, del Ku Klux Klan, porque tiene necesidad de esta franja
ultraminoritaria en la derecha americana. Es una parte de su electorado, es
sobre todo una parte de sus apoyos”.

Este despertar de la extrema derecha, en sus diversas componentes, revela
por una parte, el “sentimiento” de retroceso, de marginación demográfica
creciente de estos “supremacistas blancos” e incluso, se podría decir, de la
cultura anglosajona inicial y, de otra parte, la reacción rabiosa de esos
“supremacistas” cuya expresión ha sido liberada por la campaña y la victoria
de Trump. De otra parte, Trump en su declaración ha insistido en la
necesidad del “orden y la ley, lo que no habían sabido hacer ni Bush ni
Obama”. La posición de Trump, dada la presencia abierta de neonazis y de
cruces gamadas, ha sido criticada por su hija Ivanka cuyos lazos con el
establishment sionista son directos y se producen por mediación de su marido
Jared Kushner. Ivanka Trump ha declarado: “No hay lugar en la sociedad para
el racismo, la supremacía blanca y los neonazis. Debemos reunirnos todos
como americanos y ser un país unido”. La unidad detrás del clan Trump, en el
marco de la ley y del orden sigue… al orden del día.

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