Debates/ "Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres" [Rita Segato - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 29 17:07:43 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

29 de agosto 2017

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Debates

 “Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es
un problema de hombres y mujeres”

Conclusión accedió a una entrevista exclusiva con Rita Segato, antropóloga e
investigadora, en la que vertió conceptos claves sobre el feminismo, la
violencia de género, la violación como crimen de poder y la génesis del
abuso sexual infantil.

Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda Garnero

Conclusión, 23-8-2017

http://www.conclusion.com.ar/

Rita Segato es doctora en Antropología e investigadora. Es, probablemente,
una de las pensadoras feministas más lúcidas de esta época. Y tal vez de
todas las épocas. Ha escrito innumerables trabajos a partir de su
investigación con violadores en la penitenciaría de Brasilia, como perito
antropológico y de género en el histórico juicio de Guatemala en el que se
juzgó y condenó por primera vez a miembros del Ejército por los delitos de
esclavitud sexual y doméstica contra mujeres mayas de la etnia q’eqchi, y
fue convocada a Ciudad Juárez a exponer su interpretación en torno a los
cientos de femicidios perpetrados en esa ciudad. Su currículum es largo e
impresionante.

Más allá de todo prejuicio escandalizador, Segato ha propuesto una mirada
profunda sobre la violencia letal sobre las mujeres, entendiendo a los
femicidios como una problemática que trasciende a  los géneros para
convertirse en un síntoma, o mejor dicho, en una expresión de una sociedad
que necesita de una “pedagogía de la crueldad” para destruir y anular la
compasión, la empatía, los vínculos y el arraigo local y comunitario. Es
decir todos esos elementos que se convierten en obstáculo en un capitalismo
“de rapiña”, que depende de esa pedagogía de la crueldad para aleccionar.
Es, en ese sentido, que el ejercicio de la crueldad sobre el cuerpo de las
mujeres, pero que también se extiende a crímenes homofóbicos o trans, todas
esas violencias “no son otra cosa que el disciplinamiento que las fuerzas
patriarcales imponen a todos los que habitamos ese margen de la política, de
crímenes del patriarcado colonial moderno de alta intensidad, contra todo lo
que lo desestabiliza” (*). En esos cuerpos se escribe el mensaje
aleccionador que ese capitalismo patriarcal de alta intensidad necesita
imponer a toda la sociedad.

No es tarea sencilla entrevistar a Rita, que es una especie de torbellino,
capaz de enlazar con extrema claridad y sutileza los argumentos más
complejos. Se toma su tiempo para responder, analiza cada pregunta, la
desgrana, profundiza y vuelve a empezar con una vuelta de tuerca sobre cada
concepto. Tiene su propio ritmo y seguirlo puede ser un desafío.

—En el marco del alarmante crecimiento de los casos de violencia de género,
¿podría profundizar en el concepto que desarrolló de que la violencia letal
sobre la mujer es un síntoma de la sociedad?

—Desigualdad de género, control sobre el cuerpo de la mujer, desde mi
perspectiva, hay otras feministas que no coinciden, acompañan la historia de
la humanidad. Sólo que, contrariamente a lo que pensamos y a eso que yo
llamo prejuicio positivo con relación a la modernidad, imaginamos que la
humanidad camina en la dirección contraria. Pero los datos no confirman eso,
al contrario, van en aumento. Entonces tenemos que entender cuáles son las
circunstancias contextuales e históricas. Una de las dificultades, de las
fallas del pensamiento feminista es creer que el problema de la violencia de
género es un problema de los hombres y las mujeres. Y en algunos casos,
hasta de un hombre y una mujer. Y yo creo que es un síntoma de la historia,
de las vicisitudes por la que pasa la sociedad. Y ahí pongo el tema de la
precariedad de la vida. La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el
hombre, que por su mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser
fuerte, de ser el potente, no puede más y tiene muchas dificultades para
poder serlo. Y esas dificultades no tienen que ver como dicen por ahí,
porque está afectado por el empoderamiento de las mujeres, que es un
argumento que se viene utilizando mucho, que las mujeres se han empoderado y
que los hombres se han debilitado por ello y por lo tanto reaccionan así…
No. Lo que debilita a los hombres, lo que los precariza y los transforma en
sujetos impotentes es la falta de empleo, la inseguridad en el empleo cuando
lo tienen, la precariedad de todos los vínculos, el desarraigo de varias
formas, el desarraigo de un medio comunitario, familiar, local… en fin, el
mundo se mueve de una manera que no pueden controlar y los deja en una
situación de precariedad, pero no como consecuencia del empoderamiento de
las mujeres, sino como una consecuencia de la precarización de la vida, de
la economía, de no poder educarse más, leer más, tener acceso a diversas
formas de bienestar. Y eso también va en dirección de otra cosa que vengo
afirmando: que hay formas de agresión entre varones que son también
violencia de género. Yo afirmo que los varones son las primeras víctimas del
mandato de masculinidad. Con esto no estoy queriendo decir que son víctimas
de las mujeres, y quiero dejarlo bien en claro porque se me ha entendido de
una manera equivocada muchas veces. Estoy diciendo que son víctimas de un
mandato de masculinidad y una estructura jerárquica como es la estructura de
la masculinidad. Son víctimas de otros hombres, no de las mujeres. Y esto
también quiero dejarlo en claro, no es que el hombre se volvió impotente
porque las mujeres se potencian, sino que se volvió impotente porque la vida
se volvió precaria y los deja impotentes.

—Muchas mujeres reciben esta violencia como algo normal. ¿Por qué?

—Por eso, sobre todo en España, al principio, cuando en las primeras
campañas por los derechos de la mujer empezaron a aparecer estas mujeres
golpeadas en la televisión, fue muy fuerte y causó mucho impacto. Plantear
que la violencia doméstica es un crimen creo que fue el mayor avance de la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra
la Mujer (Cedaw), es decir, que algo que es una costumbre puede ser un
crimen. Es dificilísimo sobre todo en el campo del derecho dar ese paso,
porque el derecho es como la santificación de todo lo que es la costumbre
como ley. Pero la Cedaw dice: esta costumbre es un crimen, no puede ser
transformada en ley. En ese caso de la violencia doméstica, de las
violaciones domésticas se ha marchado en el camino de comprender que es un
crimen. Ahora, lo que nos da a nosotros una pauta, una luz para entender
mejor todo ese tema, es que cuando hay un óbito, cuando aparece un cuerpo,
un asesinato de mujer nunca fue natural, ni antes ni ahora ni nunca. Y ahí
vemos que hay una dificultad del derecho y del Estado en ganar terreno en
este campo. Porque, sin ninguna duda, están en aumentando cada vez los
feminicidios, ese verdadero genocidio de mujeres que estamos viviendo, de
varias formas. Y eso lo sabemos porque ya hay más de 10 años de estadísticas
en la mayor parte de los países.  Y además el avance en lo legal y lo
forense respalda esta afirmación.

—Usted plantea que la violación es un acto disciplinador, un crimen de
poder. ¿Qué se juega el agresor sexual en esos casos?

—Bueno, ese concepto es de altísima complejidad. Le cuesta mucho a la
sociedad comprender a qué apunto. Mucha gente de bien, muy moral, saltó
contra esto e intenta rápidamente diferenciarse de ese sujeto que considera
anómalo, criminal, inmoral, en fin todo lo malo que se deposita en ese
sujeto, en ese chivo expiatorio que es el agresor… y los otros hombres se
salvan y dicen yo no soy eso. Yo eso lo pongo bajo un signo de
interrogación. Yo creo que aquel último gesto que es un crimen, es producto
de una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no
son crímenes, pero son agresiones también. Y que hacen un caldo de cultivo
para causar este último grado de agresión que sí está tipificado como
crimen… pero que jamás se sucedería si la sociedad no fuera como es. Se
sucedería en un psicópata, pero la mayor cantidad de violaciones y de
agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por
personas que están en una sociedad que practica la agresión de género de mil
formas pero que no podrán nunca ser tipificadas como crímenes. Por eso mi
argumento no es un argumento antipunitivista de la forma clásica, en el
sentido de que no se debe punir o sentenciar. Sí tiene que haber leyes y
sentencias que sólo algunas veces llegan a materializarse. Pero en nuestros
países sobre todo, en el mundo entero, pero especialmente en América Latina,
de todos los ataques contra la vida, no solamente los de género sino de
todos en general, los que llegan a una sentencia son una proporción mínima.
La eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias,
creemos que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que
existir, el derecho, todo el sistema legal, el justo proceso y la punición.
Lo que yo digo es que la punición, la sentencia no va a resolver el
problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran
cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando la
normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese
caldo de cultivo.

—¿Y por qué algunos hombres toman ese camino y otros no? Porque si es un
problema social ¿no afectaría a todos por igual?

—Y bueno, porque somos todos diferentes… yo no te puedo responder eso. Lo
que sí te puedo asegurar es que los índices serían muchos menores si
atacáramos la base, o sea, el hábito, las prácticas habituales. Tampoco
hablo de una cultura de la violación, porque se habla mucho de eso, sobre
todo en Brasil. Se habla mucho de una cultura violadora. Está bien, pero
cuidado con la culturalización, porque el culturalismo, en el abordaje de
estos temas, le da un marco de “normalidad”, de costumbre. Como se hace con
el racismo por ejemplo… es una costumbre. Yo tengo mucho miedo a esas
palabras que terminan normalizando estas cuestiones.

—En relación a este tema, sobre que la violación es un crimen de poder,
disciplinador, eso ¿se juega de la misma manera en el caso de los abusos de
menores? Ya que generalmente los niños son abusados en su mayoría en las
relaciones intrafamiliares o por integrantes de sus círculos cercanos, ¿se
puede hacer una misma lectura o es distinto el análisis?

—Yo creo que es un análisis distinto, porque ahí si entra la libido de una
forma en que yo no creo que entra en las violaciones de mujeres. Yo no he
investigado mucho ese tema, lo que sí puedo decir al respecto es que el
agresor, el violador, el asediador en la casa lo hace porque puede. Porque
también existe una idea de la paternidad que proviene de una genealogía muy
antigua, que es el pater familias, como es en el Derecho Romano, que no era
como lo concebimos hoy, como un padre, una relación parental. Sino que el
padre era el propietario de la mujer, de los hijos y de los esclavos, todos
en el mismo nivel. Entonces eso que ya no es más así, pero que en la
genealogía de la familia, como la entendemos, persiste… la familia
occidental, no la familia indígena. Pero sí la familia occidental, que tiene
por debajo en sus orígenes la idea de la dueñidad del padre. Entonces, eso
aun está muy patente. Tengo estudiantes que han trabajado este tema. Por
ejemplo, el caso de un pastor evangélico que violaba a todas sus hijas, y lo
que sale de ese estudio es que el hombre, en su interpretación, era dueño de
esos cuerpos. Eso es algo que no está más en la ley, pero sí en la
costumbre. Y el violador también es alguien que tiene que mostrarse dueño,
en control de los cuerpos. Entonces el violador doméstico es alguien que
accede a esos cuerpos porque considera que le pertenecen. Y el violador de
calle es alguien que tiene que demostrar a sus pares, a los otros, a sus
compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo, que es la posesión
masculina como dueña, como necesariamente potente, como dueño de la vida.

—En su experiencia, ¿el violador se puede recuperar de alguna forma, con la
cárcel o con algún tratamiento?

—Nunca vi un trabajo de reflexión, no lo podemos saber porque el trabajo que
debemos hacer en la sociedad que es primero entender y luego reflexionar
nunca fue hecho. Sólo después de hacer el trabajo que está pendiente todavía
de hacer en el sistema penitenciario, podemos llegar a ese punto. No hay
elementos suficientes. No estoy hablando de psicópatas. Porque, a diferencia
de lo que dicen los diarios, la mayor parte de las agresiones sexuales no
son perpetradas por psicópatas. Los mayores perpetradores son sujetos
ansiosos por demostrar que son hombres. Si no se comprende qué papel tiene
la violación y la masacre de mujeres en el mundo actual, no vamos a
encontrar soluciones.

Quedan pendientes tantos temas… hablar, por ejemplo, sobre el papel de los
medios que, según sus propias palabras, colaboran con exhibir públicamente
la agresión a las mujeres hasta el hartazgo, haciendo de la victimización de
las mujeres un espectáculo de fin de tarde o después de misa, reproduciendo
hasta el hartazgo los detalles más morbosos y funcionando así como el “brazo
ideológico de la estrategia de la crueldad”….  Esos y tantos otros. Será en
otra oportunidad. La estaremos esperando.

* Extracto del libro “La guerra contra las mujeres”, (Editorial Traficantes
de Sueños, 2016) de Rita Segato.

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