Bolivia/ Reelección: ¿Evo for ever? [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Dic 5 22:10:21 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

5 de diciembre 2017

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Bolivia

¿Evo for ever?

Un fallo judicial habilita la reelección de Evo Morales. El presidente
boliviano mira a Argentina o Ecuador (e incluso Brasil) para convencerse de
que el «proceso de cambio» depende solo de él. Pero Argentina y Ecuador
muestran también el desgaste que genera forzar las instituciones. Los
repliegues hacia los creyentes terminan, a la larga, por erosionar las
banderas del cambio.

Pablo Stefanoni

Nueva Sociedad, diciembre 2017

http://nuso.org/

Este domingo, los bolivianos votaron en unas elecciones sui géneris para
elegir a los jueces del Tribunal Supremo de Justicia, el Tribunal
Agroambiental, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) y el Consejo
de la Magistratura. Al cabo de dos años en los que la posible repostulación
de Morales para un cuarto mandato ocupó una enorme proporción de los debates
políticos, la oposición buscó transformar la elección en un referéndum
contra el mandatario boliviano mediante un llamado al voto nulo.

A la luz de los resultados, los críticos parecen haber logrado su meta, o al
menos eso quisieron mostrar desde que la autoridad electoral anunció que los
votos nulos pasaban el 50%, que se sumaban a un 17% de votos en blanco. Es
decir, quienes eligieron a algunos de los candidatos solo rondaban el 30%,
mientras que las leyendas contra el gobierno en las papeletas anuladas y las
fotos de los recuentos en las ciudades –donde el voto nulo en muchos barrios
arrasó– dominaban la información poselectoral. La oposición salió
rápidamente a festejar los resultados, más desde las redes sociales que
desde la movilización callejera.

Sin duda, el voto nulo informa de un serio debilitamiento de un gobierno
que, desde su reelección en 2014, carece de nuevas ideas para impulsar su
gestión y se posiciona en «lo logrado». La elección estuvo marcada por el
fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional que dio luz verde a la
reelección indefinida. Pero el problema del oficialismo es que en febrero de
2016, por un estrecho margen, los bolivianos dijeron «No» a una nueva
repostulación de Morales en un referéndum… convocado por el propio gobierno.
Así, la invocación al pueblo abstracto «nacional-popular» o a los más
concretos «movimientos sociales» choca con el pueblo electoral que se
pronunció en la consulta.

El golpe de esa derrota, la primera en doce años en los que Evo Morales ganó
reiteradamente con porcentajes superiores al 60%, fue muy duro y la
repostulación se transformó en una obsesión para el oficialismo. La
explicación de lo ocurrido en las urnas se limitó a detallar una supuesta
conspiración de la derecha y la embajada de Estados Unidos, retratada en un
documental de factura oficial y titulado «El cartel de la mentira», en el
que se acusa a una serie de medios de comunicación de mediano tamaño de
haber montado una serie de falsedades para derrotar al presidente en el
marco de la «guerra de cuarta generación» del imperialismo.

Con el objeto de recuperar la iniciativa, el gobierno puso toda su energía
en evaluar diversas «vías» para la reelección, mientras crecían los
discursos que ponían el acento en la excepcionalidad del liderazgo de
Morales. La vía finalmente elegida fue una demanda ante el TCP, el cual
finalmente estableció que la repostulación forma parte del derecho
inalienable «a elegir y ser elegido» consagrado por el Pacto de San José de
Costa Rica para todo ciudadano, incluidos los presidentes. Por ello, el
artículo de la Constitución (de 2006) que lo impide sería inconstitucional,
dado que los pactos internacionales de derechos fundamentales están por
encima de la Carta Magna. Se trata de un argumento utilizado ya en Costa
Rica, Nicaragua y Honduras, pero que en una oportunidad fue puesto en
cuestión por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en un informe
sobre el ex dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt, donde se reconoce que
las Constituciones nacionales pueden establecer límites al derecho a ser
elegido en el caso de los presidentes.

Hoy, el gobierno se enfrenta a la acusación de desconocimiento de la
voluntad popular. Y frente a ello, el presidente del senado, Alberto
«Gringo» González, respondió de manera polémica que el resultado del
referéndum «ya fue aplicado» y por eso la Constitución no fue modificada,
sino interpretada por el tribunal.

Los resultados de este domingo, no obstante, deben leerse con cuidado: en
2011, el voto nulo ya había superado el 40% (y luego Morales fue reelegido
con más de 60%). El llamado a impugnar el voto es bastante fácil de
conseguir en la medida en que la mayoría de los electores desconoce a los
candidatos a jueces y además la Justicia es una de las instituciones más
impopulares del país. La idea de elegir a los magistrados de manera
democrática –y «descolonizadora»– es solo una de las buenas intenciones de
la Constituyente de 2006 que derivó en formas institucionales inoperativas.
Pese a esto, el voto nulo estuvo por debajo del sorpasso esperado por
algunos sectores, lo que explica cierto alivio en el gobierno.

Esto no quita que el 50,02% de votos nulos sea una severa llamada de
atención a un gobierno que parece replegarse en sus bases rurales y
construir demasiados escenarios conspirativos para explicar sus problemas.
Sin duda, la salida elegida parte de la convicción de que un nuevo
referéndum (única vía para superar la derrota del 21F sin costos de
legitimidad) implicaba demasiados riesgos e incluso la certeza de perderlo y
allí residen sus límites. El rechazo al gobierno es hoy muy evidente en las
grandes ciudades (en las redes suele combinar argumentos democráticos contra
déficits institucionales muy reales con dosis evidentes de racismo social) y
los argumentos para la repostulación solo convencen a los ya convencidos.

En síntesis: los resultados son «buenos» para el gobierno, que mantiene una
base dura del 30% para intentar recuperarse, y «buenos» para la oposición
que puede dar disputas en las urnas: es decir, se mantiene abierta la pugna
política. Pero que Evo mantenga el músculo electoral no es nuevo, lo nuevo
es que la oposición esté en condiciones de dar otras batallas impensadas
hace unos años. Pero esto es aún en potencial cuando se trata de unas
presidenciales.

Para disputar en ese terreno, la oposición necesita construir figuras
competitivas para enfrentar a un candidato que sigue siendo fuerte: Evo
Morales presenta una economía que, pese a la baja de los precios de las
materias primas, mantiene elevados niveles de crecimiento y consumo; algunas
de sus cifras forman parte del «milagro boliviano». Tiene, además, el
control del aparato estatal (que en Bolivia es una variable bastante
decisiva, especialmente cuando el Estado tiene recursos). Adicionalmente,
los discursos hiperbólicos que denuncian a Morales como un gobierno «peor
que las dictaduras de los 70» o equivalente en carencias a los regímenes
comunistas, terminan por desvirtuar, en gran medida, el objetivo buscado,
que es poner de relieve las derivas poco pluralistas.

Venezuela muestra, en su versión dramática, que la revitalización de la
oposición no siempre es una función lineal inversa del debilitamiento de los
gobiernos. En este marco, el ex presidente Carlos Mesa –el único potencial
candidato que según las encuestas podría dar batalla a Evo Morales– escribió
una columna este mismo domingo electoral que puede leerse como una virtual
renuncia de quien ya renunció a seguir en el Palacio Quemado de manera
anticipada en 2005: «Evo Morales, finalmente, ha cruzado el río que separa
la democracia del totalitarismo. Lo que viene es muy claro, la preparación
de un proceso electoral que garantice el triunfo del Presidente-candidato al
costo que sea necesario. El celofán democrático –ya inútil– seguirá
intentando cubrir el corazón autoritario que late en el pecho de los
gobernantes, que quieren mandar a Bolivia hasta el último día de sus vidas».
Luego de esto viene la frase definitoria: «Escribo estas líneas desde una
convicción expresada públicamente innumerables veces, la del ciudadano que
ni es ni quiere ser candidato a la presidencia de Bolivia».

Morales mira a Argentina o Ecuador (e incluso Brasil) para convencerse de
que el «proceso de cambio» depende solo de él. Pero Argentina y Ecuador
muestran también que los excesos de soberbia, la «viveza criolla» y los
repliegues hacia los creyentes terminan, a la larga, por erosionar las
banderas del cambio y los liderazgos que ayer parecían invencibles.

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