Feminismo/ Entre las luchas de las mujeres y las respuestas conservadoras [Maxine Molyneux - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Dic 6 12:23:13 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

6 de diciembre 2017

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Feminismo

Entrevista a Maxine Molyneux *

Entre las luchas feministas y las respuestas conservadoras

Mariano Schuster

Nueva Sociedad, noviembre de 2017

http://nuso.org/

Traducción de Carlos Díaz Rocca

La nueva oleada de movimientos feministas sacude al mundo entero. Los
reclamos y las luchas de las mujeres generan, sin embargo, una respuesta
retrógrada de sectores que critican lo que llaman “ideología de género”. En
esta entrevista, la socióloga Maxine Molyneux explica en qué consisten las
demandas del feminismo contemporáneo, repasa su relación con las corrientes
políticas de izquierda, desmenuza las críticas realizadas por sectores
religiosos y conservadores, y analiza el papel asumido por los varones en
este momento histórico de luchas por la igualdad.

-¿Cuál es su perspectiva sobre esta nueva ola de feminismo que ha llevado a
las mujeres a las calles a reclamar por sus derechos y a plantear cuestiones
de género en la agenda pública tal como lo expresan movimientos como “Ni una
menos” o “Million Women Rise”?

El feminismo ha adquirido una nueva dinámica con una revitalización de los
movimientos de protesta en todo el mundo. Una nueva generación de activistas
sale a la calle para pedir el fin de la discriminación social y la violencia
contra las mujeres. Además de las grandes manifestaciones contra la
violencia de género en América Latina con la campaña Ni Una Menos, la Marcha
de las Mujeres en enero de este año y la actual campaña mundial Million
Women Rise (Millones de Mujeres se Ponen de Pie), hemos visto protestas
callejeras similares en otros lugares, por ejemplo en la India e incluso en
Afganistán, después de brutales asesinatos de mujeres. Hace muy poco estuvo
la campaña viral Me Too (Yo también), notable por la fuerte reacción de los
medios a las acusaciones de abuso sexual y violación contra figuras
prominentes, incluidos algunos parlamentarios británicos, actores y el
magnate del cine Harvey Weinstein. Sin embargo, no ha pasado inadvertido que
Weinstein ha sido despojado de sus honores, mientras que Donald Trump, que
se jactaba de agredir sexualmente a las mujeres, no solo ganó la presidencia
de los Estados Unidos, sino que, por ahora, ha eludido la censura.

Este momento es significativo por varias razones. Marca una nueva fase en el
feminismo, en el que las mujeres jóvenes se enfrentan a los límites de los
diversos cambios sociales y legales de las últimas décadas que pensaron que
les brindarían iguales oportunidades. Las niñas tienen a menudo un mejor
rendimiento que los niños en la escuela y las mujeres se destacan en la
universidad; esperan tener sus propios ingresos y ser tratadas con respeto.
Pero ven que muchas de las viejas estructuras y actitudes discriminatorias
todavía están vigentes, con amplias brechas salariales de género, peores
perspectivas de promoción y, en sus casas, todavía realizan la mayor parte
del trabajo de cuidado. En la vida cotidiana prevalece el doble estándar en
las costumbres sexuales, la cultura popular todavía menosprecia la igualdad
femenina, los hombres ocupan los puestos clave de poder y autoridad y sufren
pocas sanciones por acoso sexual, incluso por abuso sexual y violencia. No
es para sorprenderse que las mujeres estén enojadas. Para las jóvenes
feministas, estas protestas son significativas como expresiones de una nueva
solidaridad que colectiviza las experiencias negativas que frecuentemente
soportan solas y en silencio: una vez que estas cuestiones se identifican
como problemas sociales, requieren atención y acción.

-En el marco de estas manifestaciones, también se han conseguido nuevos
derechos para el movimiento de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales,
Queer e Intersexuales (LGBTQI) cuya presencia en las calles ha sido
importante. ¿Existe una relación directa entre el feminismo y este
movimiento?

Se trata, claramente, de dos movimientos separados, pero desde el comienzo
del feminismo de la segunda ola, ha habido algunos puntos de conexión y
solidaridad entre feministas y homosexuales, luego activismo LGBTQI.
Comparten una oposición común a las normas, leyes y prácticas prescriptivas
que derivan de una concepción inmutable de la sexualidad y los roles /
relaciones de género a menudo vistos como ordenados por la biología y / o la
religión. En cambio, las y los activistas LGBTQI y feministas tienden a ver
estas relaciones como influidas poderosamente por las instituciones, las
normas y las prácticas sociales, a través, por ejemplo, de las políticas
estatales, las leyes, la cultura y la religión. Comparten una crítica de los
aspectos discriminatorios y perjudiciales de estas normas, y apoyan las
luchas por reformas legales que extienden los principios de los derechos
humanos de igualdad y respeto por la diferencia. Esto ha implicado luchas
compartidas por el cambio cultural, así como por el cambio legal para
eliminar leyes discriminatorias y opresivas, y para proporcionar
protecciones adecuadas a quienes las necesitan.

-Frente a la nueva ola de batallas feministas, ha aparecido un sector muy
crítico que ha condenado lo que denomina como “ideología de género”. Se
trata de sectores de derecha, muchos de ellos vinculados a los elementos más
reaccionarios de la Iglesia Católica y a otros credos, que afirma que el
feminismo intenta borrar lo que ellos denominan “características naturales y
biológicas” de los seres humanos. ¿Cómo puede el movimiento feminista
enfrentar estas reacciones de la derecha que avanza cada vez más en algunos
países?

No hay una entidad coherente que se describa como “ideología de género”. El
término es una amalgama de lo que los opositores a las ideas feministas no
aprueban, que abarca los derechos LGBTI (especialmente el matrimonio entre
personas del mismo sexo), la igualdad y la autonomía de las mujeres
(especialmente sobre sus propios cuerpos / sexualidad). La oposición al
término “género” fue inicialmente propagada por el Vaticano, y desplegada
como parte de su rechazo a los grandes avances logrados por el feminismo de
la segunda ola y el movimiento global de mujeres en el derecho
internacional. La aprobación de la Convención sobre la Eliminación de Todas
las Formas de Discriminación contra la Mujer en 1979 y la Plataforma de
Beijing después de la Conferencia de Mujeres de Beijing de 1995 fueron hitos
en la legislación de la igualdad de la mujer y muchos países de América
Latina incorporaron estos marcos en su legislación nacional.

Aquellos que hacen campaña contra la llamada “ideología de género” recurren
al pensamiento fundamentalista, evocando a menudo la autoridad de las
Escrituras para apoyar sus campañas, y buscando promover pánicos morales
sobre los supuestos efectos de la igualdad y autonomía de las mujeres,
alegando que trae nada menos que descomposición social y decadencia moral.
Esta extraña visión del poder destructivo femenino está acompañada por los
reclamos de los fundamentalistas de ser los guardianes de la estabilidad
social, expresada a través de su apoyo a la familia patriarcal, firmemente
basada en el lugar de las mujeres en el hogar como cuidadoras de hombres y
niños.

Pero esto no es solo una cuestión de puntos de vista opuestos. El campo de
batalla es bien concreto: es el dominio de los derechos humanos. Usted
pregunta cuál es la forma de lidiar con esta reacción negativa: mi respuesta
es defender los derechos humanos que ya están codificados en la legislación
nacional, o hacer campaña para que se instalen y observen. Cuando los
evangélicos en Brasil piden que se sancionen leyes para que los psicólogos
“traten” a los homosexuales o los gobiernos nieguen la anticoncepción y el
aborto a las mujeres, deben ser desafiados como violadores de los principios
de los derechos humanos. No digo que la ley sea el único instrumento que se
use para resistir estos ataques contra los derechos de las mujeres y de
otras personas, pero puede ser muy poderoso. Recuerde que la Corte Suprema
de Colombia anuló en 2006 sus severas penas por aborto con el argumento de
que violaban los derechos humanos de las mujeres. Este fue el resultado de
una exitosa campaña de los defensores de los derechos de las mujeres y sus
aliados.

-Más allá de estos sectores que combaten las luchas feministas, también hay
varones que se posicionan en favor. ¿Qué lugar tienen estos varones en el
feminismo contemporáneo y que rol juegan las llamadas “nuevas
masculinidades”?

Hay una imagen mixta que debe ser reconocida. Por un lado, vemos a hombres
jóvenes en manifestaciones que apoyan activamente las demandas de las
mujeres y que son bienvenidos por hacerlo. Hoy hay más hombres que entienden
que existen formas de masculinidad, así como de feminidad, que son
autolimitantes, incluso dañinas y disfuncionales, también las formas de
hiper-masculinidad brutal asociadas con las pandillas de narcotraficantes,
que son una reinscripción de algunas manifestaciones particularmente
negativas de la masculinidad.

Durante unas cuatro décadas ha habido grupos de hombres aquí y allá que se
han reunido y han debatido las características opresivas y los efectos de
los privilegios patriarcales o masculinos: una recuerda el brillante
tratamiento que hace Hegel de la relación Maestro-Esclavo, en la que el
opresor también es de alguna manera dañado por el poder que ejerce sobre el
oprimido.

Este cuestionamiento de la masculinidad por parte de los hombres es
completamente positivo porque el género es relacional, tratarlo solo como un
problema de mujeres es como aplaudir con una mano. Sin embargo, aunque
algunos hombres pueden estar más conscientes de esto y están cambiando de
manera positiva, otros lo ven solo como un viaje personal en la
autorrealización en lugar de un problema social que los obliga a intentar
cambiar las estructuras y los comportamientos y las actitudes que oprimen
tanto a hombres como a mujeres y perpetúan el privilegio masculino. Como
colectivo, los hombres han sido notoriamente pasivos en este aspecto: han
dejado solas a las mujeres en sus luchas. Siempre me sorprende la falta de
hombres en las reuniones que discuten los derechos de las mujeres, y como
académica veo que pocos hombres leen el trabajo de académicos feministas o
los citan, están interesados en la historia feminista o se comprometen
seriamente con ideas feministas. Sus lectores pueden pensar que es duro y
todos conocemos y apreciamos las muchas excepciones loables, los verdaderos
aliados indispensables de las luchas de las mujeres, pero los hombres
podrían hacer mucho más de lo que hacen cambiando comportamientos cotidianos
como el acoso sexual y la discriminación, impulsando la igualdad de género
en sus lugares de trabajo, compartiendo el trabajo doméstico y los cuidados
y desafiando la “charla de vestuario”.

-Otros grupos, no necesariamente vinculados a sectores religiosos,
manifiestan que el nuevo feminismo tiene características que denominan
“fundamentalistas”. Sus posturas se fundamentan en el supuesto de que el
feminismo no llega para concretar mayores niveles de igualdad sino para
ampliar las “diferencias culturales”. ¿De dónde provienen este tipo de
ideas? ¿Cómo pueden los mismos sectores del feminismo para trabajar en la
modificación de los patrones culturales que llevan a ellas?

Ningún movimiento social, cualquiera sea su gravitación, es una entidad
unificada y homogénea; en su mayoría están formados por diferentes
tendencias que acuerdan un conjunto de demandas o principios comunes; más
allá de eso, cada uno tendrá sus propias prioridades y formas de activismo.
No sé exactamente a qué tendencia te refieres con “fundamentalista”, pero si
te refieres a movimientos separatistas que celebran las virtudes de la
feminidad y la diferencia sobre la igualdad, entonces sí, hay algunas
corrientes feministas radicales que son críticas de otros feminismos por
trabajar con hombres en algunos temas, y prefieren trabajar y vivir solo en
espacios de mujeres. Estas son elecciones que los individuos hacen por
varias razones y una diversidad de puntos de vista y prioridades puede ser
positiva, pero si se convierte en una fuente de fricción y división donde
una tendencia busca imponer sus creencias y denigra a otra, eso no es útil
para ningún movimiento de base amplia. Dentro de un movimiento debe haber
respeto por las diferentes tendencias dentro de un conjunto de principios
acordados, y una discusión guiada por la razón, no dogma y división.

Usted está trabajando sobre los diversos feminismos que se desarrollan en
América Latina, en particular los casos de Uruguay, Chile y Argentina,
teniendo en cuenta las diversas luchas encaradas por las mujeres desde fines
del siglo XIX y enroladas en movimientos de izquierda como el anarquismo, el
socialismo y el comunismo. ¿Qué diferencias y que puntos convergentes
encuentra en las trayectorias feministas de estos países en los que hoy
también se vive un nuevo marco de luchas?

Estamos viendo estos tres países primero porque fueron los casos pioneros de
América Latina en lo que respecta a los derechos de las mujeres y el
activismo, ya que todos ellos tenían movimientos feministas desde fines del
siglo XIX. Sus historias, divergentes a partir de la década de 1930,
tuvieron consecuencias para los derechos de las mujeres y el activismo que
actuó como un legado. En Chile y Uruguay, el feminismo se alió más
estrechamente con el socialismo, mientras que en la Argentina, el peronismo
tomó un camino diferente, con una relación forjada entre un llamamiento
populista a las “virtudes femeninas” y el feminismo socialista / liberal.

Nuestra investigación se centra en algunas campañas específicas que
continuaron en el ciclo del feminismo de la segunda ola, aproximadamente
desde finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, para ver qué
condiciones, factores institucionales y políticos, qué aliados y formas de
activismo pueden explicar las diferencias en los resultados. Uruguay se
destaca por haber logrado avances notables en algunos aspectos, en parte
debido a la naturaleza del sistema de partidos, el carácter de la coalición
gobernante y las alianzas que se forjaron entre un movimiento feminista muy
activo y los legisladores. La ausencia de una fuerte influencia
institucional religiosa también fue significativa. Los casos argentino y
chileno, con sus relaciones más cercanas con la iglesia católica, han visto
un progreso lento en los derechos reproductivos, pero han extendido algunos
derechos LGBT. Argentina logró movilizar a las mujeres en torno a ciertos
derechos sociales y políticos, y el ’feminismo institucional’ de Chile logró
avanzar bajo la administración de la Concertación, particularmente bajo el
gobierno de Bachelet, en temas clave tales como permitir una amplia difusión
de la píldora del día después y hacer más laxa la ley sobre el aborto.

-En muchos países de América Latina, todavía no se ha conseguido la
despenalización del aborto a pesar de que diversas fuerzas progresistas
gobernaron en la región durante los últimos años. ¿A qué se puede atribuir
esa situación?

Un aborto es un tema sensible, y lo es aún más en contextos donde ha sido
politizado por movimientos y gobiernos de derecha y donde los valores
religiosos conservadores y las instituciones son influyentes. Hoy en día,
algunas de las leyes más duras persisten en América Latina, por ejemplo en
El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua, a pesar de la evidencia de que
tales leyes hacen poco para disminuir la incidencia del aborto; de hecho, al
hacerlo ilegal e inseguro aumentan en gran medida la mortalidad y la
morbilidad maternas y pueden dar lugar a grandes injusticias, como en los
casos de violación infantil, que conduce al embarazo no deseado de la
víctima, sin que se ofrezca ningún remedio; y el encarcelamiento de mujeres
jóvenes simplemente por sospechas de haberse practicado un aborto cuando
pueden haber sufrido un aborto espontáneo, como en El Salvador. Sin embargo,
hay algunas razones para abrigar esperanzas: la despenalización ha avanzado
en la agenda internacional, en parte debido a un cambio de actitud, y en
América Latina ha habido una publicidad bastante generalizada por algunos
casos graves de abuso de estas leyes. La disponibilidad de la píldora de
emergencia segura y autoadministrada es un avance, pero también debemos
enfocarnos en la prevención de embarazos no deseados, por lo que poner
anticonceptivos a disposición de los jóvenes por pedido, como recomienda
UNICEF, es un paso importante que están dando algunos países.

Ahora hay una mayor aceptación de la necesidad de una educación sexual de
buena calidad, eso significa no solo ayudar a los jóvenes a desarrollar una
comprensión de la sexualidad sino también de las relaciones basadas en el
respeto mutuo. América Latina ha progresado en educación sexual, pero la
implementación sigue siendo un problema donde los lobbies conservadores
promueven la idea de que la educación sexual fomenta el sexo irresponsable
cuando, de hecho, los buenos programas educativos indican lo contrario.

* Maxine Molyneux es catedrática de sociología en el University College
London (UCL). Fue directora del Instituto de las Américas de la Escuela de
Estudios Avanzados de la Universidad de Londres desde 2008. En 2012 fundó el
Instituto de las Américas en UCL.

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