EEUU/Asia/ ¿Alfombra roja para el imperio? [Khury Petersen-Smith]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Dic 6 12:30:07 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

6 de diciembre 2017

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Estados Unidos/Asia

¿Alfombra roja para el imperio?

Khury Petersen-Smith

Obrero Socialista, 5-12-2017

http://socialistworker.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Hacia el final de su gira de once días por Asia y el Pacífico, Donald Trump
utilizó Twitter para insultar al líder norcoreano Kim Jong-Un. Aparte de
este acto, casi podían oírse los suspiros de alivio --tanto entre los
planificadores del viaje en la Casa Blanca como en los cinco países
extranjeros que visitó-- por el hecho de que todo se desarrolló casi sin
incidentes.

Entre la incapacidad de Trump para comportarse como es debido incluso en el
país que preside, y no digamos ya en el extranjero, y las crecientes
amenazas apocalípticas de su gobierno con respecto a la península coreana en
los meses que precedieron al viaje, el imperio estadounidense, sus aliados y
quienes le apoyan en los medios de comunicación de EE UU y otras partes
tenían motivos para estar preocupados de que esta gira diplomática pudiera
resultar todo menos eso, diplomática.

Sin duda la decisión de los planificadores de descartar una visita de Trump
a la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y del Sur formó parte de
este esfuerzo. Esta visita habría ofrecido a Trump la oportunidad de
amenazar directamente a Corea del Norte, como hizo el vicepresidente Mike
Pence cuando acudió al lugar en abril y declaró que "la época de paciencia
estratégica ha terminado", anunciando una actitud más agresiva hacia el
régimen. Sin embargo, las amigables sesiones fotográficas en Tokio, Seúl,
Pekín, Hanoi y Manila pretendían correr un tupido velo sobre el hecho de que
EE UU y sus aliados han estado maniobrando con consecuencias violentas,
sentando las bases para una escalada.

Que los líderes asiáticos hayan desplegado literal y figuradamente la
alfombra roja para recibir a Trump a pesar de que éste hubiera insultado a
Kim --por no mencionar que el propio presidente, su ministro de Defensa y la
embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas han hablado abiertamente de la
"destrucción total" y la "aniquilación total" de Corea del Norte-- ya lo
dice todo. Por tanto, vale la pena tomar nota de lo que EE UU y otras
potencias de la región han dicho y hecho, así como de los actos de
resistencia.

*****

Más allá de la retórica belicosa de Trump con respecto a Corea del Norte, EE
UU ha dado una serie de pasos encaminados a calentar el ambiente. Para
empezar, la Fuerza Aérea estadounidense se prepara para poner de nuevo en
alerta durante las 24 horas del día bombarderos armados con bombas
nucleares.

Washington también ha logrado que Naciones Unidas imponga sanciones más
duras a Corea del Norte, ha realizado las habituales maniobras militares
conjuntas con el ejército surcoreano, en las que se han simulado ataques
contra el Norte, y ha hecho que bombarderos suyos sobrevuelen la península
coreana, todo ello mientras el régimen de Kim Jong-un llevaba a cabo pruebas
intermitentes de lanzamiento de misiles y ensayos nucleares.

EE UU y Corea del Sur han proseguido con la instalación de componentes del
sistema antimisiles THAAD (por sus siglas en inglés--Terminal High Altitude
Delivery Defense) en Seongju durante el mes de septiembre, pese a que el
presidente liberal Moon Jae-in había criticado el sistema antes de asumir el
cargo y a la suspensión temporal del despliegue a raíz de las
manifestaciones de protesta durante el verano.

Mientras tanto, las elecciones del mes pasado en Japón dieron la victoria al
primer ministro conservador saliente, Shinzo Abe y su Partido Liberal
Democrático. Abe aprovechará el nuevo mandato para intentar que se revise el
artículo 9 de la constitución japonesa con el fin de permitir a Japón
aplicar una doctrina militar más ofensiva. Feliz de poder celebrar el
triunfo de su aliado durante su estancia en Tokio, Trump dijo, refiriéndose
a Abe y los misiles norcoreanos, que "los tumbaremos del cielo cuando
[Japón] culmine la compra de un lote de equipos militares de EE UU". Abe
contestó señalando que Japón ya compra muchas armas a EE UU.

Mientras que las relaciones formales entre EE UU y Filipinas se deterioraron
bajo la presidencia de Rodrigo Duterte durante el mandato de Barack Obama
--Duterte llegó a amenazar con cambiar de orientación geopolítica para
apartarse de EE UU y acercarse a su rival, China--, Trump disfrutó de una
cálida recepción en Manila. En efecto, al margen de las fricciones entre
Obama y Duterte, los militares estadounidenses y filipinos, junto con los
australianos, continuaron colaborando en maniobras y operaciones conjuntas,
especialmente en la isla de Mindanao, en la que Duterte ha declarado la ley
marcial. Durante su visita, Trump reafirmó su apoyo a Duterte, culpable del
asesinato de miles de personas a través de la violencia policial so pretexto
de la "guerra contra las drogas". Con respecto esta campaña, una
transcripción filtrada y publicada en The Washington Post revela que Trump
le dijo a Duterte a comienzos de año que estaba realizando un "trabajo
increíble".

Si Trump está satisfecho con la presencia militar estadounidense en el
Pacífico y con el hecho de que los aliados asiáticos estén impulsando la
militarización en colaboración con EE UU, bien puede agradecérselo a los
esfuerzos del gobierno de Obama que le precedió. Al lanzar el llamado "pivot
to Asia" (giro a Asia), Obama trató de desviar la atención de la potencia
militar y política estadounidense de Oriente Medio y Asia Central para
centrarla en la región del Pacífico. Hillary Clinton, la entonces secretaria
de Estado, proclamó en su día el "siglo Pacífico de EE UU". Además de
desplazar más fuerzas navales y aéreas a la región, Clinton supervisó la
llamada "diplomacia avanzada" para reforzar los lazos políticos y económicos
de EE UU como complemento de la cooperación militar.

*****

En la reunión de la APEC (por sus siglas en inglés--Asia-Pacific Economic
Cooperation) en Vietnam, Trump reiteró la retórica de "EE UU primero" de su
campaña electoral. "No dejaremos que nadie se aproveche más de EE UU",
fanfarroneó. Mientras manifestaba esta curiosa visión --como si EE UU fuera
un pordiosero económico, acosado por tratados de comercio multilaterales--,
los ministros de otros países asistentes al cónclave avanzaron en la
creación de un acuerdo comercial regional (Trans-Pacific Partnership, TPP)
sin EE UU, como señalaron numerosos medios.

El TPP, que pretendía juntar a países de la cuenca del Pacífico en un bloque
económico que excluyera a China y estaba basado en cláusulas secretas y
leoninas, negociadas entre bastidores, estaba llamado a ser el tratado
comercial estrella de la era Obama, pero Trump lo condenó al declarar
oficialmente que EE UU no participaría. Los negociadores reunidos en Vietnam
anunciaron a bombo y platillo un acuerdo sobre partes fundamentales del
TPP-sin-EE UU, pero solo para reconocer más tarde que las conversaciones
habían fracasado debido a las dudas de Canadá de seguir adelante.

Tanto la voluntad de los demás países de intentar crear el TPP sin EE UU
como su incapacidad para hacerlo en este momento arrojan luz sobre el
complicado panorama de la región. Ironías de la historia, fue Xi Jinping,
presidente de China, el adalid de los acuerdos comerciales multilaterales en
Asia durante la reunión de la APEC. En China, pese a que Trump insistió en
que Xi presione a Corea del Norte para que suspenda su programa nuclear,
ambos líderes gozaron de un encuentro más bien cálido en Pekín. Al brindar
por la firma de contratos comerciales por valor de 250 000 millones de
dólares entre los dos países, Trump declaró que el desequilibrio comercial
entre ellos es insostenible, pero que él no "culpa a China". Xi, quien
proclamó en el congreso del Partido Comunista Chino del mes pasado el
comienzo de una nueva era de la potencia china, sigue adelante con la
iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, que implica todo un conjunto de
negociaciones económicas en la región y más allá.

*****

En conjunto, la dinámica de militarización --que EE UU y sus aliados han
estado impulsando durante años-- continuará tras el viaje de Trump. Cabe
decir lo mismo del creciente poderío económico y político de China, que
seguirá planteando desafíos a EE UU y Japón. Sin embargo, este no es el
cuadro completo. Un factor importante que acecha entre bastidores cuando
Trump garantiza a los aliados de EE UU su apoyo militar es la capacidad real
de sus fuerzas armadas. Por ejemplo, la VII Flota, con base en Yokosuka,
Japón, y cuya zona de responsabilidad se sitúa en el Pacífico, ha registrado
una serie de colisiones navales este año, en dos de las cuales murieron
personas. Mientras que el comandante de la flota, el vicealmirante Joseph
Aucoin, fue depuesto de su cargo en agosto después de los incidentes, parece
que los mismos son consecuencia de que el personal de la flota no da abasto
desde que la armada estadounidense ha intensificado su actividad en la
región.

La sensación resultante de baja moral y exceso de trabajo también se puso de
manifiesto en el buque Shiloh, cuyo capitán, Adam M. Aycock, fue retirado
del mando a finales de agosto. El cese se produjo después de que una serie
de sondeos, en que los marineros debían responder anónimamente a un
cuestionario, revelaron la existencia de unas condiciones represivas y de un
malestar extendido, acompañado de ideas de suicidio. Un marinero calificó el
Shiloh --que Aycock dirigía, por lo visto, como un tirano que hacía encerrar
a los marineros en el calabozo por cualquier infracción menor-- de "cárcel
flotante". Aunque la falta de derechos del personal enrolado forma parte de
la vida militar, el aumento de la actividad de EE UU en el Pacífico y su
beligerancia incrementan la presión.

También hay signos esperanzadores de resistencia. A lo largo de la visita de
Trump hubo manifestaciones de protesta, empezando con la primera escala en
Hawai y repitiéndose hasta el final de la gira en Filipinas. Miles de
personas se movilizaron contra Trump en Corea del Sur a pesar de las medidas
del gobierno para impedir las protestas, como la denegación de permisos para
manifestarse y restricciones con respecto a los lugares en que podían
concentrarse los activistas. Estas acciones estaban inspiradas en las que se
opusieron a la instalación del sistema THAAD este mismo año. Y cuando el
primero ministro japonés, Abe, intentó por primera vez cambiar la
constitución, provocó una oleada de manifestaciones masivas en contra.
Cuando todo apunta a una mayor militarización en la región, tanto por
voluntad de Washington como de las capitales asiáticas, la construcción un
movimiento internacional de solidaridad y resistencia es una necesidad
urgente.

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