Venezuela/ "Dolor país": la violenta crisis de régimen [Maristella Svampa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Dic 20 13:38:07 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

20 de diciembre 2017

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Venezuela

Violenta crisis de régimen

Dolor Venezuela

El alcance devastador de la crisis social en Venezuela, cuyas causas son
múltiples y complejas, genera una empatía imposible de trasladar al gobierno
caricatura de lo que fuera el chavismo, o a la oposición cuyo objetivo es
acabar con la experiencia democratizadora plebeya.

Maristella Svampa *

Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, diciembre 2017

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Venezuela transmite una sensación ambivalente de cercanía y a la vez de
distancia. El sentimiento de cercanía remite a lo que expresa desde abajo,
alcance devastador de la crisis social y humanitaria, al esfuerzo de
mayúsculo que día a día hacen los venezolanos (hombres y mujeres) por
sobrevivir, incluso el deseo en algunos de creer que no todo está perdido y
que todavía es posible reconducir el proceso en un sentido democrático y
emancipador. La distancia adviene inevitablemente frente a la imposible
identificación política que Venezuela nos impone desde arriba, de un lado
como del otro; sea que analicemos fríamente el gobierno de Nicolás Maduro,
el cual aparece como una caricatura grotesca de lo que fue el chavismo en
sus mejores tiempos; sea que hagamos referencia a su contracara, la derecha
clasista que anida en la dividida Mesa de Unidad Democrática (MUD), cuyo
objetivo es cavar con cualquier experiencia de democratización plebeya.

El actual desastre venezolano se expresa en una suerte de inabarcable “dolor
país”, en contraposición al “riesgo país”, para parafrasear a la
psicoanalista Silvia Bleichman a la hora de hablar del impacto de la crisis
sobre las subjetividades en la Argentina de 2001.

Rentismo y polarización

Las causas de la crisis en Venezuela son múltiples y complejas. Desde Arturo
Uslar Oietri, pasando por Fernando Coronil hasta Edgardo Lander, son
numerosos los intelectuales venezolanos que reflexionaron sobre la
consolidación de un Petroestado en ese país, de su relación con una
burguesía parasitaria y una cultura social rentista. En esa línea y en
términos estructurales, el chavismo conllevó una profundización del
rentismo, basado en la exportación de petróleo. Recordemos que cuando en
1999 Hugo Chávez asumió el poder, el precio del barril de petróleo estaba en
7 dólares, mientras que en 2008 alcanzaba los 120 dólares. Así, entre 2003 y
2013, como en otros países latinoamericanos, en el contexto del boom de los
precios de los commodities, el chavismo expandió el gasto social, logrando
una importante disminución de la pobreza y el analfabetismo. Al mismo
tiempo, más allá de las expresiones de deseo acerca de la necesidad de la
diversificación de la matriz productiva, el chavismo profundizó el carácter
monoproductor y rentista del Estado, lo cual se vería potenciado
posteriormente por los nuevos planes de desarrollo, basados en la expansión
de la frontera extractiva (petrolera y minera).

Asimismo, el populismo chavista se instaló en una escena política inestable,
a raíz del acoso permanente de sectores de la derecha. Sin embargo, el
liderazgo de Chávez -que tendría una dimensión regional/internacional-
estaba ahí para suturar transitoriamente las brechas abiertas por la
polarización política. Su muerte en 2013 y el ascenso de Maduro a la
Presidencia por un ajustado porcentaje en la votación, simultáneamente a la
caída de los precios del petróleo, fueron colocando en tembladeral los
logros sociales realizados y exacerbaron las fallas estructurales y
coyunturales.

En la actualidad, la crisis del Estado rentista se manifiesta de diferentes
maneras: desde la incapacidad para producir bienes básicos para la población
(alimentos y medicamentos) e incluso para importarlos de manera eficiente,
hasta el incremento sideral de la corrupción, que atraviesa a las clases
gobernantes.

Por último, no es un secreto que hay sectores extremistas de la oposición
que buscan una salida violenta a la crisis. Estos grupos cuentan, por lo
menos desde el golpe de Estado de 2002, con apoyo político y financiero de
Estados Unidos. Pero también es necesario reconocer que en el marco de la
crisis actual no solo la derecha se ha movilizado. La oposición es
heterogénea e incluye sectores políticos identificados con el chavismo de la
primera hora, así como sectores populares, golpeados por el
desabastecimiento y la pobreza.

Mutación político-subjetiva

Algunos elementos ilustran la mutación político-social venezolana. No son
los únicos ni tal vez los más importantes, pero muestran las aristas de una
sociedad golpeada y en proceso de reconfiguración.

1. La dureza de la vida cotidiana

El día a día de los venezolanos pobres y de clases medias se reduce a una
desgastante lucha por la sobrevivencia. Al calor de la crisis, los
individuos van desarrollando diferentes lógicas de acción, que combinan los
que se puede obtener a través de las redes estatales, las redes de
reciprocidad (trueque, familia, amigos), con el bachaqueo (venta en el
mercado informal de bienes a precios regulados) e incluso, el delito.
Algunos estudios recientes revelan tendencias contradictorias, a partir de
las cuales un mismo individuo puede alterar la lógica del cazador con la
apuesta colectiva; coexisten así lazos de coerción y competencia con
relaciones de solidaridad. La situación conlleva destrucción de lazos
sociales y cambios en las formas de sociabilidad, en el marco de una
subjetividad sufriente. Por otro lado, ciertos cambios en los modos del
consumo, aún pueden ser beneficiosos (se prioriza la producción artesanal,
en algunos casos se “más sano”), es muy probable que no tengan un alcance
duradero. En Argentina, por ejemplo, sabemos que experiencias como el
trueque, en 2002, generaron un discurso anticonsumista de patas cortas, pues
en cuanto la situación económica social mejoró, la vuelta a la normalidad
sumergió a esos mismos sectores nuevamente en el modelo de consumo
dominante.

El elemento más radical del populismo chavista ha sido la centralidad que
adquirió la democracia participativa, en los últimos años a través de los
consejos comunales. Ésta se convirtió en el paradigma por excelencia de la
transformación de la política y, a la vez, en la clave del dispositivo
legitimador. Sin embargo, la democracia participativa encontró diferentes
obstáculos y límites, tanto económicos como políticos. En esta línea, en el
marco de la gran crisis venezolana, la creación de los Comités Locales de
Abastecimiento y Producción (CLAP) implicó un giro hacia políticas sociales
focalizadas. Este modelo centralizado de distribución directa funciona en
todo el país y alcanza a 4 millones de venezolanos. Las opiniones sobre los
CLAP son contradictorias, debido a la discrecionalidad y la situación de
abuso de poder que su implementación genera. Para muchos estarían
desplazando desde arriba a los Consejos Comunales y la Comunas, para otros,
más bien se entremezclan con éstos, lo cual no quiere decir que ello se
traduzca necesariamente en un mayor empoderamiento social.

2. Los diferentes rostros del chavismo

Que no existe un solo chavismo no es ninguna novedad. Aunque el gobierno
pretenda unidad social y se arrogue el monopolio de la representación
política, luego de la muerte de Chávez, pero sobre todo a partir de la
crisis de 2015 en adelante, es posible identificar varios chavismos
realmente existentes, tanto desde el punto de vista social como político.
Así, desde abajo, existen diferentes variantes del chavismo social
organizado, las cuales se instalan en una especio de geometría variable,
desde el apoyo irrestricto, hasta aquellos que plantean diferencias y
críticas del rentismo, las consecuencias del desabastecimiento, la
corrupción y la discrecionalidad en la entrega de los recursos. Para algunos
militantes chavistas que se politizaron con el barril de petróleo a 100
dólares, que fueron “la generación dorada, la que iba a comerse el mundo”,
como me dijera un joven en barrio periférico de Caracas, hay que hacer la
crítica al rentismo, pero la apuesta de cambio sigue en pie: la crisis puede
ser una oportunidad de generar alternativas, desde la ampliación del rol de
las comunas.

Por otro lado, existe un chavismo político crítico, que se expresa no sólo
en términos individuales. Entre los colectivos de autoconvocados se destaca
la Plataforma Democrática en Defensa de la Constitución (1), en la cual
confluyen partidos de izquierda como Marea Socialista, ex ministros de
Chávez, intelectuales reconocidos y activistas de derechos humanos y
políticos. Tarea nada fácil la de estos chavistas de izquierda, que rechazan
la polarización y la violencia, y apuntan a construir un lugar desde una
oposición democrática creíble. En octubre, la Plataforma hizo un llamado a
votar por candidatos despolarizados o votar nulo en las elecciones
regionales.

Asimismo, no son pocos los que sostienen que durante el período de protestas
entre abril y septiembre, sectores populares del oeste de Caracas así como
en ciudades del interior participaron de las movilizaciones contra el
gobierno. Pero, en términos masivos, como afirma Alejandro Velasco,
especialista en el tema, “los pobres no bajaron de los cerros”. (2)

3. El Estado de excepción

Desde hace dos años Venezuela vive bajo un Estado de excepción, a partir del
cual el gobierno fue intentando cimentar un poder absoluto. Esta dinámica
que arrancó del desconocimiento por parte del Ejecutivo de otras ramas del
poder (la Asamblea Legislativa, donde la oposición cuenta con la mayoría
luego del triunfo en las elecciones de 2015), se fue agravando y potenciando
exponencialmente con el posterior bloqueo y postergación del referéndum
revocatorio -una herramienta democratizadora introducida por la propia
Constitución chavista- la postergación de elecciones primero y la
construcción de una cancha electoral inclinada para el oficialismo después.
Todo ello generó un nuevo escenario político, marcado por la violencia y la
ingobernabilidad, especialmente entre los meses de abril y septiembre, con
más de 170 víctimas, 3.000 detenidos y 1.000 heridos, producto de los
enfrentamientos entre la oposición y las fuerzas gubernamentales. En esa
línea, sin descartar las tendencias golpistas de ciertos sectores de la
derecha y sus “guarimbas”, el principal responsable de la situación en
Venezuela -en tanto garante de los derechos fundamentales, que controla el
aparato represivo- es el Estado.

En medio de lo que pareció un “empate catastrófico”, el gobierno de Maduro
retomó la iniciativa política con el llamado a una Asamblea Constituyente
que la oposición rechazó en bloque. Pese a que ésta sería considerada por
numerosos especialistas como anticonstitucional, la iniciativa prosperó y
terminó consolidándose luego del llamado y realización de las elecciones a
gobernador, en octubre pasado, que dieron el triunfo al chavismo en 18 de 23
estados. Sólo en uno de ellos hubo denuncias consistentes de fraude, no por
casualidad en el estratégico estado de Bolívar, que está dentro del Arco
Minero. Y ya a mediados de noviembre, podía respirarse algo de tranquilidad
en las calles, lo que el gobierno atribuyó a la Constituyente. Montado en la
ola de entusiasmo de las regionales, el gobierno llamó a las elecciones
municipales para antes de fin de año. El cierre -temporario-  del ciclo de
la violencia no asegura la gobernabilidad , pues la falta de dinero
circulante, crisis alimentaria y sanitaria, la vertiginosa inflación y,
ahora, el llamado a la reestructuración de la deuda, vuelven a empujar a
Venezuela al borde del abismo.

Días antes de la crisis de la deuda, la Asamblea Constituyente sancionó la
Ley contra el Odio, un engendro jurídico que parece superar a las leyes
“antiterroristas” y que revela el avance del gobierno en el control de
cualquier posibilidad de disidencia, a través de una puntillosa política de
criminalización de la opinión mediante la cárcel.

Cierto es que, de aplicarse esta ley, debería hacerse, en primer lugar,
contra el número dos del régimen, Diosdado Cabello, quien tiene un programa
televisivo llamado Con el mazo dando, en el cual fustiga a la oposición sin
escatimar amenazas y discursos hiperbólicos, mientras exhibe en su
escritorio un mazo o garrote. No obstante, la oposición cuenta todavía con
algunos espacios en los medios y aunque su lenguaje es a menudo tan
simplificador y virulento como el del oficialismo, en su performance está
lejos de compararse con la sobreexposición mediática del presidente Maduro.


En suma, el chavismo/madurismo, en tanto, régimen político, se va
consolidando como un Estado de excepción, un régimen de control biopolítico
que interviene cada vez más en la vida cotidiana de la gente, en un contexto
de gran crisis económica y alimentaria, y que genera cada vez más
herramientas y dispositivos jurídicos para criminalizar las disidencias. 

4. “Pranato” minero y economía criminal

En el marco del Estado de excepción, se crearon las zonas económicas
especiales. La megaminería aparecerá como una nueva salida “mágica” en la
búsqueda de la diversificación del extractivismo. La apertura a la
explotación megaminera de casi 112.000 cuadrados (12% del territorio
nacional), mediante la creación de una Nueva Zona de Desarrollo Estratégico
Nacional “Arco Minero”, tiró por la borda el discurso antiimperialista del
gobierno. El gobierno suscribió alianzas y acuerdos con diferentes empresas
transnacionales (chinas, rusas, entre otras), cuyo contenido se desconoce,
pues el decreto de Estado de excepción y emergencia económica permite que
las contrataciones puedan tener discrecionalidad y no requieran autorización
de la Asamblea Nacional. Como varios analistas han denunciado (3), los
nuevos megaproyectos unen expoliación económica y virtuales graves daños
ambientales, entre ellos la amenaza de la deforestación masiva.

Asimismo, investigaciones recientes sobre el tema coinciden en señalar la
emergencia y consolidación de bandas criminales en los estados del Arco
Minero del Orinoco, ligadas a la minería artesanal e ilegal. Aunque la
masacre de Tumeremo, en el estado de Bolívar, con el trágico saldo de 28
mineros asesinados (4) no fue la primera, otorgó visibilidad a la relación
creciente entre rentismo, criminalidad y minería artesanal e ilegal (5), un
fenómeno que se habría acentuado en los últimos años. Es cierto que la
expansión de estructuras criminales ligadas a la minería artesanal/ilegal no
es una figura específica de Venezuela, pero rl caso es que allí asume rasgos
más contundentes, ligados a la crisis del Estado y la fenomenal debacle
económica que expulsa a poblaciones a la búsqueda de nuevas estrategias de
sobrevivencia.

Lo que se conoce con el nombre de “pranato” minero (6) revela los contornos
de una nueva territorialidad violenta , que tiene como contracara un Estado
con escasa capacidad de regulación y de control territorial, que al mismo
tiempo desarrolla vinculaciones con las bandas armadas. Así, lo que
describen diferentes trabajos de investigación es la emergencia de una
esfera paraestatal, desde abajo, que involucra un gran número de actores
legales e ilegales, y sujetos sociales. Dichas estructuras criminales no
sólo controlan territorios sino también la población y las subjetividades,
lo cual constituye un golpe importante para cualquier tentativa de
reconstrucción de un proyecto democrático. Y todo sucede, aun antes que las
empresas transnacionales ingresen con su lógica depredadora a los
territorios...

En suma, Venezuela continúa siendo el escenario de gran tragedia social y
política; un punto ciego para parte de las izquierdas latinoamericanas, que
aún hoy continúan brindando un apoyo incondicional a un régimen cada vez más
autoritario; un dilema para todos aquellos que buscan pensar en términos de
horizontes democráticos contrahegemónicos, en fin, un “dolor país” que tiñe
las subjetividades del país caribeño, al tiempo que impacta en términos
políticos en toda la región latinoamericana.

* Socióloga y escritora. Su último libro es “Del cambio de época al fin de
ciclo. Gobiernos progresistas, extractivismo y movimientos sociales en
América Latina”. Edhesa, Buenos Aires, junio de 2017.

Notas

1) Véase el manifiesto de la Plataforma en Defensa de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y de la Democracia, publicado el
19-20-2016 en el sitio de Aporrea: www.aporrea.org/
<http://www.aporrea.org/%20%20>

2) “Venezuela ¿por qué no bajan de los cerros?”, entrevista a Alejandro
Velasco de Pablo Stefanoni, Nueva Sociedad, Buenos Aires, junio de 2017:
http://nuso.org/

3) Emiliano Terán Mantovani, “Los peligros del Arco Minero del Orinoco: un
breve análisis desde la economía ecológica”, Alai, 11-6-2016:
http://www.alainet.org/    <http://www.alainet.org/>

4) Daniel Pardo, “Lo que se sabe de la supuesta masacre de 28 mineros en
Venezuela”, BBC Mundo, 15-3-2016.

5) Véase Carlos Egaña, “El Arco Minero del Orinoco. Ambiente, rentismo,
violencia en el sur de Venezuela”, Prodavinci, 28-3-2016:
http://prodavinci.org/

6) En sentido estricto, “Pran” en la jerga carcelera significa jefe. Se
suele atribuir esa sigla al “titulo” de “preso reincidente asesino nato”.

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