EEUU/ La California de Steinbeck existe todavía [Irene G. Pérez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 7 14:36:48 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

7 de enero 2017

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Estados Unidos

La California de Steinbeck existe todavía

La miseria de la inmigración que narró el autor de “Las uvas de la ira” en
los años de la Gran Depresión sigue dolorosamente presente.

Irene G. Pérez, Salinas, California

Ctxt, Contexto y Acción, 4-1-2017

http://ctxt.es/es/

Es sabido que la Historia tiende a repetirse, y no son pocos los factores de
la Gran Recesión que traen reminiscencias de la Gran Depresión. Evocar esa
época implica, necesariamente, evocar el sufrimiento de quienes la vivieron.
Y pensar en la literatura estadounidense de aquellos miserables años treinta
lleva, inevitablemente, a pensar en John Steinbeck (1902-1968), el autor de
Las uvas de la ira, si bien su legado de aquella década va más allá de ese
título.

Nacido en 1902 en Salinas, en la región de la costa central de California y
una de las zonas agrícolas más productivas del país, Steinbeck conocía muy
de cerca la realidad que se vivía en el campo en uno de los momentos más
críticos para el país y para su Estado natal: la gran migración de
agricultores del centro del territorio (Oklahoma, sobre todo, pero también
Kansas y Texas) hacia la costa Oeste, principalmente California, empujados
por el Dust Bowl (“cuenco de polvo”), una combinación de sequía persistente
y suelo erosionado que hacía imposible conseguir que brotara vida de él.

Con una población de 150.000 personas, un lunes cualquiera de finales de
octubre, Salinas parece un pueblo fantasma. La industria agrícola, en sus
distintos ámbitos y fases, sigue siendo el principal motor económico del
valle del mismo nombre que, no en vano, sus promotores bautizaron como “la
ensaladera del mundo”, por su producción de lechuga, tomates, brócoli,
alcachofas (Castroville dice ser el centro mundial de la alcachofa), apio y
uvas, entre otras.

Lo cierto es que, prácticamente, las razones que te pueden llevar a Salinas
se reducen a dos: alguna actividad relacionada con la agricultura o John
Steinbeck, ya que ahí se encuentra el Centro Nacional consagrado a su obra y
figura, así como la casa familiar, que actualmente se conserva como
restaurante y tienda de recuerdos. No es menos cierto, por otra parte, que a
pesar de que cuesta cruzarse con un alma en la calle principal, la actitud
hacia el visitante es abierta, cordial y desenfadada, como suele ser
costumbre en California.

Compromiso social

En lucha incierta, publicada en 1936, fue su primera obra socialmente
comprometida. El libro explica la organización de un grupo de recolectores
de manzanas en California que se organizan para protestar por los sueldos y
las infames condiciones laborales en una época en la que imperaba la ley de
los vigilantes (grupos de vigilancia privados organizados) y en la que la
huelga podía costar la vida a los trabajadores.

Esta obra —cuya adaptación cinematográfica, dirigida y protagonizada por
James Franco, se presentó en la última edición del Festival de Cine de
Venecia— le valió para recibir el encargo de escribir para The San Francisco
News una serie de artículos sobre los campos de migrantes y sus condiciones
laborales en California. Los artículos fueron recogidos en un volumen.

Si bien en castellano fue traducido como Los vagabundos de la cosecha
(Libros del Asteroide, 2014), el título original es The Harvest Gypsies (los
gitanos de la cosecha). Steinbeck explica en una carta a Tom Collins, el
gerente de uno de los campos del Estado —prácticamente los únicos que
ofrecían unas condiciones de vida dignas y no enajenantes— que le ayudó a
recorrer los diferentes enclaves, que se disculpaba si ofendía a alguien por
utilizar este título, según recoge Susan Shillinglaw, catedrática de Inglés
en la Universidad Estatal de San José y autora de A Journey into Steinbeck’s
California. “Me pareció una ironía que se obligara a gente así a vivir la
vida de los gitanos”, explica el autor.

Steinbeck describía en esta serie de seis artículos las vidas de los rostros
que fotografió Dorothea Lange (1) Aunque quizás eran otras personas, la
biografía y geografía del sufrimiento eran similares: enajenación del
individuo, agresividad de los vigilantes, discriminación, hostilidad,
hacinamiento, condiciones sanitarias y laborales pésimas, la necesidad de
moverse rápidamente para poder llegar a trabajar en todas las recolecciones
posibles.

En el mejor de los casos, narra el autor californiano, un trabajador podía
lograr hasta 400 dólares al año, aunque la media se situaba en los 300
dólares y el mínimo más habitual rondaba los 150 dólares anuales. Los
accidentes laborales podían significar la ruina definitiva de una familia, y
hasta la muerte de algunos de sus componentes: el hambre hacía difícil la
supervivencia, sobre todo para los más pequeños, y las enfermedades de
distinta índole hacían el resto.

La historia de la agricultura californiana va de la mano, inevitablemente,
de la historia de la migración: primero fueron los chinos —atraídos por la
fiebre del oro, se quedaron a construir el ferrocarril y a trabajar el
campo—, después fueron los japoneses, los mexicanos y los filipinos. Pero en
los años 30, eran otros estadounidenses, granjeros y agricultores que habían
perdido las tierras que trabajaban los que se vieron forzados a vender su
mano de obra a precio de saldo.

La ola migratoria y la falta de trabajo en California eran un obstáculo
difícil de salvar para el poder de negociación de los trabajadores. Para más
inri, en algunos casos no salía a cuenta recoger la cosecha por el precio al
que se iba a vender, o no había suficiente mano de obra en un lugar y
momento puntual, y se perdía la cosecha. La fruta se pudría en el árbol
mientras a los migrantes se les prohibía comérsela, a pesar de sus penurias.

Steinbeck diferencia en sus artículos entre los pequeños agricultores, que
entienden las protestas de los migrantes y sus reivindicaciones y se
posicionan hasta cierto punto con ellos, y aquellos que formaban parte de
Associated Farmers, Inc., una organización de grandes terratenientes “y sus
poderosos aliados empresariales”. Según Steinbeck, esta asociación se oponía
también al programa federal de campos migratorios por el temor de que estos
asentamientos se convirtieran en centros de organización sindical.

Además, no era extraño que las poblaciones locales rechazaran tener
asentamientos de este tipo cerca. “Se odia a los migrantes porque se les
considera gente ignorante, sucia, que traen enfermedades, que aumentan la
necesidad de presencia policial y la factura de la escuela en la comunidad,
y que si se les permite organizarse pueden, simplemente rechazando trabajar,
arruinar las cosechas de la temporada”, explica Steinbeck. Nunca se les
recibía en la comunidad ni en la vida comunal.

Vagabundos de facto como eran, no se les permitía sentirse en casa en las
comunidades que requerían sus servicios. En el caso de los extranjeros, esto
se podía solucionar, en última instancia, con deportaciones a su país de
origen. No con los oakies.

Tras la publicación de estos artículos, que fueron el germen de Las uvas de
la ira, llegó De ratones y hombres. “Es un libro bastante popular en los
colegios e institutos [estadounidenses], que trata la amistad, el sueño
americano, habla de gente trabajadora, corriente”, explica Shillinglaw,
quien también dirige el National Steinbeck Center, en el hall del museo.

“Trató de empatizar con los marginados y mostrar a la gente cómo es la
pobreza, cómo se siente uno al no tener un hogar. Es algo más que estar en
la carretera. Es estar en el paro, separado de tu familia”, indica esta
experta. “Sus libros también tratan del lugar. Puso en el mapa el valle de
Salinas, su tierra. Explicó algunos de los desafíos en el valle, como el
aislamiento y el sentimiento de impotencia, y los hizo universales”. “The
New York Times publicaba hace unos días imágenes del desmantelamiento del
campo de refugiados de Calais [Francia]; esos campos recuerdan hasta cierto
punto los campos de migrantes en California que describía Steinbeck”,
señala.

Por otra parte, su compromiso social no se limitaba a su tierra natal. En un
panfleto titulado Los escritores se posicionan respecto a la Guerra Civil
española, en la que participaron otros autores de la época, Steinbeck se
expresa así: “Tu pregunta sobre si estoy a favor de Franco es bastante
insultante. ¿Has visto a alguien que no actúe por la avaricia que esté a
favor de Franco? No, no estoy a favor de él ni de sus moros, italianos y
alemanes. Pero algunos americanos lo están".

"Algunos americanos eran partidarios de la Inglaterra de los hesianos en
contra de nuestro propio ejército revolucionario. Estaban a favor de los
hesianos porque les vendían cosas. Los descendientes de algunos de aquellos
americanos son todavía muy ricos y sensibles en lo que respecta a la
American Way y nuestras 'antiguas libertades'. Soy lo suficientemente
traidor como para no creer en la libertad de un hombre o un grupo para
explotar, atormentar o sacrificar a otros hombres o grupos”.

Un Nobel muy discutido

Las uvas de la ira (1939) fue un bestseller traducido a 42 lenguas (2) con
el que el autor californiano ganó muchos adeptos, un premio Pulitzer, un
lugar en la Generación Perdida de Ernst Hemingway y William Faulkner. En la
Unión Soviética, la edición de 1941 fue la edición de mayor tirada publicada
de un autor estadounidense hasta la fecha, con una distribución de 300.000
copias, aunque Steinbeck no recibió compensación alguna porque la URSS no le
reconoció los derechos de autor. John Ford la llevó a la gran pantalla en
1940 y, décadas después, en 1995, Bruce Springsteen recuperaría al
protagonista de la obra en su disco The Ghost of Tom Joad.

Con este título ganó también férreos críticos. El expresidente republicano
Herbert Hoover lo tachó de subversivo peligroso. Bill Camp, jefe de la
Associated Farmers en el condado de Kent, utilizó a uno de sus trabajadores,
Clell Pruett, para quemar un ejemplar del título en público. En algunos
lugares, como el propio condado de Kent (donde acaba viviendo la familia
Joad), se prohibió el libro.

En 1962, Steinbeck acabaría siendo reconocido con el premio Nobel. Años más
tarde, se publicaron unas cartas en las que se indicaba que el autor
californiano se impuso a otros como Lawrence Durrell o Robert Graves “por
ser el menos malo” en aquella edición. Sea como fuere, en su día la Academia
sueca le concedió el galardón “por sus escritos realistas e imaginativos,
como lo hacen combinando humor simpático y aguda percepción social”. En la
época, “en un momento muy combativo, su libro de Las uvas de la ira iba
sobre los poderosos y los desamparados, y tomó partido”, explica
Shillinglaw.

“Los ánimos estaban muy exaltados y las críticas vinieron fundamentalmente
de los intereses de los poderosos en el Estado, pero este libro también
recibió objeciones por el lenguaje, que se consideraba sucio porque
utilizaba muchos tacos y captó el dialecto que utilizaban los migrantes. Los
de Oklahoma pensaron que Steinbeck les hacía parecer analfabetos, mientras
que los californianos se quejaban de que les hacía parecer antipáticos”,
señala.

Monterey

Más allá de Salinas, donde se ambienta su otra obra maestra, Al este del
Edén, otro lugar indiscutible de peregrinaje para los lectores de Steinbeck
es Monterey, a 18 millas de Salinas y 120 millas al sur de San Francisco.

En esta ciudad costera --que conserva el único presidio establecido en la
etapa de dominación española que sigue funcionando en la actualidad como
base militar— la familia Steinbeck tenía una casa en la que se instaló John
con su primera mujer, Carol Henning. Aquí están ambientadas Tortilla Flat
(1935), el primer éxito editorial del autor, y Cannery Row (1945), en la que
describe el estilo de vida de distintos habitantes del lugar. Junto a esta
localidad se extiende la carretera de las 17 millas, en la que, por 10
dólares, se puede entrar con el coche y disfrutar de las vistas de Pebble
Beach, para luego visitar Carmel-by-the-Sea (o, simplemente, Carmel), y
Point Lobos, donde se prolonga la narrativa steinbeckiana.

En el caso de Cannery Row, si la realidad no supera la ficción, como mínimo
trata de igualarla. El libro de Steinbeck habla de una calle en la que se
concentraban las fábricas de conservas de sardinas y la vida de los
personajes del entorno fuera de las horas de trabajo. De hecho, del trabajo
en estas instalaciones no se habla prácticamente.

La calle en cuestión originalmente se llamaba Ocean View pero, tras el éxito
del libro, decidieron cambiarlo a Cannery Row y adaptarla a la ficción de
Steinbeck. Por ejemplo, el edificio Bear Flag, que en el libro es un burdel,
no existía como tal en la realidad, ni ninguno que se llamara así, pero en
la actualidad hay un edificio con ese nombre, aunque a diferencia del Bear
Flag steinbeckiano, acoge varias tiendas de recuerdos. Como todo Cannery
Row, en realidad, donde se conservan los edificios que antes albergaban las
fábricas de conservas, pero hasta ahí la historia.

En 1984, el lugar de la Hovden Cannery, una de las primeras conserveras en
abrir y la última en cerrar, en 1973, lo ocupó un acuario que cada año atrae
a unos dos millones de visitantes. Y para ellos se dispone una Cannery Row
repleta de tiendas de recuerdos, de camisetas, restaurantes y hasta algún
que otro Starbucks. Algo alejada del bullicio de esta calle, la casa museo
de dos pisos del French Hotel, recuerda que otro autor, Robert Louis
Stevenson, también vivió ahí.

Notas de Correspondencia de Prensa

1) Dorothea Lange (1895-1965), fue una de las fotógrafas más influyentes del
siglo XX. La Gran Depresión que se inició tras la crisis de 1929 en Estados
Unidos llevó a cientos de miles de personas a vivir en las calles,
abandonando sus casas buscaban trabajo en el lugar donde lo hubiera.
Dorothea Lange estaba muy sensibilizada por la miseria popular y usó sus
fotografías como un método de denuncia. Empezó a retratar mendigos en las
calles, desempleados, hambrientos. Pronto fue contratada por el Estado y
empezó a trabajar para la Administración para la Seguridad Agraria. Su labor
consistía en documentar la pobreza reinante en las zonas rurales del país.
Se hizo mundialmente conocida con su serie de fotografías titulada "Migrant
Mother” (Madre Migrante). Estas imágenes fueron tomadas en California en
1936. En ellas se ve a Florencia Owens Thompson y a sus tres hijos. Este
conjunto de retratos definen claramente la personalidad del trabajo de
Lange. Tomaba sus fotografías de manera cercana, clara, concisa y de una
forma muy tierna. En ellas se refleja la situación por la que estaban
pasando las personas desposeídas que retrataba, pero sin hacerles perder un
ápice de dignidad. La “fotógrafa del pueblo” murió de cáncer a los 70 años.

2) Entre otras ediciones en castellano: Las uvas de la ira, Círculo de
Lectores, Bogotá, 1979.

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