EEUU/ La ascensión del trumpismo [Barry Sheppard]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ene 12 11:37:53 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

12 de enero 2017

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

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Estados Unidos

La ascensión del trumpismo

Barry Sheppard

A l´encontre, 7-1-2017

https://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Una de las características de la reciente campaña electoral presidencial
habrá sido la manifestación de las profundas divisiones en el seno de los
dos partidos, demócrata y republicano. Esto se añadía al atasco en el
Congreso, el pat, entre los dos partidos del capitalismo. Además de esto, el
país está muy polarizado a propósito de la raza, la economía y muchas otras
cuestiones.

Hay que subrayar igualmente que no hay un partido de masas de la clase
trabajadora que habría podido convertirse en el campeón de una alternativa.

Donald Trump ha aparecido -luego ha sido elegido- como el hombre fuerte que
va a coger los asuntos en sus manos y poner las cosas en su sitio. Aunque la
forma en que va a hacerlo exactamente permanezca abierta sobre muchos
puntos.

El trasfondo de esta desorientación en la política de la clase dominante, es
la Gran Recesión de 2007-2008 con los rescates por el presupuesto federal de
las instituciones financieras y de la industria del automóvil, mientras la
masa de los trabajadores era golpeada por el paro, los desahucios, los
recortes salariales, etc. En el lento restablecimiento económico durante los
ocho años siguientes, las ganancias han subido pero no el nivel de vida de
la clase obrera. El 95 % de los hogares no han visto subir sus rentas hasta
alcanzar el nivel de 2007. La desigualdad en la distribución de la riqueza y
de las rentas ha aumentado.

Estos ocho años corresponden a los años de la administración Obama. Durante
estos ocho años, la administración Obama ha hecho poco para contrarrestar
esta realidad. De hecho, cuando los republicanos han recuperado el control
de la Cámara de Representantes en 2010, para girar duramente a la derecha,
los demócratas se han visto superados por la derecha pero no demasiado. Y
han dado su acuerdo a grandes recortes presupuestarios en los programas
sociales.

Los aparatos demócrata y republicano prestan poca atención a la
desesperación y la cólera creciente en toda la clase obrera, negros,
blancos, latinos, asiáticos, y otros. Mucha gente de la llamada clase media
teme ser echados hacia abajo, hacia la clase obrera, o ha caído ya allí. Los
dos candidatos que han hecho campaña contra el establishment, Bernie Sanders
entre los demócratas y Donald Trump entre los republicanos, han sintonizado
con esta cólera.

De hecho, el demagogo Trump ha planteado pocas verdaderas propuestas para
restablecer los empleos bien pagados. Ha acusado a otros países,
particularmente México y China, países con muy bajos salarios en los que las
empresas estadounidenses subcontratan los elementos de su producción de
fuerte intensidad de mano de obra. Trump se ha jurado emplear las tarifas
aduaneras para oponerse a ello. Ha combinado esta posición nacionalista con
la estigmatización racista -utilizando la retórica del chivo expiatorio- de
los negros, los latinos y las personas migrantes, haciéndoles culpables de
la pérdida de empleos de los obreros blancos.

La campaña y los debates de las elecciones primarias del Partido Republicano
han visto a Donald Trump atacar a sus opositores del aparato republicano
haciendo un uso de insultos y expresiones denigrantes sin precedentes. Su
argumento principal, que ha repetido sin cesar, era que un hombre fuerte
debía encargarse del gobierno y cambiarlo todo. Y que él era ese hombre
fuerte, por oposición a los “perdedores” que eran sus rivales. Que era el
candidato de la “ley” y el “orden” y que si era elegido, emplearía su poder
para hacer un gobierno nuevo de arriba abajo.

Al hacerlo, Trump se ha apoderado del Partido Republicano que le está ya
completamente entregado. La mayor parte de los republicanos en el Congreso,
dejando aparte algunas viejas glorias oficiales marginadas, son tan de
derechas que Trump les va como anillo al dedo. Además, cualesquiera que sean
las divergencias que puedan tener con él, están superadas por la conciencia
que tienen de que triunfarán o caerán con él.

Entre los demócratas, las primarias se han reducido rápidamente a dos
candidatos, Hillary Clinton y Bernie Sanders. Hillary Clinton era la opción
del aparato del partido y como tal ha hecho campaña. Sanders, por su parte,
ha hecho campaña como el opositor al 1% de los superricos y ha propuesto
medidas para atenuar la suerte de las trabajadoras y trabajadores,
presentándose a sí mismo como socialista demócrata. Sus propuestas
comprendían una subida del salario mínimo a 15 dólares la hora, el reemplazo
del Obamacare, basado en las compañías de seguros, por un seguro de
enfermedad nacional para todos y todas, la gratuidad del acceso a los
colegios y universidades públicas de los Estados, y otras propuestas de este
tipo.

Ante la sorpresa del aparato demócrata, su campaña ha enganchado con los
trabajadores y las trabajadoras, y entre los jóvenes en particular,
incluyendo los jóvenes negros. En su mayor parte de gente de menos de 25
años, su formación política ha tenido lugar durante los años que han seguido
a la Gran Recesión de 2007-2008. Bernie Sanders ha celebrado grandes y
entusiastas mítines de masas que contrastaban con las modestas
manifestaciones de la campaña de Hillary Clinton. El establishment se ha
apiñado alrededor de Hillary Clinton para desacreditar a Bernie Sanders como
han revelado los documentos publicados por WikiLeaks. Hillary Clinton ha
sido también ayudada por la base tradicional de los demócratas entre las
personas negras de más edad. Bernie Sanders ha perdido y luego ha hecho
campaña en favor de Clinton. El talón de Aquiles de la campaña de Sanders -y
lo que ha seguido- es que él apoyaba al Partido Demócrata, intentando
reformarle y no construir un nuevo partido, social-demócrata, opuesto a la
ciudadela de la clase dominante capitalista que es el Partido Demócrata.

Durante la campaña posterior a las convenciones de los dos partidos, tanto
Hillary Clinton como Donald Trump recibían evaluaciones mayoritariamente
negativas en los sondeos entre la población. Donald Trump ha hecho campaña
como el candidato opuesto al establishment contra la Clinton del
establishment. Finalmente, aunque Hillary Clinton haya logrado el voto
popular [por alrededor de 2,5 millones de votos], es Trump quien ha obtenido
la mayoría del Colegio electoral para emerger tras su victoria como el
hombre fuerte que iba a transformar el gobierno a su imagen.

La base electoral de Trump se sitúa entre los elementos abiertamente
racistas de las clases media y obrera blancas. Son ellas y ellos quienes se
han reagrupado detrás de sus ataques racistas contra los mexicanos y la
emigración latina; de su amenaza de “resolver” el problema del movimiento
Black Lives Matter y de las comunidades negras en general con aún más
ocupación y represión policiales; de sus proposiciones de prohibir a las
personas musulmanas la entrada en el país e instituir una lista de
vigilancia de las que vivan en el país, incluyendo a quienes tienen la
ciudadanía; y de sus alusiones antisemitas.

Sus ataques contra las mujeres por su apariencia, luego su justificación por
haberse jactado de sus agresiones sexuales, han sido también aplaudidas.

Todos los ataques de este tipo en sus mítines, que se volvían cada vez más
masivos, han sido celebrados con ovaciones y consignas cantadas a coro, como
lo han sido sus incitaciones a la violencia contra cualquier protestatario
presente. Sus ataques contra Hillary Clinton eran aplaudidos a los gritos de
“¡A la cárcel! ¡A la cárcel”.

Es importante subrayar que los racistas declarados son una minoría entre los
blancos de todas las clases sociales, pero una minoría significativa; pero
son una mayoría entre los blancos de la antigua Confederación de los Estados
esclavistas del Sur. Esto está enraizado en toda la historia de los Estados
Unidos desde la época de la esclavitud hasta el actual racismo estructural e
institucionalizado sobre el que Black Lives Mater  ha dirigido su foco.

Desde los años 1970, los republicanos han sido vistos en su conjunto como el
partido de los blancos.

No todos, ni siquiera la mayor parte de quienes han votado por Trump son
racistas declarados. Muchos esperan ingenuamente que Trump obligue al
sistema a traer buenos empleos. Pero han estado dispuestos a dejar de lado
el racismo declarado de Trump, su misoginia, y sus brutales intimidaciones,
para votar por él. Como blancos y blancas, temían también, aunque fuera de
forma inconsciente, ser rebajados hasta el nivel de los pueblos de color.

Trump puede contar no solo con el control por los republicanos de las dos
cámaras del Congreso, sino también de los dos tercios de los Parlamentos de
los Estados. Éstos aplican ya algunas de sus propuestas, y se dedican a
atacar a los sindicatos, los derechos de voto, los derechos de las mujeres,
etc. Serán enardecidos por la elección de Trump.

Trump hereda igualmente muchos aspectos del Estado fuerte de las
administraciones pasadas, tanto demócratas como republicanas. El espionaje
electrónico tentacular por la NSA (National Security Agency) de todos los
americanos y de una gran parte del mundo está ya en sus manos, como lo están
la CIA, el FBI y todas las agencias similares como la NCIS (el Servicio de
Investigación Criminal de la Marina), célebre por la célebre serie de TV del
mismo nombre. Desde hace más de medio siglo, la guerra ha sido la
prerrogativa de los presidentes. Va a ser el comandante en jefe de la más
formidable máquina militar que jamás haya visto el mundo.

¿A qué se va a parecer un régimen Trump?

Sus decisiones a la hora de conformar su gobierno y otros puestos dan una
idea. Pero lo que es igualmente importante es la forma en que esas
decisiones han sido tomadas. Desde su lujoso apartamento en la Trump Power,
en la ciudad de Nueva York, ha recibido durante todas estas semanas a un
gran número de personas para entrevistas privadas, ostensiblemente para
examinar un amplio abanico de candidatos y de opiniones. Se ha convertido en
un circo mediático cotidiano de especulación sobre sus intenciones. Ha
recibido incluso a personajes del establishment republicano como Mitt Romney
que se había negado a hacer campaña a su favor. Aunque haya calificado el
cambio climático como una inocentada china, ha recibido al demócrata Al
Gore, que se ha posicionado desde hace años como portavoz de la necesidad de
frenar el calentamiento climático.

Son numerosos quienes en los medios privados han caído en la trampa de todo
esto para pensar que Trump estaba quizás cambiando. Pero la realidad es que
quienes han venido a hablar con Trump se inclinaban ante él como si
estuvieran suplicando a los pies de un rey o de un papa, capitulando ante él
de manera abyecta. El resultado fue realzarle más aún como el autócrata en
el puesto de mando, que tendría en sus manos su destino. Debemos tener
presente que este desfile hacia aparecer a los elegidos como gentes
gratificadas por su voluntad y enteramente devotas a él.

Dicho esto, es revelador considerar las personas elegidas. Muchos han
subrayado que el gabinete gubernamental que ha reunido está en gran medida
compuesto de multimillonarios que en su conjunto totalizan más de 9,5 mil
millones de dólares de fortuna. Puestos clave van a ser ocupados por
generales, banqueros, señores de los combustibles fósiles, por personajes
autoritarios y racistas.

Una decisión había sido tomada antes de las elecciones, el del nuevo
vicepresidente, Mike Pence. Viene de los ultraevangelistas cristianos
blancos que por primera vez tienen a uno de sus líderes en la Casa Blanca,
aunque cada noche vuelva a dormir a otra residencia. Como miembro del
Congreso, se ha opuesto a la financiación federal de los tratamientos
anti-VIH si el gobierno no financiaba igualmente programas contra la
homosexualidad. Se ha opuesto a la autorización, otorgada ya, a los gays
para entrar en las fuerzas armadas. Declara que “me alegraré el día en que
Roe vs Wade (el juicio del Tribunal Supremo que legalizó el aborto) sea
echado al basurero de la historia”. Como gobernador de Indiana, ha firmado
una de las leyes antiaborto más restrictivas de los Estados Unidos. Está
igualmente en contra de las personas migrantes, apoya las escuelas
cristianas contra las escuelas públicas, niega el cambio climático, y todo
en este estilo.

Veamos algunas cortas descripciones a propósito de los otros elegidos por
Trump y se podría decir aún mucho más.

El Fiscal General elegido por Trump, Jeff Sessions, un racista de Alabama,
estará encargado de poner en pie la “ley y el orden” de Trump en el interior
del país. Como Trump, apoya a la policía contra el movimiento Back Lives
Matter, apoya la Guerra contra las drogas y la encarcelación en masa, y será
duro con las personas inmigrantes. Podría emplear su función contra los
disidentes.

Steve Bannon será el principal consejero de Trump. Es conocido como el
antiguo propietario de Breitbart News del que él mismo ha declarado que era
la voz de la extrema derecha “all-right”, un eufemismo para designar a los
supremacistas blancos. Pero lo que es menos conocido es un alegato a favor
de una presidencia autoritaria.

El Consejero para la Seguridad Nacional será el teniente general jubilado
Michael Flynn. Ataca al islam como religión, declara que “temer a los
musulmanes” es “racional”, afirma que Irán es la mayor amenaza para los
Estados Unidos, y que la charia no deja de progresar en los Estados Unidos,
etc.

El Secretario de Defensa de Trump está previsto que sea el general jubilado,
llamado “Perro loco”, James Mattis, que fue comandante central en las
guerras de los Estados Unidos contra Afganistán e Irak que destruyeron los
dos países. Ha bromeado diciendo que era “divertido” (fun) matar afganos que
se resistían a la invasión de los Estados Unidos.

Para dirigir los departamentos del tesoro y del comercio, Trump ha elegido a
Steven Mnuchin y a Wilbur Ross, dos multimillonarios a la cabeza de fondos
especulativos (hedge funds) que se han beneficiado de los desahucios durante
la Gran Recesión.

Como Secretario de Estado, Trump propone al director de Exxon, Rex
Tillerson, un negador del cambio climático (por usar un eufemismo) cuyo
saber hacer internacional está limitado a las amplias propiedades de Exxon
por todo el mundo, que aprovechará para favorecer gracias a su nueva
función.

Hay una serie de nombramientos para dirigir agencias que esos personajes
intentan debilitar o destruir. Comprenden:

Ryan Zinke como Secretario de Interior, responsable de gestionar las tierras
y las aguas federales de todo el país. Es un antiguo comandante de los
submarinistas de combate de la marina y, como congresista de Montana, ha
propuesto eliminar las protecciones legales y reglamentarias que tienen
relación con las tierras y aguas públicas.

Rick Perry, como Secretario de Energía. Ha propuesto abolir este
departamento así como la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA). Es
un antiguo gobernador de Texas estrechamente ligado a los gigantes de los
combustibles fósiles. Y un negador del cambio climático.

Como Secretario de Trabajo, Andrew Puzder, que está a la cabeza de una gran
cadena de comida rápida. Está opuesto a los sindicatos, contra un salario
mínimo y contra las regulaciones de la industria. Es conocido por sus
ataques contra el Departamento de Trabajo cuya dirección va a tomar,
departamento al que ha acusado siempre de ser favorable a los trabajadores.

Scott Pruit para la Agencia de Protección Medioambiental /EPA, un cercano a
los reaccionarios de los combustibles fósiles. Rechaza la ciencia oficial
del cambio climático y ha construido su carrera combatiendo las regulaciones
de protección del medio ambiente. Trump ha declarado que el EPA ha “gastado
durante mucho tiempo los dólares del contribuyente para un programa
antienergía fuera de todo control que ha destruido millones de empleos” y
que Scott Pruit “va a invertir esta tendencia”.

Ben Carson para el Departamento de Vivienda. Este millonario es un
neurocirujano que no sabe nada de vivienda. Está opuesto a los programas de
ayuda a los propietarios de su vivienda, en particular a los de bajas
rentas. En general, piensa que los problemas que tienen las personas de
bajas rentas son por su culpa.

Betsy DeVos como Secretaria de Educación. Está opuesta a las escuelas
públicas y sostiene los programas de privatización, apoya las escuelas
cristianas y ha impulsado este programa en Michigan. Viene también de una
familia de multimillonarios y su hermano Erik Prince fue uno de los
fundadores del ejército de mercenarios Blackwater USA muy conocido y
contratado por el ejército estadounidense para hacer el trabajo sucio y los
asesinatos en Irak.

Tom Rice, miembro de la Cámara de Representantes por Georgia, para dirigir
el Departamento de Salud y de servicios a la persona. Ha llevado a cabo una
cruzada contra el Obamacare declarando que era la medicina socializada. Va a
ayudar a retirarlo para reemplazarlo por algo aún peor.

Estos son algunas de las personas de las que Trump se ha rodeado. Lo que va
a plantear, son las posiciones de éstas. Hasta dónde podrá ir con este
programa dependerá de la oposición que suscite.

Lo que Trump va a hacer con certeza

En primer lugar, será el candidato de “la ley y el orden”. Aumentará los
poderes de la policía para mantener una losa sobre las comunidades negra y
latina. No habrá ya supervisión federal (ya muy escasa) de la violencia
policial en las comunidades. No habrá marcha atrás en la Guerra contra las
drogas, o las encarcelaciones masivas, sino su aumento. Las acciones de
empresas privadas de cárceles han subido en la Bolsa como consecuencia de la
elección de Trump. Habrá aún más militarización de la policía.

Va a aumentar el control, ya imponente, de la frontera con México, pero no
la de Canadá. Las deportaciones masivas realizadas por el gran deportador,
Obama, van a aumentar con fuerza.

Los gastos militares van a aumentar significativamente. El arsenal
estadounidense de armas nucleares, ya en vías de “modernización” por Obama,
al precio de alrededor de un billón de dólares, va a aumentar.

Bajo una forma u otra, va a impedir a la mayor parte de las personas de
religión musulmana inmigrar a los Estados Unidos, incluyendo a los millones
de personas refugiadas desesperadas de las guerras de Washington contra los
países árabes.

Son seguras grandes bajadas de impuestos para los ricos. Las
reglamentaciones que afectan a las sociedades financieras serán reducidas.
Las que afectan a las grandes compañías del petróleo, carbón, y del gas
natural, incluyendo el fracking (fractura hidráulica) serán abolidas o
quedarán sin repercusión práctica (ese es el real contenido de la negación
por Trump del cambio climático), igual que las reglamentaciones de otras
industrias, incluyendo los bancos y demás intereses financieros.
Celebrándolo por adelantado, la Bolsa se ha disparado tras la elección de
Trump.

Trump y el Congreso republicano van a legislar para derogar el Obamacare,
pero lo que vayan a poner en su lugar no está claro. Tanto el propio Trump
como los políticos republicanos temen una respuesta si demasiada gente
pierde algo de su seguro de enfermedad o ve subir rápidamente los costes de
su salud.

Trump va a designar un candidato para ocupar el puesto vacante en el
Tribunal Supremo que dará su voto para derogar la sentencia Roe versus Wade,
que había legalizado el aborto. Este nuevo juez servirá igualmente para
apoyar a Trump si éste encuentra problemas legales, lo que es probable. Los
Estados serán animados a dictar más restricciones al derecho al aborto.

Lo que va a hacer probablemente

Además de aumentar los gastos militares, Trump proyecta grandes trabajos de
infraestructura. Esta perspectiva ha sido también un factor de la subida de
la Bolsa. Pero ofrece propuestas contradictorias para el financiamiento
posible de esos grandes trabajos y el Congreso republicano ha sido siempre
reticente a votar gastos para este tipo de proyectos.

La Agencia para la Protección del Medio Ambiente, además de apoyar las
proposiciones de Trump para la Big Energie evocadas más arriba, va a
recortar otras reglamentaciones medioambientales y dejar probablemente que
la Agencia misma deje de ser pertinente. Las protecciones al medio ambiente
en el trabajo que protegen a los trabajadores van probablemente a sufrir
también.

Probablemente, Trump va a aumentar los derechos de aduana que gravan las
importaciones, particularmente las que vienen de China. Los negocios con
Rusia van probablemente a mejorar. Pero Trump va a seguir un programa
general proteccionista y nacionalista en economía.

A lo largo de toda su campaña, Trump ha atacado constantemente a los grandes
medios privados, calificándolos de “basura mugrienta” (scum), o incluso
peor. Va a continuar haciéndolo, pues intenta así domesticarlos, un esfuerzo
que va a producir frutos, y que ha tenido ya un cierto éxito. Celebrará
pocas conferencias de prensa y continuará empleando tweets y otros métodos
para pasar por encima de la cabeza de los periodistas. Quiere modificar las
leyes sobre la difamación y la calumnia para hacer más fácil llevar ante los
tribunales a las personas y la prensa que “calumnien” a las figuras públicas
como él mismo, algo que es difícil de hacer en el estado actual de la
legislación.

Va a atacar los derechos democráticos en general, lo que está ya en marcha
en los Estados gobernados por los republicanos. Cómo va a desarrollarse esto
es algo que queda por ver, pero podemos esperarnos más restricciones del
derecho de reunión y de manifestación, y más violencia policial con ese
motivo.

Sobre la política exterior, queda mucho por ver. El designado para ser
Secretario de Estado, Rex Tillerson, es un amigo del muy conservador y muy
autoritario presidente ruso Vladimir Putin. La promesa de campaña de Trump
de devaluar y de rebajar (downgrade) a la OTAN puede ser olvidada, o quizás
no.

Las promesas de Trump de llevar una guerra comercial contra China han
recibido un impulso al nombrar a Peter Navarro como su gurú del comercio en
la Casa Blanca. Navarro es conocido por sus opiniones extremas contra el
comercio con China, que implican “romper el libro de reglas” a propósito de
la “relación económica bilateral más importante del mundo” según el
Financial Times. Esto puede desembocar en una fisura más profunda entre
China y los Estados Unidos en todos los terrenos.

Sabemos que la designación de David Friedman como embajador en Israel quita
la hoja de parra de Washington de la “solución de dos Estados”. Friedman
tiene lazos estrechos con los colonos israelíes de Cisjordania, está opuesto
a todo Estado palestino, ni siquiera un Estado desprovisto de fuerzas
armadas cuyas fronteras y política exterior estén controladas por Israel -es
decir, la propuesta de un “Estado” palestino que hace Washington. Friedman
está a favor de la anexión de Cisjordania. Trump declara que va a desplazar
la embajada de los Estados Unidos en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén,
ratificando así la pretensión de Israel a la totalidad de la ciudad.

Nada de extraño por tanto en que Netanyahu se alegre de “trabajar con” Trump
y que haya proseguido a toda marcha la implantación de nuevas colonias.

¿Cuál será la naturaleza del nuevo régimen de Trump?

Algunos en la izquierda liberal, y algunos socialistas también, han
subrayado el racismo de Trump, su misoginia, su autoritarismo, sus
pretensiones demagógicas de apoyar a los trabajadores, sus posiciones
antidemocráticas, para pretender que es un fascista.

Es completamente falso. El fascismo es un movimiento de masas, organizado, e
incluso armado, dispuesto a combatir al movimiento obrero (partidos y
sindicatos) en la calle antes de tomar el poder y de aplastarle mediante una
violencia masiva tras haber tomado el poder, y a instituir un Estado
totalitario para hacerlo. La clase dominante capitalista no recurre a esta
solución extrema mientras su dominación no haya sido amenazada por los
trabajadores. No existe una amenaza así en los Estados Unidos, hoy por lo
menos.

El fascismo es un asunto serio y emplear este término sin reflexionar
implica tomarlo a la ligera. Trotsky, cuando ponía en guardia al movimiento
obrero alemán contra el peligro del fascismo en ascenso, decía que el
fascismo alemán, basado en una economía más desarrollada, haría parecer al
fascismo italiano una comida campestre. Un fascismo en los Estados Unidos
haría parecer, en comparación, al hitlerismo como una versión un grado por
debajo.

Es cierto que grupos nacionalistas blancos, que tienen una mentalidad
fascista, se han sumado a la campaña de Trump. Presumen abiertamente de que
éste ha hecho su mensaje más aceptable (mainstream) y que han podido crecer
gracias a ello. Pero siguen siendo pequeños, siguen fragmentados. Y son
incapaces de unirse detrás de un líder. La nominación de Bannon es
significativa sobre todo porque va a ser el principal consejero de Trump,
pero es también un hueso a roer lanzado a la extrema derecha “alt-right”.

Entonces, ¿cómo caracterizar el fenómeno Trump? Aquí es útil recordar el
análisis que hizo Marx del régimen de Luis Bonaparte, elegido presidente de
la República francesa en diciembre de 1848 ante la sorpresa general, y que
tomó el poder en 1851 en Francia mediante un golpe de Estado militar en un
acto que bajó el telón de la revolución de 1848 y estableció un gobierno
autoritario del “Emperador Napoleón III” que duró veinte años. Marx citaba a
Víctor Hugo que llamaba a Luis Bonaparte Napoleón el pequeño. Efectivamente,
en comparación con su famoso tío, Luis era una mediocridad, como Trump. Marx
le llamaba una “insípida nulidad”.

Pero entonces, ¿cómo tomó el poder? Fue en el contexto de la incapacidad de
los partidos burgueses en disputa para llegar a un acuerdo suficiente entre
ellos y entre sus diversas fracciones internas con el fin de lograr gobernar
efectivamente. Además, el movimiento obrero estaba de retirada, tras haber
sufrido una importante derrota.

Se había creado un vacío de poder y Luis Bonaparte lo ocupó, prometiendo ser
el hombre fuerte que tomaría las cosas en sus manos y las pondría en orden.

Luis Bonaparte prometió un programa masivo de trabajos públicos para
desarrollar la industria, como Trump. Era personalmente un corrupto, como
Trump, y está fuera de duda que Trump va a aumentar su bolsa y la de sus
hijos, también la de sus amiguetes capitalistas, igual que hizo Luis
Bonaparte. Luis Bonaparte tenía el apoyo de la policía -casi todas las
asociaciones policiales (abusivamente llamadas sindicatos) en los Estados
Unidos han hecho campaña por Trump. También una gran parte de la casta de
los oficiales de las fuerzas armadas.

Luis Bonaparte tenía lazos estrechos con el hampa. Trump y su padre eran
tiburones del sector inmobiliario en Nueva York, con lazos estrechos con el
crimen organizado, lo que por otra parte era una necesidad para los
promotores inmobiliarios en esa ciudad.

Ninguna analogía histórica es perfecta y los Estados Unidos en 2016-2017 no
son la Francia de 1851. Pero hay parecidos manifiestos con la subida del
mediocre Trump. No ha tomado aún todo el poder en sus manos, con una fachada
de democracia burguesa, como había hecho Luis Bonaparte y es posible que no
lo haga nunca. En el momento actual parece más bien el astuto maniobrero que
era Luis Bonaparte antes de su golpe de Estado. Caracterizaría a Donald
Trump hoy como un “me gustaría” ser Luis Bonaparte.

Pero bajo un aspecto la situación en los Estados Unidos es muy diferente a
la de la Francia de 1851, lo que hace de una presidencia autoritaria de
Trump -es lo que vamos a tener- algo bastante más peligroso que el régimen
dictatorial de Luis Bonaparte. Es sencillamente la potencia de los Estados
Unidos en el mundo de hoy y el poder, económico, policial y político de la
clase capitalista de los Estados Unidos comparado a aquellos años lejanos en
Francia. El peligro será aún peor si Trump consolida alrededor de su persona
una dominación que se parezca al bonapartismo.

¿Qué puede impedirle realizar esa ambición? Luis Bonaparte pudo cabalgar una
ola de boom económico por todo un período tras el descubrimiento de grandes
yacimientos mineros de oro en California y en Australia. Comenzó a perder
apoyos cuando este período de prosperidad decaía. Y fue derrocado cuando
Alemania derrotó a sus ejércitos en la guerra franco-prusiana de 1870, que
condujo a la Comuna de París (1871).

Parece hoy que Trump va a heredar una economía que conoce un modesto
crecimiento. En cualquier caso, va a gozar de un período de “luna de miel”
que le concederá el beneficio de la duda que de que pueda mejorar
verdaderamente la vida de los trabajadores y las trabajadoras. Pero dada la
experiencia de la Gran Recesión de 2007-2008, los ocho últimos años, y la
situación de la economía mundial hoy, es probable que vaya a haber otra
crisis económica durante la administración Trump. En consecuencia, las y los
trabajadores que han votado por él podrán sentirse traicionados, lo que
minará el apoyo del que puede disponer.

¿Pueden sectores de la clase dominante, exasperados por sus políticas
temerarias volverse contra él en un cierto momento?

La clase obrera organizada es débil, en tamaño, en fuerza y carece de
dirección, pero se puede esperar que no va a confiar en los demócratas sino
en su propia fuerza para enfrentarse a Trump y a los continuos ataques de
los republicanos contra los sindicatos. No será fácil para Trump poner en
práctica los ataques que proyecta contra dos poblaciones grandes y
principalmente proletarias, la afroamericana y la latina, que probablemente
van a defenderse. Las mujeres, los amerindios, los ecologistas, la gente
defensora de las libertades civiles y otros, van a resistir. Son esas
fuerzas con las que debemos contar.

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