Memoria/ Berlín Oriental, la rebelión popular de 1953 [A l´encontre - Gareth Dale]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jul 5 23:35:20 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

5 de julio 2017

Boletín Informativo

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redacción y suscripciones

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Memoria

Berlín Oriental, la rebelión popular de 1953

Introducción Redacción de A l´encontre

A l´encontre, 25-6-2017

http://alencontre.org/

Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

En mayo de 1952, los acuerdos de Bonn abolieron el status de ocupación por
las potencias vencedoras en Berlín. De este modo, el Tratado de la Comunidad
Europea de Defensa (C.E.D.) dio la posibilidad de un rearme de Alemania
Occidental. En este contexto, los líderes del Partido Socialista Unificado
(SED) - en "concierto" con la dirección del PCUS - defirieron, sine die, el
"proyecto" de reunificación de la República Democrática Alemana (RDA, creada
octubre de 1949) con Alemania (fundada en mayo de 1949).

El anuncio de la "construcción del socialismo" se hizo el 9 y el 12 de julio
de 1952. Un RDA bajo la dirección efectiva de Walter Ulbricht, secretario
general del SED. El primer plan de cinco años (1951-1955) fue anunciado en
1951. Se abriría un período de significativa la presión político-policial
para aumentar la intensificación del trabajo - con amenazas sobre el salario
en caso de no obtención de “objetivos científicos" de la producción masiva -
y una prioridad a la industria pesada (más fácil de controlar, centrándose
en unas pocas ramas claves) a expensas de la producción de bienes de consumo
duraderos, y de consumo inmediato. En la prensa – a través de cartas de
lectores – se resaltaba la penuria de bienes alimentarios. Esto se precipitó
en agosto de 1952, con la creación de "cooperativas de producción agrícola"
en tres categorías (en los estándares relativamente similares a las de la
URSS para el "sector público", pero con diferencias). Esta "reforma agraria"
se encontró con muchas dificultades que no se debían solamente al rol de los
antiguos grandes propietarios, como hacía creer la propagan estalinista.

"La cuestión agraria 'siempre fue un callejón sin salida en la totalidad de
lo se llamó "bloque del Este". La "tensiones sociales" abarcaron a decenas
de miles de pequeños y medianos agricultores en el Oeste en 1952 y 1953.
Articulado con el creciente papel de la policía, la Stasi (abreviatura de
Staatssicherheit: Seguridad de Estado) estableció en 1950 medidas punitivas
contra las demoras en las "entregas" de productos agrícolas. Por lo tanto,
se dio un proceso de “purificación” del sector campesino, sino también del
SED "unificado". Este tratamiento golpeó a partes del SPD (absorbido en un
SED bajo la dirección del Partido Comunista, 1946) que Georg Dertinger,
principal figura de la Unión Democrática Cristiana, renunció al cargo en el
Ministerio de Exteriores, siendo acusado de “espionaje" en enero de 1953.
También tuvo lugar un enfrentamiento, entre la juventud del PC (que siempre
utilizó el nombre de SED hasta 1990).

Contrariamente a lo "tragado" hasta el día de hoy, la muerte de Stalin en
marzo de 1953, no generó una disminución en el llamado "culto al Padrecito
de los Pueblos" en la RDA. Más bien, se fortaleció: nuevas estatuas, nuevos
nombres dados a las calles o a las fábricas. El dolor fue bien gastado. Se
dieron simultáneamente tensiones dentro del PC (depuración del SED) y una
especie de afirmación de la orientación de la industrialización
desenfrenada. Ella se presentó como "ejemplo de éxito" de la RDA en el
"orden" de un "típico socialismo alemán", silenciando el trágico pasado.
Entonces, cualquier tipo "unificación alemana" fue pospuesta
indefinidamente.

Los "ejemplos" deben ser "ejemplares". Conclusión: en mayo de 1953 fue
decidida una intensificación de las normas laborales en un 10%, con
cronometradores quisquillosos como capataces de "construir el socialismo".
Para llevar a cabo el proyecto, era necesario neutralizar la actividad
sindical, perseguir a sindicalistas y desarrollar una campaña contra
múltiples resistencias que iban a veces desde el sabotaje, con múltiples
formas clásicas de la resistencia pasiva de la clase trabajadora. El 9 de
junio de 1953 - el flujo de información sobre el creciente malestar es
enorme – el Politburó del SED emite una declaración que, por un lado, hace
hincapié en la importancia de "elevar el nivel de vida, y por el otro,
“sobre el reforzamiento de la legalidad", al tiempo que reconoce que la
ayuda sería asignada a "campesinos individuales” incluyendo' grandes y
medianos "que podrían recuperar la tierra y disponer de créditos, igual que
"pequeño comercio".

Una crisis social de magnitud se fue encubando durante meses. Un "nuevo
curso" económico fue propuesto por el SED. Los trabajadores dieron la
bienvenida a esta decisión abriendo la brecha de la expresión de sus
reivindicaciones: el 17 de junio empezó la rebelión.

El artículo a continuación fue publicado en el sitio de la revista
estadounidense Jacobin y traducido del inglés al francés por A l´encontre.
Su autor, Gareth Dale, es historiador y profesor en la Brunel University de
Londres. Ha escrito varios libros sobre los movimientos de la clase
trabajadora y social en Alemania del Este: Between State Capitalism and
Globalisation. The collapse of the East German Economy (Peter Lang 2004);
East German Revolution of 1989, Manchester University Press, 2007; Popular
Protest in East Germany: 1945-1989, Routledge, 2005. También es autor de
varios estudios sobre Karl Polanyi.

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Alemania

17 de junio de 1953

Gareth Dale

Jacobin, 17-6-2017

https://www.jacobinmag.com/

Viento Sur, 3-7-2017

http://www.vientosur.info/

El 17 de junio de 1953 tuvo lugar la primera de una serie de rebeliones
contra los regímenes pro-soviéticos en Europa Oriental.

Comenzó en Berlín Oriental y se extendió por la República Democrática
Alemana. Cerca de medio millón de obreros hicieron huelga y cerca de un
millón de alemanes del Este —cerca del 10 % de la población— se unieron a
las protestas.Estas cifras podrían haber sido mayores si el Ejército Rojo y
las fuerzas de seguridad alemanas no hubieran intervenido con una fuerza
letal tan rápidamente. La escala de la respuesta le sugirió a Bertolt Brecht
su famoso comentario: el Politburó había tenido que "disolver al pueblo y
elegir otro".

Pero lo más sorprendente fue lo rápido que se radicalizaron los trabajadores
y trabajadoras. Una huelga común en Berlín Oriental creció hasta convertirse
en una rebelión en todo el país. En algunas ciudades, se formaron comités de
huelga en las fábricas y embriones de soviets.

Todo esto ocurrió en un solo día, en el espacio de tiempo entre el momento
en el que los trabajadores ficharon para su jornada diaria y la imposición
de la ley marcial, esa misma tarde.

Los aliados soviéticos de la Alemania Oriental estaban atónitos. "¿Cómo
puede pasar esto?" bufaba uno. "No lo entiendo. ¡Estas cosas no pasan de un
día para otro!".

La chispa

La chispa fue una huelga convocada por trabajadores de la construcción de la
obra de la Stalinalle, donde de los escombros de posguerra se erigía un
monumental y pomposo bulevar.

Aunque espontánea, en cierto sentido, la huelga surgió de las sucesivas
discusiones entre los descontentos activistas obreros sobre los recientes
aumentos de la cuota de trabajo.

Los trabajadores dejaron sus herramientas y debatieron cómo avanzar. ¿Debía
la resolución rechazar las nuevas cuotas de trabajo y criticar el régimen?
¿Debía una delegación de trabajadores llevar la resolución directamente al
gobierno?

Al final, decidieron marchar en masa con un mensaje simple sobre la cuota de
trabajo.

El 16 de junio la marcha comenzó como un hilo y sin un gran diseño. La
pancarta roja de los huelguistas decía "¡Exigimos una reducción de la
cuota!". El objetivo era simple: entregar la resolución.

Pero, según iban pasando por otros lugares, se unían nuevos trabajadores.
Miles se unieron a sus filas y los cánticos iban cambiando a su vez.

La cuestión de la cuota perdió su papel central y en las calles sonaron
otras consignas como: "¡Obreros, uníos!", "¡La unión es la fuerza!",
"¡Queremos elecciones libres!", "¡Queremos ser libres, no esclavos!".

Una multitud de unas diez mil personas llegó a la "Casa de los Ministerios".
Un trabajador entrado en años lanzó un grito: "¡Queremos hablar con el
gobierno!".

Exigían que se presentara Walter Ulbricht, líder del partido gobernante, el
Partido Socialista Unificado (SED), formado tras la fusión del Partido
Comunista de Alemania (KPD) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD)
en el Este.

En vez de eso, llegaron funcionarios de segunda fila para dirigirse a la
multitud. Anunciaron que la principal exigencia de los trabajadores —la
revocación del aumento de la cuota— sería satisfecha. Parecía haberse
logrado una victoria fácil.

Sin Ulbricht a la vista, algunos se dispersaron, contentos por la gran
concesión que se había aceptado y sin mucho esfuerzo, además. Pero muchos
prefirieron esperar. Desconfiaban de los funcionarios que anunciaban
concesiones y exigían "oírlo del propio Ulbricht".

Los funcionarios del gobierno cedieron ante los oradores. Uno presentó un
conjunto de exigencias: "cancelación de los aumentos de la cuota; reducción
de precios en las tiendas de propiedad del Estado; aumento general de los
niveles de vida de los obreros; abandonar el intento de crear un ejército;
elecciones libres en Alemania".

Después, entre vivos aplausos, un joven ingeniero propuso marchar por Berlín
llamando a la huelga general.

Esa misma tarde, los huelguistas se desplegaron —en autobuses, tranvías y
bicicletas— por los centros de trabajo de toda la ciudad.

La insurrección

Durante la noche, las noticias volaron por todo el país y la mañana
siguiente se respiraba una pregunta: ¿debemos "solidarizarnos con Berlín"?
Asambleas de masas decidían si ir o no a la huelga y elegían comités de
huelga.

En los comités destacaban cuadros sindicales, militantes obreros y aquellos
que rechazaban las explicaciones oficiales de las asambleas.

Habitualmente, se conocías unos a otros por las organizaciones del
movimiento obrero como el SPD, los sindicatos, la Asociación de Perseguidos
por el Régimen Nazi (VVN) o el ejército. En algunos centros de trabajo, el
ritmo de los acontecimientos sobrepasaba los intentos de crear un proceso de
toma de decisiones colectivo.

Pero donde se establecieron comités operativos, sus miembros debatían
propuestas de acción y los sometían a votación en una potente fusión de
democracia y coordinación.

La primera tarea era tomar el centro de trabajo. Algunos comités incluso los
socializaron desde abajo, convirtiendo sus centros de trabajo en
cooperativas.

Más comúnmente, los comités se centraron o en negociar con la dirección de
la empresa para que se readmitiera a los trabajadores despedidos y destituir
a los funcionarios, o en propagar la huelga.

Los trabajadores tomaron el control de la central telefónica, organizaron
piquetes y marcharon por el área cercana.

Además, los comités elaboraron listas de exigencias más amplias. Expresaban
las necesidades vitales de la huelga (que se pagaran los días de huelga y
que no hubiera represalias contra los miembros de los comités), así como
reclamaciones relacionadas con el centro de trabajo.

Muchas exigencias "materiales" se solapaban con las políticas, como la
cancelación del aumento de la cuota o un salario igual para las mujeres,
mientras que otras eran directamente políticas: reducción de las
remuneraciones policiales, establecimiento de elecciones libres
(habitualmente para toda Alemania), legalización de la acción industrial,
libertad para los presos políticos y dimisión del gobierno.

Ciudad tras ciudad, se formaban marchas, que normalmente comenzaban en las
fábricas en huelga. Otros sectores de la población —trabajadores de empresas
pequeñas, amas de casa, estudiantes, trabajadores por cuenta propia— se
unieron. Al llegar al centro de la ciudad, los manifestantes celebraban una
concentración o trataban de ocupar la sede del poder municipal.

En Leipzig, por ejemplo, los manifestantes ocuparon las instalaciones
radiotelevisivas, el local del periódico y las sedes de las organizaciones
sindical y juvenil del gobierno. A la hora de comer celebraron su victoria;
los manifestantes bailaron con la música que tocaban con un piano que
pusieron en la plaza del mercado.

La huelga se extendió y su culminación en una concentración parecía ir
acompañada por un sentimiento de determinación. Muchas capas de la población
sentían que "algo había que hacer" y llegaron a un consenso, a veces con una
fuerza sorprendente, sobre el curso de acción.

Pero tras este punto, el sentido de propósito común languideció. Las
preguntas tácticas y estrategias se hicieron más complejas: ¿qué edificio
ocupar? ¿dónde reside el poder?

La protesta inicial comenzó con grupos de obreros que se conocían unos a
otros y podían alcanzar decisiones vinculantes con relativa facilidad.

Pero a medida que se lanzaban a las calles y otros se unían a sus filas, la
relativa fuerza de estas redes se redujo. Y, aunque la mayor parte de las
marchas y concentraciones habían transcurrido pacíficamente, el Estado
desplegó fuerzas de seguridad para dispersar a las muchedumbres.

No era raro que los manifestantes armados solo con puños o herramientas
desarmaran a las fuerzas del Estado. La Stasi no era eficaz y su centro
perdió el contacto con muchas oficinas locales; la policía era débil y una
minoría se amotinó.

Sin embargo, la intervención de las fuerzas de seguridad elevó el precio de
la protesta, multiplicó las incertidumbres de los manifestantes y contribuyó
a fragmentar el sentido de unidad que había marcado las fases previas.

Había algo de carnavalesco en estos eventos: el ritual teatral y el sentido
de que los manifestantes estaban poniendo el mundo patas arriba.

Tomaban las centrales de radio de la ciudad y los sistemas de megafonía para
difundir convocatorias de protestas. Desvalijaban los locales de las
instituciones del Estado y asaltaban las comisarías de policía y las
cárceles.

Arrancaban la propaganda de los muros; los niños del colegio tiraban por la
ventana sus libros de texto en ruso y en una ciudad, los manifestantes
sacaron a los agentes de la Stasi de un edificio, los encerraron en una
caseta de perros con un plato de comida para perros puesto enfrente.

En Brandenburgo, detuvieron a un juez detestado y a un fiscal y los llevaron
a la plaza del mercado para que los ciudadanos reunidos los interrogaran.

La ocupación

La mayor parte de la fase insurreccional no se desarrolló sistemáticamente,
sino con fuerzas fragmentarias que perseguían objetivos inmediatos,
limitados. Sin embargo, donde los comités de huelga si vincularon entre sí
para formar comités de varias fábricas o incluso regionales, los hechos
tomaron una forma más aguda y más conscientemente revolucionaria.

Los comités de huelga conjuntos se establecieron en Hennigsdorf, Görlitz,
Cottbus, Gera, en la obre de Rügen y, sobre todo, en el triángulo
profundamente industrial entre los ríos Saale, Mulde y Pleisse, en las
ciudades de Leipzig, Halle, Merseburg, Bitterfeld-Wolden y Schkeuditz.

Algunos comités coordinaban no sólo acciones de huelga y manifestaciones
sino también actividades insurreccionales.

Los organismos que se formaron antes podían ejercer mayor influencia. En
Merseburg, los dos mayores comités de huelga de fábricas formaron un comité
conjunto que determinó que la mejor táctica para asegurar que la
insurrección continuara era volver a la base y ocupar. Entre tanto, enviaron
una delegación a Halle, la ciudad cercana más grande.

Allí formaron otro comité que incluía representantes de fábrica, un
estudiante y un comerciante. El comité de Halle desarrolló su propio
programa de acción y supervisó la ocupación de la emisora de radio y la
imprenta del periódico locales.

En Bitterfeld-Wolfen, cerca de treinta mil obreros y obreras marcharon hacia
la plaza de la ciudad. Eligieron un comité central, compuesto de
representantes de todas las principales fábricas, un ama de casa y un
estudiante. El comité delegó en unidades de obreros tomar la ciudad, cada
una respaldada por cientos de manifestantes.

Se hicieron con el control de la cárcel, donde ordenaron a un agente
redactar una lista de presos políticos para su liberación. Tomaron la sede
de correos, el ayuntamiento, los locales del SED y de la Stasi y la central
telefónica.

Detuvieron al alcalde, pusieron a funcionarios bajo custodia, desarmaron a
agentes de policía y encerraron al jefe de policía, todo ello en nombre del
comité.

Se abrieron los archivos policiales y los nombres de los informantes de la
policía fueron leídos en alto en una asamblea de masas. Mientras, mandaron a
los bomberos quitar la propaganda del régimen de los muros de la ciudad y
asegurarse de que las reservas de alimentos y energía quedaran en manos
rebeldes.

En resumidas cuentas, el comité usurpó suave y tranquilamente la autoridad
económica y civil.

Después extendió su influencia a las áreas colindantes, enviando
delegaciones de obreros por tren y en camiones para difundir y coordinar la
acción. Finalmente, puso sus miras en el escenario nacional.

Hizo un llamamiento a generalizar aún más la huelga y envió sus exigencias
al "llamado gobierno democrático alemán": el gobierno debe dimitir y ser
sustituido, tras unas elecciones libres, por un gobierno provisional de
obreros progresistas», debía disolver el ejército y abolir las fronteras
occidentales.

En Görlitz, las dimensiones de las movilizaciones truncaron los planes del
alcalde para disolverla. La multitud formó un comité de gobierno popular y
una milicia obrera desarmada.

Procedieron a ocupar los juzgados locales, comisarías de policía, el
ayuntamiento, los locales del SED y de la Stasi, el periódico regional y la
estación de tren.

Despidieron al jefe de policía y nombraron a su sustituto. El alcalde firmó
la liberación de todos los prisioneros políticos. El comité se reunió y se
comunicó con una asamblea de masa que permitió a las multitudes dar su
opinión sobre las propuestas del comité.

El éxito de la insurrección en estas ciudades puede explicarse por la
presencia de grandes fábricas que facilitaron la organización efectiva de
los comités.

El tiempo importaba, en términos de velocidad de la organización de la
protesta y de la hora de contraataque de los soviéticos. En Görlitz la
asamblea se reunión antes que en ningún otro lugar.

Los huelguistas y manifestantes se reunieron rápidamente, debatieron sobre
sus objetivos y ocuparon los principales centros del poder. Les ayudó otra
ventaja local: la ley marcial no se declaró hasta las 5:30 h de esa noche,
varias horas más tarde que en Berlín.

Reguero de pólvora

Pero, ¿por qué el levantamiento se extendió tan rápido y brilló tanto? Había
varios factores en juego. Uno era que el régimen parecía débil: la
hemorragia de apoyo obrero del SED, solo mantenido por una presencia mínima
en las fábricas, y el hecho de que a principios de junio hizo concesiones en
un cambio político brusco (un signo de debilidad).

Sin embargo, lo que es crucial, las concesiones no se dirigieron a la
preocupación más urgente de los trabajadores, el aumento de la cuota.

Otra razón del éxito del levantamiento fue la estructura centralizada de las
sociedades de tipo soviético.

Como las riendas políticas y económicas están sujetas en un único centro
(habitualmente alejado), las protestas periféricas pueden politizarse
rápidamente. Al mismo tiempo, las instituciones intermedias entre los
ciudadanos y el Estado carecían de recursos.

Pero había también un factor subjetivo. En muchos momentos críticos, ciertos
individuos y grupos iniciaron la acción consciente y deliberadamente. Sus
intervenciones eran en cierto sentido reacciones espontáneas al desarrollo
de la situación. Pero también estaban formadas por la experiencia previa.

La naturaleza "estructurada" de la espontaneidad puede verse, primero, en
las acciones de aquellos que organizaron la protesta. Del mismo modo que los
fieles al SED evitaron que surgieran muchas huelgas, los militantes obreros
en otras asambleas convencieron a sus compañeros de que abandonaran las
herramientas.

Habitualmente repetían un llamamiento a la solidaridad: con los obreros de
la construcción, con Berlín o simplemente, con la fábrica cercana.

Si el "efecto pólvora" no se debió a ninguna misteriosa cualidad contagiosa
del comportamiento de la multitud sino a la presencia de los militantes y a
la receptividad de los obreros a los argumentos en favor de la acción
colectiva, ¿qué explica esta militancia, esta receptividad?

Las formas bien definidas de acción colectiva del 17 de junio sugieren que
aquellos que participaron en las huelgas y en las marchas, ya lo habían
hecho antes o habían aprendido esas prácticas por una inmersión en las
tradiciones del movimiento obrero, ya sea en las olas de huelgas, en los
consejos obreros o las insurrecciones del periodo de Weimar o en los comités
antifascistas y los consejos obreros de la década de 1940.

Aunque la memoria colectiva de las tradiciones del movimiento obrero se
habían debilitado durante el régimen nazi, no habían desaparecido.

Una minoría con coraje se mantuvo activa en la resistencia clandestina y
amplias capas mantuvieron los valores y la memoria socialista entre amigos,
en centros de trabajo y en los espacios residenciales.

Las pruebas del legado del movimiento obrero alemán el 17 de junio es
inconfundible.

Está en las canciones (la "Internationale" y el himno del SPD "Brüder zur
Sonne zur Freiheit"), en las consignas (por ejemplo en la consigna de la era
de Weimar "Akkord ist Mord", "el trabajo a destajo es asesinato") y en la
participación, especialmente en los comités de huelga, de personas que
habían aprendido los repertorios de lucha fabril y de protesta política en
movimientos pasados.

Los obreros con experiencia en esos periodos tuvieron influencia en la
mayoría de comités de huelga, especialmente en la formulación de demandas.
Conocemos a muchas de esas personas.

Por ejemplo, el obrero de la construcción berlinés que dio con la
formulación decisiva de exigencias frente a la Casa de Ministerios,
presuntamente abrió su intervención diciendo: "Me pasé cinco años en un
campo de concentración bajo los nazis, pero no tengo miedo de pasar otros
diez con estos".

Otro informe sugiere que esta misma persona dirigió los argumentos en favor
de la huelga en los debates de la Stalinallee que desencadenaron el
levantamiento.

U Otto Reckstatt, un líder de la huelga en Nordhausen. Había sido concejal
de la ciudad por el SPD durante la República de Weimar.

O Wilhelm Frothaus, que inspiró la conferencia de delegados de Dresde en
junio de 1953. Participó en su primera acción huelguística a los doce años
en 1905, se unió al SPD en 1919, luego al KPD en 1933, fue detenido por los
nazis en 1944, torturado y sólo escapó a la sentencia de muerte porque la
guerra terminó.

Tras ser expulsado del SED en 1950, mantuvo contacto con otros camaradas
desilusionados de su fábrica.

O Walter Kellner, un sindicales y antiguo miembro del SPD. Recordaba cómo
muchos compañeros "no sabían cómo articular su descontento y su protesta",
pero por su experiencia en la lucha fabril, estaban bien capacitados para
ayudar a redactar una resolución y presentarla a los trabajadores.

O Max Latt. Sus palabras en la asamblea de Görlitz comenzaron así: "Amigos,
soy el viejo Latt. Desde 1904 he sido miembro del Partido Socialdemócrata.
He participado en tres revoluciones: en 1918, en 1945 y, ahora, en la
revolución del 17 de junio de 1953".

En la misma ciudad, se formó un "comité de la revolución del SPD" y los
"comités de iniciativa" del SPD se formaron en una fábrica óptica y en el
hospital.

Por todas partes se formaron "comités obreros del SPD". Aprobaron
resoluciones, hicieron pintadas y desplegaron pancartas llamando a la
legalización del partido que había sido absorbido en el SED.

Aunque una minoría de huelguistas tenía experiencia práctica en el
movimiento obrero anterior a 1933, muchos más absorbieron su legado. Las
memorias de la lucha se transmitían entre familiares, amigos o compañeros de
trabajo.

Tomemos, por ejemplo, al líder de 29 años de la huelga de Bitterfeld Horst
Sowada y al líder de la huelga de Schmölln Heinz Neumann. Ambos procedentes
de familias del SPD.

A los catorce años, Sowda fue interrogado por la Gestapo. Neumann se había
unido al SPD en 1945, con 24 años y fue expulsado del SED en 1951. El 17 de
junio, expresó su solidaridad con los obreros de la construcción de Berlín y
se dirigió a la multitud con el himno "Brüder zur Sonne zur Freiheit".

Lo que revelan estas y otras biografías es que la espontaneidad del
levantamiento reposaba sobre la experiencia acumulada de luchas que sus
participantes habían adquirido o que había sido cultivada por organizaciones
centralizadas como sindicatos o partidos políticos.

Decir que la espontaneidad requiere centralización sería ir demasiado lejos,
pero la ironía está ahí.

Punto de inflexión

A pesar de la heroica resistencia —quizá la más memorable fuera la de las
mujeres en Jena que se sentaron interrumpiendo el paso de los tanques— el
levantamiento fue aplastado. Pero dejó una marca traumática en el SED.

Su líderes tuvieron que admitir que las masas de la clase obrera se sentían
ajenas al partido. "Estamos aquí sentados como los derrotados", se lamentaba
un miembro del Comité Central. "¿Qué le pasa al máximo órgano de nuestro
partido? ¡Es como si nos lo hubiéramos hecho en los pantalones!"

La rebelión dejó también una impresión imborrable en los manifestantes. En
los años sucesivos, obreros y campesinos hablarían de la llegada de un
"nuevo 17 de junio".

Pero no duró para siempre. La supresión del levantamiento y la siguiente
intensificación de la seguridad del Estado socavó las esperanzas de
resistencia colectiva.

Con la excepción parcial de la pequeña ola de huelgas de 1956, 1960-1 y
1970-2, entre 1953 y 1989 apenas se desarrollaron luchas significativas más
allá de centros de trabajo concretos.

Los veteranos del movimiento obrero ajenos al SED que transmitían las
tradiciones de lucha fueron muriendo poco a poco.

La memoria colectiva de las luchas de 1945-53, con pocos o ningún órgano
para cuidarla, se apagó. Incluso en los tradicionales bastiones del SPD, el
legado socialdemócrata se desvaneció.

Es resultado fue una marginación de largo alcance de la tradición socialista
al margen de la ideología oficial del Estado. La socialdemocracia había sido
debilitada drásticamente por el nazismo, pero había sobrevivido y resurgido
en 1945.

A diferencia del asalto frontal del nazismo, el SED estalinista incorporó al
SPD sutil y pérfidamente.

La similitud de las políticas del KPD y el SPD en 1945-6, unida al soborno y
la intimidación, persuadieron a muchos funcionarios del SPD a unirse a la
nueva organización.

Miembros de base del SPD vieron a líderes reconocidos de "su propio" campo
defender la política del SED.

Y cuando el SED comenzó a atacar directamente a las organizaciones e
intereses obreros, parecía provenir en parte —y así era— de las propias
filas socialdemócratas. El sistema inmunológico de la socialdemocracia era
demasiado débil como para afrontar una ataque originado desde dentro.

El 17 de junio de 1953 fue un punto de inflexión para el socialismo alemán.
Tras 1914 y especialmente tras 1953, las redes de los socialistas ajenos al
SED se fragmentaron y disolvieron.

Algunos se unieron al SED o se convirtieron en funcionarios del "sindicato"
del régimen. Otros se retiraron a sus casas o dachas. Otros murieron.

En 1989 los movimientos de masas volvieron a surgir. Pero a diferencia de
1953, apenas había sentido de poder obrero o conciencia de clase.

Algunos activistas de 1953 fueron influyentes en sus comunidades o centros
de trabajo en 1989. Pero sus fuerzas estaban fracturadas, sus redes
marchitas.

La derrota de 1953 y las décadas de gobierno represivo que siguieron
aseguraron que las cotas alcanzadas en Bitterfeld-Wolfen, Merseburg y
Görlitz en un solo día en 1953 no se repitieran en las protestas de 1989.

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