Feminismo/Debates/ Feminismos populares: "se está gestando algo fuerte" [Raquel Gutiérrez - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 7 23:13:55 UYT 2017


  _____

Correspondencia de Prensa

7 de julio 2017

Boletín Informativo

https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

  _____

Feminismo/Debates

Con la investigadora y militante mexicana Raquel Gutiérrez, sobre los
feminismo populares

“Se está gestando algo fuerte”

La investigadora y militante mexicana Raquel Gutiérrez sostiene que son las
mujeres y sus nuevas formas de hacer política las que hoy impulsan en
América Latina la lucha contra el statu quo. Los llama feminismos populares,
aclara, a falta de un nombre mejor.

Mariana Abreu

Brecha, 7-6-217

http://brecha.com.uy/

Aunque Raquel Gutiérrez Aguilar nació en México, su militancia política ha
transcurrido en distintos rincones del continente latinoamericano. También
sus trabajos académicos sobre diversos movimientos sociales y sus luchas han
abarcado el continente. Es matemática y doctora en sociología, y fue una de
las forjadoras en Bolivia –junto a Álvaro García Linera, actual
vicepresidente del país– del Ejército Guerrillero Tupak Katari y del grupo
de intelectuales Comuna. Vivir en carne propia el machismo en el interior de
las organizaciones, o en sus propias palabras “la lucha dentro de la lucha”,
fue determinante en su acercamiento al movimiento feminista, sobre el que
investiga y del que se considera parte. De visita en Uruguay el pasado
junio, invitada por el colectivo de mujeres Minervas, participó de una
charla abierta –organizada junto con la Escuela de Formación Popular Elena
Quinteros– y se reunió con colectivos feministas de Montevideo y del
Interior.

“Se está gestando algo fuerte”, aseguró a Brecha, apuntando a los feminismos
populares que han tomado impulso la última década en la región.

—¿Qué características tienen estas luchas populares de mujeres?

—La renovación de un feminismo autónomo, popular es como una gran capacidad
que se viene cultivando colectivamente para impugnar distintas capas del
orden patriarcal-capitalista en su hibridación. Viendo el movimiento de
mujeres con gran angular, el 8 de marzo fue como una especie de corazón que
latía y decía “basta de violencia machista”, no sólo en el marco de
determinados aspectos cotidianos de la relación varón/mujer, sino también
con el hecho de que la violencia está generada en términos estructurales, en
la precariedad con la que estamos viviendo varones y mujeres, pero en
particular muchísimas mujeres. Mujeres que, además de las tareas de
producción, están teniendo que realizar tareas de reproducción de la vida
(1) en condiciones cada vez más adversas, por más leyes que se vayan
acumulando. Porque se van acumulando leyes que son medianamente
interesantes, pero no logran tener un efecto real. Por ejemplo, una vida
libre de violencia está garantizada por ley hace un montón en México, en
donde se están apilando muertos; es como de humor negro, ¿no?

Estas luchas son muy diferentes al feminismo institucional, que quedó
atrapado dentro de lo que se puede llamar “horizonte de la igualdad”. El
feminismo institucional se planteaba garantizar el equilibrio y la no
discriminación entre varones y mujeres, es decir, extender el paradigma de
la igualdad formal también a las mujeres, pero finalmente lo que hizo fue
que quedáramos mejor incluidas en el régimen del capital. Y cada vez más fue
quedando capturado en lo que el feminismo radical boliviano llama puramente
“tecnocracia de género”. Una tecnocracia que se la pasa calculando cómo se
aumenta la participación de la mujeres, cómo se hace discriminación positiva
en tal lugar, cómo se hace enfoque transversal de género en no sé qué
política pública. Eso es lo que están haciendo como política social quienes
están garantizando nuevos procesos de acumulación de capital, ¿pero eso es
lo que queremos? Definitivamente no.

—¿Cómo impugnan estos nuevos feminismos el orden patriarcal-capitalista?

—Yo veo dos cosas: por un lado, son luchas de mujeres que están surgiendo
básicamente desde los territorios, territorios cada vez más ofendidos,
degradados, acosados. Aquellos donde se cultiva soja, donde se está rociando
mercurio para extraer oro, como pasa en un montón de lugares de mi país de
origen, pero también en donde hay otros tipos de prácticas extractivistas.
Ahí las mujeres se están movilizando de una manera brutal, y se están
movilizando casi siempre, también, contra sus propios compañeros. Escuchas
en todo el continente historias en las que las mujeres dicen “nuestros
compañeros pactaron con la empresa, pero nosotras no pactamos”. En cada país
puedes ir documentando y coleccionando casos.

Vengo de Bolivia; en un momento estaba la negociación para que entrara una
empresa petrolera a explorar en una reserva natural, un territorio súper
antiguo. Lo que hizo la empresa fue juntar a todos los varones, ofrecerles
la perspectiva de tener un trabajo asalariado y prometerles las perlas de la
virgen. Algunos empezaron a decir que sí, otros mantuvieron cierta
distancia. Pero las mujeres empezaron a organizarse porque sentían la
amenaza. Lo han hecho en muchísimos lugares, porque no les creen, sienten
que les están mintiendo, porque ya han visto y escuchado acerca de lo que
pasa en otros lados. Forman comisiones, juntan dinero y le encargan a
alguien, a una especie de veedor propio, que vaya a otros lugares en donde
esto ya ha pasado y vean qué está sucediendo con el agua, con las familias,
con la violencia. Y generalmente regresan sus comisiones –comisiones
autónomas, es el compadre de la comadre de no sé quién, no te imagines una
estructura fantástica– con información sobre que no es el paraíso lo que va
a llegar, sino que van a venir a desmantelar lo que hay, a destruir, en
nombre del desarrollo, lo que de por sí es precario, escaso, pero que es
finalmente la base, la garantía para que puedan continuar reproduciendo
cotidianamente la vida. Entonces dicen “no”, y salen movimientos
tremendamente potentes.

Y otra cosa que hemos estado documentando es que estas luchas no se acogen a
una regla canónica. Cada país tiene un modo de lucha. Bolivia es muy dada al
levantamiento, Uruguay a institucionalizar y discutir; bueno, casi siempre
las mujeres se plantean hacer cosas que van por fuera de esas formas
canónicas. Por ejemplo, en México hay mujeres que están acusadas de
destrucción de máquinas privadas, porque empujan, empujan, empujan, y cuando
su voz ya no alcanza un día prenden fuego las máquinas. Hacen cosas
radicales o imprevistas.

A mí me da la impresión de que es muy importante que se estén planteando los
feminismos populares para nombrar este tipo de lucha y para pensar que están
siendo mujeres, muy diversas, se llamen o no a sí mismas feministas, que
están rompiendo con el capital y con los procesos de acumulación, y que al
hacerlo tienen que recomponer la relación con sus propios pares. Eso está
bien fuerte, porque es como un nuevo despliegue de cierta capacidad social
de veto, entendida en términos de cómo algunas colectividades van
estableciendo límites a lo que quieren hacer con ellas. Al mismo tiempo, lo
nuevo es este reajuste interno de las relaciones entre varones y mujeres,
que no termina en “hagamos una ley nueva”, sino en cómo vamos a ir
paulatinamente reconfigurando los términos del estar juntos y juntas.

—Por la propia división sexual del trabajo que plantea la escisión entre las
tareas de producción y las de reproducción de la vida y cuidados, ¿no han
sido históricamente las mujeres quienes han encabezado las luchas por los
bienes comunes y los territorios?

—Casi siempre, pero en distintas condiciones. Es decir, el feminismo de la
igualdad, aunque a mi juicio haya quedado completamente agotado porque se
fue convirtiendo en un mecanismo de captura, erosionó parte de la rigidez de
la estructura patriarcal que lleva siglos. Entonces, las narraciones que
puede hacer (la filósofa y escritora) Silvia (Federici) sobre la quema de
brujas por defender a sus hijos, a sus colectividades y oponerse al
arrasamiento de recursos básicos, en un contexto de inquisición, de lo
femenino establecido como negación radical de lo masculino y subordinado
plenamente, se enmarcan en unas condiciones que no son las de ahora. Son
hilos largos que vuelven a aparecer. Para decirlo como (el historiador
Fernand) Braudel, contradicciones diacrónicas, de larga duración, que
aparecen en otro momento histórico, en el que aspectos de las formas de
estructurar la dominación han variado por esfuerzos de otras mujeres. A ver,
votamos hace menos de cien años, entonces el hecho de que tu abuela, tu
madre y tú hayan podido votar –aunque luego cada uno opinará si votar sirve
o no– significa que ya no eres un sujeto no ciudadano que necesita ser
tutelado, eso nos pone en otra clave. Entonces, ahora hay una nueva ofensiva
radical sobre los medios de existencia básicos y vuelven a aparecer las
mujeres, de otra manera.

Estamos tratando de ver cómo hacemos para frenar esta violencia multiforme
que se nos viene encima desde el avance del capital, que nos envenena el
agua, que nos desplaza de los lugares, que nos precariza el trabajo, que nos
expulsa de las casas y nos mete en regímenes laborales brutales. Las
mujeres, junto a los varones no violentos, estamos haciendo cosas desde ahí
y le estamos llamando lucha contra la violencia. Y esa es la reivindicación
de ciertos feminismos, como les decimos, populares.

—¿Qué sucede en Uruguay, donde el despliegue de las resistencias de las
mujeres es distinto al que ocurre en Bolivia y México, en que existe una
fuerte impronta territorial y desde los pueblos originarios?

—En Bolivia y en México, pero también en Perú, Colombia, Ecuador y
parcialmente en Brasil. Aquí hay otras cosas, por ejemplo, el colectivo
urbano Minervas, con una procedencia variada, que tiene un carácter muy
popular. Ellas están cultivando un modo de hacer política que recupera una
técnica feminista setentera, italiana, la del entre-mujeres, la de partir de
sí. En estos encuentros sin mediación masculina, grupos de autoconciencia,
se restablecen los vínculos de confianza para integrar lo que se siente a lo
que se piensa, y para preguntarse en conjunto cómo luchar, cómo poner freno
a las cosas que no quieren aceptar y preguntarse qué quieren ir
construyendo. Esto no significa negar la capacidad racional, analítica,
argumental, pero sí integrarla sistemáticamente a lo que estás aprendiendo a
partir de todo lo que eres, porque también eres cuerpo. Todo esto ocurre
también en colectivos de Paysandú, Maldonado, Colonia, y en las redes que se
tejen en la Coordinadora de Feminismos (de Uruguay). Esto, para mí, es una
novedad política.

—¿Cómo es la militancia, la forma de dar la lucha que se plantean estos
feminismos populares?

—No es que las mujeres contemporáneas estén inventando el agua tibia, pero
están recuperando, actualizando, ocupándose en profundidad de modos de estar
en relación que ya conocíamos, pero que siempre están negados y mediados
patriarcalmente.

Son varias, una es esta cuestión de que, al menos en la política que se hace
desde la autoconciencia, no se escinde lo que se siente de lo que se piensa.
A diferencia del “sé racional”, “sé objetivo”, “di el dato duro”, en el
entre-mujeres todo el tiempo estás moviéndote desde el sentir, como es en
gran medida la organización de la vida cotidiana.

En este nuevo feminismo una de las cosas más importantes es que la práctica
política se hace desde todas las habilidades que tienes para la vida
cotidiana. Al hacerlo así se va convocando a que se establezcan relaciones
de confianza –no exentas de tensión, no es el paraíso terrenal–, a moverse
de las estructuras totalmente jerárquicas donde hay monopolios de producción
de decisión política, para tratar de producir la decisión de manera
colectiva, donde cada quien aporta desde lo que es. Entonces no se necesita
homogeneizar, porque alguien sabe algo siempre y eso es lo que se trata de
ir poniendo en común. Es una manera de decidir con tendencia a la
horizontalidad, porque es probable que, en momentos de planificar una pelea,
mi voz de vieja de cuarenta peleas pese un poco más, porque yo tengo más
colmillo, como decimos en México, entonces lo voy a poner a disposición,
pero no vale más que la tuya. Una mujer joven me puede decir: “no, estás
mal, lo que estás diciendo no se ajusta a lo que está pasando”.

Otra de las cosas que vengo observando, y que ya venía funcionando en los
movimientos sociales, es que estas luchas no pretenden hacerse cargo de la
totalidad, es decir, no se colocan en simetría con el orden general para
decir “voy a cambiar todo así, así y así”. No dice cómo vamos a cambiar toda
la estantería, dice cómo vamos a abrir un camino de lucha, cómo vamos,
ahorita, a pelear, por ejemplo, contra los feminicidios. Y entonces desde el
poder te quieren cambiar la pregunta: “¿necesitamos una ley para que haya
más policías?, ¿penas más grandes para los violadores?, ¿esa sería la
solución?”. Y el movimiento dice: “quién sabe, seguramente la
‘securitización’ no va a ser la solución”. En Argentina lo ha contestado
así, en México, en parte, también. Desde arriba lo que hacen es querer
colocarte en un lugar para que te encargues de la solución general y, casi
siempre, el movimiento lo que está diciendo es “yo voy a señalar mi camino y
voy a ir abriendo una manera de defensa y de inscripción de conquista según
vaya calculando, es decir, no me hago cargo de la totalidad, porque me estoy
haciendo cargo de desorganizar la totalidad”, entonces va como abriendo
brechas, pequeñas fisuras en el tejido de la dominación para que deje pasar
aire, para que no sea tan tremendo. Esto es muy importante, porque ahí es
donde te hacen mucha trampa, inmediatamente te colocan en el lugar que no
quieres estar y te dicen “si tienes tanta fuerza en la calle, haz una
propuesta”. “Sé como yo”, eso es lo que te está diciendo. Y tú contestas,
“gracias, yo ando en otra”.

—¿No es necesario hacer visible otro orden de cosas para saber qué camino
seguir una vez abiertas las grietas?

—La visibilización de otro orden quizás ayuda, pero más ayuda saber que
tienes que de­sarmar el orden existente y que en la acción y en la medida
que desarmas y conoces más sobre cómo funciona el tejido de la dominación
entonces, de alguna forma, van apareciendo rasgos de una especie de
horizontes de posibilidad. Es que lo otro es un ejercicio racional de
ingeniería social, o sea, eso ya estuvo, ¿no? Eso ya salió mal…

Otra de las vetas (de los feminismos populares) es que van ensayando
mecanismos concretos para disolver las relaciones violentas en el interior
de la organización. En el entre-mujeres también hay confrontaciones que
sacan chispas, pero lo que se está viendo en muchas partes es cómo siempre
se busca contener la violencia, no para que se pudra en algún lado, sino
para disolverla.

Ir desmantelando el orden patriarcal es ir construyendo rasgos de un orden
simbólico distinto, ahí vamos un poco a ciegas. Pareciera que derribas el
orden patriarcal y queda un desmadre, que volvemos al estado de naturaleza.
Y eso es cierto si y sólo si no aparece algún tipo de fuerza que reacomode y
diga cómo tenemos que estar, una voz colectiva. Por ahí siento yo que va
esto.

—En la charla de días atrás afirmaste que hay un “estancamiento colectivo de
la imaginación política en estos tiempos progresistas”, ¿por qué?, ¿el
despliegue de los feminismos populares no implica lo contrario?

—Lo digo para provocar a los varones, porque siento que los que están muy
atorados son los compañeros varones, y no lo digo con gusto ni con sorna.
Nosotras estamos imaginando el mundo, los compañeros están réquete
descolocados, así los voy viendo en un lado, en otro y en otro, y siento que
tienen muy atorada la imaginación política. ¿Por qué? Porque la
transformación vía el Estado parece estar fracasando. No es que el ciclo se
agotó, sino que ya no está funcionando la manera de expropiar la fuerza de
la lucha e instalarla para que garantice el Estado. Entonces las fuerzas más
capitalistas llegan y dicen “ya, quítate”. Así lo leo yo, se agota la fuerza
de la expropiación, no es que se agotó el ciclo progresista, como si fuera
la temporada de lluvias. Pero noto a los compañeros un poco trancados, y las
mujeres estamos al revés, desatadas en un despliegue muy grande de fuerza,
aunque con susto, porque así pasa también cuando se va desamarrando el
conjunto de lazos afectivos, materiales, que te atan al orden simbólico
patriarcal-capitalista. Te asustas, porque parece que te vas acercando a una
especie de borde en el que no sabes lo que hay.

Nota

1.Esas tareas refieren no sólo a la reproducción de la vida, sino también al
cuidado del hogar, las tareas domésticas y el cuidado de los ancianos o los
niños; todas base de las tareas productivas.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20170707/fc27e389/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa