Brasil/ La izquierda sin referentes [Agnese Marra]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 2 17:39:38 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

2 de mayo 2017

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Brasil

Lula con matices

Izquierda sin referentes

El presidente de derecha en Brasil está sumido en un gigantesco escándalo,
pero gran parte de la izquierda duda en sumarse al Partido de los
Trabajadores en las calles para exigir el “Fuera Temer”. El principal
partido de izquierda del país sumaría cada vez más votos por descarte, tanto
entre la clase media como en la favela, frente a la falta de movimientos
alternativos suficientemente sólidos.

Agnese Marra, desde Río de Janeiro

Brecha, 2-6-2017

http://brecha.com.uy/

La respuesta es unánime: “Falta de referentes”. Y la pregunta es la gran
cuestión que se ha puesto sobre la mesa en las últimas semanas: “¿Por qué la
izquierda no toma las calles ante la mayor crisis política del país?”.
Brasil nunca fue conocido por sus grandes manifestaciones, rebeliones o
revoluciones. Su historia cuenta con algunas de ellas –la conspiración
minera (conocida, en portugués, como inconfidência mineira), la guerra de
Canudos, la revuelta de la vacuna, entre otras–, que fueron rápidamente
apagadas, y olvidadas todavía más rápido.

Desde los años setenta vienen a la memoria las luchas sindicales de la
periferia industrial paulista lideradas por el sindicalista Luiz Inácio Lula
da Silva; a principios de los ochenta (1983-1984) el movimiento por las
Diretas Já; en los noventa la gran caminata del Movimiento Sin Tierra (Mst)
y sus reivindicaciones por la reforma agraria, y ya con el inicio del siglo
XXI surgieron políticas todavía revolucionarias como la de los presupuestos
participativos de Porto Alegre, como respuesta a una globalización que
amenazaba con engullir todas las diferencias.

La victoria de Lula da Silva en 2003 y la década larga de gobierno del
Partido de los Trabajadores (PT) también supusieron un freno de los
movimientos populares. Casi 13 años en los que la izquierda dejó a un lado
sus reivindicaciones para dar una oportunidad al primer gobierno que los
representaba. Pero llegó un momento en que esa “representación” se quebró.
La identificación entre el PT y la “izquierda”–en el amplio sentido de ese
término– se rompió.

Para algunos expertos el símbolo de ese quiebre fueron las manifestaciones
de junio de 2013 que surgieron como protesta por el aumento del boleto del
ómnibus y luego pasaron a exigir educación, sanidad y servicios públicos de
calidad al entonces gobierno de Dilma Rousseff.

Un fenómeno nuevo

Profesores como el filósofo Pablo Ortellado, de la Universidad de San Pablo
(Usp), o la socióloga Ángela Alonso, también de la Usp, continúan analizando
el fenómeno de 2013 porque se incorporó un nuevo tipo de público a las
movilizaciones: “Salieron a la calle miles de personas que no estaban
vinculadas a ningún partido político, se manifestaron para exigir derechos y
denunciar que no se sentían representados por ninguna sigla. Fue algo único
en el país”, señalaba en una entrevista en Carta Capital Ortellado, quien
también reconoce que tanto los movimientos de izquierdas como los
conservadores intentaron cooptar a los manifestantes que espontáneamente
habían decidido gritar “basta”.

Para Alonso durante esa época se vieron tres movimientos: dentro de la
izquierda, uno más vertical y vinculado a los sindicatos y al PT, y otro
menor, horizontal y autonomista; el tercer campo sería según la socióloga el
novedoso: “Un grupo de manifestantes independientes atraídos por las redes
sociales, sin coordinación ni experiencia política, más expresivo que
propositivo, que levantó la bandera nacional y anticorrupción”, escribía en
un artículo en Folha de São Paulo.

Simbiosis

El segundo gobierno de Rousseff (2014-2016), en el que la mandataria aceptó
pactar con la oposición y dar un giro a la derecha para salvarse de las
amenazas de impeachment que llegaron nada más ganar las elecciones, amplió
más la distancia entre el PT y su electorado. Las manifestaciones a favor
del proceso de destitución fueron mucho más multitudinarias que las en
contra. Entre la izquierda había unanimidad al entender este juicio político
como “un golpe”, pero no la había para salir a la calle.

La llegada de Michel Temer y el retorno a un neoliberalismo más salvaje con
las retrógradas reformas laborales, los cortes del gasto público y las
privatizaciones han dado un nuevo impulso a los movimientos sociales
cercanos al PT. El Frente Brasil Popular (que agrupa más de 30
asociaciones), el Frente Brasil Sin Miedo (que agrupa otras 70) y la Central
Única de los Trabajadores (Cut), el sindicato petista, han creado una
oposición sólida, pero sus seguidores son ellos mismos y sus manifestaciones
no son mayoritarias.

Por un lado, la relación simbiótica entre estos movimientos y el PT ha
provocado que gran parte de la izquierda brasileña no quiera salir con ellos
a defender sus banderas. Por otro, tampoco surgen movimientos de izquierda
alternativos y consistentes para frenar al gobierno de Temer, especialmente
en un momento en el que la presión de las calles sería clave para forzar una
destitución de un mandatario acosado desde todos lados por escándalos de
corrupción.

Banderas

Desde que el pasado 16 de mayo se dieron a conocer unas grabaciones en las
que el presidente brasileño autorizaba la compra del silencio del ex líder
de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha, la vida de Michel Temer ha
sido un infierno. Por primera vez es investigado por el Tribunal Superior de
Justicia por organización criminal, obstrucción a la justicia y corrupción
pasiva, y su gobierno, que pende de un hilo, está manejado por sus aliados
del Legislativo.

Pocas horas después de que la cadena Globo pusiera en conocimiento el
escándalo, cientos de paulistas salieron a la calle para exigir el cese del
mandatario. Pero los ánimos pronto se apagaron. En 15 días se produjeron dos
grandes manifestaciones en todo el país en las que sólo se vio las banderas
rojas de la Cut y del PT. La única protesta multitudinaria fue en Brasilia
cuando sindicatos de amplio espectro (no sólo de la izquierda) mandaron
ómnibus de todo el país para llevar a los trabajadores a la capital.

El domingo pasado hubo otra convocatoria nacional por el “Fuera Temer” y las
“Elecciones directas ya”, y en la mayoría de las ciudades la acogida se
mantuvo pequeña. Pero en Rio de Janeiro fue diferente. La rambla de
Copacabana estaba completamente abarrotada. Los movimientos sociales
hablaban de 150 mil personas, y la policía bajaba apenas a 100 mil.

La manifestación fue convocada por los movimientos afines al PT, pero tuvo
el apoyo crucial de personalidades del mundo de la cultura. Músicos como
Caetano Veloso, Criolo o Mano Brown dieron un concierto con vistas al mar
para animar a los manifestantes. Entre las banderas rojas del PT también se
veían las del arcoíris del colectivo Lgtb, o las del club deportivo del
Flamengo. Pero las que más llamaron la atención fueron las banderas del
país, las “verde amarelas” de toda la vida, que desde hace un par de años se
asocian a los grupos de derecha.

Sin más remedio

Ese domingo la avenida Atlántica optó por cambiar los símbolos. Si hace un
año ese era el espacio que usaban los conservadores para pedir el
impeachment de Rousseff, ahora los gritos de “Fuera Temer” se entonaban con
la fuerza de las mayorías. Paulo Benites, comerciante de 48 años, se
manifestaba por primera vez: “La situación actual es insostenible, los que
acusaban de corrupción a Dilma son todavía peores. Nos roban delante de
nuestras narices y encima nos quitan derechos. No soy muy de salir a la
calle, pero esta vez ha sido inevitable”, dijo a Brecha. Para el ingeniero
Giuri Gonçalves es esencial llevar a cabo elecciones directas: “No podemos
permitir que si sale Temer, sea el Congreso más corrupto y retrógrado de la
historia el que escoja a un nuevo presidente. El poder tiene que volver al
pueblo”.

Al preguntar por qué candidato votarían en unas directas el nombre de Lula
es el más repetido, aunque muchos insistan en matizar: “No hay otra opción,
tiene que ser él porque es el único que puede frenar las reformas laborales
y de jubilación”, comentó a Brecha Maria Araujo, profesora de primaria. El
arquitecto Carlos Pereira fue más duro: “Votaría por Lula porque las otras
posibilidades son nefastas, pero el PT me ha decepcionado, ha robado tanto
como ellos, la diferencia es que al menos se preocupan por los
trabajadores”.

En San Pablo la clase media de izquierda no termina de salir a la calle.
“Muchas decepciones”, argumenta Marco Lopes, de 54 años, empresario y
antiguo militante del PT: “No puedo dejar de pensar que perdimos una década
en la que se podían haber hecho cambios estructurales como una reforma
agraria, política y de los medios de comunicación. Muchos sueños quedaron en
nada”. Asegura que todavía vota y seguirá votando al PT porque es la única
opción “cercana a la izquierda que puede ganar”, pero dice que no puede
salir a la calle.

A la psicoanalista Mira Toledo le sucede lo mismo: “Ya no tenemos referentes
de izquierda en este país, es un fenómeno mundial, nos hemos quedado
huérfanos”. A sus 47 años dice haber salido a la calle innúmeras veces, pero
alega que ahora sus revoluciones “son pequeñas” y quedan más “entre amigos,
con el vecino, con el vendedor del barrio”. También votaría al PT de nuevo y
reconoce que eso mismo es lo que provoca que no haya una nueva izquierda:
“La figura de Lula es abrumadora, puede con todo y no ha dejado que salga
nadie que la supere. Es difícil para los más jóvenes abrirse un hueco y
crear una izquierda diferente”.

En la favela

Si la clase media de izquierda vive decepcionada, las clases más humildes
poco piensan en el PT: “Asociar al Partido de los Trabajadores con la favela
es algo completamente irracional. En las favelas se ha votado a Lula porque
viene de donde viene, pero el PT nunca pisa nuestros barrios, no sabe lo que
necesitamos y lo que nos sucede”, comentó a Brecha Christian Santos, uno de
los líderes juveniles de la favela de Vila Prudente, la más antigua de San
Pablo.

En este sentido la antropóloga Rosana Pinheiro Machado insiste en que la
izquierda institucional “está muy alejada de la realidad de las periferias”.
Esta profesora se mostró especialmente dura con los resultados de una
investigación de la Fundación Perseu Abramo (ligada al PT) que señalaba que
las periferias brasileñas eran “muy conservadoras” y volcadas al consumo:
“En un momento de crisis como el que vivimos meterse con los valores de las
periferias me parece contraproducente socialmente y electoralmente. Lo que
necesita la izquierda es ir a los barrios, escuchar a la gente y anotar sus
demandas. Muchas veces los derechos que son tan importantes para la
izquierda no lo son tanto para las personas que están sistemáticamente fuera
del mercado laboral”, criticaba, en Carta Capital, Pinheiro Machado.

En la misma línea se mantiene la socióloga Esther Solano: “Los más pobres no
salen a la calle contra Temer porque la crisis política apenas la entienden.
Hablar de indirectas, del Supremo, del Tribunal Superior Electoral son
términos que no dominan. A ellos les llega que los políticos son corruptos y
no sienten que sus vidas cambien con uno u otro presidente porque la
izquierda no se preocupa por acercarse a ellos y explicarles, ese papel hace
años que lo cumplen las iglesias”.

Los movimientos alternativos que se destacan en el país son autónomos e
independientes. Los “secundarias” –jóvenes de las escuelas secundarias– y
sus ocupaciones, el movimiento Lgtb o algunos movimientos ecologistas se
enfrentan al petismo clásico en un primer diálogo que está por comenzar.
Pero para la reconquista de las calles todavía parece que queda mucho.

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