Venezuela/ A sangre y fuego: Constituyente en vía rápida [Humberto Márquez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 9 14:43:51 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

9 de junio 2017

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Venezuela

Venezuela en crisis

Constituyente en vía rápida

El presidente Nicolás Maduro avanza a marchas forzadas para tener en menos
de dos meses una asamblea constituyente, con amplias potestades, que le
ayude a revertir la crisis económica, social y sobre todo política que
envuelve al país petrolero, mientras la violencia se abre paso entre las
protestas con un saldo, en 65 días, de 65 muertos y más de mil heridos.

Humberto Márquez, desde Caracas

Brecha, 9-6-2017

http://brecha.com.uy/

Lejos de amainar, la contienda política en Venezuela ha entrado en una
verdadera carrera contrarreloj después de que el presidente Nicolás Maduro
convocara a una asamblea nacional constituyente, “obrera y comunal”, a
elegirse el próximo 30 de julio, deadline para esta batalla entre el
heredero de Hugo Chávez y la oposición, que transformó en callejera su
fuerza electoral.

Marchas multitudinarias, “plantones” (ocupaciones de calles durante muchas
horas), fogatas, cierres de vías y concentraciones de la oposición llevan a
enfrentamientos con las fuerzas antimotines que les cierran el paso, y han
dado lugar a excesos, como incendios de transportes y establecimientos,
además de saqueos, y a la trágica contabilidad de al menos 65 muertes y un
millar de heridos (según datos del Ministerio Público).

El oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), que no reúne en
la calle las multitudes que acompañaron la presidencia del fallecido Chávez
(1999-2013), responde con reducidas marchas y mitines y, bajo la guía de
Maduro, prepara la constituyente llamada a reanimar la revolución
bolivariana iniciada hace 18 años.

Nuevas reglas

El mandatario izquierdista dijo que la carta magna impulsada por Chávez en
1999 será reescrita, para constitucionalizar las misiones (programas
asistenciales), los consejos comunales y comunas (formas de poder local),
dedicar un capítulo a la juventud, buscar un desarrollo económico
pospetrolero, reafirmar valores de paz y justicia y aislar a los violentos,
así como para reafirmar la soberanía y rechazar el intervencionismo.

La propuesta fue lanzada el 1 de mayo. La composición y formas de elección
de esa asamblea se conocieron el día 23, y el 5 de junio se hizo un
agregado: se exhorta a que el texto de la nueva Constitución se someta a un
referendo aprobatorio.

Maduro elaboró las reglas de la elección: la constituyente tendrá un total
de 545 diputados, de los cuales 354 serán “territoriales”, elegidos en los
335 municipios del país, y 181 serán “sectoriales”, escogidos por listados,
registrados ante el gobierno, de ocho sectores de la vida nacional: 79 de
los trabajadores (según el padrón de la seguridad social), 28 de los
pensionados, 24 de los consejos comunales, 24 de los estudiantes y otros
jóvenes, ocho de campesinos y pescadores, ocho de los indígenas (medio
millón de individuos en 40 etnias), cinco de los empresarios y cinco de las
personas con discapacidad.

Amplias potestades

Por ello la constituyente será “obrera, comunal y profundamente chavista”,
según el mandatario, y, al detentar el “poder originario y soberano” de la
república, no sólo redactará una nueva Constitución sino que mientras
delibera podrá tomar cualesquiera decisiones o dictar las leyes y órdenes
que considere adecuadas por reordenar y dirigir el Estado, sin tener además
una fecha límite para que se extingan sus trabajos.

“No nos corresponde a nosotros, como poder constituido, normar a la futura
asamblea constituyente. Será ella la que se dé su estatuto definitivo, su
período de funcionamiento, sus normas, sus acciones, la que a través de
actos constituyentes irá tomando decisiones”, destacó Elías Jaua, ministro
de Educación y jefe de la comisión presidencial que prepara la
constituyente.

Para elegirla, tanto en el campo territorial como en el sectorial la
votación será directa, universal y secreta. Un obrero, estudiante, pescador
o pensionado dispondrá de dos votos, como habitante de un municipio y como
partícipe en el listado de un sector social.

El poder electoral aceptó raudamente la propuesta de Maduro e informó que en
tres días habilitados se preinscribieron, vía Internet, más de 52 mil
aspirantes a un escaño en la constituyente. Los candidatos deberán presentar
en su apoyo las firmas de 3 por ciento de los electores de su municipio e
inscribirse a título personal. Los partidos políticos no podrán presentar
candidaturas. Aún no se ha decidido el cronograma ni las normas de la que
será una campaña electoral relámpago antes del último domingo de julio.

Oposición a la carga

La propuesta de Maduro exacerbó aún más a la oposición, que desde comienzos
de abril protestaba masivamente en las calles de decenas de ciudades “contra
el golpe de Estado continuado” y la “instauración de una dictadura”: el
Tribunal Supremo de Justicia había asumido las funciones del parlamento y
despojado de su inmunidad a los diputados de la Asamblea Nacional, de
mayoría opositora.

Esas decisiones fueron parcialmente revertidas después de que la fiscal
general, Luisa Ortega, declaró que se produjo una “ruptura del orden
constitucional”, pero la oposición, dirigida por la coalición
multipartidaria Mesa de Unidad Democrática (Mud), ya había cobrado vuelo y
masificaba sus cuatro demandas en la coyuntura.

Ellas son: un cronograma de comicios para alcaldes, gobernadores de estado y
presidente, eludido por el Consejo Nacional Electoral; la liberación de más
de cien presos políticos (o políticos presos, según el gobierno); respeto a
la Asamblea Nacional y a sus decisiones; y apertura de “un canal
humanitario” para que fluya cooperación internacional en alimentos y
medicinas, bienes por los que se padece desabastecimiento y carestía en
Venezuela.

A sangre y fuego

A partir de mayo se agregó una quinta demanda, “No a la constituyente”. Con
ello ambos bandos subieron la apuesta y la sostienen a sangre y fuego,
tratando de que el contrario retroceda: para Maduro “la constituyente va,
llueva, truene o relampaguee”, y para el número dos del Psuv, Diosdado
Cabello, la nueva asamblea propuesta “es innegociable”. Para la oposición,
en cambio, es impensable acompañar el nuevo proceso.

En la acera opositora surgen argumentos desde posiciones diversas: la
constituyente sería un ardid de Maduro y su grupo para perpetuarse en el
poder (según la Mud), es innecesaria e inoportuna (según el episcopado),
aumenta la confrontación (generales retirados que acompañaron a Chávez),
viola la Constitución vigente y principios del derecho (juristas y
académicos) y “busca implantar la dictadura” o “no resuelve los problemas de
alimentos y medicinas” (expresiones de los manifestantes en las calles).

Un aspecto destacado es la sobrerrepresentación que habrá en la asamblea,
pues se desechó la proporcionalidad, y municipios con unos pocos miles de
habitantes tendrán un diputado al igual que aquellos donde hay cientos de
miles de electores.

Como la Mud y otras entidades (jerarquía católica, universidades privadas y
estatales autónomas, gremios empresariales y profesionales, federaciones
estudiantiles, diversas agrupaciones sindicales, de indígenas y
organizaciones no gubernamentales) decidieron no participar en la
constituyente y militan en la calle en su contra –lo que presagia una
elevada abstención–, y como la convocatoria para julio marcha a paso
redoblado, es muy probable que el oficialismo tendrá la mayoría de los
escaños.

“Voltear a la fiscalía”

Según Maduro, las tareas de la constituyente “tienen que ver con transformar
el Estado para luchar contra el burocratismo y la corrupción, para construir
una sociedad más democrática y social”, a la vez que “es el único camino que
tenemos para la búsqueda de la paz y la justicia profunda”.

Sobre este último punto, adelantó que la constituyente establecerá una
comisión de la verdad para “destapar todos los hechos violentos” que se han
registrado en el marco de más de dos meses de protestas opositoras, las que
Maduro, el Psuv y la jerarquía militar han denunciado como seguidoras de un
guión, orientado desde Washington, para crear un clima de desestabilización
que permita liquidar el proceso bolivariano.

A la nueva asamblea se le confían una labor de largo aliento –elaborar una
nueva Constitución– y otras para lo más inmediato y cercano, como resolver
los desencuentros entre los poderes públicos, pues el Ejecutivo nacional
confronta a varios gobernadores y alcaldes, pero sobre todo a la Asamblea
Nacional, el parlamento elegido en diciembre de 2015, y más recientemente a
la Fiscalía General.

“Con la constituyente vamos a voltear patas arriba a la Fiscalía General”,
proclamó Cabello en su programa de la televisión oficial (véase recuadro),
en tanto el ministro Jaua, en un mitin, criticando a diputados opositores
que encabezan marchas de protesta, les advirtió: “Vamos a ver qué hacen
cuando se instale la constituyente y ya no tengan inmunidad”, lo que
presagia que la asamblea elegida en julio hará a un lado o disolverá el
parlamento en funciones.

Otro dirigente, Isaías Rodríguez, ex vicepresidente y ex fiscal general de
la república, integrante de la comisión que prepara la constituyente, dijo
–al instalarse un comando de campaña oficialista– que desde la nueva
asamblea “vamos a arrasar con la derecha, vamos a acabarla, vamos a
aniquilarla definitivamente”.

En la calle

Mientras los dirigentes de las dos aceras políticas sostienen su pulseada,
en las calles las protestas no cesan. En un guión repetido casi a diario, la
dirigencia opositora convoca a través de las redes sociales –y al margen de
la mayoría de los medios de comunicación tradicionales– a manifestaciones en
Caracas y las principales ciudades. Miles de personas acuden a los llamados.
También el oficialismo organiza marchas de respaldo, de diferentes sectores
sociales, principalmente frente a Miraflores, sede de la presidencia.

En provincia, con frecuencia, las manifestaciones degeneran en desórdenes,
reprimidos por la Policía Nacional y la Guardia Nacional (un componente de
las fuerzas armadas), pero a veces marchan en paz y la demostración concluye
sin incidentes. En Caracas, en cambio, desde hace tres años las fuerzas del
orden no permiten que los manifestantes se acerquen al centro de la ciudad,
y cuando las marchas toman camino hacia cualquier dependencia pública son
disueltas con profusión de gases lacrimógenos y chorros de agua.

Aunque oficialmente no hay armas letales en esos encuentros, en el contexto
de las protestas han muerto al menos 65 personas, incluidos algunos agentes
uniformados. Perecieron al recibir balazos, o bombas lacrimógenas disparadas
a quemarropa, o canicas o piezas metálicas disparadas con algún arma de
fuego, electrocutados durante un saqueo; y también dos personas fueron
linchadas, al parecer por manifestantes exaltados.

El ministro de Información, Ernesto Villegas, dijo que una investigación de
su despacho contabilizó ya 80 muertos en el marco de las protestas, la
mayoría de ellos transeúntes o personas que no participaban directamente en
la demostración opositora, pese a lo cual “hay una matriz comunicacional
para culpar de todas las muertes al presidente Maduro”.

Los heridos pasan del millar, los detenidos de 3 mil. Como la Fiscalía civil
libera a los aprehendidos contra quienes no encuentra evidencias
suficientes, el gobierno activó tribunales militares para juzgar a civiles,
algo prohibido por la Constitución, según los abogados defensores y Ong de
derechos humanos.

La prensa que cubre las demostraciones y su represión ha pagado un fuerte
costo en decenas de agresiones, heridas, despojo de materiales, daño o robo
de equipos, además de limitaciones para la cobertura.

Los daños atribuidos a la Policía y la Guardia Nacional llevaron al general
en jefe Vladimir Padrino, ministro de Defensa y comandante operacional de
las fuerzas armadas, a declarar el pasado 6 de junio que “no quiero ver a un
guardia más cometiendo otra atrocidad. Quien no se comporte como un
profesional que asuma su responsabilidad”.

Y en el continente

La Organización de Estados Americanos (Oea) fracasó en su intento de
alcanzar una resolución sobre Venezuela en la reunión de cancilleres que
efectuó en Washington el 31 de mayo. El grupo de 14 países (Brasil, Canadá,
Estados Unidos y la mayoría de los de habla castellana) no pudo frente a los
también 14 de la Comunidad del Caribe, con mayoría de habla inglesa. Sin
embargo, en el debate se coincidió en señalar que en Venezuela hay una
crisis y que la comunidad hemisférica debería aportar a su solución. Un
nuevo intento se hará posiblemente el 18 de junio, un día antes de que
comience en Cancún la asamblea general de la Oea.

Como Venezuela decidió retirarse de esa organización (aunque su canciller
irá a Cancún, pues la ruptura demora dos años en concretarse), más que
sancionar al país aplicando la Carta Democrática, que la organización adoptó
en 2001, se buscaría crear un mecanismo de acompañamiento o de impulso a un
entendimiento entre los contendores venezolanos para disminuir la
confrontación y buscar salidas al conflicto, por ejemplo conformando un
grupo de países amigos o de personalidades que ayuden en esa dirección.

El tema de la constituyente está muy presente en ese escenario, y sus
intríngulis son manejados con gran solvencia por las cancillerías de los
países vecinos. El secretario general de la Oea, Luis Almagro, ha postulado
que la constituyente “es parte del problema, no de la solución”. Y pasos que
da el gobierno venezolano al confrontar a los opositores son a menudo
criticados por Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, México,
Panamá, Paraguay, Perú, Estados Unidos y la Unión Europea. Llegan en cambio
respaldos de Bolivia, Cuba, Ecuador y Nicaragua, y alguna frase ecléctica
desde Beijing o Moscú.

Todo ello explica la prisa del gobierno por concretar esa asamblea, que se
presentaría como un hecho cumplido o carta a su favor, y de la oposición por
impedirla, para que la salida a la crisis gravite sobre las cuatro demandas
que ha mantenido el último año.

Finalmente, en el “flanco espiritual” del asunto, el Vaticano, que hizo de
acompañante o mediador en un fallido diálogo gobierno-oposición en 2016,
regresa a escena con una reunión este 8 de junio del papa Francisco con la
cúpula del episcopado venezolano.

En ámbitos más terrenales, trasciende que Estados Unidos estudia la opción
de imponer alguna sanción a la industria petrolera venezolana, mientras la
banca Goldman Sachs hace pingües negocios al comprar con enorme descuento
bonos de deuda venezolana que alivian las famélicas finanzas de Caracas. Y
la guinda: por ser en última instancia un país que depende de ingresos que
fluctúan con los precios del petróleo, Venezuela tiene un ojo puesto en la
conflictiva situación del Golfo Pérsico, que se aviva cada día (véase nota
de Francisco Claramunt en página 18).

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La fiscal general, Luisa Ortega Díaz

La piedrita en el zapato

“El día que repartieron el miedo yo no llegué”, comentó la fiscal general,
Luisa Ortega Díaz, a varios intelectuales y abogados que el pasado lunes
fueron a reconocerle su posición crítica ante el Ejecutivo y pedirle que
actúe sin temor frente al poder electoral.

Ortega se ha convertido en personaje central de la actual coyuntura
venezolana: acabó con la unanimidad de años en el oficialismo, descolocó a
otros poderes del Estado, desmintió a mandos militares y gubernamentales a
cargo de reprimir las protestas y mantiene la titularidad de la acción
penal, una herramienta, por no decir un arma, frente a funcionarios públicos
de cualquier nivel que traspasen la legalidad.

“Hay una ruptura del orden constitucional”, dijo a finales de marzo, y el
Tribunal Supremo debió dar un paso atrás en sus decisiones contra el
parlamento. Al avanzar las protestas conminó a los mandos militares y
policiales a respetar los procedimientos si querían mantener personas
detenidas. Desmintió al gobierno acerca de la muerte de un estudiante en
medio de una manifestación. Criticó a funcionarios y dirigentes oficialistas
que adelantan hipótesis sobre hechos que investiga la Fiscalía. Y el 1 de
junio pidió al Supremo que aclare la convocatoria a la constituyente, pues a
su juicio es innecesaria y regresiva frente a los derechos humanos
consagrados en la Constitución.

Abogada, de 58 años, nacida en las llanuras centrales, simpatizante en su
juventud del grupo izquierdista Ruptura (brazo legal de la insurgencia que
lideró Douglas Bravo, comandante guerrillero de los años sesenta y setenta
), Ortega hizo carrera en el Ministerio Público y el ex presidente Chávez
aupó su candidatura para la Fiscalía General a partir de 2005, siendo
reelegida por ocho años en 2013. Para su remoción sería necesario el voto de
la Asamblea Nacional, lo cual es difícil que ocurra pues la oposición no va
a defenestrarla, y por ello el oficialismo llama a la constituyente a
ocuparse del caso.

De carácter firme, empeñada en fortalecer su institución, con declaraciones
públicas muy bien calculadas y expuestas, Ortega también tiene talento u
olfato político, según sus colegas y colaboradores, quienes consideran que
su accionar es observado por oficialistas que seguirían sus pasos para
romper con las propuestas y la conducción de Maduro. Por lo pronto, su
esposo, el diputado del Psuv Germán Ferrer, ya anunció que se opone a la
constituyente.

Dirigentes del Psuv observan y cuestionan: “indigna” la llamó el
vicepresidente Tarek el Aissami. “El Tribunal Supremo debe designar una
junta médica para examinarla”, dijo el diputado Pedro Carreño. “Que
renuncie”, clamó el también diputado Darío Vivas en una concentración a las
puertas de la Fiscalía que acusó a la funcionaria de “traidora”. “Esa señora
está trabajando preaviso (lapso legal para retirarse de un empleo)” comentó
la ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela. Maduro, al reclamar
acciones frente a la violencia en las protestas, ha dicho que Ortega “tiene
derecho a la posición política que quiera, pero tiene el deber de trabajar
por la verdad”.

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