Femicidios/ Las niñas de Guatemala [Cristina Burneo Salazzar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 19 23:28:23 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

19 de marzo 2017

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Femicidios

Las niñas de Guatemala

Guatemala también le duele al mundo. Cientos de ciudadanos piden justicia
por la muerte de más de 40 niñas y adolescentes de un hogar estatal del
municipio San José Pinula. Los abusos sexuales y físicos a los que eran
sometidas les llevó a provocar un incendio como protesta. ¿Qué le dice esta
tragedia al mundo?

Cristina Burneo Salazar

La Barra Espaciadora, 12-3-2017

http://www.labarraespaciadora.com/

Estaban hacinados. Eran 807 niños y jóvenes en noviembre. Vivían en San José
Pinula, en las afuera de ciudad de Guatemala. El Hogar Seguro Virgen de la
Asunción es una combinación de prisión, orfanato y albergue, y solo caben
400 personas. No es un centro de acogida como se esperaría, y su
funcionamiento se asemeja a las correccionales del siglo XIX que, al no
considerar a los niños como seres humanos plenos, reducían sus cuidados a lo
mínimo y se concentraban en el castigo. Las pequeñas, desprotegidas y
abandonadas. En la historia de la pobreza y la indigencia, en donde los
niños son maltratados por los Estados, las niñas viven en un estado
particular de indefensión que las expone a la muerte, o a una vida más
aterradora que la muerte. Tras un incendio en este albergue, hasta la
madrugada del domingo 12, cuando escribo esto, han fallecido 42 niñas
calcinadas o quemadas.

Nómada, medio digital de Guatemala, describió así a la población del hogar
en este texto: “Algunos fueron reclutados por las pandillas para el robo, la
extorsión o el asesinato. Otros cometieron la insolencia de pertenecer a una
familia que los abandonó a la calle, a un padre que les pegaba hasta que un
vecino llamó a la policía. A una red que las prostituía siendo niñas. A unos
padres que no supieron qué hacer cuando vieron que su hijo tenía capacidades
especiales. Otros nacieron allí, hijos de adolescentes violadas por sus
compañeros o sus maestros o los trabajadores de la Secretaría de Bienestar
Social del Gobierno de la República de Guatemala”. Un lugar para los
olvidados, nacidos bajo el signo terrible de la violencia. La misma
violencia que los devolvía al albergue como un maldito búmeran.

Karen Ramos trabaja en este caso. Me explica: “Extrañamente, la noche del 7
de marzo los monitores abren las puertas del hogar para que salgan los
niños. Se ‘escapan’ entre 50 y 60. En las condiciones en que viven estos
niños, por supuesto se desatará una revuelta. Al recapturarlos los separan
en grupos de hombres y mujeres, y 50 chicos son encerrados sin permiso de ir
al baño. Tienen que orinar en el mismo cuarto donde pasan toda la noche. Los
jóvenes dicen que vieron cuando se llevaron a sus compañeras para que fueran
violadas. También tenemos la versión de que la policía tenía las llaves de
los cuartos. Eso es un delito. Ellas estaban en un cuarto muy pequeño
cerrado con llave que fue incendiado”.

Coincido con Karen en que la narrativa construida para este caso es una
narrativa de reclusos, no de niños en estado de indefensión. “Se escaparon,
los recapturaron”. “Si están en un centro de reclusión no se pueden escapar,
pero se habla como si se tratara de cárceles. Sara Oviedo, relatora de niñez
de ONU, visitó este centro y lo comparó con las cárceles del Holocausto.
Había que cerrarlo. Ahora estamos esperando el informe del Congreso, pero
hay muchos indicios de que el incendio fue provocado”.

Las niñas eran violadas, obligadas a abortar o forzadas a tener a los bebés
de sus violadores. Habían sido encarceladas en un hogar en que supuestamente
las protegían. Hablo también con Alba Marina Escalón, artista y traductora
guatemalteca que ha construido un altar para las niñas. Alba ha acudido a la
protesta del sábado 11 en la Plaza de la Constitución. Entre defensores de
DDHH, ciudadanía, testigos, hay varias hipótesis, pero todas ellas
desembocan en una certeza: las 42 niñas que han fallecido hasta hoy fueron
asesinadas, no murieron en un accidente. Se trata de 42 femicidios
simultáneos. Los bomberos fueron notificados media hora después de desatado
el incendio. Una eternidad. Una vez en la puerta, no los dejaban entrar, y
un cuarto ardía en llamas con decenas de niñas dentro. Era el 8 de Marzo.

Es posible que las niñas hubieran sido encerradas en un lugar en donde había
gasolina, como un taller. Hay rastros de combustible en los cuerpos, dicen,
como si hubieran sido rociadas. El incendio se dio por las denuncias de las
niñas, y quizás también porque dentro del hogar podría existir una red de
trata: podrían haber sido prostituidas. Entre las sobrevivientes,  hay nueve
niñas embarazadas. Nueve. ¿Seguimos pensando que la posición provida
defiende algo cuando son justamente estas vidas en estado de indefensión las
que hay que proteger? ¿Qué responderán los gobiernos de nuestros países ante
esto? “Han iniciado los funerales y los entierros. No se sabe si las niñas
que murieron también estaban embarazadas. Yo siento que es un aborto masivo
forzado provocado por el Estado, asesinaron a esas niñas para deshacerse de
esos bebés frutos de la violación”, dice Alba. Su interpretación me
estremece: es un exterminio.

También es una contradicción sin nombre. Unas semanas antes había llegado a
aguas internacionales frente a la costa guatemalteca el barco de Women on
Waves para asistir con abortos seguros a mujeres criminalizadas por abortar.
El barco tuvo que irse porque estaban en riesgo: tanto el Congreso como el
Ejército de Guatemala rechazaron su presencia. La posición provida de las
instituciones del Estado en Guatemala deja morir a sus mujeres, como lo
explica Gabriela Miranda, pero prohíbe que se les dé asistencia médica. Hay
niñas que terminan en albergues donde son violadas, y cuando son embarazadas
se les provocan abortos inhumanos o se les obliga, de manera igualmente
inhumana, a mantener sus embarazos. Cuando llega asistencia internacional,
se les prohíbe recibir atención digna.

Una muchacha muy joven decide dar su testimonio para la televisión: “Nos
hicieron mucho daño. Nos pegaban, nos violaban, a mí me hicieron abortar a
los 13 años: a mi nena la tiraron en el barranco. A mi otro niño no lo
conozco, tiene 3 años. Nos ponían inyecciones de vaca para que dejáramos de
hacer bochinche. Queríamos ver a nuestras mamás y no nos dejaban, nos
violaban”. A esta muchacha la obligaron a abortar de manera brutal, pero
jamás le permitirán abortar gratuitamente y a salvo. Tendremos que recordar
estos testimonios y darles todo el valor que tienen: en Guatemala hubo un
campo de tortura para niños y el Estado lo sabía.

Este testimonio coincide con otro que registra Alba cerca del parque
central. Así me lo cuenta: “Llegó una chavita con su tío, empezaron a
hablarnos. Ella había estado en el hogar por 3 meses y conocía a todas las
niñas asesinadas. Nos contó de los maltratos: los mantienen drogados para
dormirlos, para que no se rebelen. Cuando le preguntamos si las violaban, se
queda callada y baja la cabeza”. La muchacha dice también que en el sitio
había siete sectores. El 1, pandilleros, 2, migrantes, 3, prostitutas, 4,
violaciones…Había un sector especial para muchachas que habían sufrido abuso
sexual, pero allí dentro iban a seguirlas violando.

Por eso denunciamos, porque esta violencia es pavorosa, porque los Estados,
las instituciones y el poder se ensañan cada vez más contra las niñas y las
mujeres, y en esa desigualdad de fuerzas siempre estará, al fondo, la
muerte. Por eso mismo tuvo lugar la revuelta de las niñas, como dice el
comunicado de la red Tzk’at de sanadoras ancestrales y feministas
comunitarias de Iximulex: “Las niñas se agruparon porque denunciaban malos
tratos, falta de amor, falta de comida, enfermedades, violencia sexual,
intentos de suicidio, olvido de la sociedad. Se agruparon porque querían
vivir, porque todavía tenían sueños como otras niñas en el mundo que
disfrutan en libertad y alegría”.

Queda el resto de niñas que sobrevivieron el incendio. Esta misma red ha
demandado su resguardo. Estas niñas, que todavía podrían soñar, volverán un
día a una sociedad que les hizo saber que no las quería, que las había
olvidado y que las prefiere muertas. Cuando hablamos de despenalización del
aborto, de protección a la niñez, estamos hablando de salvar estas vidas de
la violencia de gobiernos provida y misóginos como ha demostrado serlo en
esta tragedia el del derechista Jimmy Morales, cuyo secretario de Bienestar
Social llegó a decir que las niñas de rebelaron “porque no les gustaba la
comida”. Este poder siniestro es ahora una sombra que se cierne sobre todos
nuestros países.

Se afirmó también que, en la fecha histórica del 8 de Marzo, las niñas se
rebelaron conociendo sus derechos. No fue así, dice Karen Ramos. En efecto,
se idealizó la narrativa de estos asesinatos por la fecha del incendio, pero
por supuesto no deja de tener un valor sombríamente simbólico.

En el incendio de las niñas se reproduce un hecho macabro: el asesinato de
las 123 obreras textileras en Nueva York en 1911. Ellas también murieron
quemadas al verse encerradas en la fábrica donde trabajaban. Despierta
también el incendio en donde murió la escritora Zelda Fitzgerald en
Asheville: ingresada en un hospital psiquiátrico, ella y otras ocho mujeres
murieron quemadas. Algunas estaban atadas a sus camas y otras, tan sedadas
que no lograron escapar. Sedadas como los niños del hogar Asunción. La
historia de las mujeres quemadas en hogueras, cacerías de brujas, fábricas,
psiquiátricos, no es folclor. Hoy volvemos a confirmarlo de la manera más
dolorosa. La muerte de estas niñas se considera en muchos sectores de la
vejada sociedad guatemalteca como una ejecución extrajudicial que va a
sacudir la Historia de Guatemala y de todos nuestros países.

Pensamos que ya no nos quemarían. Pensamos que podíamos cantar “Somos las
nietas de las brujas que no pudieron quemar”, o las nietas de las obreras,
de las locas, de las descartadas. Lo cantábamos hace unos días en más de 60
países. A estas niñas sí las pudieron quemar, ellas no tendrán nietas que
canten lo mismo que nosotras cantamos ahora. Esa historia en donde nos
pensábamos sobrevivientes la vemos hoy, a través de las niñas de Guatemala,
del otro lado, siniestro. En esa fuerza internacional que formó el 8 de
Marzo debemos inscribir también este duelo. Así como fue internacional y se
regó como pólvora nuestra fuerza, así también este duelo debe regarse como
cenizas de memoria por las niñas de Guatemala. De la pólvora a las cenizas
para resurgir una vez más, en memoria de ellas. Seguir vivas es nuestra
revuelta.

Actualización:

Al mediodía del domingo 12 de marzo, Karen Ramos desde Guatemala según
información recabada por la Comisión Nacional Contra el Maltrato y Abuso
Sexual Infantil (CONACMI): “El número de víctimas es de 58. Hasta hoy en la
madrugada habían fallecido 42: 19 en el hogar y 23 en hospitales. De ellas
han sido reconocidas 30. El resto aparece como XX y se requerirá un examen
de ADN. De entre las sobrevivientes, hay 11 en hospitales, 4 han sido
trasladadas a Estados Unidos y 3 están por ser trasladas allá. Ellas, junto
con las 4 niñas que ya viajaron, se encuentran estables pero tienen el
rostro desfigurado. Hay dos casos de adolescentes que no van a ser
reclamadas por familiares y son de la región de Baja Verapaz. Se presume que
habrá más casos así. Un total de 30 niñas han sido entregadas.”

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