Uruguay/ mapa de género: mujeres y trabajos [Azul Curdo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mar 26 13:30:43 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

26 de marzo 2017

Boletín Informativo

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Uruguay

Mujeres y Trabajos

Ubicarnos en el mapa

El CIEDUR presenta la actualización del Mapa de Género que desde hace ya
varios años viene levantando para describir la situación de las mujeres en
el mercado laboral uruguayo y que aporta elementos rotundos para medir la
distancia entre la declamada “igualdad ante la ley” y las realidades del
mercado.

Azul Curdo

Brecha, 24-3-2017

http://brecha.com.uy/

Cuando se habla del “trabajador ideal” se sigue imaginando a un varón
incansable, comprometido, con largas jornadas de trabajo, que mantiene el
hogar. Pero la realidad es que el 90 por ciento de los hogares
monoparentales están a cargo de mujeres, advierten las investigadoras de
Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarollo / Uruguay (Ciedur)
Alma Espino y Soledad Salvador.

Son las mujeres las que llevan una doble jornada laboral, y su acceso al
empleo remunerado sigue presentando restricciones, que producen y reproducen
desigualdades de género.

En cuanto a las restricciones las hay intrínsecas e impuestas, señala uno de
los últimos estudios de Ciedur en el que se compara la situación en ocho
países de América Latina.(1) Este estudio forma parte de los análisis que
integran el Mapa de Género que la organización presentará hoy de tarde junto
con la Secretaría de Género del Pit-Cnt en la sede de la central sindical.

Restricciones intrínsecas serían aquellas relacionadas a estereotipos que
desembocan “naturalmente” en que las mujeres ocupen empleos asociados
tradicionalmente a su género y que son, también, los peor remunerados. Las
mujeres son enfermeras, trabajadoras domésticas, secretarias, y si cursaron
medicina, pediatras. En enseñanza, servicios sociales y salud, representan
el 76 por ciento de las personas ocupadas, mientras que en la construcción
sólo el 5,2.

Las restricciones impuestas, en cambio, implican la existencia de normas,
procedimientos y prácticas definidas por el Estado y el mercado que
refuerzan los mismos estereotipos. Éstas afectan especialmente a las mujeres
más educadas y son los obstáculos adicionales que deben enfrentar para
lograr el acceso y el control de diferentes recursos (tierra, capital,
créditos, tecnología) u ocupar cargos jerárquicos, o simplemente recibir una
remuneración acorde a su calificación.

Como señalaron a Brecha Espino y Salvador, a pesar de que las mujeres
representan el 60 por ciento de los profesionales científicos e
intelectuales, perciben hasta 25 por ciento menos que sus pares varones, con
el mismo nivel terciario.

Pero, según afirman las investigadoras en el estudio citado, “lo más difícil
de transformar es la desigual distribución de roles en el hogar (que) se
reproduce en el mercado laboral y en las propias políticas que buscan
fomentar el empleo”.

Incluso porque ya ha quedado en claro que, cuando una mujer sale a trabajar,
es otra mujer la que queda en su casa haciendo el trabajo de cuidados, no
remunerado o mal pago. Así se profundiza otra brecha de género, una que
opera entre las propias mujeres.

Vete destino

La maternidad y el trabajo doméstico son “cuestiones que las mujeres no ven
ya como sus únicas posibles fuentes de desarrollo personal” reconocen las
investigadoras. Sin embargo “siguen considerándose un destino”. Y ese
“destino”, a la hora de trabajar en forma remunerada, les impone
dificultades adicionales.

Así es frecuente que las mujeres con hijos pequeños tiendan a reducir la
carga de trabajo remunerado y a ocuparse como cuentapropistas, hagan
malabarismos con los horarios, o incluso terminen por retirarse del mercado
laboral.

El Mapa de Género elaborado a partir de la Encuesta Continua de Hogares del
Ine muestra que la tasa de actividad masculina total en Montevideo alcanzó
el 73 por ciento en 2015, mientras que entre las mujeres es del 57,8. Y la
brecha se acentúa según la clase social a la que pertenecen: mientras las
montevideanas del quinto quintil tienen una tasa de actividad del 60 por
ciento, las del primero sólo alcanzan al 51.

En el campo el asunto es más grave aún. En zonas rurales con menos de 5 mil
habitantes, los hombres presentan una tasa de actividad de 76 por ciento y
las mujeres de 52. La tasa del quinto quintil es casi idéntica a la de las
montevideanas (59 por ciento), pero entre las del primero la tasa se reduce
al 42.

El desempleo también afecta en mayor medida a las mujeres (8,9 por ciento
contra 6,4 en los varones). Pero además semanalmente ellas dedican siete
horas menos a su ocupación remunerada por tener que destinar más tiempo a
tareas que no lo son, lo que repercute, claro está, en sus ingresos.

Para resolver estas desigualdades no hay una única salida. Salvador no se
cansa de proponer un “pool de opciones”, entendiendo por esto una suerte de
abanico de políticas públicas y programas.

Este pool debería diseñarse respondiendo a las circunstancias concretas en
las que están las mujeres: ¿cómo implementar guarderías cuando una madre
tiene trabajo nocturno y es la jefa de hogar?, ¿dónde dictar cursos de
capacitación si éstos quieren alcanzar a mujeres a cargo de hogares
monoparentales de los que no se pueden alejar demasiado por mucho tiempo?

También hacen falta cambios culturales que promuevan la corresponsabilidad
del hombre para desterrar conceptos como que él “ayuda” en la casa, cuando
limpia o cuida a los niños. Esta materia no sólo la deben los uruguayos. “Es
cierto que en los países nórdicos tienen mejores leyes que fomentan la
igualdad, por ejemplo, otorgan más días para la licencia paterna, pero esto
no quiere decir que los hombres estén optando por esta posibilidad”,
advirtió Espino.

Sin embargo, para la economista la posibilidad de revertir las desigualdades
sigue fundamentalmente vinculada a que las mujeres obtengan ingresos propios
por medio de un trabajo remunerado y de calidad. El cambio necesario debería
reflejarse en las tasas de actividad, en las de empleo, desempleo y en la
brecha salarial entre ambos sexos, donde se ven avances pero demasiado
restringidos al sector público.

Coordenadas

El Mapa de Género no pretende solamente ofrecer un estado de situación sino
también servir como herramienta de transformación, especialmente dando
“impulso a la participación de las mujeres en organizaciones sindicales”,
según explicaron desde Ciedur

Por eso la edición que se presenta esta tarde incluye una sistematización de
las cláusulas de género que figuran en 125 de los 215 convenios aprobados en
la quinta ronda de los Consejos de Salarios (2012-2014). Se detalla la
inclusión de ratificaciones de leyes y tratados de la Oit y otros
organismos, referidos a igualdad de oportunidades, no discriminación,
prevención y sanción de acoso moral, sexual y laboral, entre otros.

El minucioso trabajo permite identificar perlitas que dan cuenta de cómo las
restricciones intrínsecas se vuelven impuestas. Así una “licencia especial
para mujeres” dispone que las madres de menores de edad de hasta 15 años y/o
con hijos con “capacidades diferentes” (sic) puedan solicitar una licencia
especial de hasta ocho días al año “para poder atender a sus menores hijos
en estado de enfermedad; internación o para su traslado a controles médicos
en centros asistenciales de salud pública o privada” y que “las empresas
abonarán a las trabajadoras que soliciten este beneficio (…) el 50  por
ciento del valor horario del día de licencia solicitado (…)”. Más que
beneficio, una nueva discriminación que redunda en más carga de trabajo no
remunerado para las mujeres y en sacar del plano cualquier tipo de
corresponsabilidad paterna. Un intento más de naturalizar un rol.

Notas

1) “Restricciones y oportunidades para promover el empoderamiento económico
de las mujeres”, Montevideo, Ciedur, 2016. Estudio realizado en Argentina,
Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua y Uruguay.

2) “El lugar de las mujeres en la toma de decisiones”, Inmujeres, Cuadernos
del Sig, número 5, Uruguay, noviembre de 2016.

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