Estado español/ la precariedad tiene rostro de mujer [Nuria Alabao]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mayo 2 23:07:47 UYT 2017


  _____

Correspondencia de Prensa

2 de mayo 2017

Boletín Informativo

https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

  _____

Estado español

La precariedad tiene rostro de mujer

Nuria Alabao

cxt, contexto y acción, 26-4-2017

http://ctxt.es/

Las cifras de desigualdad salarial saltan de vez en cuando a las noticias y
nos dejan en shock: las mujeres cobran entre un 20 y un 25% menos que los
hombres. Pero ¿qué significan realmente estas cifras y por qué sucede esto?

A veces la brecha salarial se mide como la diferencia entre el salario medio
de los hombres y el de las mujeres –y ya sabemos que las medias pueden
esconder situaciones muy diversas–. Estas cifras, por tanto, no quieren
decir que a igual trabajo cobremos un 25% menos. Aunque si tomamos por
ejemplo la media por hora trabajada, sigue siendo alta: casi un 15%, según
el último Eurostat. Un informe reciente de la UGT concluye que las mujeres
cobramos menos en la mayoría de sectores, en todos los niveles educativos,
con cualquier tipo de contrato y de jornada. En teoría, los convenios
colectivos impiden la discriminación salarial pura y dura, pero todavía se
da que a mismo trabajo, diferente sueldo. Primero, porque se reconocen de
forma distinta empleos que tienen igual valor, según estén realizados por
hombres o por mujeres, pero también porque se premian con complementos
salariales unas tareas en detrimento de otras o se pagan de forma distintas
las horas extra.

Lo que indican los números, y cualquier dato que haga referencia al género
en el ámbito laboral, es que la desigualdad está instalada en nuestra
sociedad y se reproduce muy especialmente en el mundo del trabajo. Así, una
parte importante de esta diferencia nos indica que la precariedad se ceba
más en las mujeres. O sea, si los empleos están cada vez más degradados, con
salarios más bajos y más inseguridad, podemos estar seguras de que los
peores lugares de la jerarquía laboral son femeninos. Así, el 72% de las
jornadas parciales en España lo ocupan mujeres y la mayoría no lo ha
elegido, sino que no ha encontrado otra opción –el 58%–. Con estos minijobs
ya sabemos que no se puede vivir, es decir, tener un trabajo, ya no
garantiza salir de la pobreza. El porcentaje pues de trabajadoras pobres en
España es el más alto de la UE, tan solo superado por Rumanía.

En la carrera de los indicadores, también quedan las últimas. Por ejemplo,
este primer trimestre la tasa de paro femenina se incrementó hasta el 20,5%,
mientras que la masculina se mantuvo en el 17,2%. Y es que la posibilidad de
embarazo y los permisos de maternidad todavía implican desigualdad a la hora
de encontrar trabajo. Otro triste récord gracias a las últimas reformas
laborales del PP es que somos el país de Europa con más trabajos temporales.
Otra vez, de mayoría femenina y sigue subiendo, casi el 80% de los contratos
firmados por mujeres son temporales. Temporalidad, jornadas parciales e
inestabilidad en el empleo cóctel perfecto para presionar a la baja los
salarios. A los empresarios, sobre todo del sector servicios –donde más se
concentran las mujeres– les beneficia.

De hecho –y aunque afecta a todos los sectores– muchas de las
externalizaciones a empresas multiservicios realizadas por empresas para
deshacerse de trabajadoras contratadas y de los convenios colectivos afectan
a mujeres. Las Kellys –“las que limpian los hoteles”– han tenido éxito a la
hora de denunciar esta situación por la que han visto descender sus salarios
y aumentar horas de trabajo en peores condiciones. Hemos visto sus bolsos
llenos de pastillas para poder seguir el ritmo de un trabajo infernal que
sufren en sus cuerpos doloridos.

Los trabajos de las pobres

La mayoría de la fuerza laboral femenina se concentra en aquellas
ocupaciones que tienen relación con los roles y estereotipos que
tradicionalmente se nos han atribuido como cuidar, limpiar, o aquellos
trabajos que implican emociones. Lo más curioso es que muchas de estas
labores se menosprecian precisamente porque las desarrollan mujeres. Cuando
un trabajo se “feminiza”, es decir, pasa a ser realizado mayoritariamente
por mujeres, sistemáticamente empeoran sus condiciones laborales y de
estatus. Es decir, bajan sus salarios también.

Ahora mismo, estos se dan en el sector servicios –cocineras, camareras,
limpiadoras, camareras de pisos, cajeras de supermercado, teleoperadoras– o
en el de cuidados –trabajadoras domésticas, cuidadoras, niñeras– como
comprobamos en la última Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto
Nacional de Estadística (INE). La expansión de estas ramas nos indica que la
creciente participación de la mujer en el mundo laboral se debe, al menos en
parte, al hecho de que se han trasladado al mundo laboral actividades que
antes las mujeres realizaban gratis o como criadas infrapagadas.

Los trabajos que están más degradados, además, son aquellos más invisibles.
El caso más evidente es el de las trabajadoras domésticas en el que todavía
hoy se emplea una parte muy importante de la fuerza laboral femenina, muchas
veces sin contratos, sin horarios, sin derechos. Muchas de estas
trabajadoras domésticas son inmigrantes, porque la ley de extranjería las
hace todavía más vulnerables. Si eres mujer y migrante, tienes muchas
posibilidades de estar en lo más bajo de la escala social.

Pues parece que sí. Todavía hay trabajos de “mujeres y de hombres”, y estos
trabajos feminizados tienen peores condiciones laborales porque debido a
condiciones estructurales, ahora y en el pasado, las mujeres tienen menos
posibilidades de elección y más presión para desempeñar trabajos mal
retribuidos. También, por supuesto, y esto es importante, porque tienen que
combinarlos con el trabajo invisible en el hogar. Así, las carreras de las
mujeres son más intermitentes debido a las labores de limpieza y cuidados
que tienen que ejercer con niños, ancianos y dependientes.

Algo de historia

Históricamente las mujeres han tenido que hacer ese tránsito continuo entre
el trabajo pagado y el no pagado, con todas las dificultades que eso
entraña. Mientras que los hombres se han limitado a la esfera del trabajo
remunerado. Como explica Nancy Fraser, esta división entre trabajo
productivo y reproductivo –en el hogar– se produjo desde la era industrial.
Fue entonces cuando la masa laboral masculina fue salarizada, mientras que
las actividades reproductivas se retribuyeron con la moneda del amor y la
virtud. Pero en el mundo que inauguró la revolución industrial, en el que el
dinero se convirtió en el principal medio de poder, quienes se quedan
encargadas del trabajo no pagado quedarán estructuralmente subordinadas a
aquellos que sí tendrán retribuciones monetarias. Este es el origen de la
desigualdad.

Las mujeres cobrábamos menos que los hombres porque se suponía que nuestro
lugar era el hogar y los salarios más bajos se justificaban porque se
consideraban un suplemento al del marido o el del padre, lo que garantizaba
la subordinación. Aunque esta imagen no dejaba de ser un mito que no se
correspondía con la realidad vivida por muchas mujeres: tanto solteras como
casadas –sobre todo de clase obrera– que trabajaban en proporción mucho
mayor que la indicada por las estadísticas y a veces eran cabezas de
familia.

Esto tendrá su correlación en el mundo laboral, como explica Ulla Wikander
en De criada a empleada: Poder, sexo y división del trabajo (S.XXI,2016),
entre las décadas de 1960 y 1980, al producirse la gran irrupción de la
mujer en el mundo del trabajo fuera del hogar, el mercado laboral ya había
sido estructurado según el sexo biológico mediante un proceso que había
durado siglos. Y si la división laboral según géneros demostró ser muy
ventajosa para los patronos, será la ley la que fijaría la base de esta
subordinación al hombre en el ámbito del trabajo. Por ejemplo, durante el
periodo de entreguerras, la prohibición del aborto y de las medias
preventivas del embarazo fue de la mano de las restricciones del trabajo
femenino en el mercado laboral. Así como hoy, los hogares han sostenido el
recorte de gasto público en servicios sociales y de cuidados –ley de
dependencia, guarderías, residencias, educación, salud, etc.– y están
condenando a las mujeres a asumir todas esas tareas extra. Las que pueden, a
su vez, externalizan esos cuidados contratando a otras mujeres, generando
uno de esos trabajos feminizados mal pagados.

Pero si algo nos enseña la historia del feminismo es que se pueden
conquistar derechos formales al mismo tiempo que perdemos terreno en el
ámbito laboral. Hoy, el empeoramiento de las condiciones de trabajo de las
mujeres durante la crisis así lo indica. También sabemos con certeza que
cada una de las conquistas en relación con la igualdad de género ha tenido
que ser peleada con fiereza por las mujeres. Por tanto, quizás es tiempo de
poner en el centro de la lucha feminista otra vez la cuestión laboral y su
relación con la clase.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20170502/3ce0b55d/attachment.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa