Ecuador/ Atrincherados: intrigas políticas y guerra de posiciones en el partido de gobierno [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 10 21:46:50 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

10 de noviembre 2017

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Ecuador

Atrincherados 

Intrigas políticas en el partido de gobierno de Ecuador

La apuesta correísta por desplazar al mandatario Lenín Moreno de la
presidencia del partido Alianza País fracasó, pero dentro del partido
gobernante se sigue librando una guerra de posiciones entre los seguidores
del ex presidente Rafael Correa y su sucesor. Mientras tanto, en Ecuador se
habla más de intrigas partidistas y menos de política.

Decio Machado

Brecha, 10-11-2017

https://brecha.com.uy/

La guerra de posiciones, también conocida como guerra de trincheras, si bien
fue utilizada como táctica militar en la guerra de secesión de Estados
Unidos y en la guerra ruso-japonesa, adquirió su protagonismo mundial a
partir del fracaso de la ofensiva relámpago iniciada en Europa por los
alemanes en 1914. La estrategia militar de frentes estables inmovilizó
durante años a los ejércitos en líneas de trincheras. Este nuevo escenario
bélico propició una guerra de desgaste, produjo un elevadísimo número de
bajas y arruinó la moral de los soldados que se vieron obligados a luchar
durante años en penosas condiciones.

En los párrafos más legendarios de sus Cuadernos de la cárcel, Antonio
Gramsci reflexionaría sobre estas estrategias de guerra, posición y maniobra
–defiendo a esta última como el asalto–, entendiendo al Estado como apenas
una trinchera avanzada más del conjunto de fortificaciones de los sectores
populares en su lucha por la hegemonía. Gramsci tuvo que releer a Maquiavelo
para entender que la hegemonía es la capacidad orgánica de los sectores
dominantes para convencer a las mayorías sociales de aceptar los relatos que
justifican y explican el orden político.

La guerra de posiciones, la disputa por la hegemonía y parte del pensamiento
estratégico de Gramsci con respecto al funcionamiento del poder y el Estado
moderno volvieron a tomar actualidad en la disputa política existente en
Ecuador.

A finales del pasado octubre la facción hard de seguidores del ex presidente
ecuatoriano Rafael Correa dentro del partido gobernante, Alianza Pais –que
controla una parte importante de la directiva nacional de dicho partido–,
determinó unilateralmente y de forma no reglamentaria retirar al presidente
de Ecuador, Lenín Moreno, de la presidencia de su agrupación política y
posicionar en su lugar a Ricardo Patiño (quien ejercía como segundo
vicepresidente del partido; el primer vicepresidente está preso, investigado
por corrupción). El objetivo era hacerse fuertes en las trincheras del
aparato del partido oficialista con el fin de obstaculizar las reformas
emprendidas por el actual mandatario y su equipo ministerial.

Sin embargo, apenas unas horas después, varios miembros del gabinete
presidencial y del buró político de Alianza Pais rechazarían públicamente
dicha decisión, definiéndola como arbitraria y antidemocrática. Ante la
confusión generalizada de la militancia, simpatizantes y redes clientelares
del partido político hegemónico en Ecuador, el Tribunal de Garantías Penales
dejó –de forma inmediata– sin efecto la decisión adoptada por la directiva
nacional del partido, prohibiendo al Consejo Nacional Electoral inscribir al
ex ministro correísta Ricardo Patiño como nuevo presidente de Alianza Pais.

Orígenes de la intentona

El enfrentamiento entre correístas y morenistas en el partido gobernante
tiene su origen prácticamente en el mismo día de la investidura del
presidente actual, Lenín Moreno.

Pese a que Moreno fue parte del binomio presidencial de Rafael Correa en las
elecciones de 2006 y de 2009, ejerciendo durante ambas legislaturas como
vicepresidente de la república, en la actualidad el ex mandatario
ecuatoriano es el principal opositor de su gobierno. En la guerra de
trincheras dentro de Alianza Pais y en los distintos frentes
institucionales, mientras los partidarios de Moreno han trazado una política
de reformas que conlleva una narrativa autocrítica respecto de determinadas
políticas públicas aplicadas durante la anterior legislatura y la apertura
de procesos de investigación sobre distintos casos de corrupción
institucional, los correístas intentan derrumbar la figura del presidente
posicionándolo como un traidor que se ha aliado con la derecha.

En esta pulseada que se viene dando en los poco más de seis meses de mandato
de Moreno, el correísmo –al menos hasta ahora– aparece como claro perdedor.
Mientras el actual mandatario ostenta elevados índices de popularidad, la
figura de Rafael Correa –quien dejó una economía nacional en recesión– se ha
visto seriamente deteriorada, mientras se destapan cada vez más casos de
corrupción entre sus colaboradores cercanos.

El último movimiento táctico del presidente Moreno fue convocar a una
consulta popular sobre siete propuestas, entre las cuales se destacan la
anulación de la enmienda constitucional –realizada en la última etapa
correísta– que permite la reelección indefinida del presidente de la
república, buscando imposibilitar que Rafael Correa sea candidato
presidencial en las próximas elecciones; y la reestructuración del Consejo
de Participación Ciudadana y Control Social –organismo estatal compuesto por
personalidades afines al ex mandatario–, abriendo la posibilidad de evaluar
el desempeño de las autoridades en organismos de control del Estado, y
cesarlas.

De ser aprobadas estas dos reformas –y todos los sondeos de opinión hasta el
momento así lo indican–, el correísmo sufrirá un vaciamiento completo de
poder y se anularía cualquier posibilidad futura de una rearticulación
política de esta tendencia.

Y el movimiento de los sectores correístas dentro de su organización
política, buscando la destitución y posterior expulsión de Lenín Moreno del
partido, se debe justamente a la iniciativa del actual gobierno de llevar a
cabo dichas reformas. En paralelo, esta fracción política está presionando a
la Corte Constitucional –cuya composición viene del período anterior y tiene
clara afinidad con Correa– buscando que dichas preguntas no sean
viabilizadas. De igual manera los correístas en la bancada oficialista,
buscan bloquear las iniciativas políticas provenientes del Ejecutivo y el
juicio político contra el encarcelado vicepresidente Jorge Glas.

Juego de estrategias

Sin fuerza política y apoyado ya tan sólo por un sector de voto duro
identificado con sus postulados, el cual se estima entre el 20 y el 23 por
ciento del electorado, el correísmo es consciente de que el tiempo juega en
su contra.

El diseño estratégico del correísmo para intentar destituir a Moreno
consistía en generar una crisis política dentro de Alianza Pais que
desembocase en una convención nacional extraordinaria, la cual, con Rafael
Correa a la cabeza, permitiese recobrar las riendas de su partido y la
hegemonía perdida en la política nacional. Sin embargo este movimiento
político, creado apenas seis meses antes de su primera victoria electoral en
2006, y sin bases políticas en aquel entonces, se construyó verticalmente a
la sombra del poder, con cuadros y caciques políticos de perfil arribista, y
fuertemente enraizado en la tradicional política clientelar ecuatoriana,
elementos que dejaron de ser funcionales al correísmo una vez que el ex
mandatario abandonó la poltrona presidencial.

Los resultados de este último pulso político han sido devastadores para
Rafael Correa: los morenistas anunciaron públicamente que 44 de los 75
asambleístas que conforman la bancada oficialista en la Asamblea Nacional se
alinearon con Lenín Moreno, lo que vino a significar que Correa perdió el
control del Legislativo, mientras que la mayoría de las direcciones
provinciales del partido han manifestado su rechazo a la resolución de la
directiva nacional y su apoyo a Lenín Moreno.

Pese a ello, Ricardo Patiño, principal operador político de Correa en el
país mientras éste sigue residiendo en Bruselas, anunció la pronta llegada
del ex mandatario a tierras ecuatorianas, previendo que los principales
dirigentes correístas que participaron en esta movida podrían ser expulsados
por la Comisión de Ética y Disciplina de Alianza Pais.

Si Rafael Correa vuelve en los próximos días a Ecuador posiblemente no será
para restablecer su liderazgo en el partido que fundó –ya que las trincheras
del correísmo en él y en diferentes instituciones han quedado sumamente
debilitadas–, sino para liderar la conformación de una nueva organización
política buscando confrontar políticamente con el actual gobierno y
oponiéndose a la consulta popular.

Riesgo de desgaste 

El presidente, Moreno, ha sabido rentabilizar políticamente su
distanciamiento de Correa, planteando la necesidad del diálogo y el consenso
en una sociedad que había quedado fuertemente polarizada, y llevando la
bandera de la lucha contra la corrupción. No obstante, la capacidad de
ejecución política del gobierno ha sido limitada: aún no se sabe cuál es la
hoja de ruta de esta legislatura. Y al tratarse de un presidente cuya
popularidad se basa únicamente en el discurso, esto comienza a generar
ciertas desconfianzas en la sociedad.

Por su parte, tanto Rafael Correa como sus operadores en el gobierno y en
Alianza Pais buscan articular su estrategia en torno al miedo ciudadano de
una posible vuelta de Ecuador al pasado, algo ya utilizado campaña tras
campaña electoral durante la última década.

Se trata de un argumento poco consistente si se toma en cuenta que
actualmente en Ecuador la oposición política a Alianza Pais no existe. Hace
tiempo que ésta ha quedado sin espacio en el tablero de juego nacional. De
igual manera, los movimientos sociales y el indígena en particular se han
quedado sin voz. Tras diez años de persecuciones y criminalización de la
protesta social, éstos se encuentran actualmente inmersos en negociaciones
con un gobierno que al menos se dispone a escucharlos.

Así, el panorama político a mediano plazo en Ecuador apunta como desolador.
Mientras Alianza Pais se autodestruye, ni la oposición conservadora ni la
izquierda tradicional son capaces de posicionar alternativas con cierta
legitimidad social. A su vez, el electorado es incapaz de distinguir entre
las categorías políticas tradicionales de izquierda y derecha, pues luego de
una década de un discurso institucional revolucionario, adornado con viejas
canciones reivindicativas y loas a múltiples mitos revolucionarios, resultó
que los grupos económicamente más beneficiados por el régimen fueron los de
siempre, mientras la sociedad sigue estando muy desequilibrada a favor de
los históricamente privilegiados. Se denota así un hastío creciente por la
política tradicional en sectores cada vez más amplios de la sociedad, por lo
cual la política ya no se discute en términos de izquierda-derecha.

Por su parte, la incapacidad de renovación en los liderazgos históricos de
los movimientos sociales ecuatorianos sigue mermando la posibilidad de
nuevas formas de intervención, la articulación de un discurso diferenciado y
el reposicionamiento de lo no institucional en el ámbito de la política,
quedando ésta limitada a las luchas de poder entre estructuras partidistas,
que se disputan el control de unas instituciones que no están diseñadas para
transformar la sociedad, sino más bien para resistir los cambios que en la
actualidad ésta demanda.

No circulan ideas novedosas en la política ecuatoriana, y no se está
alimentando intelectualmente a una sociedad que busca, sin encontrar,
estilos diferentes de ejercer y actuar en política.

Con tales condiciones es fácil prever que, ante la ausencia de alternativas
creíbles, si el actual gobierno no es capaz de concretar políticas exitosas
que dinamicen la economía nacional, generen empleo digno y revitalicen la
capacidad adquisitiva de las grandes mayorías, Ecuador estará inmerso
durante la actual legislatura en una nueva crisis de representatividad.

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