Francia/ Las fuentes del macronismo [Michel Husson]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Nov 14 12:37:53 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

14 de noviembre 2017

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Francia

Las fuentes del macronismo

En el fondo, el proyecto del macronismo trata de recuperar el tiempo perdido
y hacer las reformas que sus predecesores no lograron imponer. Así que no es
sorprendente constatar que encuentra sus fuentes de inspiración en programas
que tienen más de veinte años.

Michel Husson

A l´encontre, 6-11-2017

http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

En 1994, justo después de la brutal recesión que llevó a un fuerte aumento
de la tasa de paro, la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos) publicó su “estudio del empleo” 1/ sobre la que se basa la
estrategia para el empleo. El texto en sí es bastante impactante y merece la
pena volver sobre él ya que es una verdadera hoja de ruta para las políticas
neoliberales contemporáneas. En él se encuentra la suma de los fundamentos
filosóficos del macronismo: cada una de las propuestas de la estrategia
recuerda irresistiblemente cada una de las reformas llevadas a la práctica o
programadas.

¡Viva el cambio!

L’OCDE comienza a desbrozar el terreno rechazando las explicaciones sobre el
paro basadas en las transformaciones tecnológicas, la globalización o la
intensificación de la competencia. Para la OCDE, estos factores solo juegan
un papel secundario, es decir, sin importancia. La verdadera causa del paro
reside más bien en la débil capacidad de las sociedades para adaptarse al
cambio: hay que reforzar esta capacidad antes que “intentar disminuir el
ritmo del cambio”. Esta propuesta resume ella sola la filosofía del
macronismo: hay un cambio y hay que adaptarse a él. Además, la sociedad no
tiene asidero en este “cambio”, verdadero deus ex machina, que presenta una
forma unívoca imponiéndose a las opciones sociales. Lo verdaderamente real
es que la sociedad ya no tiene capacidad de dirigir su propia trayectoria
puesto que es guiada desde un más allá indeterminado.

Sin embargo, al texto de la OCDE le falta sutileza y no hace su trabajo
cuando se trata de identificar los motores del cambio. Se constata que este
famoso cambio no cae del cielo puesto que es el resultado de las oleadas de
liberalización y de desregularización de los años 80 del siglo XX, que han
“mejorado considerablemente la eficacia potencial de las economías de la
OCDE” y “acelerado el ritmo del cambio”. Este fragmento es suficiente para
desvelar el procedimiento retórico que consiste en presentar el cambio como
un proceso inexorable al que no hay otra opción que adaptarse. Por otra
parte, la OCDE se hace un poco más lío cuando señala que los cambios
tecnológicos y la globalización han reforzado la necesidad de adaptarse
mientras que estos factores eran presentados un poco antes como muy
secundarios. Pero incluso en esto, estos dos procesos -cambios tecnológicos
y globalización – se conciben como independientes de las políticas puestas
en práctica por los poderes establecidos. Toda esta presentación apunta a un
único objetivo: no relacionar los procesos desarrollados (y sus efectos
sociales, en este caso, el paro masivo) con la acción consciente de los
poderosos.

¡Fuego a la “rigidez”!(social)

Los factores que se oponen al ajuste necesario para el cambio se identifican
claramente: como cabía esperar, son las “prácticas que han hecho rígida la
economía”. Estas prácticas, “progresivamente adoptadas por los gobiernos,
los sindicatos y las empresas”, ciertamente eran bienintencionadas puesto
que intentaban proteger a la gente al menos de las peores vicisitudes
económicas”. De hecho, alcanzaron sus objetivos pero, desgraciadamente, era
una política de tontos de remate. Pues sus medidas tuvieron como “efecto
secundario reducir, sin que nadie lo haya querido -y en proporciones
crecientes- la capacidad de adaptación de la economía y a veces también, la
voluntad de adaptación de la sociedad”.

Suena una musiquilla de fondo bastante siniestra: “ para conseguir los
objetivos sociales, hemos seguido políticas que han tenido como consecuencia
involuntaria acentuar la rigidez de los mercados, incluyendo el mercado
laboral”. Con otras palabras, para la OCDE, existe una relación entre las
medidas que intentan “proteger a la gente” y la necesaria adaptación al
cambio. La OCDE utiliza una fórmula extraordinaria cuando habla de un
“periodo agitado en el que las fuerzas ponen a prueba la flexibilidad de las
economías”. Todo se presenta como si la economía fuera una frágil barquilla
expuesta a las “fuerzas” del cambio y que tiene que reducir el velamen
social. Incluso si la OCDE esparce su discurso de cláusulas intentando “al
mismo tiempo” atenuar su discurso, el imperativo de la flexibilidad aparece
como lo que es, la invitación a ir hacia una sociedad en la que se reduzca
la protección de la “gente”.

El mensaje fundamental es claro: “frente a un nivel elevado de paro, la
solución no es intentar disminuir el ritmo de cambio sino de restablecer la
capacidad de las economías y de las sociedades de adaptarse al cambio”. Pero
la OCDE va todavía más lejos cuando menciona, más allá de la capacidad de
adaptación, una “voluntad de adaptación” debilitada. Esta diatriba implícita
hace pensar irresistiblemente en la famosa declaración del presidente Macron
(“Los franceses y las francesas detestan las reformas, es un pueblo que
detesta eso”) que acompañaba con un gesto de su mano despectivo  2/. Así que
es necesario, concluía, “explicar al pueblo hacia dónde vamos, proponerle
transformarse en profundidad”. Sin duda, el pueblo es el principal obstáculo
para el cambio, al que tendrá que adaptarse.

En aquella época, en una breve recensión  3/ del estudio de la OCDE, nos
considerábamos presos de “una especie de loca risa nerviosa” ante esta
“acumulación de propuestas reaccionarias”. Con el paso del tiempo, el
catálogo de la OCDE lleva a esta constatación: ha inspirado todas las
políticas neoliberales llevadas a cabo desde hace cerca de un cuarto de
siglo, solo se ha puesto en práctica parcialmente (al menos, en Francia) y
el proyecto de Macron aparece como una tentativa de inscribirlo plenamente
en la realidad. Esto justifica algunas citas más extensas que confirman el
paralelismo chocante con las grandes orientaciones del macronismo. Hay para
todos los gustos.

¡Fuego la incompetencia de los asalariados!

El canto a la formación ocupa un gran espacio en el discurso macroniano. Ya
en1994, la OCDE hacía recaer sobre los asalariados la responsabilidad de la
precariedad: como “no poseen las competencias solicitadas para ejercer
empleos mejor remunerados (ocurre) que, a menudo, los trabajadores solo
tenían la opción de aceptar una remuneración escasa, condiciones precarias y
pocas garantías en el seguro de enfermedad. Pero a pesar de todo, era un mal
menor pues “por otro lado, las dificultades sociales que encontraban muchos
de estos trabajadores, sin duda, habrían sido peores, si debido a la rigidez
del mercado laboral, hubieran sido privados incluso de estos empleos”. Este
brillante cinismo es el mismo que el de Macron, que trata a los trabajadores
de alcohólicos e ignorantes.

¡Fuego al gasto público!

Partiendo del principio absoluto según el cual el gasto público es excesivo,
la OCDE hace suyo el principio “hacer más con menos”. Es necesario
“optimizar la eficacia” del gasto público y de la fiscalidad. Claro que es
una “tarea ardua y laboriosa” pero que puede “tener unos efectos benéficos
muy importantes”. El sector público también es estigmatizado debido a su
“importante crecimiento como empleador”. Le sigue un razonamiento sobre el
que hay que reflexionar: “En numerosos países europeos (…), el empleo en el
sector público se ha desarrollado a medida que se multiplicaban los
obstáculos a la contratación en el sector privado, lo que disminuía el
estímulo a aceptar un empleo -especialmente, el empleo mal pagado y precario
– y que la sociedad exigía muchos más servicios públicos”.

Esta declaración de principios es vertiginosa. La OCDE no se contenta con
reprochar al empleo público haber eliminado empleo privado: se trata de una
vieja tesis liberal muy difícil de demostrar. Va más lejos, incriminando a
la progresión de empleos públicos (dignos) el frenar la de los empleos
precarios privados. Y peor aún, la organización traslada la responsabilidad
a la “sociedad”, acusada de querer siempre más servicios públicos. Es en
estas demostraciones donde se manifiesta el inconsciente burgués para el
que, en el fondo, la satisfacción de las necesidades sociales es una carga
para la economía, cuando no pasa por la mercantilización privada. En la
práctica macroniana, esto se traduce de forma coherente en la reducción de
los efectivos del funcionariado, el retroceso de su poder de compra y el
canto a la colaboración publico-privada.

¡Fuego al derecho laboral!

Las propuestas de la OCDE sobre la legislación laboral parece ser, antes que
nada, el informe de los motivos de las leyes laborales puestas en práctica
por Hollande y Macron. Aquí se alcanza una nueva cima de cinismo cuando la
OCDE propone “flexibilizar las limitaciones en materia de despidos previstas
por la ley en los países donde las disposiciones actuales parecen
comprometer gravemente la reestructuración económica y las posibilidades de
acceso al empleo de los recién llegados al mercado laboral”. ¿Cómo se puede
decir más claramente que la protección de las personas asalariadas se opone
no solo a las necesarias “reestructuraciones” sino también a los nuevos
contratos? Y encontramos ya el argumento mazazo repetido machaconamente hoy:
“La legislación protectora del empleo intenta desanimar los despidos
haciéndolos más costosos para los empleadores. Pero ella también puede hacer
dudar a estos últimos a la hora de contratar nuevo personal”.

En consecuencia, hay que “permitir la oferta de contratos de duración
limitada” y más ampliamente hacerse a la idea de que el cambio va ligado a
la precariedad. La OCDE no tiene miedo de anunciar que es probable que
“muchos de los nuevos empleos serán empleos de baja productividad y bajo
salario”. Ya estamos prevenidos.

Así que la OCDE tiene su propia idea de las negociaciones salariales; sería
necesario orientarse hacia los acuerdos marco que “den libertad a las
empresas para actuar con agilidad ante la evolución del mercado” y
“renuncien progresivamente a la práctica de la extensión administrativa de
los acuerdos que imponen normas rígidas”. Y, cada vez con más fuerza, se
lanza la idea de cláusulas que permitan “renegociar a un nivel inferior los
convenios colectivos acordados a un nivel superior!” Parece que estamos
leyendo un artículo del código del trabajo de Macron.

¡Fuego a los parados “de lujo”!

También se señala el exceso de “generosidad” de la indemnización del paro:
las prestaciones “han acabado por constituir una garantía de sueldo casi
permanente en muchos países, lo que incita a no trabajar”. Lógicamente hay
que “limitar la duración del cobro de las prestaciones de desempleo en los
países en los que es especialmente larga, a un periodo durante el cual la
persona parada busque activamente un empleo y tenga posibilidades de
encontrar rápidamente trabajo”. En el momento en que se publicó el informe
de la OCDE, Michel Bon, el director de la ANPE (que se convertiría más tarde
en un Polo-empleo después de su fusión con Unedic [Unión Interprofesional
para el empleo en la Industria y el Comercio. NdT]) hablaba de “parados de
lujo”. Así pues, cuando el ministro Christophe Castaner denuncia hoy a
quienes eligen “beneficiarse de las prestaciones del paro para marcharse dos
años de vacaciones” 4/, está en el buen camino.

¡Fuego a la reducción de la jornada laboral!

La OCDE desliza algunos consejos dignos de Perogrullo, el más gracioso sin
duda, este docto precepto: “la respuesta a los problemas de empelo pasa
fundamentalmente por la creación del mayor número de empleos”. Sin embargo,
la recomendación de la regulación de la demanda global tampoco está mal: es
necesario que “el crecimiento no sea ni demasiado rápido, lo que podría
tener consecuencias inflacionistas, ni demasiado lento, lo que correría el
riesgo de conducir a la deflación”.

Pero la institución es mucho más precisa sobre “lo que no hay que hacer”: es
el título de un cuadro que advierte sobre las dos mayores errores que no hay
que cometer. Son, por una parte, el proteccionismo y, por otra, un “reparto
del trabajo vía legislativa”. Esto se convertiría, según la OCDE, en “querer
arreglar el problema del paro no aumentando el número de empleos mediante un
relanzamiento de la actividad económica, sino racionando el trabajo
remunerado” Este tipo de reparto obligatorio del trabajo, “nunca ha logrado
hacer retroceder al paro, especialmente, a causa del rechazo de los
trabajadores a una rebaja de sus salarios”.

Acérrimo defensor de los derechos de los trabajadores, la OCDE propone
“ajustes flexibles del tiempo de trabajo, susceptibles de reducir los costes
y de hacer progresar el empleo”. En el espíritu de la OCDE, esto quiere
decir “aumento de la flexibilidad del tiempo de trabajo” y favorecer el
“desarrollo del trabajo parcial voluntario (sic)”. Para esto es suficiente
“suprimir los obstáculos que en la legislación laboral impiden un arreglo
más flexible del tiempo de trabajo y favorecer la negociación entre
empleadores y asalariados sobre horarios flexibles y trabajo a tiempo
parcial”.

La OCDE rechaza de paso otras propuestas que le parecen peligrosas porque
tendrían el efecto de “atenuar la vivacidad de la competencia”. Se trata,
por ejemplo, de la adopción de medidas antidumping, la regulación de las
fusiones, el establecimiento de regulaciones financieras y la creación de
dispositivos que garanticen la seguridad en el empleo”. Estas negativas son
la marca de un programa muy claro a favor de la competencia totalmente
desregulada. Adquieren todo su interés después de la crisis de 2008. Si
hubieran estado implantadas las medidas que la OCDE rechazaba en 1994, sin
duda, habrían contribuido a atenuar un poco la amplitud de esta crisis.

¡Fuego al salario mínimo!

La OCDE no olvida denunciar el salario mínimo legal. Claro que la intención
era loable (“evitar la pobreza a causa de fijar un salario suelo”) pero
también en eso, los efectos perversos han acabado por llevárselo por delante
y ese salario mínimo legal “a fin de cuentas, a menudo tiene el efecto de
limitar las posibilidades de empleo para la mano de obra no cualificada”. La
OCDE sugiere pues, “reevaluar el papel” que el salario mínimo o, al menos
(si la resistencia social es demasiado fuerte), de “minimizar los efectos
negativos para el empleo”. Más exactamente, la OCDE propone indexar el
salario mínimo “a los precios más que a las sueldos medios” (lo que prohíbe
cualquier nueva progresión de su poder de compra) y modularlo
“suficientemente” según la edad, para evitar que sea “obstáculo para la
contratación de jóvenes” y según las regiones.

En la misma época, un argumento semejante fue avanzado por el informe
Mattéoli de julio de 1993 para quien el Smic (Salario Mínimo
Interprofesional para el Crecimiento. NdT.) funciona como un “obstáculo para
la entrada en el empleo poco cualificado” o por el informe Maarek, que
estimaba que el Smic “se ha vuelto contra los que intentaba proteger” 5/.
Más cerca en el tiempo, estas mismas ideas serán transmitidas por un informe
del Consejo de análisis económico  6/ que recupera su actualidad con el
“nuevo grupo de expertos sobre el Smic” portador de una futura reforma
radical del Smic  7/.

De un informe a otro  8/

Los informes se suceden con, por ejemplo, el de Camdessus  9/ que será el
libro de cabecera de Nicolas Sarkozy. El antiguo director del FMI insiste en
él, especialmente, en los estragos del contrato de trabajo indefinido que
impide a las empresas “desprenderse del asalariado que ya no le conviene”.

Por supuesto, también están los dos informes de la “comisión para la
liberalización del crecimiento francés” creada por Nicolas Sarkozy y
presidida por Jacques Attali. El primero de estos informes fue remitido en
enero de 2008  10/ y enumera 316 propuestas. No es baladí recordar aquí que
el relator general adjunto se llamaba Emmanuel Macron  11/. Esto es
suficiente para establecer la continuidad entre el primer conjunto de
informes de comienzos de los años 90 del siglo pasado y las reformas
impulsadas hoy por Macron. De nuevo se podría establecer un paralelismo
entre las sucesivas propuestas, y como ejemplo es suficiente citar aquí que
el informe Attali proponía (era su “decisión fundamental”, la nº 11)
“reducir el coste del trabajo para todas las empresas transfiriendo una
parte de las cotizaciones sociales hacia la CSG” (Contribución Social
Generalizada. NdT). De forma significativa, el informe ya se reivindicaba
“ni de izquierda ni de derecha” presentándose como un “forma de empleo para
las reformas urgentes y básicas (que) no es ni partidista , ni bipartidista:
es no partidista”.

Discordancia temporal

La ironía de la historia es que la OCDE jamás ha sido capaz de hacer un
balance positivo de la puesta en práctica de su programa, al menos
parcialmente, en numerosos países. En 2006, la organización procedió a una
evaluación de su estrategia  12/ que, sin cuestionarla, contiene varios
elementos de autocrítica. Sin duda, el más significativo es la afirmación de
su secretario general, Angel Gurría, que admite que “no hay una única vía
real para mejorar las actuaciones en el mercado de trabajo” lo que es una
auténtica contradicción con la ambición de la OCDE de proponer una hoja de
ruta universal.

De hecho, el documento constata que “coexisten varios modelos de éxito en
los que se pueden inspirar adaptándolos a las circunstancias nacionales
específicas y a la propia historia de cada país”. Un primer enfoque pone el
acento sobre la “flexibilidad del mercado de productos y del trabajo” pero
esto conduce a una “disparidad de sueldos relativamente importantes”. Pero
existe otro enfoque en los países “que se caracterizan por un amplio recurso
a la negociación colectiva y al diálogo social así como por las prestaciones
sociales generosas” y en los que “los niveles de empleo son elevados y la
disparidad de sueldos es pequeña pero los costes presupuestarios inducidos
son importantes”.

En sus Perspectivas de empleo  13/ aparecidas ese mismo año, la OCDE hace
otra importante concesión admitiendo que “el salario mínimo no tiene un
impacto claro en el paro”. Es el resultado de un análisis econométrico  14/
que intenta explicar el paro a partir de una batería de indicadores
inaugurando así una nueva técnica, por otra parte muy discutible, pues
razona de hecho sobre un “país medio” 15/. El documento constata que “el
análisis no permite concluir que el salario mínimo tenga un impacto
significativo en el paro global”, pero no evita añadir que “ciertos índices
(sic) sin embargo, dan para pensar (sic) que las tasas de empleo de los
jóvenes son más bajas cuando el nivel del salario mínimo es más elevado”.

Es irónico constatar que la acción de Macron se inspira ampliamente en una
estrategia concebida hace un cuarto de siglo y cuya puesta en práctica tuvo
por resultado destacado la concentración de la riqueza . En cuanto al paro
masivo, solo ha retrocedido gracias al aumento de los trabajos precarios.

La única novedad de la concepción macroniana de la economía es la referencia
a la “destrucción creadora” inspirada especialmente en los trabajos de
Philippe Aghion. Sobre este punto, se alinea con la OCDE que está elaborando
una nueva “estrategia para el empleo” 16/. Al parecer, esta sí debería,
basarse en la hipótesis según la cual la eliminación de “empresas zombis”
permitiría restablecer el aumento de la productividad y rechazar la sombra
de la “estancamiento secular”. Incluso si no son considerados como
responsables de estas rigideces, las personas asalariadas empleadas por
empresarios poco eficientes evidentemente, tendrán que pagar los gastos de
las estructuraciones necesarias para restablecer un progreso fuerte; en
resumen, adaptarse al cambio.

Sin embargo, las recientes decisiones presupuestarias tomadas en Francia,
hacen dudar de la implicación “schumpeteriana” de Macron. Parafraseando el
vocabulario consagrado en materia de políticas de empleo, de hecho, se
podría decir que se trata de regalos “pasivos” sin contrapartida, que hacen
una apuesta –perdida de antemano – de que las empresas, espontáneamente, van
a restablecer la inversión y la innovación. Más allá del discurso, hay en
Macron una profunda incomprensión del capitalismo contemporáneo y del
capitalismo francés en particular. Pero esto no es grave si continua
sirviéndole.

Notas

1/  L’Etude de l’OCDE sur l’emploi, OCDE, 1994.

2/  Emmanuel Macron, discurso de Bucarest, 24 de agosto de 2017.

3/  Christian Barsoc, “Rire aux larmes avec l’OCDE”, Rouge n°1596, 30 junio
de 1994.

4/  “Gattaz et Castaner sur le contrôle des chômeurs”, note hussonet n°109,
18 de octubre de 2017.

5/  Jean Mattéoli, Rapport au Premier Ministre sur les obstacles structurels
à l’emploi, septembre 1993; Gérard Maarek, Pierre Joly, Coût du travail et
emploi, une nouvelle donne, 1994.

6/ Pierre Cahuc, Gilbert Cette et André Zylberberg, Salaire minimum et bas
revenus. Comment concilier justice sociale et efficacité économique?,
Informe del CAE n° 79, La Documentation française, 2008.

7/  Michel Husson, “Smic : vers une réforme libérale radicale”Alternatives
économiques, 31 de agosto de 2017.

8/  Para un tipo de empleo, ver: Michel Husson, “Comment rédiger un
rapport”, Regards, octubre de 2007.

9/ Le sursaut. Vers une nouvelle croissance pour la France, Informe
Camdessus, 2004.

10/  Commission pour la libération de la croissance française, 300 décisions
pour changer la France, enenro de 2008. Un segundo informe será publicado en
octubre de 2010: Une ambition pour dix ans, octubre de 2010.

11/  La relatora general era Josseline de Clausade, una enarca, consejera de
estado que continuó su carrera en Areva, después en el grupo Casino.

12/ Stimuler l’emploi et les revenus. Les leçons à tirer de la réévaluation
de la stratégie de l’OCDE pour l’emploi, OCDE, 2006.

13/  OCDE, Perspectives de l’emploi de l’OCDE, 2006.

14/  Andrea Bassanini and Romain Duval, “Employment Patterns in OECD
Countries: re-assessing the role of policies and institutions”, Documento de
trabajo de l’OCDE, 2006.

15/  Sobre este punto, ver: Edmond Malinvaud, “La réévaluation de la
Stratégie de l’OCDE pour l’emplo : deux pistes d’amélioration”, Travail et
Emploi n° 118, abril-junio de 2009,

16/  Ver: Michel Husson, “Optimisme structurel à l’OCDE”, Alternatives
économiques, 9 mars 2017,; et Ronald Janssen, “Stratégie pour l’emploi en
temps de crise : un tournant pour l’OCDE?”, Chronique internationale de
l’IRES n°155, febrero de 2017.

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