Catalunya/ 1 de octubre: el día que conmovió Catalunya y el Estado español [Josep Maria Antentas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 4 16:39:46 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

4 de octubre 2017

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Catalunya

1 de octubre: el día que conmovió Catalunya y el Estado español

Josep Maria Antentas *

Viento Sur, 3-10-2017

http://www.vientosur.info/

Un día. Un día en el que se han condensado todas las tensiones acumuladas en
cinco años de interminable y lento proceso independentista. El 1 de Octubre
ya pasó, dejando atrás toda una etapa de la historia de Catalunya y del
Estado español y abriendo una incierta, aunque fascinante, nueva fase.

Los números de la jornada son elocuentes. 2 262 424 votos emitidos (sobre un
censo electoral aproximado de 5.3, es decir 42’5 % del censo), a los que
habría que sumar los votos requisados por la policía y los ciudadanos que al
final no pudieron votar, de los cuales 2 020 144 (90 %) lo hicieron a favor
de la independencia, 176 566 (7’8 %) en contra, y 45 586 (2 %) en blanco.
Junto a los datos de participación y resultados, la otra cifra ineludible de
la jornada son los 890 heridos oficialmente registrados. Pero más que las
cifras, las imágenes aún lo son más: violencia policial inaudita frente a la
imponente movilización ciudadana.

El movimiento independentista ha salido victorioso del envite. Ello no
significa que vaya a conseguir en lo inmediato sus objetivos. Pero sí ha
ganado un pulso decisivo en un combate de más largo alcance. Consiguió tres
cosas a la vez: la primera, mostrar una fuerte y solvente determinación y
capacidad de movilización y organización, sorteando la represión del Estado
para impedir el referéndum; la segunda, obtener una amplia mayoría en la
votación y una participación bastante aceptable dadas las circunstancias y
el boicot de las fuerzas del “No”; y, la tercera, provocar un desgaste sin
precedentes del Estado y del gobierno español.

Las consecuencias inmediatas del 1 de octubre son claras. La Ley de
Transitoriedad aprobada en el Parlamento de Catalunya el pasado 8 de
Septiembre estipulaba que si el resultado del referéndum era una victoria
del “Sí”, se daría paso a la proclamación de la República Catalana
independiente. No está clara qué fórmula precisa baraja el gobierno de
Catalunya, y según como se haga facilitará o no que se pueda mantener en pie
no sólo el frente independentista, sino el bloque democrático más amplio que
estuvo comprometido con el referéndum. Ello no implicará ya, contrariamente
a lo que el independentismo tiende a presentar, la independencia de
Catalunya respecto al Estado, sino la entrada en una nueva y decisiva fase
del actual conflicto político en el que a corto plazo el choque
institucional y político va a agudizarse. Aunque el relato oficial
independentista sobre-enfatiza que el trabajo ya está hecho, en realidad
ahora es cuando empieza la fase más crítica.

Por ello la convocatoria de huelga general para este martes día 3 debe verse
como el segundo acto de la función empezada el día 1. Inicialmente impulsada
por los sindicatos minoritarios, al final cuenta con el apoyo parcial de los
dos mayoritarios, CCOO y UGT, que no convocan huelga sino paros parciales
pactados, de las dos organizaciones dirigentes del movimiento
independentista, la ANC y Omnium (aunque la primera tuvo reticencias ante la
cita) y, de manera más o menos explícita del propio gobierno catalán. Este
bloque oficialista ha acabado reformulando la huelga en una propuesta de
paro de país interclasista que acabará siendo una mezcla de huelga
tradicional, manifestaciones y cierre voluntario de pequeñas y medianas
empresas y de la administración pública. Pero su resultado será importante
para el pulso que se avecina con el Estado.

El desenlace de los acontecimientos catalanes no sólo dependen, sin embargo,
de lo que suceda en Catalunya sino, de manera muy determinante, del impacto
que todo ello tenga para la política española. Ahí la situación es compleja
y quizá resulte prematuro sacar conclusiones apresuradas. Por un lado, el PP
utiliza al independentismo catalán para cohesionar a su base social y
alimentar pulsiones reaccionarias. Por el otro hay una parte de la opinión
pública española que no comparte la represión y que sería favorable a un
referéndum pactado, cuya defensa es uno de los estandartes de Podemos. En
aquéllos lugares del Estado donde existen también cuestiones nacionales y/o
regionales, el proceso catalán puede provocar una polarización entre una
crispación españolista y un relanzamiento de los movimientos nacionalistas
y/o regionalistas respectivos. Todo ello dibuja un escenario complicado para
la izquierda española que, en cualquier caso, cuanto más terreno ceda a
corto plazo en la defensa de los derechos democráticos catalanes más sufrirá
a largo término. En el trasfondo está la gestión de una importante paradoja:
objetivamente, el independentismo catalán constituye la mayor amenaza para
la continuidad del andamiaje político e institucional creado en 1978, pero
ello tiene un impacto distorsionado y no automático que puede traducirse en
un endurecimiento, ni que sea temporalmente, de algunos de sus pilares y
generar un marco político que aumente la polarización social hacia la
derecha.

La estrategia del PP

El PP (en ósmosis con el aparato del Estado y el grueso de los medios de
comunicación), tanto por convicción como por cálculo político, optó desde
2012 por una política inflexible y de mano dura. Seguirá con ella mientras
haga la lectura que le beneficia en regiones clave del Estado español y le
sirve para cohesionar y mantener en tensión a su base social, recuperar
terreno respecto a Ciudadanos, tener al nuevo PSOE de Pedro Sánchez bajo
presión y desplazar el debate político de los temas que benefician a Podemos
(corrupción, crisis económica...). Pero por enésima vez desde que empezó la
crisis del actual marco institucional, primero con el ascenso del 15M en
2011 y después del independentismo en 2012, la estrecha razón de partido y
el cortoplacismo prevalece sobre la razón de Estado y el pensamiento de
largo alcance, en una muestra clara de las limitaciones estratégicas del
grueso de la élite política del Estado español ante la crisis política del
Régimen de 1978. Resistir, aguantar y enrocarse ante todos los desafíos (ya
sea el independentismo catalán o la rebelión popular del 15M y sus
traducciones electorales posteriores) ha sido su principal línea de
actuación.

En realidad la política de tierra quemada del PP tiene ya un precedente que
se sitúa de hecho en los albores del ascenso del independentismo en
Catalunya: el nacionalismo español agresivo del segundo gobierno de Aznar
(2000-04) que, útil para la derecha en lo inmediato, en realidad desencadenó
los prolegómenos del proceso histórico actual. El precio, en términos de la
lógica de Estado, de la política del PP puede haber sido abrir una dinámica
de desafección irreversible en Catalunya respecto al Estado español.

Es probable que en los cálculos del gobierno esté mantener y endurecer la
confrontación con el independentismo hasta derrotar su esperanzas de
materialización de la independencia a corto plazo y, tras haber practicado
la política del palo, intentar la de la zanahoria después, tras la derrota,
ofreciendo alguna salida al independentismo moderado esperando que vuelva a
su cauce. Pero como su política enquista más la situación, más difícil le
resultará intentar operar un giro en ella. Las cosas han ido tan lejos que
no es evidente que el gobierno español tenga margen de maniobra para
reconducir la situación fácilmente. Cuando la legitimidad falla, sólo queda
la fuerza. Pero el uso de la última sólo sirve para erosionar aún más la
primera. Y, hoy, la crisis de legitimidad del Estado en Catalunya ha llegado
a su máximo histórico desde la Transición. ¿Final de partida?.

Del 20-S al 1 de octubre

Hasta los hechos del 20 de septiembre (20S), cuando el Estado intensificó su
política represiva, la dinámica de auto-organización por abajo fue
prácticamente nula en el movimiento independentista, dirigido por la
Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium. Sólo la CUP representaba un
independentismo no oficialista, pero al precio de tener graves
contradicciones internas y sufrir enormes presiones externas. Pero el ariete
represivo del 20S y la inminencia del 1 de Octubre espoleó por primera vez
una dinámica de auto-organización popular, cuya mejor expresión han sido los
Comités de Defensa del Referéndum creados en muchos barrios y pueblos,
juntamente con el movimiento "Escoles Obertes" (Escuela Abiertas) con un
peso decisivo de profesores y maestros, que organizó a voluntarios para
concentrarse ante los centros de votación el día 1 de madrugada. No puede
hablarse en sentido estricto de un desborde de la ANC y Ònmium (quien ha
tenido una política con más punch que la primera), pero sí de capacidad para
arrastrar a sus militantes sobre el terreno a ser más consecuentes y más
ofensivos en la desobediencia civil, ante un planteamiento oficial
inicialmente bastante timorato que parecía conformarse sólo con poder tener
urnas y papeletas en los colegios electorales el día 1, pero que no tenía
planificado ningún sistema de defensa real para afrontar el hostigamiento
policial.

La autoorganización a gran escala sin embargo emergió tarde, in extemis. Lo
conseguido el día 1 ha sido espectacular pero se ha dejado sentir la falta
de una movimiento unitario los meses previos al referéndum. La ANC no quiso
impulsarlo y por fuera de ella no hubo capacidad de iniciar una dinámica
propia que tuviera a la vez una política unitaria en relación a la ANC. Sólo
los acontecimientos de los últimos días precipitaron un cambio de dinámica a
contra-reloj e iniciando un proceso por abajo como no había existido hasta
ahora. Sin duda, si Catalunya en Comú se hubiera implicado activamente en
ello, más allá de surfear la ola y acompañarla simbólicamente, se hubiera
podido llegar mucho más lejos, aunque es preciso señalar que muchas y muchos
de sus militantes tuvieron un rol activo por debajo en todo el proceso, más
allá de lo realizado oficialmente por el partido.

El independentismo ante su futuro inmediato

En la confrontación sostenida que se vislumbra en el horizonte, los retos
fundamentales para el movimiento independentista son cuatro:

Primero, ampliar su base social. Es difícil evaluar con detalle los
resultados del 1 de Octubre debido a todos los condicionantes de la
votación. Sin duda 2 020 144 votos en favor del “Sí” muestran un bloque
social importante. Un bloque hegemónico sin ser estrictamente mayoría
numérica entre toda la población (algo que por lo demás suele ser poco
habitual en los movimientos político-sociales), pero sin tener un
contra-bloque organizado y activo enfrente. El independentismo explotó entre
2012 y 2014. Desde entonces permanece más o menos estancado pero en cotas
muy altas. Algunos sectores se cansaron de un eterno proceso que parecía no
ir a ninguna parte, pero a la vez en los últimos días se añadieron nuevos
apoyos al independentismo, fundamentalmente por la cuestión democrática y
anti-represiva. Y, en conjunto, es difícil saber cuantas personas, que en
condiciones normales hubieran votado “sí”, finalmente no pudieron ir a votar
el día 1 debido a todas las complicaciones de la jornada.

En términos de su composición social, como ya se ha señalado ampliamente, su
base pivota en torno a las clases medias y la juventud (aunque en las colas
de votación la cantidad también de personas mayores y de edad avanzada era
muy visible). Su principal debilidad es la ausencia de una parte de la base
social de la izquierda hacia la cual el independentismo puro y simple no ha
tenido ninguna política activa, más allá de esperar que los que dudan se
convenzan solos. La política titubeante y descorazonadora de Catalunya en
Comú no sólo obedece a límites subjetivos de su dirección, sino que también
expresa una realidad social por debajo. Conviene recordarlo porque es un
factor clave. Tener una política específica hacia las organizaciones
políticas y sociales de izquierda y su base social es necesario, algo que
choca, sin duda, con el proyecto de la derecha neoliberal en el poder, el
PDeCAT, cuya debilidad debería explotarse para imponer un giro a la
izquierda. Y ello sólo puede llegar de tres formas más o menos mezcladas:
garantizando la implementación de medidas políticas y sociales de urgencia a
modo de un pack anti-crisis serio; dando centralidad a la apertura de un
proyecto de proceso constituyente; y creando un marco estratégico y político
en el que quienes no comparten necesariamente el horizonte final de
independencia pero sí la necesidad de una ruptura constituyente y de acción
unilateral ante el Estado, puedan también sentirse partícipes del proyecto.
No olvidemos que la ausencia de toda alianza entre independentistas y
partidarios del derecho a decidir es uno de los pesados lastres estratégicos
de todo el proceso catalán. Esta última cuestión tiene una primera derivada
inmediata: conseguir que la aplicación por parte del Parlamento de Catalunya
del mandato popular del referéndum, es decir, la proclamación de la
República catalana independiente, se haga de forma que aquellos sectores no
independentistas que participaron en la organización del 1 de Octubre se
sientan interpelados e incluidos. Es decir, evitar que, sin desvirtuar el
significado de lo aprobado el día 1, el frente democrático-desobediente que
contribuyó al éxito del referéndum se fracture y se reduzca sólo a una
alianza exclusivamente de las fuerzas independentistas.

Segundo, mantener el punch mostrado tras el 20S, los días previos al 1 de
octubre y durante la misma jornada. Los organismos democráticos de base,
como los CDRs deberían mantenerse (o reconvertirse) de una forma u otra. Más
allá de la ANC y Omnium es necesario la existencia de comités amplios que
tengan a la vez una orientación unitaria, de presión y no subalterna hacia
las dos organizaciones que lideran el movimiento. Hasta el 20S la capacidad
de acción del independentismo fueron fundamentalmente las impresionantes
manifestaciones anuales del 11 de Septiembre, pero tuvo poca capacidad de
respuesta en momentos importantes y/o de ir más allá de la ANC o Òmnium
cuando éstas optaron por la pasividad en coyunturas que requerían otra cosa.
Conviene no volver a la normalidad e intentar sostener en la medida de lo
posible la dinámica de auto-organización que arrancó en vísperas del 1 de
Octubre.

Tercero, asumir una perspectiva estratégica más compleja en lo que concierne
a la lucha política, la confrontación y la victoria. Como ya señalamos en
otro escrito, el movimiento sintetizó su enfoque estratégico hacia la
independencia con el término “desconexión”, un concepto que si bien ha
servido para transmitir una atractiva imagen de facilidad y de cambio
tranquilo simplifica extraordinariamente lo que supone enfrentarse a un
Estado y pretender romper con él contra su voluntad. El discurso oficial del
independentismo ha insistido que la obtención de la independencia equivale a
una mera transición de una legalidad, la española, a la catalana, obviando
que si la primera no acepta dicha transición en realidad lo que empieza es
una pugna en la que la fuerza bruta es decisiva (recordemos la frase de Marx
en el capítulo VIII del Capital, "entre derechos iguales es la fuerza la que
decide"). Una fuerza que, sin embargo, está condicionada por el contexto y
la legitimidad de quien la ejerce, se entremezcla con la fuerza política.
Tener en mente todo esto es importante para el pulso sostenido que se
avecina y en el que no habrá victorias fáciles 1/.

Cuarto, buscar y tejer alianzas en el conjunto del Estado español. Ante la
intensificación de la represión las muestras de apoyo recibidas desde fuera
de Catalunya han sido crecientemente bien recibidas por parte del
independentismo. Pero éste basó toda estrategia en la acción unilateral y no
tuvo nunca una política activa a la búsqueda de apoyos en otras partes del
Estado español (más allá de los nacionalismos periféricos vascos o
gallegos). En realidad, unilateralidad y búsqueda de alianzas son
compatibles y no contradictorios. Y, ahora, los apoyos exteriores se antojan
aún más necesarios. Mientras el PP considere que la mano dura le beneficia a
corto plazo, el hostigamiento represivo y el bloqueo político se van a
mantener. El reto que tiene el independentismo es articular su lucha, sin
disolverla, en un combate más amplio contra el marco institucional, el
régimen, de 1978. El desafío pendiente es cómo empatizar con las luchas
políticas y sociales de tipo diverso que tienen lugar en otras partes del
Estado en un momento, sin embargo, de poca movilización social (aunque con
conflictos concretos relevantes). La democracia, tanto en su vertiente
anti-represiva y en su faceta de poder decidir el propio futuro, son el
punto de partida. La constatación de que hay un adversario común, el segundo
paso.

Las líneas interiores y los desafíos de la izquierda

En el conflicto abierto tras el ascenso del independentismo desde 2012 hay
un primer frente obvio entre el Estado español y el movimiento en su
conjunto. Pero en paralelo hay también una pugna dentro del campo
soberanista y democrático catalán, una pugna en el frente interior. La más
visible es la de los dos partidos del gobierno, el independentismo
neoliberal del PDeCAT y el centroizquierda representado por ERC. Pero, más
allá de la competición entre ambos partidos, lo más decisivo en el espacio
independentista es la posibilidad o no de avanzar en el desborde del bloque
formado por el gobierno de Catalunya, la ANC y Òmnium. Los acontecimientos
desde el 20S, la auto-organización por abajo y la radicalización del
enfrentamiento pueden favorecer el avance de las fuerzas más a la izquierda,
tanto en el terreno político (fundamentalmente la CUP) como en el social. El
papel que juegue Catalunya en Comú será decisivo para ello.

El partido de los Comunes quedó preso de una política pasiva. Desde que el
gobierno catalán puso rumbo al referéndum en Septiembre de 2016 jugó siempre
la carta del colapso interno de los planes gubernamentales. Sucesivamente
fue confiando que cada paso del gobierno sería el último y que el referéndum
unilateral se despeñaría por el camino. Tuvo que pronunciarse tarde y a
contratiempo sobre el 1 de Octubre, yendo siempre a remolque de los
acontecimientos. Optó por una posición tibia, defendiéndolo como
movilización pero sin comprometerse a su éxito ni a llamar a votar
masivamente en él. Tras el giro represivo del 20 de Septiembre modificó
parcialmente su postura, implicándose en la movilización anti-represiva pero
sin transformar su orientación estratégica de fondo. El voto en blanco de
Ada Colau, ni “sí” ni “no”, sintetizó en buen medida la incomodidad de los
Comunes ante el 1 de octubre y su tacticismo electoralista.

Pasado el referéndum se abre un nuevo periodo en el que Catalunya en Comú
deberá escoger. O bien sigue a remolque de los hechos y mirando la partida
desde una cierta distancia o bien se implica en el pulso con el Estado y en
el proyecto de apertura de un proceso constituyente en Catalunya, con el
doble objetivo de vencer al Estado y contribuir a desbordar a la derecha y
al centroizquierda independentista. Hacerlo no implicaría necesariamente
asumir la independencia cómo horizonte, sino al menos considerar que ahora
la ruptura es la condición necesaria para un eventual horizonte federal. Es
decir, desde su propios postulados programáticos sería posible apoyar ahora
la proclamación de la República Catalana y la apertura de un proceso
constituyente. Si se mantiene fuera y al margen de la hoja de ruta
independentista el tiempo dirá si ello les empuja a la periferia de la
política catalana o si bien por un efecto rebote les da un nuevo aliento a
medio plazo si el independentismo es derrotado. Pero, sin duda, si a la
pasividad previa al 1 de Octubre le sigue un enfoque similar en la nueva
etapa que se abre, su naturaleza como proyecto de cambio político y social
quedará gravemente resentido. Como ya hemos señalado en otras ocasiones no
sólo es la posición de Catalunya en Comú ante el debate independentista lo
que está en juego, sino su propia pulsión constituyente y rupturista. La
desazón del independentismo, y en particular del de izquierdas, con la
posición de los Comunes es comprensible, pero ello no debería hacerle
olvidar la necesidad de tener una política unitaria hacia ellos, en
particular en el terreno democrático y constituyente.

Podem tuvo una posición más proactiva y comprometida, real y honestamente,
con el referéndum, llegando mucho más lejos de lo que nadie hubiera
imaginado. Ello no quita que su postura, de tipo democrático, tuviera
limitaciones importantes, fundamentalmente la negación del carácter
vinculante del 1 de octubre y su defensa del “No” como consigna de voto. Dos
elementos que chocan con su propia propuesta de abrir un proceso
constituyente en Catalunya. Pasado la cita del día 1 Podem deberá elegir si
quedarse al margen de la dinámica que se abre –un nuevo enfrentamiento con
el estado a raíz de la proclamación de la República catalana independiente y
la apertura de una dinámica constituyente catalana– o si asume el resultado
del 1 de Octubre y opta por meterse en la nueva fase de la pugna contra el
Estado y en la lucha para desbordar a la derecha catalana dentro del bloque
soberanista 2/.

Emergen, así, para el presente futuro tres tareas interrelacionadas:
mantener la unidad de acción del bloque independentista frente al Estado
español, articular más allá de éste un bloque democrático y anti-represivo
y, a la vez, pugnar por un desborde o por un cambio de correlación de
fuerzas que favorezca a la izquierda en el mapa político catalán.

Es último punto lleva en sí mismo, de manera implícita, una cuestión más de
fondo: la discusión sobre el propio significado del término “independencia”
en el mundo actual y su relación con el concepto de “soberanía”. El proyecto
de la “independencia” tiene la particularidad que se presenta oficialmente
como la solución global de los problemas y a la vez vacío de cualquier
contenido concreto. En realidad, el independentismo oficial, tanto en su
vertiente neoliberal como de centroizquierda, podría desembocar, caso de
obtener un Estado propio y reconocido internacionalmente, en un proyecto
paradójico de independencia sin soberanía real, en un Estado formalmente
independiente en una posición subalterna dentro de la Unión Europea,
favorable a los acuerdos internacionales como el TTIP y con una política al
servicio de las grandes multinacionales 3/. Complejizar la noción de
soberanía y ver como su dimensión nacional, social, económica,
alimentaria... se entremezclan (y también ver como se relaciona con las
propias nociones de democracia y de solidaridad para evitar a la vez un
soberanismo reaccionario), es uno de los debates de fondo a situar en el
próximo período 4/. Dicho de otro modo, la discusión pendiente es como ligar
una propuesta de cambio político con una propuesta de otro modelo social,
económico e institucional, para ir más allá de un cambio sin cambio que
encarna el independentismo mainstream.

Contradicciones, paradojas e (im)purezas

Quienes desde la izquierda, tanto en Catalunya como el Estado español, han
permanecido desde 2012 opuestos o al margen del movimiento independentista,
lo han hecho señalando con más o menos pericia las innumerables
contradicciones del proceso. La más notoria de todas: la presencia al frente
del gobierno de Catalunya de un partido neoliberal, defensor de una estricta
política de recortes sociales tras su llegada al poder en 2010, y que jamás
fue independentista. Más arriba ya hemos remarcado algunos límites, en
términos de base social y de las fuerza en contienda, del proceso político
catalán, y profundizar en su caracterización no es lo que me interesa ahora
5/.

Más allá del análisis concreto del movimiento abierto en 2012, esta
insistencia permanente en las contradicciones o imperfecciones del proceso,
al punto de sobre-exagerarlas o de inventar algunas que no existen, refleja
una actitud de fondo excesivamente escolástica hacia la propia realidad
social y que, a menudo, es una constante de muchas fuerzas de izquierda ante
fenómenos que rompen sus esquemas.

Las contradicciones, en mayor o menor medida, forman parte de todos los
procesos sociales. Ello es resultado de la propia complejidad de las
sociedades humanas y de cómo se expresan los conflictos en su seno. Un
movimiento no sólo contiene contradicciones y limitaciones sino que su
propia evolución provoca resultados también contradictorios y limitados.
Ello nos remite a la vieja problemática de lo que la teoría social llama las
consecuencias no intencionales de la acción social.

Toda estrategia anticapitalista y de cambio social debe saber trabajar en un
contexto de contradicciones y límites para intentar resolver las primeras en
un sentido emancipatorio y ensanchar los confines de los segundos. La
estrategia pura es precisamente la que sabe manejarse en un mundo impuro,
contradictorio y complejo. La razón estratégica pura no sirve para buscar
procesos y luchas puras, sino para orientarse en medio de las
contradicciones y límites de éstas. Pretender encontrar procesos incólumes
en la realidad lleva a una estrategia petrificada, siempre en espera de lo
que no acontece. La estrategia en estado puro implica asumir las
imperfecciones de las luchas político-sociales y, por extensión, de la
propia estrategia.

"Quien espere la revolución social pura, no la verá jamás. Será un
revolucionario de palabra, que no comprende la verdadera revolución" 6/
escribió Lenin en 1916 a propósito de la insurrección Irlandesa de aquél año
y polemizando con quiénes dentro del movimiento socialista no la apoyaron.
No estamos ante una revolución o una insurrección, pero la idea sirve
también para aplicarla a la realidad catalana. Ante las imperfecciones del
conflicto real hay dos opciones: optar por una política pasiva y, con ello,
contribuir a aumentar involuntariamente dichas deficiencias, o por una
política activa, que busque intervenir sobre la realidad y modificarla en la
dirección deseada. La primera opción empuja, en función del caso, hacia el
radicalismo pasivo o abstracto, el propagandismo lineal o el rutinismo
institucionalista. Todas ellas políticas que, sin duda, no tienen nada que
ver con un intento serio de cambiar el mundo.

Las contradicciones y límites del proceso independentista han auspiciado,
como resultado de la condensación de los cinco años de proceso en la batalla
del 1 de Octubre, la abrupta emergencia de llamativas paradojas, un término
que nos remite en sí mismo tanto a situaciones cómicas como trágicas. Sin
duda, los días previos al 1 de Octubre fueron días de paradojas. Partidos
desobedientes llamando al orden y a la calma. Izquierdistas confiando en los
Mossos de Esquadra. Fuerzas derechistas apelando a la desobediencia
institucional (aún elegantemente disfrazada de cumplimento de la nueva
legalidad catalana). Activistas alternativos y/o libertarios queriendo
votar. Gobiernos reaccionarios acusando de golpistas a quienes querían
organizar un referéndum. En la actividad real, cuando los procesos sociales
se aceleran, todo pensamiento estratégico que no quiera quedar fosilizado
casi ya antes de nacer debe saber zambullirse en un escenario repleto de
paradojas, donde las cosas no son lo que aparentan y donde las consecuencias
de las acciones no siempre son claras.

La paradoja de la estrategia es que a menudo puede quedar superada por las
propias paradojas de la realidad. Y la paradoja de las paradojas de la
política real es que pueden, a veces, estimular un pensamiento estratégico
que supere las paradojas que previamente lo desarmaron.

* Josep Maria Antentas, profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de
Barcelona (UAB) y miembro del Consejo Asesor de Viento Sur

Notas

1/ Desarrollo con más detalle toda esta cuestión en: Antentas, Josep Maria
(2017). “Días decisivos”, 25 de Septiembre . Disponible en:
http://vientosur.info/spip.php?article13036

2/ Analizo con más detalle la política de Catalunya en Comú y de Podem en:
Antentas, Josep Maria (2017). “Los Comunes y sus dilemas”, 7 de Septiembre.
Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article12978
<http://vientosur.info/spip.php?article12978>

3/ Para una reflexión temprana sobre ello ver: Antentas, Josep Maria (2013).
“Independencia y proceso constituyente”, Público, 26 de febrero. Disponible
en:
http://blogs.publico.es/dominiopublico/6611/catalunya-independencia-y-proces
o-constituyente/.
<http://blogs.publico.es/dominiopublico/6611/catalunya-independencia-y-proce
so-constituyente/>

4/ La obra colectiva, Sobiranies: una proposta contra el capitalisme
impulsada por miembros del Seminario de Economia Crítica Taifa y ligados a
la CUP, va en esta dirección de profundización del concepto de "soberanía".
Por su parte, Catalunya en Comú ha insistido bastante también en sus
documentos en la cuestión de la “soberanía” pero lo ha hecho más disolviendo
la cuestión nacional en una pluralidad de soberanías o de dimensiones y no
intentando pensar el concepto en su totalidad y la interrelación entre sus
distintas facetas.

5/ Para ello ver por ejemplo: Antentas, Josep Maria (2017). "1 de Octubre:
terciando en el debate Llonch-Garzón", Público.es, 18 de Julio. Disponble
en:
http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/07/18/1-de-octubre-terciando-en-el-
debate-llonch-garzon/

6/ Lenin (1916). "Balance de la discusión sobre la autodeterminación", Obras
Tomo VI (1916-17). Moscú: Progreso, p.25.

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