Brasil/ La urgencia de una alternativa [Plinio Arruda Sampaio Jr]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 18 00:07:16 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

17 de abril 2018

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Brasil



La urgencia de una alternativa



Plinio Arruda Sampaio *



Correio da Cidadania, 16-4-2018

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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa



El proceso que culmina con la condena y prisión de Lula agrava la crisis
terminal de la Nueva República y cataliza la derrocada del lulismo. Los dos
fenómenos se confunden y refuerzan recíprocamente. Ellos revelan la absoluta
imposibilidad de conciliar capitalismo, democracia e igualdad social en las
economías de origen colonial sometidas a violentos procesos de reversión
neocolonial.



La quiebra del pacto político ma­te­ri­a­li­zado en la Constitución de 1988
transforma la política nacional en un pantano. La punición de Lula, cuando
los procesos contra Renan Calheiros, Romero Jucá Filho Michel Temer y Aécio
Neves permanecen indefinidamente encajonados, muestra los atropellos, la
selectividad y la impunidad que caracterizan un sistema judicial arbitrario
que, en el mejor estilo “para los amigos, todo, para los enemigos, la ley”,
funciona con rigor máximo para los pobres, con total liviandad para los
ricos y de manera casuística para los que no son amigos del rey.



Las presiones sobre el Supremo Tribunal Federal, tanto las oriundas de las
Fuerzas Armadas por la punición de Lula como las provenientes de las fuerzas
partidarias por la impunidad de los políticos corruptos, revelan la
precariedad de las instituciones que deberían dar sustento a la República.
La indiferencia, pero, sobre todo, la pasividad de la población en relación
a la prisión del ex presidente, indican el profundo descreimiento de las
masas en el sistema político.



Finalmente, la ausencia del principal candidato del pleito presidencial del
2018 compromete, todavía más, la ya ínfima legitimidad del sistema político.




La crisis del padrón de dominación es estructural e irreversible, pues, en
las condiciones de una profunda crisis económica, la polarización de la
lucha de clases inviabiliza la conciliación entre el capital y el trabajo.



Para los de arriba, la democracia brasilera es excesiva y debe ser reducida.
La guerra abierta contra los trabajadores como forma de recomposición del
padrón de acumulación de capital exige que la voluntad política de la clase
trabajadora sea anulada. La preocupación política del andar de arriba es
cómo contener la rebeldía de los de abajo.



Para los de abajo, el espacio democrático es insuficiente y debe ser
ampliado. La materialización de la lucha por derechos sociales requiere el
fin de los privilegios seculares responsables por la reproducción del
régimen de segregación social. Fue ese el mensaje inequívoco de la juventud
que protagonizó las Jornadas de Junio de 2013, de la primavera de las
mujeres de 2015 que contribuyó a la caída de Edu­ardo Cunha (1), de los
estudiantes que ocuparon los centros en 2016, de los trabajadores que
hicieron la huelga general de abril de 2017, de la población que salió a las
calles en marzo de 2018 para protestar contra el asesinato de Marielle
Franco y Anderson Gomes, y de los funcionarios públicos paulistanos, con los
profesores de la red municipal al frente, que, con sus manifestaciones
masivas derrotaron el proyecto de reforma de la previsión social.



La prisión del ex presidente acelera la agonía del lulismo como referencia
política de la clase trabajadora brasilera. Incluso con la presencia de tres
candidatos a la Presidencia de la República y de todas las direcciones del
movimiento social que gravita en torno al PT, en el momento decisivo la masa
trabajadora no compareció en el Sin­di­cato de los Me­ta­lúr­gicos de San
Ber­nardo. (2) El liderazgo en las encuestas electorales para la Presidencia
de la República no se tradujo en solidaridad concreta. Los trabajadores no
perdonaron las traiciones que los dejaron desarmados para enfrentar la
ofensiva del capital contra sus derechos.



Destituido de la energía que brota de las calles, el lulismo fue reducido a
la absoluta impotencia. Pensando mucho más en su propia conveniencia de que
en los intereses estratégicos de los trabajadores, Lula extrajo las
consecuencias prácticas de la situación. En el momento clave, siguió las
instrucciones de sus abogados y se presentó dócilmente a la Policía Federal.
Sin el coraje para ultrapasar los límites del orden, Lula cayó en los brazos
de sus enemigos. Su destino depende ahora del éxito de la operación de los
derechistas, a la espera de que “un gran acuerdo nacional, con el Supremo,
con todo” pueda salvarlo de una larga temporada en la cárcel.



Con la esperanza de volverse siembra, antes de abandonar el escenario Lula
pasó el bastón a las “nuevas generaciones”. En tanto, más allá de su
voluntad, la crisis del lulismo, con o  sin Lula, es estructural. Ella es
determinada, de abajo hacia arriba, por la paulatina pérdida de ilusiones de
la clase trabajadora, en cuanto a que soluciones parlamentarias,
patrocinadas por la izquierda de un orden capitalista antisocial,
an­ti­na­ci­onal y an­ti­de­mo­crá­tico, puedan re­solver los pro­blemas
fun­da­men­tales del pueblo. Sin capacidad de movilización social, el
lulismo no so­bre­vive como pro­yecto po­lí­tico.



La creación, el auge y el ocaso del PT se confunden con su capacidad de
movilización de la clase trabajadora. Nadando contra la corriente, en la
década de 1980, el PT conquistó su espacio en la política brasilera porque
colocó el pueblo en la calle. Acomodándose a las determinaciones del orden,
trilló su camino para poder en los años 1990 porque rebajó su programa y
desmovilizó a los trabajadores. Finalmente, en 2013, llegó al Planalto
porque firmó el compromiso ex­plí­cito, for­ma­li­zado en la Carta a los
Brasileros, de seguir fielmente las exigencias del capital y contener el
descontento de las clases subalternas.



En 2013, atropellado por las Jornadas de Junio, el PT perdió toda su
funcionalidad para el capital porque no fue capaz de sacar el pueblo de la
calle. En 2016 fue del gobierno, sin ninguna resistencia real, porque no
convocó al pueblo para defender su presidenta, pues sabía que el pueblo no
iría a las calles.



En el proceso de progresiva acomodación a las exigencias del status quo, el
PT rebajó su programa hasta su más completa mutación en un “mejorismo”
escuálido, que lo transformó en el ala “menos malo” del neoliberalismo. La
metamorfosis del PT en un partido perfectamente encuadrado en las exigencias
del orden, con todos los vicios y distorsiones de la política burguesa, y la
agudización de la lucha de clases minaron las bases del largo ciclo político
que transformó el partido de Lula en la principal referencia política de la
clases trabajadora brasilera.



En las condiciones his­tó­ricas ex­tra­or­di­na­ri­a­mente ad­versas de una
sociedad integralmente sometida a la lógica de los negocios, la estrategia
de hacer lo posible en condiciones imposibles -la quintaesencia del lulismo-
se terminó ahogando. El círculo vicioso del subdesarrollo es implacable. No
sorprende que todo lo que parecía sólido se haya desvanecido en el aire. Las
narrativas que edulcoraron los gobiernos petistas ocultan la realidad. Los
problemas que envenenan sus dimensiones, son incomprensibles si se
desvinculan de las terribles contradicciones gestadas en los trece años de
Lula y Dilma.



Los elevadísimos índices de abstención y de votos nulos y blancos y el
creciente recurso a formas de acción directa como medio de manifestación
política revelan que los brasileros no se sienten re­pre­sen­tados por los
partidos políticos convencionales y buscan nuevas formas de expresión de sus
voluntades políticas. En esas condiciones, la reducción de la política a la
opción binaria Lula o el fascismo es una peligrosa trampa.



Al negar la posibilidad de una tercer vía, desconsiderando cualquier
alternativa que cuestione los parámetros del orden establecido, la consigna
“Somos todos Lula” deja a la izquierda socialista rehén de una
institucionalidad históricamente condenada y de un programa político
rebajado y anacrónico. En nombre de la necesidad de un frente electoral
entre los partidos de izquierda contra el fantasma del fascismo, se prioriza
el campo minado de la disputa parlamentaria de cartas marcadas, en
detrimento de la movilización independiente de la clase trabajadora en
defensa de sus derechos inmediatos y por las reformas sociales
estructurales.



Se trata de una estrategia simplemente desastrosa, pues el único an­tí­doto
efectivamente capaz de detener la escalada autoritaria es la movilización
social. En ausencia de los trabajadores en las calles, la ruina del sistema
político abre espacios para aventuras autoritarias, sea por medios civiles
velados, como los ensayados por Temer en la intervención militar en la
seguridad de Rio de Ja­neiro, sea por medios militares abiertamente
dictatoriales, como los sugeridos por Bol­so­naro (3) y algunos generales.
En tanto, sin colocar en el orden del día la necesidad de cambios capaces de
crear las bases reales de una sociedad democrática -programa que extrapola
los límites del Frente Electoral-, no hay como sensibilizar a los
trabajadores para luchar por las libertades democráticas.



El nú­cleo de la lucha política gira en torno de la disputa sobre lo que
colocar en el lugar de la moribunda Nueva República. Existen tres
posibilidades históricas. El partido idealizado por Jucá, defiende el
prolongamiento de la agonía de la Vieja República por medio de una gran
conciliación nacional que ponga un punto final a la cruzada contra la
corrupción. El partido del “Fuera Todos” reaccionario, expresado de manera
explícita por Bol­so­naro y de manera cada vez menos desvergonzada por los
jefes militares, que propone la negación del residuo democrático que todavía
resta de la Constitución de 1988 por la “solución militar”.



Finalmente, el partido de las calles, que se manifiesta de manera todavía
difusa y embrionaria, como ocurrió en las Jornadas de Junio de 2013 y en las
crecientes manifestaciones de rebeldía contra el quo, se bate por superar la
Nueva República por la vía de la “ampliación de la democracia y de los
derechos sociales”, combinando Estado de derecho e “igualdad sustantiva”. El
“Fuera Todos” de abajo hacia arriba, con contenido democrático y socialista,
es la única respuesta a la crisis política de enfrentar la raíz de los
problemas nacionales y detener el avance de la barbarie que envenena a la
sociedad brasilera.



El an­tí­doto a la guerra contra los trabajadores y a los ataques contra el
Estado de derecho pasa por cambios económicos, sociales y políticos de gran
envergadura, En ausencia de un programa que postule abiertamente la
necesidad histórica de una revolución democrática como única respuesta
civilizada a la crisis nacional, el debate nacional in­te­gral­mente
pau­tado por la agenda del capital, se polariza entre “conservadores”, que
buscan tutelar la agonía de la Nueva República, y “modernizadores”, que
buscan en soluciones autoritarias una forma de garantir el orden y el
progreso.



En momento en que la clase trabajadora comienza a desembarazarse del
lulismo, en busca de otros caminos para enfrentar la ofensiva del capital y
resolver los problemas nacionales, la decisión de la dirección del PSOL
(Partido Socialismo y Libertad) de transformar la batalla electoral,
organizada en torno a la bandera por la libertad de Lula, compromete
peligrosamente el mandato histórico de un partido que nació con la tarea de
superar el lulismo.



Más que nuca, la tarea prioritaria de la izquierda socialista es construir
un programa político, pegado a las luchas concretas de los trabajadores, que
coloque en el orden del día, como primer paso a la solución de los problemas
fundamentales del pueblo, la urgencia de la lucha por “¡Derechos Ya!” y sus
consecuencias necesarias, “¡Fin de los privilegios Ya!”



La gravedad del momento histórico exige que la revolución democrática sea
colocada como elemento central de la coyuntura.



* Plínio de Ar­ruda Sam­paio Jr. es pro­fesor del Ins­ti­tuto de Eco­nomía
de la Universidad Estadual de Campinas, y mi­li­tante del PSOL. Autor de
“Crónicas de una crisis anunciada. Crítica a la economía política de Lula y
Dilma”, editorial S-G Amarante, San Pablo, 2017.



Notas de Correspondencia de Prensa



1) Ex presidente de la Cámara de Diputados, dirigente del PMDB, uno de los
artífices del golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, actualmente preso
por corrupción.



2) En el acto público del 7 de abril, poco antes de partir hacia Curitiba
para entregarse a la Justicia, Lula estuvo acompañado de Manuela d´Avila del
Partido Comunista do Brasil (PCdoB) y Guilherme Boulos del Partido PSOL.



3) Jair Messias Bolsonaro, ex militar, político de ultraderecha, candidato
presidencial del Partido Social Liberal, está segundo, detrás de Lula, en
todas las mediciones electorales.

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