Ecología/Debates/ La pesada herencia de León Trotsky [Daniel Tanuro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ago 8 22:59:07 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

8 de agosto 2018

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redacción y suscripciones

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Ecología/Debates



La pesada herencia de León Trotsky



Daniel Tanuro



La Gauche, 23-8-2010

http://www.lcr-lagauche.be/

Viento Sur, 27-7-2018

http://vientosur.info/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur



Hace más de veinte años que las y los marxistas revolucionarios se
preguntan: ¿Se podía imputar a Marx y Engels su cita fallida con la ecología
de los años 60 a 90 del siglo pasado? Si era así, ¿en qué medida? Se han
escrito centenares de páginas sobre el tema. Aunque la tesis de una
"ecología de Marx" defendida por John Bellamy Foster, sea un poco abusiva,
nadie osa ya defender seriamente que los autores del Manifiesto Comunista
eran productivistas que fetichizaban la tecnología y no tenían ninguna idea
de los límites naturales....



¿Por qué sus preocupaciones medioambientales encontraron tan poco
seguimiento posteriormente? La victoria de la revolución en un país de la
periferia -combinando las exigencias de lo que era llamado "rattrapage"
("alcanzar" el nivel de desarrollo de los países centrales capitalistas ndt)
y las nuevas posibilidades de una política centralizada con el objetivo de
una transformación radical- tuvo ciertamente mucho que ver en los
monstruosos estragos del productivismo estalinista.



Sin embargo, sería erróneo remitir todo a la estalinización de la URSS: el
entusiasmo sobre la posibilidad de que la ciencia fuera puesta al servicio
de transformaciones progresistas tuvo sin duda mucha influencia en el
optimismo técnico-científico sin límites -bastante alejado de la prudencia
de Marx- expresado en particular por León Trotsky. Es importante reflexionar
sobre ello.



Durante muchos años, tras situar las reflexiones sobre los temas ecológicos
en el orden del día, sin darles todo el peso necesario, en febrero de 2003
la Cuarta Internacional adoptó una resolución titulada Ecología y socialismo
1/. En 2010, adoptó una resolución específica sobre los cambios climáticos
y, en este marco, se pronunció a favor del ecosocialismo 2/. Siguiendo esa
línea, el movimiento debía que poner los puntos sobre las íes: su fundador
tuvo el inmenso mérito de oponerse al estalinismo, lo que permitió
transmitir la herencia marxista revolucionaria a las generaciones de la
posguerra pero, desgraciadamente, el legado estaba incompleto: las
herramientas elaboradas por Marx y Engels para una comprensión del
metabolismo entre la humanidad y la naturaleza no formaban parte de él. Este
artículo no tiene otro objetivo que constatarlo y explicarlo, con la
esperanza de contribuir a profundizar en la ecologización del marxismo.



"No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias
humanas sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las
derrotas que le inferimos. Es cierto que todas ellas se traducen
principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean,
además, otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces,
contrarrestan los primeros. Quienes desmontaron los bosques de Mesopotamia,
Grecia, el Asia Menor y otras regiones para obtener tierras roturables no
soñaban con que, al hacerlo, echaban las bases para el estado de desolación
en que actualmente se hallan dichos países, ya que, al talar los bosques,
acababan con los centros de condensación y almacenamiento de la humedad. Los
italianos de los Alpes que destrozaron en la vertiente meridional los
bosques de pinos tan bien cuidados en la vertiente septentrional no
sospechaban que, con ello, mataban de raíz la industria lechera en sus
valles, y aún menos podían sospechar que, al proceder así, privaban a sus
arroyos de montaña de agua durante la mayor parte del año, para que en la
época de lluvias se precipitasen sobre la llanura convertidos en turbulentos
ríos. Los introductores de la patata en Europa no podían saber que, con el
tubérculo farináceo, propagaban también la enfermedad de la escrofulosis"
3/.



Una dominación muy dominadora



Entre otras, esta larga cita de Engels muestra que los fundadores del
marxismo tenían una visión dialéctica del progreso en la capacidad humana de
transformar el medio ambiente. Trotsky emite un tono diferente. En una obra
fechada en 1923, el fundador del Ejército Rojo escribe que "El emplazamiento
actual de las montañas, ríos, campos y prados, estepas, bosques y orillas no
puede ser considerado definitivo. El hombre ha realizado ya ciertos cambios
no carentes de importancia sobre el mapa de la Naturaleza; simples
ejercicios de estudiante en comparación con lo que ocurrirá. La fe sólo
podía prometer desplazar montañas; la técnica, que no admite nada “por fe”,
las abatirá y las desplazará en la realidad. Hasta ahora no lo ha hecho más
que por objetivos comerciales o industriales (minas y túneles); en el futuro
lo hará en una escala incomparablemente mayor, conforme a planes productivos
y artísticos amplios. El hombre hará un nuevo inventario de montañas y ríos.
Enmendará rigurosamente y en más de una ocasión a la Naturaleza. Remodelará
en ocasiones la tierra a su gusto. No tenemos ningún motivo para temer que
su gusto sea malo. (…) El hombre socialista dominará la naturaleza entera
(...) por medio de la máquina. Designará los lugares en los que las montañas
deben ser abatidas, cambiará el curso de los ríos y abarcará los océanos"
4/. Es cierto que Trotsky, cuando escribía estas líneas, no había leído La
dialéctica de la Naturaleza, que fue editado en 1925 (en alemán). Pero la
idea de que conmociones tan gigantescas podrían tener efectos perversos no
la esbozó jamás en sus textos ulteriores, hasta su muerte en 1940.



Los arrebatos de este tipo no están limitados a las páginas en las que
Trotsky hace ejercicios de política ficción. En Cultura y socialismo (1927),
apoya sin reservas la construcción de la presa hidroeléctrica Dneprostroi
-"gigantesca pero no fantástica"- y evoca con acentos líricos la central de
Chatoura, que quema enormes masas de turba para producir electricidad 5/.
Conviene preguntarse si estos proyectos de desarrollo habrían podido ser
reemplazados por otros, ecológicamente menos agresivos en aquella época. La
respuesta está lejos de ser evidente... En efecto, so pena de anacronismo,
es preciso tener en cuenta las enormes dificultades del poder soviético:
tras cuatro años de guerra y tres años de guerra civil, siendo una realidad
el reflujo de la revolución mundial, está claro que la URSS -atrasada,
hambrienta, agotada, aislada y rodeada por el imperialismo- debía despegar
económicamente y que no habría podido hacerlo sin realizar un cierto número
de inversiones pesadas, en particular en el terreno energético con los
medios que tenía. Otro elemento del contexto: la inmensidad del país y de
sus recursos naturales no incitaba particularmente a inquietarse por las
consecuencias medioambientales de tal o cual instalación industrial
contaminante. Pero esto no agota en absoluto la cuestión. En efecto, algunos
científicos no hostiles al régimen, entre ellos algunos miembros del Partido
Comunista, protestaron por esos proyectos, y lo hicieron en el marco de
órganos oficiales 6/. Pero sus objeciones no encontraron ningún eco en
Trotsky: incluso cuando fue responsable de las instituciones científicas de
la URSS, en 1925, ni siquiera hizo alusión a ellas, por no hablar ya de
responderlas.



Independientemente del contexto histórico, es forzoso constatar que Trotsky
no tiene de la "dominación sobre la naturaleza" exactamente la misma
concepción que Marx, Engels e incluso Lenin. Veamos la continuación del
pasaje de Engels citado al comienzo de este artículo: "todo nos recuerda a
cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera
como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que
es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne,
nuestra sangre y nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que
todo nuestro dominio sobre la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a
las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer sus leyes
y de saber aplicarlas acertadamente".



Está claro: ¡la humanidad no puede "dominar" la naturaleza más que en la
medida en que un buen estudiante domina su materia de examen! Evidentemente,
Trotsky no pretendió lo contrario, sin lo que no sería materialista. Pero su
visión de la dominación es claramente más... dominadora; da la tentación de
decir: machista. Sobre todo, no comprende las retroacciones negativas del
progreso, cuando este fenómeno ya era bien conocido en esa época.



Ciencias y tecnologías: un optimismo desbordado



Esto nos lleva a investigar la forma en que Trotsky ve el progreso
científico. Como se sabe, la idea de que la ciencia triunfante estaba
dilucidando todos los misterios del universo uno tras otro estaba muy
extendida a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Era el espíritu de la
época. Los fundadores del marxismo no escaparon siempre de forma completa a
él. Sin embargo, Marx, que no tenía una visión lineal del progreso,
despreciaba profundamente lo que llamaba “esta mierda del positivismo” 7/.
En cuanto a Engels, arreglaba de este modo la cuestión del saber absoluto,
de la ciencia soberana: “la soberanía del pensamiento se realiza en una
serie de hombres que piensan de un modo nada soberano; el conocimiento con
pretensión incondicionada a la verdad se realiza en una serie de errores
relativos; ni la una ni el otro pueden realizarse plenamente sino mediante
una duración infinita de la humanidad. Tenemos aquí de nuevo la misma
contradicción encontrada antes entre el carácter del pensamiento humano,
necesariamente representado como absoluto, y su realidad en hombres
individuales de pensamiento obviamente limitado; es una contradicción que no
puede resolverse más que en el progreso infinito, en la sucesión,
prácticamente al menos infinita para nosotros, de las generaciones humanas.
En este sentido el pensamiento humano es tan soberano cuanto no soberano, y
su capacidad de conocimiento es tan ilimitada como limitada” 8/. Lenin
retoma la misma idea en términos más sencillos: “Nos acercaremos a la verdad
objetiva (sin, no obstante, agotarla jamás)” 9/.



Trotsky es menos prudente. En 1925, cuando es presidente del Consejo
Científico y Técnico de la Industria y responsable por ello de todas las
instituciones científicas soviéticas, toma la palabra ante un auditorio de
químicos. Su discurso elogia, apoyándose en el “optimismo
técnico-científico”, al gran sabio ruso Mendeleiev, inventor del cuadro
periódico de los elementos. Lev Davidovitch se expresa arrebatadamente: “La
fe de Mendeleiev en las posibilidades ilimitadas de la ciencia, de la
previsión y de la dominación de la materia debe convertirse en la fe
científica común de los químicos de la patria socialista. Por la boca de uno
de sus sabios, Du Bois Reymond, la clase social que abandona la escena
histórica nos confía su divisa filosófica: “Ignoramus, ignorabimus!”, es
decir, “No comprendemos, no aprenderemos nunca”. Mentira, responde el
pensamiento científico que liga su suerte a la de la clase ascendente. Lo no
conocible no existe para la ciencia. ¡Comprenderemos todo! ¡Aprenderemos
todo! ¡Reconstruiremos todo!” 10/.



La voluntad de dar a las masas y a los militantes la confianza en su
capacidad de tomar su suerte en sus manos es una constante en Trotsky, y se
expresa a veces de forma un poco excesiva. Pero aquí hay más. En efecto, su
entusiasmo por Mendeleiev está motivado, en particular, por el hecho de que
el optimismo técnico-científico del gran sabio le servía de base para su
lucha contra los maltusianos. Se comprende que Trotsky haya querido apoyar a
Mendeleiev sobre este punto. Sin embargo, para enfrentarse al Principio de
Población, Marx no tenía necesidad de una fe en las posibilidades ilimitadas
de la ciencia: se contentaba con constatar por reducción al absurdo que
sería sencillamente imposible que la población superase las capacidades
alimenticias del medio ambiente y que, si Malthus hubiera tenido razón, es
decir, si hubiera una contradicción insuperable entre el crecimiento
exponencial de la población y el crecimiento lineal de la producción
agrícola, entonces el primer hombre sobre la tierra habría estado ya de más.
Argumentos de este tipo le bastaban para demostrar que el pastor Malthus
hacía seudociencia y que sus teorías no eran de hecho más que un alegato
cínico repugnante e hipócrita contra la asistencia a los pobres.



Profundicemos un poco este debate sobre las tecnologías. En nuestra opinión,
es indiscutible que para Marx las técnicas no son neutrales, tienen un
carácter de clase. Hablando de la suerte de la clase asalariada embrionaria
antes de la revolución industrial, en los siglos XV-XVI, el autor de El
Capital señala por ejemplo que “no poseyendo aún el modo de producción
técnica ningún carácter específicamente capitalista, la subordinación del
trabajo al capital no estaba mas que en la forma” 11/. En esta frase, está
claro que la tecnología de la revolución industrial está considerada como
característica del capitalismo, y tallada a medida para los objetivos de
este modo de producción. Esta forma de ver sustenta por otra parte la
violenta denuncia del maquinismo, de los capitalistas ingenieros, de la
ciencia capitalista, etc. tal como se despliega en el capítulo XV de El
Capital, en particular en el capítulo maquinismo y gran industria.



Una vez más, se ve que Trotsky ve las cosas de forma un poco diferente. En
Cultura y socialismo, se pregunta sobre la contradicción entre dos axiomas
del marxismo: el que afirma que la cultura dominante es la cultura de la
clase dominante, y el que enseña que la clase obrera, para construir el
socialismo, debe asimilar las culturas de las sociedades anteriores. El
problema, dice, es entonces el siguiente: como una sociedad de explotación
engendra forzosamente una cultura de explotación, ¿qué interés tiene la
clase obrera en asimilar ésta? Trotsky resuelve la dificultad planteando que
"el carácter de clase de la sociedad reside fundamentalmente en la
organización de la producción", no en las fuerzas productivas -por tanto no
en la tecnología. "Toda sociedad de clases, añade, se ha desarrollado según
ciertos medios de luchar contra la naturaleza, y esos medios han cambiado en
función del desarrollo de la tecnología".



Luego, pregunta: "¿Qué es lo más fundamental: la organización de clase de la
sociedad o sus fuerzas productivas? Indiscutiblemente, sus fuerzas
productivas", responde. "Pues es sobre ellas, sobre un cierto nivel de su
desarrollo, como las clases evolucionan y se remodelan ellas mismas. Las
fuerzas productivas expresan materialmente la competencia económica de la
humanidad, su capacidad histórica para asegurar su propia existencia. Las
clases crecen sobre este cimiento dinámico, y sus relaciones mutuas
determinan el carácter de la cultura". "La tecnología es una conquista
fundamental de la humanidad (...). La máquina estrangula al esclavo
asalariado. Pero el esclavo asalariado solo puede ser liberado por la
máquina. Ahí reside la raíz de toda la cuestión" 12/. ¡Ahí reside, al
contrario, la raíz del error!



Una visión muy lineal del progreso



Si la tecnología, en general, fuera una conquista fundamental de la
humanidad, los anticapitalistas de hoy deberían inscribir en su programa la
puesta en marcha socialista de los transgénicos (OGM), de la clonación de
los animales y de la energía nuclear. Es, en efecto, lo que hacen ciertas
corrientes marxistas: para ellas, los peligros de estas tecnologías derivan
únicamente de las relaciones de producción capitalistas, de forma que el
control obrero sobre la producción bastaría para eliminarlas. El ejemplo de
la fisión nuclear muestra que es una ilusión: una vez que la reacción está
lanzada, ningún control, ni obrero ni burgués, puede detenerla. La
ingeniería genética presenta riesgos análogos. Es por tanto claramente la
propia tecnología la que está en cuestión, no solo la organización de la
producción.



En descargo de Trotsky, se subrayará que los posibles peligros de las
tecnologías conocidas en 1927 no tenían mucho en común con los peligros
actuales. Es indiscutible. Pero, de otra parte, este pasaje comporta en
nuestra opinión dos errores teóricos serios y de un alcance más amplio, que
están muy lejos de explicarse por el contexto histórico y tecnológico:



1º) Trotsky razona como si, en cada nivel de conocimiento científico,
correspondería una rama tecnológica y solo una. Ahora bien, la historia
proporciona numerosos ejemplos de opciones alternativas, e incluso
encrucijadas tecnológicas 13/. Esta realidad era conocida entonces. Trotsky
habría debido ser consciente de ella, y habría enriquecido su condena del
capitalismo. Desgraciadamente, a la vez que tiene una visión abierta de las
diferentes posibilidades de la evolución social, su visión de las
tecnologías se inscribe en un esquema de desarrollo unilineal;



2º) Trotsky parece considerar aquí que la organización social de la
producción (las clases) y las fuerzas productivas materiales (entre ellas la
tecnología) están separadas por una muralla china. Cuando la tecnología no
es sino la aplicación de las ciencias a la producción, no parece integrar el
hecho de que una cultura de dominación puede engendrar tecnologías
intrínsecamente dominadoras a nivel del aparato productivo. Para él, la
tendencia del capitalismo a desarrollar cada vez más las fuerzas
destructivas, en lugar de las fuerzas productivas, se concreta esencialmente
en la barbarie militaro-policial del imperialismo en general, y del fascismo
en particular. Sobre este punto, su concepción es más estrecha que la de los
fundadores del marxismo que, en La ideología alemana, citan el maquinismo y
la moneda como fuerzas destructivas 14/.



En este marco metodológico, no es extraño que Trotsky no exprese ninguna
reserva frente a las tecnologías, cualesquiera que sean. De hecho, nada en
él se parece, ni de cerca ni de lejos, al principio de precaución. Evoca "la
contradicción social incluida en la propia tecnología", pero la esperanza
que esta fórmula despierta en el lector de hoy decae inmediatamente. En
efecto, a guisa de ejemplo, el autor cita... ¡los vagones de primera,
segunda y tercera clase en los ferrocarriles! Sin embargo, en este caso, la
contradicción no está evidentemente "incluso en la propia tecnología":
deriva del uso social que se hace de ella.



El lector pasa por otra situación de ánimo y desánimo de este tipo cuando
Trotsky contrapone el hecho de que los y las revolucionarias deben romper el
aparato del Estado al hecho de que "no deben romper la tecnología": "El
proletariado toma posesión de las fábricas equipadas por la burguesía y lo
hace en la forma en que la revolución las ha encontrado". Viene luego la
frase prometedora: "Sin embargo, en la forma que la hemos tomado, esta vieja
tecnología es completamente inapropiada para el socialismo".
Desgraciadamente, una vez más, no es la tecnología propiamente dicha la que
está en el punto de mira, sino el modo social de su puesta en
funcionamiento, pues éste concreta "la competencia entre empresas, la
carrera por el beneficio, el desarrollo desigual de ramas separadas, el
atraso de ciertas regiones, la pequeña escala de la explotación agrícola, el
derroche de los recursos humanos" 15/.



Eugenismo socialista, alquimia... ¿y Lysenko?



Un punto particularmente turbador es que su optimismo técnico-científico
arrastra a Trotsky por el terreno resbaladizo del eugenismo (muy en boga a
comienzos del siglo XX) y de la selección del superhombre socialista. En
conclusión de su panfleto Si América se hiciera comunista (1934) hace una
tentativa torpe para oponer un eugenismo socialista al eugenismo de los
nazis: "Mientras los imbéciles románticos de la Alemania nazi sueñan con
restaurar la vieja raza de los sombríos bosques de Europa en su pureza, o
más bien en su inmundicia original, vosotros, americanos, tras haber tomado
en vuestras manos con firmeza vuestra máquina económica y vuestra cultura,
aplicaréis métodos científicos originales a los problemas del eugenismo.
Dentro de un siglo, vuestro melting pot de razas habrá dado nacimiento a una
nueva variedad de hombres, la única digna del nombre de Hombre" 16/. No se
puede sino saludar el antiracismo del párrafo, pero ¿qué vienen a hacer aquí
los "métodos científicos originales" y en qué consisten los "problemas del
eugenismo"?.



La idea de un superhombre socialista seleccionado artificial y
científicamente se repite varias veces en la obra de Trotsky: diez años
antes, el último capítulo de Literatura y Revolución acababa así: "En
resumen, el hombre comenzará a armonizar con todo rigor su propio ser.
Tratará de obtener una precisión, un discernimiento, una economía mayores, y
por ende belleza en los movimientos de su propio cuerpo, en el trabajo, en
el andar, en el juego. Querrá dominar los procesos semiinconscientes e
inconscientes de su propio organismo: la respiración, la circulación de la
sangre, la digestión, la reproducción. Y dentro de ciertos límites
insuperables, tratará de subordinarlos al control de la razón y de la
voluntad. El homo sapiens, actualmente congelado, se tratará a sí mismo como
objeto de los métodos más complejos de la selección artificialy los
tratamientos psicofísicos. (...) El hombre se esforzará por dirigir sus
propios sentimientos, elevar sus instintos a la altura del consciente y
hacerlos transparentes, dirigir su voluntad en las tinieblas del
inconsciente. Por eso, se alzará al nivel más alto y creará un tipo
biológico y social superior, un superhombre si queréis". Subrayado nuestro.
(Traducción tomada de
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1920s/literatura/8a.htm)
<https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1920s/literatura/8a.htm>



No es todo. En efecto, su planteamiento sobre la tecnología lleva a Trotsky
a afirmar perentoriamente que el viejo sueño de los alquimistas podrá ser
realizado: "La química es, ante todo, la ciencia de la transmutación de los
elementos", expone en el congreso de Mendeleiev. Vuelve sobre el tema un año
más tarde: "El parentesco de los elementos y sus mutuas metamorfosis puede
ser considerado como probado empíricamente en el momento en que, con la
ayuda de los elementos radioactivos, se ha vuelto posible resolver el átomo
en sus componentes". El punto más sorprendente aquí es que Trotsky recurre a
la dialéctica como si se tratara de una metateoría cuyas leyes gobernarían
el universo: "Hasta recientemente, los científicos suponían que había en el
mundo poco más o menos 90 alementos (...) que no podían ser transformados
uno en otro (...). Tal noción contradice la dialéctica materialista, que
habla de la unicidad de la materia y, más importante aún, de la
transformabilidad de los elementos de la materia". Y concluye que "la
química de los radioelementos celebra el triunfo supremo del pensamiento
dialéctico" 17/. Llamativo viniendo del brillante autor del texto Qué es la
dialéctica.



En el mismo orden de ideas, conviene señalar que Trotsky parece haber estado
poco inclinado a criticar las elucubraciones de Lysenko. En 1938, exiliado
en México, el exdirigente bolchevique escribe una corta introducción para la
edición inglesa de su discurso al congreso Mendeleiev. Se puede leer en ella
que "el régimen totalitario ejerce una influencia desastrosa sobre el
desarrollo de las ciencias naturales". Es, en nuestro conocimiento, la única
alusión de Trotsky al pseudo sabio estalinista y ambicioso que, condenando
la genética mendeliana como "burguesa", se pretendía capaz de modificar las
características de una planta actuando sobre su medio ambiente... Habiendo
expresado su confianza en la selección de un superhombre socialista, ¿habría
prestado Trotsky algún tipo de fe a la idea de que la ciencia soviética,
liberando las fuerzas productivas de sus trabas capitalistas, podría hacer
crecer trigo en la tundra siberiana? Este punto sigue estando oscuro, ¡pero
está permitido plantearse la pregunta! En cualquier caso, es curioso que La
revolución traicionada no consagre ni un párrafo al impacto del estalinismo
sobre las ciencias exactas, la investigación, etc.



Trotsky pasa a veces muy cerca de cuestiones ecológicas interesantes, pero
sin verlas. Su discurso ante los químicos contiene un pasaje que habría
podido favorecer una reflexión sobre la capacidad del comunismo para poner
en marcha un modo de desarrollo post-industrial no destructivo del medio
ambiente. El orador cita a Mendeleiev: "A la época industrial sucederá
quizás una época más compleja que, en mi opinión estará marcada por la
reducción o la simplificación extrema de los métodos que pueden servir para
la producción de la alimentación, el vestido y la vivienda. La ciencia
experimental debe aspirar a esta simplificación extrema hacia la que se ha
dirigido ya parcialmente a lo largo de los últimos decenios". Trotsky
subraya que esta perspectiva es la del comunismo porque "tal desarrollo de
las fuerzas productivas, que conducirá a la simplificación extrema de los
métodos de producción de la alimentación, del vestido y de la vivienda,
permitirá evidentemente reducir al mínimo los elementos de coerción en la
sociedad". Habría podido añadir que este desarrollo reduciría también el
impacto destructor de la economía sobre el medio ambiente. Pero no lo hizo.
Decididamente, este aspecto de las cosas, sin embargo presente en Marx y
Engels, no forma parte de sus preocupaciones.



Un desarrollo armonioso... ¿y la naturaleza?



Pero dejemos ahí la ciencia y la tecnología, y abordemos la cuestión general
de las relaciones globales entre humanidad y naturaleza. En esta materia,
Karl Marx produjo un concepto destacable: la regulación racional de los
intercambios de materia (o metabolismo social) entre la humanidad y la
naturaleza como única libertad posible. Como se sabe, Marx había llegado a
esta conclusión a partir de los trabajos de Liebig sobre el agotamiento de
los suelos, debido a que la industrialización, favoreciendo el éxodo rural,
interrumpía el ciclo de los nutrientes. Armado con este concepto, Marx había
vuelto al problema de los suelos para ver en su degradación una razón
suplementaria para abolir la separación entre la ciudad y el campo.



Estos desarrollos solo ocupan un lugar relativamente limitado en El Capital,
pero no habían escapado a los teóricos marxistas de finales del siglo XIX y
comienzos del XX. En La cuestión agraria y los críticos de Marx, Lenin
responde a los autores que consideran que la invención de los abonos
sintéticos hace obsoleto el análisis de Marx: "La posibilidad de sustituir
con fertilizantes artificiales los abonos naturales (...) no refuta en
absoluto la irracionalidad que consiste en derrochar abonos naturales
polucionando así los ríos y el aire en los distritos industriales" 18/. En
su obra de vulgarización, "La teoría del materialismo histórico. Manual de
sociología marxista", Bujarin hace una síntesis del concepto de "metabolismo
social", y lo adorna con consideraciones pertinentes sobre la posibilidad de
estimar la productividad social del trabajo reduciendo las diferentes
actividades a su denominador común: el gasto de energía 19/.



¿Y Trotsky? De todas estas cuestiones la única que parece interesarle es la
de la abolición de la separación entre ciudades y campos. Además, la aborda
exclusivamente a través de la lucha contra el "idiotismo campesino" (la
fórmula es de Marx). No menciona la problemática de los suelos. La abolición
de la separación entre las ciudades y el campo, para él, es más espacios
verdes en las ciudades, de una parte, y la industrialización de la
producción agrícola en el marco de explotaciones gigantes, de otra. Hay que
ser honestos y decir que esta concepción era compartida por todos los
marxistas de la época; sin duda, no podía ser de otra forma en el estadio de
desarrollo de la economía y de la sociedad. Al menos Kautsky, en La cuestión
agraria, había sacado a la luz ciertos efectos negativos de la concentración
de las tierras y de la mecanización 20/. Nada parecido en Trotsky: es
unilateralmente positivo. En Cultura y socialismo, tras haber elogiado la
cadena de montaje fordista, escribe que "gigantescos sistemas de mejora de
las tierras -mediante una irrigación y un drenaje adecuados- son las cadenas
de montaje de la agricultura. Además de la química, la construcción de
máquinas y la electrificación liberan el cultivo del suelo de la acción de
los elementos, posibilitando así que la actual economía de aldea sea
integrada en la cadena de montaje socialista que coordina toda la
producción".



La visión desarrollada en estas páginas ilustra desgraciadamente las peores
caricaturas sobre el socialismo como liberador de las fuerzas productivas
prisioneras de las trabas capitalistas: "Incluso en América, el capitalismo
es claramente incapaz elevar la agricultura al nivel de la industria. Esta
tarea incumbe por entero al socialismo". Más adelante, Trotsky detalla los
dos procesos que concurren en su opinión en la industrialización de la
agricultura:



- en primer lugar la especialización y la industrialización de toda una
serie de procesos de producción que están hoy entre la economía de la aldea
y la industria ("El ejemplo de Estados Unidos muestra las posibilidades
ilimitadas que están ante nosotros", comenta);



- en segundo lugar, "la industrialización de la producción de las plantas de
cultivo, de la crianza del ganado, de la horticultura, etc. (...) No basta
con socializar, hay que sacar a la agricultura de su estado actual
reemplazando el actual arado superficial del suelo (today’s squalid digging
around in the soil) por fábricas científicamente organizadas de trigo y de
cebada, por fábricas de bovinos y ovinos, etc.".

No se evoca la ruptura del ciclo de los nutrientes. Trotsky escribe que "el
principio de la economía socialista es la armonía", pero no tiene en mente
más que la armonía resultante de la coordinación interna, según el principio
de la cadena de montaje fordista. A diferencia de Marx, no muestra ninguna
comprensión de la necesidad de tender a una mayor armonía en las relaciones
entre la economía y la naturaleza...

A guisa de conclusión provisional

Nunca se insistirá suficientemente sobre la necesidad de tener en cuenta el
contexto histórico. Hemos evocado ya el marco general: la URSS exangüe,
rodeada, aislada, etc. Pero otro elemento, más preciso, es el debate que se
emprende en el seno del partido soviético sobre la forma de responder a esta
difícil situación. A partir de 1923-24, frente al reflujo de la revolución
mundial y a la desmovilización de la clase obrera rusa, se dibujan dos
orientaciones alternativas de forma cada vez más neta:



- la del "socialismo en un solo país", que se construye "a paso de tortuga",
planteada por Bujarin y Stalin, que renuncian de hecho a la extensión de la
revolución y cuentan con el enriquecimiento del campo para dar al régimen
los medios para construir una hipotética sociedad nueva. Hasta el giro de
180º de la colectivización forzosa y del primer plan quinquenal, se traduce
en una falta total de visión sobre las necesidades del desarrollo
industrial.



- y la de Trotsky, que ve en el desarrollo planificado de la industria
pesada nacionalizada el medio para que el régimen soviético pueda aguantar
sin degenerar esperando y favoreciendo un nuevo ascenso de las luchas a
escala internacional. Frente a un Stalin que declara estúpidamente que
"Rusia tiene tanta necesidad de un pantano en el Dnieper como un mujik de un
fonógrafo" 21/, para Trotsky, es indispensable desarrollar una industria
capaz de proporcionar los medios de un desarrollo del campo a la vez que se
favorece una diferenciación de clase en el seno de la población campesina.
Desde abril de 1923, en las Tesis sobre la industria que presenta en el XII
Congreso del Partido Comunista, explica que se trata de una cuestión de vida
o muerte para el régimen 22/.



Los hechos han demostrado que de este último análisis era fundamentalmente
correcto. Vista la enormidad de lo que estaba en juego y los métodos cada
vez más brutales de la fracción Stalin-Bujarin, no es extraño que Trotskhy,
a veces, haya "torcido el bastón en el otro sentido", según una célebre
expresión. Señalemos sin embargo, en su descargo, que al hacerlo, era
sencillamente fiel a la cultura tecnicista y modernista de la época, que era
la de toda la dirección bolchevique y que encontraba su expresión artística
en la corriente futurista 23/.



Sin embargo, como hemos visto, el contexto histórico no explica todo. En una
serie de cuestiones como la dominación de la naturaleza, las perspectivas de
transformación que se derivan de ella, la verdad científica absoluta, el
estatuto de las tecnologías, etc., se constata que Trotsky está por detrás
en relación a ciertas posiciones claramente más matizadas de Marx, Engels e
incluso de Lenin. Un punto muy sorprendente es que algunos razonamientos
sobre el desarrollo científico o técnico se reclaman de la dialéctica como
una especie de metateoría transcendente. Esta concepción de la dialéctica es
completamente opuesta a la que Trotsky pone en funcionamiento cuando analiza
los fenómenos sociales y políticos.



Por otra parte, muy a menudo, el tono de los textos citados en este artículo
dejan una impresión desagradable de arrogancia dominadora, incluso de
desprecio, no solo por la naturaleza salvaje sino también por lo que es
natural, fisiológico, no controlado en el ser humano. Este punto es más
importante de lo que parece. En efecto, la versión muy dominadora de Trotsky
de la "dominación de la naturaleza" y el discurso imperativo que se deriva
de ella no dejan lugar al pensamiento de cuidar lo que hay, cuando éste es
indispensable para el desarrollo de una conciencia y de una práctica
ecológicas.



León Trotsky es un gran revolucionario internacionalista y un pensador
brillante. Se le debe en particular el análisis del fascismo, el de la
burocracia y la teoría de la revolución permanente. Fundando la Cuarta
Internacional cuando era casi medianoche en el siglo, permitió la
transferencia de la herencia marxista-revolucionaria a las generaciones
posteriores. Leer a Trotsky es tocar con los dedos la realidad de la
revolución rusa, de la Internacional comunista, de la ola revolucionaria del
final de la Primera Guerra Mundial y de su reflujo. Es comprender el
fascismo y el estalinismo, el frente popular, la revolución española y la
comuna de Cantón, el declive del imperio británico y el ascenso del
imperialismo americano. En una palabra, es comprender el siglo XX y asimilar
elementos programáticos y metodológicos absolutamente indispensables para el
desarrollo de una orientación anticapitalista en el siglo XXI. Pero toda
medalla tiene su reverso. En Trotsky, la conciencia ecológica está en el
grado cero. En el legado que transmitió a sus sucesores faltaban las pocas
herramientas genialmente precursoras del ecosocialismo, tal como Marx y
Engels las habían puesto a punto. Colmo de la ironía: de todos los
dirigentes de Octubre, el único que haya dado una cierta importancia al
concepto de regulación racional del metabolismo social entre la humanidad y
la naturaleza fue el dirigente del ala derecha, el teórico del
enriquecimiento de los kulaks y del socialismo en un solo país, el estribo
de Stalin: Bujarin. Esto no basta para hacer de él un teórico ecosocialista,
lejos de ello (volveremos sobre ello), pero es un hecho, y este hecho no ha
podido mas que contribuir a explicar que los marxistas revolucionarios de
posguerra perdieran el hilo de la ecología de Marx.



Notas



1/ Quatrième Internationale, Ecologie et socialisme,
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article7892;
<http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article7892>
http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Congreso4aInternacional2003-Ecologia
YSocialismo.pdf

2/ Quatrième Internationale, Le basculement climatique et nos tâches,
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article16635 ; en español,
http://www.prt.org.mx/node/142

3/ F. Engels, La dialectique de la nature, Paris, Editions Sociales, 1968,
pp. 180-181. La dialéctica de la naturaleza,
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dianatura/index.htm
<https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dianatura/index.htm>  ed. AKAL.

4/ Léon Trotsky, Littérature et Revolution

5/ Léon Trotsky, Culture and Socialism, 1927 (notre traduction)

6/ Douglas R. Weiner, Models of nature. Ecology, Conservation and Cultural
Revolution in Soviet Russia

7/ Karl Marx, Carta a Engels del 7/07/1866

8/ F. Engels, Anti-Dühring,
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion1.htm#xiv
pg 75.

9/ Lénine, Matérialisme et Empiriocriticisme, p. 147.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas04-12.
pdf

10/ L. Trotsky, Mendeleiev et le marxisme, discours au congrès Mendeleïev,
17 septembre 1925, Marxists Internet Archive. Versión en español en
http://www.fundacionfedericoengels.net/index.php/48-colecciones/marxismo-hoy
/marxismo-hoy-n-15/291-el-materialismo-dialectico-y-la-ciencia-la-continuida
d-de-la-herencia-cultural
<http://www.fundacionfedericoengels.net/index.php/48-colecciones/marxismo-ho
y/marxismo-hoy-n-15/291-el-materialismo-dialectico-y-la-ciencia-la-continuid
ad-de-la-herencia-cultural>

11/ Marx, Le Capital, I, Chap XXVIII, Garnier Flammarion 1969 p.546 — nous
soulignons

12/ L. Trotsky, Culture et Socialisme, op. cit. Marxists Internet Archive
(subrayado DT), en español,
http://www.ceip.org.ar/Apendice-Textos-sobre-arte-cultura-y-literatura-Cultu
ra-y-socialismo

13/ En el dominio clave de la energía, por ejemplo, desde la segunda mitad
del siglo XIX, algunos ingenieros abogaban por que el sol reemplazara al
carbón como fuente. No eran solo ideas en el aire: máquinas solares eficaces
fueron efectivamente puestas a punto en toda una serie de terrenos de
aplicación. Si este sector energético hubiera despegado, habría cambiado la
faz de la tierra. Pero no despegó en absoluto, no por razones técnicas, y ni
siquiera siempre por razones de eficiencia-coste, sino principalmente porque
los monopolios del carbón tenían ya el poder de encerrar la innovación, a
fin de mantener sus sobreganancias (cf. Daniel Tanuro, El imposible
capitalismo verde).

14/ Marx, Engels, L’Idéologie allemande, Marxists Internet Archive. En
español, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm
<https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm>

15/ L. Trotsky, Culture et socialisme, op. cit. en español,
http://www.ceip.org.ar/Apendice-Textos-sobre-arte-cultura-y-literatura-Cultu
ra-y-socialismo

16/
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro4/T06V112.htm
ndt. L. Trotsky, If America Should Go Communist, Marxists Internet Archive.

17/ L. Trotsky Radio, ciencia, técnica y sociedad.
https://www.nodo50.org/ciencia_popular/articulos/Trotsky1.htm
<https://www.nodo50.org/ciencia_popular/articulos/Trotsky1.htm>

18/
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas04-12.
pdf
<https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas04-12
.pdf>

19/ Bujarin, Lateoría del materialismo histórico. Manual de sociología
marxista.
https://www.sigloxxieditores.com/libro/teoria-del-materialismo-historico_168
25/

20/ Kautsky, La Question agraire, réédition fac similé Maspéro, Paris 1970

21/ Citado por M. Liebmann, Entre histoire et politique. Dix portraits. ed.
Aden , Bruxelles 2006

22/ L. Trotsky, Theses on Industry, Marxists Internet Archive

23/ Es llamativo que la mayor parte de los textos en que Trotsky se expresa
sobre la naturaleza tienen por tema principal la cultura. De hecho, pero
esto supera a la vez los límites de este artículo y las competencias de su
autor, su forma de comprender la naturaleza está muy estrechamente ligada a
sus concepciones sobre el arte. Esto aparece en particular en su evocación
lírica de la central térmica de Chatoura como objeto de arte (a thing of
beauty).

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