Nicaragua/ El FSLN: el salto final a la prehistoria [Silvio Prado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ago 29 14:57:10 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

29 de agosto 2018

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Nicaragua



El FSLN: el salto final a la prehistoria



El FSLN ya no es un partido; es más bien una partida, una camarilla de
personas apiñadas alrededor del jefe de un clan para mantenerlo en el poder



Silvio Prado *



Confidencial, 29-8-2018

https://confidencial.com.ni/



En una reciente discusión académica se afirmaba que con la creación de las
bandas de paramilitares el FSLN había vuelto a sus orígenes de organización
político militar. Pero la mutación ha sido peor, no ha regresado a su pasado
si no que ha saltado a la prehistoria, a la etapa previa a la creación de
los partidos políticos, cuando las personas se reagrupaban en torno a un
caudillo, a un condotiero, o a un señor feudal a quien juraban fidelidad
absoluta.



En la década del 90 algunos creyeron ver la transformación del FLSN en un
partido moderno. Los congresos, la aprobación de un programa y de estatutos
auguraban la evolución del movimiento político-militar que había tomado el
poder en 1979, hacia una organización con un formato similar al de los
partidos contemporáneos. La elección de autoridades nacionales y locales por
los miembros del FSLN concluían lo que se conoce el proceso de
institucionalización. En esta transformación, los movimientos políticos
pasan de una fase de “informalidad” a otra en que adoptan reglas del juego
que dan estabilidad a la organización y al funcionamiento de la entidad, que
depende cada vez menos de los personalismos originarios.



En el caso del FSLN aquel proceso se vio ralentizado a medida que Ortega se
fue apropiando del partido hasta convertirlo en un mecanismo particular para
volver al gobierno. Cuando logró este propósito, el partido tomó un rumbo
inverso, la desinstitucionalización en favor de la mayor gravitación en
torno al líder y jefe del Estado. Los congresos dejaron de ser la máxima
autoridad cuya celebración se preparaba de antemano con una discusión de
abajo hacia arriba y sesionaba durante varios días; los órganos colectivos
de gobierno (dirección nacional y la asamblea sandinista) desaparecieron o
perdieron toda relevancia; y los órganos intermedios (departamentales) y
locales (municipales, distritales y de base) pasaron a ser las correas de
transmisión del autoritarismo.



A pesar de esa involución el Frente todavía conservaba lo que podría
llamarse el “programa inercial del sandinismo”, los valores e ideas
formulados tiempo atrás pero que el desmantelamiento institucional había
impedido actualizar. Las campañas lanzadas desde el Ejecutivo hacían suponer
que había detrás un programa para llevar a la sociedad a determinado nivel
de bienestar y de igualdad. Incluso algún ideólogo del régimen, retomando a
Lee Kuan Yew, había sintetizado el gran objetivo del orteguismo proclamando
que mientras hubiese pobreza podría sacrificarse la libertad.



Pero estas presunciones se hicieron pedazos el pasado 18 de abril. Desde
entonces el FSLN ha ido perdiendo los rasgos de partido moderno para
convertirse en un destacamento de personas con el único objetivo de salvar
al soldado Ortega. Pero al contrario de lo diagnosticado por otros, no ha
retrocedido a su pasado sino que ha evolucionado hacia el único futuro
posible de los partidos que gravitan en torno a un líder perpetuo: la
autoinmolación como organización de intereses colectivos. En otras palabras
ha transitado hacia el proto-Estado, la fase previa al nacimiento de la
política.



Desde del 18 de abril el FSLN se ha ido despojando de cada uno de los
atributos que, si bien eran puras formalidades, le quedaban de los años 90:
el armazón, los órganos de dirección y el programa.



La estructura hace rato que se había convertido en un tendido para el
control político de los miembros y de los beneficiarios de los programas del
gobierno. Había perdido cualquier intención de cohesión ideológica; solo
quedaba su capacidad de movilización para las manifestaciones (y
contramanifestaciones) y menos para las citas electorales, como mostraron
los comicios de 2016 y 2017. Ello no quiere decir que no tuviera músculo,
pero era un músculo para vigilar y castigar.



Si en los primeros años del regreso al poder los CLS (Consejos de Liderazgo
Sandinista) hicieron de la necesidad virtud atacando las movilizaciones
ciudadanas con motorizados, ocupando las rotondas con piquetes obligatorios
y atajando las protestas con pandillas, a partir del 18 de abril la
membresía se convirtió en el semillero de los sicarios junto a los fanáticos
de la JS (Juventud Sandinista). De hecho fue la actuación de este segmento
lo que desató la rebelión con la agresión a quienes protestaban contra las
reformas del INSS (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social) en el Camino
de Oriente. En vez de ser “la influencia del partido dentro de los masas”,
se dedicaron a tiempo completo a masacrar a la población para recuperar su
obediencia.



Según se supo por los estudiantes capturados por los paramilitares, las
sedes  departamentales y municipales del FSLN se convirtieron en centros
clandestinos de detención y de tortura donde se llevaba a los manifestantes,
con la complicidad de la policía. Los secretarios políticos, otrora cuadros
intermedios de la dirección política, pasaron a encargarse de la
organización y el despliegue de los sicarios, y más tarde, cuando el Frente
se puso los pasamontañas, a ser un engranaje más de la máquina de matar.



Por último, el peldaño que faltaba para saltar a la prehistoria ha sido la
abolición de cualquier cosa parecida a un programa. El escarnio sobre los
muertos y en las ciudades arrasadas por “la operación limpieza”, los bailes
de la policía y las celebraciones de los grupos armados, muestran que
cualquier propósito estratégico ha sido sustituido por “daniel se keda”. Con
este santo y seña, el FSLN pasó a ser una congregación alrededor de un único
propósito: proteger al caudillo y morir por él. No hay más “patria libre”
porque se la ha apropiado el pueblo insurrecto. Tampoco hay “gobierno de
reconciliación y unidad nacional”, porque incluso para los más entusiastas
se ha vuelto un lema sin sentido cuando cada día los sicarios secuestran a
quien les dé la gana.



Aceptémoslo: el FSLN ya no es un partido; es más bien una partida, una
camarilla de personas apiñadas alrededor del jefe de un clan que sin empacho
ha nombrado jefe de la policía a uno de los suyos. Sin programa ni
propuestas que ofrecer a la población para recuperar un resquicio de
consenso, es una masa de fanáticos obsesionados con mantener a Ortega en el
poder y cohesionados por la ideología de la violencia en cuyo nombre no les
importa seguir matando y metiendo en la cárcel al resto de Nicaragua.



* Silvio Prado, exmilitante del FSLN, sociólogo e investigador asociado del
Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas de Nicaragua.
(Redacción Correspondencia de Prensa)

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