México/ ¿Es Morena la resurrección del PRI? [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 30 12:28:44 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

30 de agosto 2018

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México



¿Es Morena la resurrección del PRI?



Manuel Aguilar Mora *



Ciudad de México, 29-8-2018



Una de las consecuencias principales de las elecciones del 1° de julio es la
derrota aplastante del PRI (Partido Revolucionario Institucional), una
derrota que representa su muerte como factor político relevante del
escenario político. Ha quedado arrinconado como la quinta fuerza en la
Cámara de diputados, careciendo de los inmensos recursos financieros y
gubernamentales de que disfrutó durante casi un siglo de dominio de la
política nacional. Murió el imperio del PRI. Esta evidencia ha sacudido como
un terremoto político la historia de los días memorables que estamos
viviendo. Precisamente Peña Nieto, quien pasará a la historia como el último
presidente priista, se vio obligado a reconocer este hecho al declarar que
el PRI “debe cambiar de nombre y apellido” para superar “el estigma” que lo
ha llevado a su ruina actual. (Entrevista con La Jornada, 24.08.2018).



Pero hay muchos que se preguntan, al apreciar la avasalladora victoria de
Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), si con ella de hecho ha vuelto
la política del “carro completo”, si no estamos presenciando la resurrección
del PRI. Y no se trata de un mero argumento retórico cuando se constata cómo
a menos de dos meses del triunfo del 1° de julio tantos expriistas y con
ellos expanistas, experredistas e incluso partidos completos se unen al
carro victorioso conducido por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Por tanto
es bueno, para señalar los cambios habidos, hacer un breve recuento de lo
que Morena tiene de parecido y de lo que tiene de diferencia con el PRI. Lo
primero que debemos constatar es que Morena, como el PRI, el PAN (Partido
Acción Nacional) y el PRD (Partido de la Revolución Democrática) es un
partido de la clase burguesa dominante, sujeto a los mecanismos del estado
capitalista del que se nutre y del cual es hoy su instrumento más
importante, para no hablar de los partiditos que sólo han sido acompañantes
de segundo o tercer término de los principales. Morena es un partido burgués
al que la clase dominante ha debido conceder la primacía ante el desgaste,
el desprestigio y la ineficacia de los dos instrumentos partidarios
principales, los hegemónicos desde hace 30 años, el PRI y el PAN, el PRIAN
como lo bautizó vox populi, cuyo liderazgo provocó un hartazgo que podía
correr el peligro de producir un estallido incontrolable. Precisamente ha
sido el castigo al PRIAN en las elecciones de julio pasado, castigo
especialmente resentido por el PRI, una de las expresiones más importantes
de la protesta popular que significaron en gran medida los más de 32
millones de votos recibidos por AMLO.



La transición del PRIAN



El grupo en el poder en los años 90’s del siglo pasado decidió “renovar” el
imperio del PRI con una caricatura de democracia burguesa que significó la
llegada de Vicente Fox, el primer presidente panista a la presidencia, al
cual siguió Felipe Calderón, el segundo presidente panista. Los gobiernos de
ambos panistas fueron un completo desastre. La restauración del PRI, con la
presidencia de Peña Nieto, prometía darle un nuevo aire a la “tercera
generación de las reformas estructurales” capitalistas, pero la corrupción,
la represión y la llana torpeza del priismo restaurado se derrumbó en el
sexenio peñista.



AMLO es un político forjado en la tradición prevaleciente durante el siglo
XX en México, la política del “nacionalismo revolucionario”, ideología
surgida como consecuencia del triunfo de los grupos burgueses medios y
plebeyos de la revolución mexicana, de los cuales se nutrió y creció la
actual burguesía nacional dominante. El antecedente directo del PRI, fundado
en 1929, se llamó precisamente Partido Nacional Revolucionario. Durante su
largo imperio, el PRI acabó por desteñir sus orígenes y en los años 80’s se
convirtió por completo en un partido promotor de las (contra)reformas
neoliberales.



Fueron los gobiernos de De la Madrid y Salinas los que provocaron la ruptura
más importante del PRI, de la cual surgió PRD como una organización
reivindicadora del “nacionalismo revolucionario” que había abandonado el
PRI. AMLO, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros más,
fueron miembros y dirigentes principales del PRD. Pero ya los años 80’s y
90’s no eran los años para el auge del “nacionalismo revolucionario”, sino
de la salvaje integración capitalista bajo los cánones neoliberales. El PRD
acabó por desteñir su vocación “nacionalista” y terminó en las ruinas en las
que se encuentra actualmente, mucho más golpeado que el PAN y el PRI. Esa es
la situación que explica por qué AMLO, con Morena, logra emerger como
alternativa al rescate de un grupo dominante en profunda crisis por el
desastre del peñismo, la última expresión del neoliberalismo.



Objetivos burgueses y conquistas populares



Morena es otro proyecto que surge de esa debacle del “nacionalismo
revolucionario” en México que la clase dominante no ha podido sustituir por
completo con la cruda ideología proveniente de las metrópolis imperialistas,
por la simple razón de que la sociedad mexicana difícilmente se adecúa a los
patrones neoliberales capitalistas prevalecientes. Pero tampoco Morena es ya
un partido bien estructurado como lo fue el PRI. Está constituido como
“movimiento” y se enfrentará a retos que seguramente, dada su informalidad
política e ideológica, lo dividirán irremisiblemente al estar atravesado por
corrientes contradictorias que pueden convertirse en antagónicas. El único
común denominador es su líder.



La inclinación autoritaria de AMLO, bastante conocida, es también el
fundamento que respalda su perseverancia y firmeza de propósito. Es la
vocación del bonaparte.



La tradición del bonapartismo en México fue determinante en la política
mexicana en gran parte del siglo pasado. El PRI-gobierno culminó sus años de
auge en las décadas de los años 40’s a los 60’s con la instauración de un
bonapartismo estructural, en el cual los líderes presidenciales sacaban su
fuerza y magnetismo de la función (burocrática) más que del carisma
(personal). Y en estos días que se conmemora el 50 aniversario del
Movimiento estudiantil-popular del ’68, el recuerdo de Díaz Ordaz, un
personaje tan siniestro y poco carismático como fue, sólo se explica (con su
autoridad omnipotente) por la función central que desempeñaba en el sistema
político en su conjunto, cuya fortaleza era evidente y determinante en esos
años.



Pero la pregunta que surge de inmediato es: ¿la burguesía está dispuesta a
reeditar un nuevo bonapartismo? En 2018 existe ya una burguesía
industrial-financiera en México, para no hablar de la penetración del
capital imperialista en sus diferentes facetas, que tiene un papel clave en
la economía, factores que no existían cuando surgió el bonapartismo de
orígenes revolucionarios en los años 20’s y 30’s del siglo pasado. Por el
momento, es evidente que la estrategia de los capitalistas es hacer de AMLO
su representante central.



Pero tampoco la situación de los trabajadores y en general de los sectores
oprimidos y explotados es la misma que existía hace cien o incluso hace
cincuenta años. Precisamente las elecciones del pasado 1° de julio mostraron
un pueblo mexicano mucho más maduro que los acarreados de las elecciones
fraudulentas características del auge priista. El alud de millones de votos
que sepultó a los dos partidos de la derecha cruda y descarada es una
conquista de amplísimos sectores populares que buscan una alternativa y que
todavía no han podido forjar su representación independiente.



Lucha de clases y caudillismo



Los días que vienen serán decisivos. Para millones de trabajadores y
sectores populares en general, los resultados del 1° de julio representan su
victoria, de la cual esperan mucho: un cambio drástico de la situación
prevaleciente de austeridad y represión. Más de lo mismo no sólo será
decepcionante para ellos, será insoportable. Ciertamente, al cumplirse los
primeros dos meses de la victoria del 1° de julio, las señales enviadas por
el presidente electo que prácticamente ha comenzado a gobernar ya, no son
tan contundentes como anunciaban las promesas electorales. AMLO ha declarado
que el ejército seguirá en las calles combatiendo a la delincuencia como en
los sexenios pasados, la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de
la Ciudad de México no será suspendida sino sometida a una “consulta
popular” en octubre (sobre la cual no se sabe todavía sus condiciones). Los
colaboradores escogidos siguen siendo viejos políticos tradicionales y
todavía no se ha dado una respuesta tajante y contundente a cómo se va a
financiar el rosario de promesas de todo género que AMLO hizo en los
renglones educativo, de becas, de pensiones y ayudas, medios de
comunicación, etc., etc. Se trata de un presupuesto que debe crecer en
cientos de millones de pesos y todo ello sin que aumente un peso los
impuestos, sin rasguñar siquiera la arcaica y del todo favorable a los
capitalistas política fiscal actual, confiando sólo en una lucha contra la
corrupción cuyas cifras no cuadran ni de lejos con los recursos financieros
requeridos para solventar las demandas más urgentes de la población que ha
llevado, con sus votos, a AMLO a la presidencia de la República.



Morena no es ni mucho menos la resurrección de un PRI, el cual de hecho está
arrinconado lamiendo sus heridas que lo han colocado en un puesto
irrelevante. El “carro completo” de Morena que recorrió todo el país, con la
excepción del estado de Guanajuato, no representa a un “nuevo priismo”. Es
un movimiento heterogéneo cuyo destino se está forjando todavía y cuyo único
factor sólido, en la medida que las circunstancias lo permiten, es su líder.



Más que nunca la política de reivindicaciones de los trabajadores y sus
aliados va a depender de la lucha real, de clases, en las calles, en las
fábricas, en los barrios, en los campos, en las escuelas y universidades.
Más que nunca las tendencias antidemocráticas y los elementos bonapartistas
chocarán con los impulsos libertarios y emancipadores que se anuncian en
estos días plenos de potencialidades emancipatorias y libertarias que son
los actuales.



* Dirigente de la Liga de Unidad Socialista (LUS).

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