Nicaragua/ "Ortega apostó a la política del plomo, a matar a la gente" [Yader Parajón Gutiérrez - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 30 12:31:48 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

30 de agosto 2018

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Nicaragua



Entrevista Yader Parajón Gutiérrez, activista nicaragüense, integrante del
Movimiento Madres de Abril



“Ortega apostó a la política del plomo, a matar a la gente”



La Diaria, 30-8-2018

https://ladiaria.com.uy/



Nicaragua vive la crisis política y social más violenta de los últimos 40
años. Se desató el 18 de abril, cuando las protestas contra una reforma del
gobierno de Daniel Ortega se convirtieron directamente en un reclamo urgente
de renuncia del presidente. Desde ese entonces, la represión de los
manifestantes ha dejado entre 322 y 448 muertos, según el conteo de
distintas organizaciones civiles.



Con el objetivo de denunciar estas muertes y otras violaciones a los
derechos humanos, se creó la Caravana de Solidaridad Internacional con
Nicaragua, que en estos días camina por América del Sur. Uno de sus
integrantes es el activista Yader Parajón Gutiérrez, que forma parte del
Movimiento Madres de Abril desde que su hermano fue asesinado en mayo por
las fuerzas del gobierno en la Universidad Politécnica de Nicaragua.



En diálogo con la diaria, el activista de 27 años habló de la constante
persecución que sufren los familiares de las víctimas, insistió en la
necesidad de que Ortega deje el poder para que el país pueda transitar
“hacia una democracia” y advirtió sobre la posibilidad de que la crisis
nicaragüense afecte a los demás países del continente.



-¿Cómo surgió y en qué consiste la Caravana de Solidaridad Internacional con
Nicaragua?



La caravana surgió de la necesidad de informarle al mundo sobre la situación
que vivimos en nuestro país, y tiene diferentes misiones. Tocamos las
puertas de medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones de la
sociedad civil de los países que visitamos. En algunos momentos, también,
hemos tenido que contactarnos con cancillerías para ver qué opciones de
solidaridad y de apoyo podían aportar para la salida de Ortega.



El objetivo de esto no es sólo generar empatía sino también que puedan ver
que Nicaragua –o cualquier otro país que tenga esta misma crisis– podría
provocar a mediano o largo plazo una desestabilización en el continente. En
ese sentido, es una campanada de alerta. Hay una situación humanitaria
crítica que no se puede seguir permitiendo, y todos los países del
continente tienen que tomar acciones.



-¿Quiénes integran el Movimiento Madres de Abril y qué reclaman?



Somos familias de las víctimas asesinadas por el gobierno de Daniel Ortega y
[su esposa, la vicepresidenta] Rosario Murillo. Desde la directiva
provisional, de la que soy parte, venimos trabajando en varios aspectos. El
primero fue la denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
[CIDH] para que se contaran nuestros muertos. Un segundo paso fue ver qué
mecanismo de acompañamiento nos iba a dar el Meseni [Mecanismo Especial de
Seguimiento para Nicaragua], propuesto por la CIDH en junio. Ahora, nosotros
exigimos la salida inmediata de Daniel Ortega. Además de organizar marchas
con este fin, estamos impulsando una campaña para exigir justicia, porque no
queremos que más familias sigan engrosando nuestras filas. No queremos que
más familias nicaragüenses sean parte de nuestro dolor. Esto lo vamos a
conseguir sólo si Ortega se va del poder. Porque no es que la gente quiere
que se vaya Ortega porque lidera un Estado fallido: Ortega no puede seguir
gobernando por cuestiones de seguridad de la población. Hay una cacería, hay
más de 200 presos políticos. Ortega está apresando más muchachos para que,
en una posible salida, él pueda negociar su amnistía. Pero nosotros no
consideramos ningún espacio de impunidad.



-Usted ha denunciado en varias ocasiones que desde el asesinato de su
hermano su familia ha sido “revictimizada” y sufre persecución. ¿De qué
manera?



La persecución no es sólo a mi familia, es a todos los familiares de las
víctimas. Ortega no nos deja vivir nuestras vidas. En mi caso, mi casa fue
marcada con una equis, un símbolo que ya se había visto en otros casos en
Nicaragua en lugares que después fueron asaltados por civiles armados que
pertenecen a la Juventud Sandinista [JS]. El miércoles 13 de junio tuvimos
que salir de mi casa porque las turbas entraron a nuestro barrio a hacer
desastres, hirieron a muchos muchachos, y por entonces ya había una campaña
de desprestigio en mi contra en Facebook: decían que yo pertenecía a una
mara y que prácticamente era un desestabilizador del país.



Logramos salir y fuimos a unas casas de seguridad. Nuestros amigos y vecinos
nos escribían a diario para decirnos que dos motorizados encapuchados se
apostaban en nuestra casa y permanecían ahí todas las noches. Hubo un
momento en que dos amigos que tienen negocios cercanos a mi casa, en
diferentes cuadras, nos avisaron que habían preguntado por nosotros. En uno,
se presentaron dos motorizados con cascos que nunca se quitaron, no se
identificaron y directamente preguntaron: “Y los Parejones, ¿qué se
hicieron?”. En el otro comercio, también sin identificarse y con la cara
súper tapada, preguntaron si nosotros todavía estábamos en el país. Entonces
no podemos volver a casa. Y así hemos sido revictimizados todos. Hay
personas, brazos políticos de Ortega, que se infiltran en las marchas contra
el gobierno, te toman fotos y te hacen un seguimiento hasta tu casa de
seguridad. Después tú vas al súper y, cuando sales, te agarran y te llevan.
Todo esto está premeditado, hay un trabajo de inteligencia maquiavélico. Las
familias que integran nuestro movimiento han tenido que salir hacia Costa
Rica, España, o a otras regiones de Nicaragua. Hay que estar en movimiento
constante para que no te ubiquen. Se llegó al punto de que las turbas
interrumpieron a muchas familias mientras enterraban a sus integrantes
asesinados, obligándolas a un entierro inmediato para poder salir huyendo y
evitar que los mataran. Porque uno de los objetivos de Ortega es asesinar a
todas las familias de los ya asesinados por él para que callemos, para que
no exijamos justicia, porque somos una gran presión social y moral.



¿Quiénes integran estas “turbas” a las que hace mención?



En Nicaragua, constitucionalmente, hay dos fuerzas armadas: la Policía
Nacional y el Ejército. Cabe señalar que quienes murieron en estos meses han
sido asesinados con armas a las que sólo tiene acceso el Ejército. Llamamos
turbas a los terceros armados, que son jóvenes civiles –hombres y mujeres–
que pertenecieron en un primer momento a la JS, como brazo político del
sandinismo, y que hoy Ortega ha armado.



-¿Por qué son los estudiantes los que tomaron el liderazgo de las protestas
que se desataron el 18 de abril?



Los universitarios que se alzaron en contra del gobierno ese 18 de abril han
venido protestando desde hace mucho tiempo contra las reformas electorales,
reformas al seguro social, a la ley orgánica de la Policía y al Ejército y,
en general, a los diferentes poderes del Estado. Los muchachos vienen
creciendo ante una serie de violaciones a los derechos humanos que también
llegaron a otros niveles. Por ejemplo, son muy pocos los universitarios que
tienen un trabajo y, cuando lo tienen, trabajan de lunes a viernes para
sustentar el estudio del sábado. Sólo tres de cada diez nicaragüenses tenían
trabajos formales, y quienes los tenían debían pagar las cuotas patronales,
así como más dinero por su seguro social. Hoy lideran las movilizaciones
porque como estudiantes nunca han tenido una empatía y una apertura con el
gobierno. Entonces, a lo largo de estos diez años, se fueron creando
disidencias. ¿Por qué? Porque todo se hacía mediante manipulación. Vos como
estudiante no podías postularte a una beca del Estado o de una universidad
privada si no pertenecías a la JS. No podías postularte a un trabajo del
Estado si no tenías una carta firmada por miembros del partido de gobierno.
Los muchachos consideraron que la realidad ya era inaceptable. Ese día, se
protestó para presionar al gobierno a que derogara la ley de reforma de la
seguridad social. Eso tomó cuatro días. Desde el primer momento, Ortega
apostó a la política del plomo, a matar a la gente, entonces, aunque después
derogó la ley, no hubo vuelta atrás. Los movimientos consideraron que un
muerto ya era inconcebible, se solidarizaron con esa familia, y dijeron: de
acá no vamos a salir hasta que Ortega se vaya.



-En este panorama, ¿cómo está actuando la oposición política?



Hoy la oposición política es la sociedad civil. Sin partidos, sin
diferencias políticas, económicas o religiosas, nuestra única bandera es la
nacional. Esa es la concertación más grande que se opone al régimen de
Ortega. O sea, somos 85% de la población que estamos exigiendo su salida
inmediata, no sólo por corrupto, sino por asesino.



-¿Cuál es el plan por el que apuesta esta concertación si Ortega deja el
poder?



Hay una “ruta de la democracia”, que propone la llamada Articulación de los
Movimientos Sociales y Organizaciones de la Sociedad Civil, integrada por
campesinos, feministas, comunidades LGBT y otros sectores. Lo primero que
hay que hacer después de la salida de Ortega es una Junta de Gobierno que
esté acompañada por algún sector como la iglesia, que es la única entidad
creíble a nivel social en el país. Esa Junta de Gobierno deberá crear una
Asamblea Constituyente para disolver la Asamblea Nacional –que hoy es el
brazo político de Ortega– y preparar el camino a unas elecciones
transparentes que se celebrarán de forma adelantada. Esa Junta de Gobierno
podrá ejercer funciones durante un año, en el que tendrá que reflexionar
sobre quién puede liderar sus intereses. La única condición es que los
miembros de esta junta, que tiene que ser multisectorial, no podrán
participar en las elecciones adelantadas, porque es justamente lo que hizo
Ortega cuando se presentó a las elecciones de 1984.



-¿Qué análisis hace de la evolución que ha tenido el gobierno de Ortega?



Él se vendió como de izquierda y progresista y al final no lo es. El primer
hito fue cuando penalizó el aborto. Lo hizo para poder manipular a ciertos
sectores de Nicaragua, un país muy religioso. Para venderse como un hombre
nuevo, utilizó a Miguel Obando y Bravo, que en su momento era arzobispo de
Managua y cardenal de la iglesia católica, y armó la Comisión de Paz y
Reconciliación de gobierno. Usó personajes que en ese entonces eran
idolatrados por la sociedad. En el caso de Obando y Bravo, era el primer
cardenal de Centroamérica y eso tiene mucho sentimentalismo religioso.
Entonces lo puso a presidir esa comisión y en agrado a él y a la iglesia
penalizó el aborto. El segundo hecho que marcó el cambio es que el
combustible empezó a subir desde que él asumió la presidencia, no había una
estabilidad en los precios. De hecho, desde que llegó al gobierno, hay una
total inestabilidad económica. Un tercer momento es cuando comenzó a hacer
tratados con empresas transnacionales de minería que están terminando con la
naturaleza del país. Un cuarto momento es cuando empezó a desplazar a las
comunidades indígenas, a punta de plomo, de la reserva Indio Maíz y de otros
sectores de la zona del Caribe. La conservación de la naturaleza por parte
del Estado es nula. Otro punto es que también ha vendido nuestra soberanía a
un empresario chino. Entonces no podés decir que el gobierno es progresista.
¿Dónde está esa izquierda que proclamaba?



-¿Identifica algún punto de quiebre en esta evolución?



Yo considero que el quiebre se dio cuando pactó con José Arnoldo Alemán [que
fue presidente de Nicaragua de 1997 a 2002]. Porque pactó con la derecha,
con el gobernante de turno, que era el más corrupto de la región, a cambio
de que el porcentaje necesario para poder ganar las elecciones pasara de 50%
a 35%. Como él sabía que su techo electoral era de 38%, jamás iba a volver
al poder, a menos que hiciera una alianza. En ese pacto con la derecha,
Ortega vendió toda su “izquierda”.

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